Menos mal que nunca te apalearon en Oviedo

Menos mal que esta foto que circula por redes no muestra a un policía apaleando a una persona en el suelo mientras a su lado otro individuo le suelta patadas a la misma persona indefensa. Menos mal que esa persona apaleada no es un profesor de la Universidad de Oviedo. Menos mal que no es un colaborador de esta revista. Menos mal que esa foto, y otras que recorren la misma secuencia con la misma inquietud borrosa, no están tomadas en el Campus de Humanidades del Milán.

Menos mal.

Menos mal que el hombre que da patadas de forma impune no es un militante de Vox.

Menos mal. Porque entonces no entendería qué es esto de la democracia. Porque entonces tendría que escribir una información, en lugar de esta columna de opinión. De opinión aliviada, porque el silencio general me convence de que nada sucedió. Menos mal que Dani Ripa loco.

Menos mal que no apalearon a ningún militante de Vox. Porque entonces no nos cabrían las informaciones, ni mucho menos las columnas de opinión.

Menos mal que militantes de Vox no llenaron de grafitis y carteles algunos locales de Oviedo, algunas paredes, algunas vallas, algunos sitios que les hubiera dado la gana por considerarlos rojos, rojos de paredón. Bang, bang.

Menos mal que esos individuos no recorrieron la ciudad de madrugada en una furgoneta haciendo el vándalo, manchando, avivando a Franco, provocando al descanso, y meándose allí donde en su libertad les apeteció airearse la chulería, allí donde les apeteció amar a España, con su orgullo colgando.

Menos mal que sus orines no huelen mal. Menos mal que van a limpiar España.

Menos mal, España.

Y menos mal que estás bien, compañero. Qué mal lo pasé al enterarme, y qué indefenso después, cuando vi que no pasaba nada, que da igual, que todos podemos acabar ahí tirados, todas bajo la manada, todas apaleadas, todas indefensas sometidas al tolete, al torete, al nacionalismo testicular y a la libertad impune del provocador. Menos mal que la delegada del Gobierno. Menos mal. Menos mal que España nos guarda.

Menos mal.

Menos mal que Unamuno y Millán-Astray.

Menos mal que la CEDA, que Gil Robles, que Pelayo y Aznar. Menos mal que viva España manque pierda. Menos mal que no hay regulares porque tendríamos que aceptar las pateras. Menos mal que nos importan ante todo y sobre todo el paro, la corrupción, los ancianos, los jóvenes emigrados, el latrocinio de los bancos, el imposible precio de la vivienda. Menos mal que asumimos como irrenunciable la implicación colectiva, la implicación en nuestros barrios como la forma real de hacer política, más allá de soltar nuestra catedrática opinión sobre cómo son los políticos mientras bebemos con los amigotes en el bar, brindando al final porque vivan España y Millán-Astray y a la mierda Unamuno y su puta inteligencia.

A la mierda las Humanidades.

Y menos mal que los bares, que las procesiones, que Covadonga, que la tortilla de patata. Cada vez que estos días pasan los tambores debajo de casa, querido compañero, me estremezco, porque siento los golpes que hoy te duelen, porque siento tu penitencia, porque siento tu indefensión, porque mierda de democracia, porque mierda de urnas, si no fuera porque menos mal que nunca fuiste apaleado en el campus del Milán.

Menos mal.

Menos mal que no fue nada, que nunca existió. Menos mal que viva España, que viva siempre y sobre todas las cosas, y que viva sin esa gentuza que no quiere amarla. Que viva España y que vivan sus cunetas, que nos esperan a todos, a todas, para que acabemos allí amándola, tumbadas. Violadas.

Menos mal que no fue nada.