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Anti Patriarcado :: 28/06/2006

La prostitución y el sexo como moneda de cambio

Alicia Couselo
Estos meses de mundial de fútbol han dado pie a multitud de artículos sobre la prostitución. El hecho de que en Alemania la compraventa de sexo sea legal y que en ese país haya 800.000 mujeres cotizando a la seguridad social por este trabajo, pone los pelos de punta a más de uno.

Las corrientes abolicionistas no paran de promocionar sus propuestas para acabar con esta "práctica intrínsicamente degradante", a decir del gobierno del PSOE, con argumentos fundamentalmente morales y soluciones políticas que agravan aún más la vulnerabilidad de las mujeres.

De todo lo escrito, Carlo Frabetti es de los pocos que plantean algunos interrogantes interesantes, como, por ejemplo, si es posible y lícito pretender abolir la prostitución con medidas prohibicionistas y coercitivas y si de esta forma se puede terminar con los trabajos aborrecibles existentes en este sistema económico y social.

Comparto con Frabetti que lo relacionado con la venta de nuestra fuerza de trabajo y en este caso la venta de sexo, no se va a modificar con medidas dirigidas al eslabón más débil de la cadena, como son las prostitutas pobres y mayoritariamente inmigrantes sin papeles. Más aún, encuentro verdaderamente lamentable que desde estas campañas se impulsen mensajes mentirosos dando la idea de que si juntamos firmas, promovemos cursos de formación o subsidios de desempleo para las mujeres prostitutas, conseguiremos crear las condiciones adecuadas para que nadie tenga que dedicarse a este oficio y en consecuencia, disminuir el poder de los traficantes, la prostitución ilegal, la demanda y el abuso sexual de mujeres y niños.

El sistema sexo-género, en el que la mujer es considerada un objeto sexual para el uso y disfrute de otros seres sexuados y que se entrega al hombre para su placer o para procrear, es lo que está en la base de la industria del sexo o del tráfico de mujeres. Si a esto le unimos la situación de precariedad económica, de la que la feminización de la pobreza es su principal exponente, nos daremos cuenta de que el problema no radica en si la prostitución es legal o no, sino en la buena salud de este capitalismo patriarcal que nos esclaviza a todas y todos.

Raquel Osborne explica la situación de las prostitutas como "mujeres que no quieren esperar a la desaparición del patriarcado para luchar por su derecho a existir y a trabajar en las mejores condiciones posibles. Ante la falta de oportunidades que por su origen social y/o su sexo encuentran en su camino, eligen racionalmente, de entre la escasa gama de opciones con que cuentan, utilizar y explotar aquello que toda mujer sabe que, a falta de otra cosa mejor, representa una potencial fuente de ingresos: su sexo. La condición a que nos somete el patriarcado -ser potenciales objetos sexuales para el hombre- es aprovechada por las prostitutas en su beneficio: para sobrevivir económicamente y/o para poder disfrutar de los bienes de consumo que la sociedad capitalista pone a disposición de los que tienen medios para disfrutarlos."

Utilizar el sexo para sobrevivir es algo que hacemos las mujeres en general. A pesar de que el acuerdo matrimonial o de convivencia implica goce y reciprocidad sexual y que en teoría no es una obligación de la mujer conceder sexo ni un derecho del varón a exigirlo, lo cierto es que cuando nos casamos o formamos pareja nos convertimos inconscientemente en propiedad de nuestros maridos o compañeros. Esto puede parecer muy fuerte, pero la dependencia afectiva es muchas veces más determinante que la necesidad puramente económica. Hacer de la relación amorosa el eje y el proyecto de nuestra vida hace que las mujeres seamos capaces de hacer cualquier desatino por conservarla y esto incluye aceptar relaciones sexuales forzadas para evitar "males mayores", como puede ser obtener un poco de paz, mantener la unión de la familia o simplemente porque hemos naturalizado que nuestro valor como personas radica en ser objetos sexuales.

Si nos reconocemos en algo de todo esto, estaremos de acuerdo en que la prostitución es apenas lo más visible de este sistema y por tanto es indispensable que enmarquemos la lucha contra la mercantilización de los cuerpos en el contexto más amplio del anticapitalismo y el antipatriarcado. Como bien dice Fabretti, no acabaremos con todo ello, mediante "aboliciones" y mientras haya prostitución, matrimonio y religión, tendremos que respetar la libertad de elección y los derechos de las mujeres, incluidas las trabajadoras del sexo.

Fuente: La Haine

 

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