La Irrealidad de la Realidad ("Hasta la Mona Lisa se cae a pedazos")

x Pablo A. - IMC Chile

Y es que hasta la televisión nos habla de realidad. La forma geométrica más ofensiva y dañina que hemos inventado, nos habla de realidad y de autenticidad. Nos dice, entre matinales, spots, noticieros y otras mugres, que si nos sentamos un par de horas, con el control remoto en una mano y un vaso de Coca Cola en la otra, podremos disfrutar de toda la verdadera realidad. Nos dice que si nos quedamos sentados recibiendo chispas de colores, tendremos frente a nosotros las imágenes reales de la vida real.

Y se nos ha hecho costumbre creer, así de creyentes que nos crían desde chiquitos, en esa insípida realidad de píxeles tras una pantalla, de misiles que vuelan como estrellas fugaces y de llantos a la fuerza.

La realidad de la televisión es una farsa obvia. Es la realidad brillante, de maquillaje exagerado, de gente toda linda y bien puesta, de los problemas lejitos de aquí donde molestan. Es la realidad de todos sonríentes y aplaudiendo, de mentiras dosificadas, de mucha cerveza helada para los días de calor. Es la "reality" de relaciones machistas, amores de terciopelo y sexo simulado. Es la defensa y la confirmación de los valores burgueses, los estereotipos sexuales y la influencia de los medios de comunicación masiva en la vida diaria. Es la espectacularización de nuestra existencia, la transformación de lo real en un espacio de entrevistas, noticias, video clips y modelos de plástico. Es, sin duda, y no solo por el hecho concreto de la-imagen-a-través-de-la-pantalla, la realidad hecha pedazos, y metida a la fuerza por nuestros poros.

"Mamí, mamí, ¡en el "rialiti chou" se están matando!"

Es la moda, y el mejor negocio que han encontrado los canales de televisión. La nueva forma de hacer teleseries y que la gente crea que no lo son. Es la máxima expresión de la irrealidad de la televisión. Los "Reality Shows" son la pesadilla del momento: Camaras que graban la espontanea vida cotidiana de un grupo de jóvenes sedientos de un poco de atención. Y un excelente equipo de edición haciendose cargo de cortar y pegar las situaciones más comerciables. Todo junto, en un lindo paquete que ha conquistado las mañanas de matinales, las tardes de programas aburridos y las noches de "prime time". Todo revuelto, para convertirse con facilidad en el nuevo orgullo de la televisión en todo el mundo.

Parece increíble que alguien esté dispuesto, para conseguir un poco de ese "oro de los tontos" llamado fama, a desperdiciar meses de su vida en un set de televisión, siendo manejado como títeres por un grupo de ejecutivos para conseguir buenos contratos de publicidad. Y es que se ha producido una reconsideración muy extraña de la fama como un valor positivo, como un medio para el éxito, y a veces, como el éxito mismo. Si antes parecía una casualidad que alguien se hiciera "famoso" gracias a la maquinaria televisiva y a la publicidad extrema, ahora miles de jóvenes corren a los castings que prometen convertirlos en el futuro de la pantalla. Y esa ilusión de lujos, cheques gordos y probablemente mucha cocaína, se instala como la mejor de las utopías en las mentes de los adolescentes que babean por sus heroes y heroínas de cartón, gel para el pelo y horrible talento artístico.

Podemos llegar a escuchar a gente defender los reality shows y a declararlos "lo mejor de la televisión". Podemos ver cómo el gran tema de conversación es, muchas veces, las ultimas jugarretas de los nuevos payasos de la programación. Podemos vernos a nosotros mismos, plantados frente al televisor, disfrutando del voyeur y la neo-realidad de esta "nueva forma de hacer televisión". Peor que todo, podemos escuchar que algunas personas creen que es verdad. Que esa es la realidad.

Sería demasiado absurdo creer que siquiera hay algo de real en esos programas. Todo es inventado, programado y dirigido por las expertas cabezas cuadradas del show biz. Vestuario, dialogos, situaciones, espacios, silencios y gritos, música, alimentación, horarios, iluminación, incluso las necesidades y estados de ánimo de los desinteresados concursantes de la nueva onda televisiva.

Una participante de uno de los más famosos espectáculos de realidad, llamado Real World, parte de la exitosa programación de la cadena músical MTV, al salir del show, dijo que hasta el jugo en los vasos era falso. MTV la demandó por eso.

En Chile tenemos el interesante "Protagonistas de la Fama", donde la realidad es una competencia por llegar a la "meta final", que no es más que un buen contrato televisivo (algo que ya ganaron los que se quedaron en el camino), un auto ultimo modelo y la asquerosa experiencia de querer haber sido utilizado por el hombrecito de gris de la oficina del último piso. Aquí sí que es más que obvia la irrealidad. Un grupo de jóvenes, escogidos por un casting, encarcelados en un estudio de televisión decorado como una gran casa llena de todos los artículos de los avisadores, dispuestos para convertirse en los nuevos rostros de la televisión nacional, con clases de baile, actuación, canto y dicción. La idea es que solo dos llegan al final, luego de una ardua competencia, no solo basada en el mejor actor, sino también en el mas cínico, el que pueda convencerlos de su amistad para luego aprovecharse de su apoyo para aplastarlos y seguir adelante. ¿Es que no es exactamente esto lo que sucede en las oficinas, los colegios y las familias de ahora? ¿No será que esa es la realidad que, de verdad, representan los "reality shows"? No es más ni menos que la confirmación de una vida hiper-sentimental basada en la competencia violenta, que concluye con la consecución de premios materiales.

En Chile, la gente todavía desaparece, los pueblos originarios son asesinados, nuestras supuestas autoridades nos engañan y nos roban, miles de perros son cruelmente eliminados en las calles por ser considerados indeseables, 90 toneladas de leche podrida se siguen distribuyendo en los centros de salud del país, y la situación social sigue siendo cada vez más apatica.
Pero la gente disfruta de este nuevo juego que repite la palabra "realidad" todo el tiempo mientras en alguna población de este largo país sangriento, lo más cercano a esa "reality" son las 10 personas enclaustradas en una misma pieza insalubre. Pero no porque quieran ser famosos, sino porque esos otros se robaron miles de metros cuadrados para hacer sus estúpidos juegos de fama...

De Bagdad, con amor, cámara y acción

El otro espectáculo del momento es la guerra de Bush contra sus peores miedos. Nos vemos obligados a ser testigos de la campaña publicitaria de sus pañales cagados. Y la telenovela de la Casa Blanca se filtra por las pantallas y se nos mete en la vida.

Se producen contradicciones terriblemente peligrosas.
No hay ninguna guerra declarada, pero hace mucho tiempo que la gente está siendo asesinada en esa "conflictiva" zona del mundo. Es que no hay imágenes de los muertos, por eso no nos parece tan terrible. Porque la televisión nos muestra la supuesta realidad. Y si no sale en la tele, no es verdad.

Por otro lado, el enfrentamiento todavía es mínimo comparado con lo que podría llegar a ser. Y ya se habla de una guerra, porque es una guerra que alardea de su peligrosidad en spots publicitarios y declaraciones fuertes. Ya se habla de la "Guerra en Irak", porque es el otro titular que vende periódicos y sube el rating. Y la guerra se estructura como una teleserie más. Los protagonistas son la ONU, Bush, Blair y Saddam. Los personajes secundarios son los ex-aliados, ahora traidores y pacifistas. Y los personajes incidentales son estos pequeños países del Consejo de Seguridad de la ONU, presionados por el galán George W. Bush, que quiere conseguir sus votos de todas formas. Las escenas se componen de inútiles reuniones en el edificio de las Naciones Unidas, llamadas telefónicas del señor Bush, declaraciones del malvado antagonista Saddam Hussein y tontos amoríos comerciales entre Estados Unidos y el resto del mundo.

La guerra ocupa un pequeño espacio de nuestra vida cotidiana. Porque está lejos. Porque el Golfo Pérsico queda más lejos que cualquiera de los lugares que recorremos frecuentemente. Porque solo vemos soldados en la pantalla. Casi como si fuera Tom Hanks rescatando al soldado Ryan. Porque solo vemos el juego de poder como un juego de computadora, tan fácil como apretar un botón y que todo cambie o se destruya. La guerra es un noticiero, una entrevista con los cancilleres del mundo, una nota desafinada en la melodía bien diseñada y maquillada.

Y entre tanto despegue desde portaaviones y mentiras oficialistas, la única sensación es de impotencia. ¿Qué podemos hacer ante lo que parece inevitable? La avaricia de un pequeño grupo que cree dominarnos a todos. La interminable ambición de poder de unos pocos. Esa capacidad de decisión que al parecer ellos tienen, y nosotros no. ¿Y qué papel juega la televisión y el resto de los medios de comunicación masiva en esto? Confirman esos roles de autoridad y aumentan nuestra alienación e impotencia. Porque ni siquiera las magníficas protestas contra la guerra alrededor del mundo parecen cambiar algo, menos ofrecer una solución. Esperemos que la teleserie termine con la pantalla en una batalla de bichitos blancos y negro: porque esa va a ser la última imágen de la televisión antes de un mundo libre...

Al final de este viaje, todos nosotros, sonriendo...

El poder la "irrealidad de la realidad" radica en su capacidad de convencernos a todos de su veracidad. Y nuestra respuesta es el desarrollo de una capacidad consciente de no solo evitar que esos contenidos se filtren en nuestra vida, sino también hacer lo posible por eliminar esos focos de irrealidad y espectáculo que se dan en el mundo actual.

Ante tanta violencia mediática, lo único que nos queda es la subversión de lo cotidiano, la re-creación de nuestras vidas, la re-invención del mundo con nuestros propios criterios y conceptos, adaptados a nuestras realidades reales, y no a esas realidades virtuales de a pedacitos. Lo único que nos queda es librar nuestras propias guerras contra la autoridad, los ejercitos y la falsa realidad que nos quieren vender. Contra la realidad de la televisión, nos queda la acción directa y la "contrainformación". Contra la mentira escrita de la prensa corporativa, nos queda la búsqueda y creación de nuestros propios medios de comunicación, basados en la lucha por la justicia y la transformación social. Contra la guerra por el dinero, la autogestión de espacios de cultura y amor. Contra el poder, nuestra vida, nuestra lucha por la libertad...

 
       

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