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Estado español :: 22/10/2017

Mohamed Abdelkrim

Mikel Arizaleta

 

Sostiene Sven Lindqvist en “Historia de los bombardeos” que el primer lanzamiento de bombas desde un avión lo realizó un piloto italiano, Giulio Cavotti, sobre Libia el 1 de noviembre de 1911. Desde un monoplano lanzó una granada de dos kilos sobre el oasis de Taguira, cerca de Trípoli.


Benito Mussolini quiso ponerse a la altura de la Gran Bretaña y Francia en cuanto a territorio colonial y fue un adelantado en el uso del bombardeo aéreo y de las armas químicas sobre la población.


En el Rif los bombardeos sistemáticos y masivos con yperita, TNT y bombas incendiarias por parte del gobierno español, como nos cuenta con detalle Joseba Sarrionaindia en “¿Somos como moros en la niebla?”, comenzaron enjulio de 1923, que se incrementaron en 1924 hasta mediados del 25.


Los bombardeos no sólo iban dirigidos contra los muyahidines sino que apuntaban también a viviendas y zocos. Se prefería los días de mercado, cuando la gente se arracimaba en los zocos: “Como hay muchas probabilidades de que en un miércoles que haga buen tiempo acuda mucha gente confiadamente al zoco el-Arbaa de Taurirt de Beni Urriaguel, será ocasión de causarles daño y castigar muy duramente, ruego me autorice a emplear cien bombas C-5 en el bombardeo, que ordenaré para el primer miércoles bueno”.


Se hizo por entonces célebre la respuesta del dictador Miguel Primo de Rivera una vez que le dieron a conocer los desastrosos daños que causaban los bombardeos sobre los civiles: “No me creen más problemas; de las colonias me importa la tierra, no los hombres”. Nada nuevo en la historia del colonialismo español. Los guanches de las islas Canarias o los tainos de Cuba fueron prácticamente aniquilados a la hora de conquistar su tierra. Estaba muy extendida la idea de exterminar poblaciones nativas para hacer habitables los espacios. Las naciones “civilizadas” consideraban que había que llevar la civilización a donde fuera menester, quisiéranlo o no los afectados.
Ya la Sociedad de Naciones, a petición del comité de juristas de La Haya, aprobó una resolución en julio de 1932: “Se prohíben terminantemente los ataques aéreos contra poblaciones civiles”. Luego vendrían los bombardeos de Otxandio, Durango, Gernika, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, los muchos bombardeos en nuestros días… por parte de las naciones civilizadas; bombardeos todos ellos muy legales, muy constitucionales, muy democráticos, muy apoyados por parlamentos, por la ONU, por los obispos, la virgen del Pilar, el apóstol Santiago, el capellán castrense y el señor de los ejércitos.


¿Y qué pretendía Adelkrim? “Quise, dice, que el Rif fuese un país independiente, como España y Francia, y establecer allí un Estado libre, plenamente soberano, y no un emirato dependiente del Protectorado. Intenté desde un principio que mi pueblo comprendiese que no podría sobrevivir a no ser que se mantuviera unido como las piedras de un edificio, y a no ser que trabajase con sinceridad y lealtad para lograr la unidad nacional a partir de tribus con diferentes aspiraciones”.


En definitiva y en claro, la idea fundamental de construir una nación rifeña mediante un estado libre y soberano. El sujeto no es Marruecos ni España sino el pueblo del Rif. Y tras obtener una victoria casi completa sobre los españoles, Philippe Pétain y Miguel Primo de Rivera se reunieron y organizaron la guerra total contra Abdelkrim y su pueblo del Rif, la destrucción del Rif insurrecto con la tecnología y al estilo de la Segunda Guerra Mundial. Pétain al mando de 725.000 soldados y de 66 generales y Primo de Rivera de la mano de José Sanjurjo, Francisco Franco, Manuel Goded, Agustín Muños Grandes, Camilo Alonso Vega, José Enrique Valera, Luis Carrero Blanco… La guerra del Rif fue terrorífica para la población nativa debido a la crueldad de la Legión española y de los cuerpos de choque.


El regimiento de Garellano fue trasladado de Alcázar de San Juan y de Ciudad Real a Bilbao para combatir la sedición política, que emergía en Bizkaia, para imponer el orden en la zona minera, para prohibir y embridar las movilizaciones obreras que causaran disturbios. En las minas y fábricas se estaban gestando propósitos aviesos y Garellano tenía que estar presto a reprimirlos.


Y también hijos de mineros mediante la mili en Garellano van a tener que combatir en Marruecos y el Rif. Pero ya en los traslados, como se decía un tanto sigilosamente en el ABC del 26 de agosto de 1923, hay movida dura con disparos y muertos por parte de soldados vascos y catalanes, es lo que se denominó “los sucesos de Málaga”: “Anteanoche poco antes de zarpar el buque Lázaro un grupo de soldados, según la voz general pertenecientes al regimiento de Garellano, prorrumpió en gritos subversivos el entonar la banda la Marcha Real”.


En el ABC del 28 el periodista José María Salaverría califica a estos soldados rebeldes, contrarios a guerrear en territorio ajeno, anticoloniales de caqui, Bartolomé de las Casas del siglo XX: “El separatista es montaraz, cerril, reaccionario, fanático, lleno de odio; pero además es insolente, cínico, petulante, cruel, tortuoso. Carece de virtudes tradicionales de los españoles. El valor lo convierte en cobarde vocinglería, y la lealtad y la nobleza en plebeyas artimañas…” Y traigo al recuerdo esta historia de guerra y colonialismo, de ABC y panfleto, de José María Salaverria y tertulianos porque me suena muy parecido en argumentos, legitimidades, legalidades a lo aducido en la guerra del gobierno español con su Rajoy a la cabeza de ficalía, jueces, ejército y políticos… de guerra colonial, que entonces fue contra Abdelkrim y el Rif y ahora Puigdemont y Catalunya.


Y termino con lo escrito en Gara por Antonio Álvarez Solis: “Me queda poco para irme con la “Rosa de abril”, pero triunfante o derrotado, lo haré con el Sr. Puigdemont en la memoria. Modestamente, irrelevante, pero propietario de la moral que sostiene la libertad de los pueblos y que hoy nos sirve de consuelo a los que la “democracia” ha dejado en manos de los antidisturbios. Me complace su fortaleza interior, Sr. Puigdemont, en una hora en que todo ha de pasar por la caja de los “mercados”, más bien féretro de la convivencia entre iguales”.


Mikel Arizaleta

 

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