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Estado español, Pensamiento, Anti Patriarcado :: 26/01/2021

Los abusos sexuales, un elemento más del negocio indirecto de la industria farmacéutica

Mente Revolucionaria
Es común que una mujer que es abusada sexualmente en la infancia, luego es medicada en su edad adulta por diferentes problemas psicológicos aparentemente no relacionados.

En 1986, Frank Putnam y Penelope Trickett, su compañera del Instituto Nacional de Salud Mental (EEUU), iniciaron el primer estudio longitudinal, haciendo un seguimiento durante 20 años sobre el impacto del abuso sexual en el desarrollo femenino.

Los investigadores reclutaron minuciosamente a 84 chicas derivadas por el Departamento de Servicios Sociales del Distrito de Columbia, que tenían un historial confirmado de abuso sexual por parte de un pariente (abuso intrafamiliar). Se combinaron con un llamado “grupo control” de 82 chicas de la misma edad, raza, estatus socioeconómico y constelación familiar que no habían sufrido abusos. La edad promedio de inicio eran los 11 años. En los 20 años siguientes, estos dos grupos se evaluaron minuciosamente 6 veces.

Los resultados fueron inequívocos: en comparación con las chicas de la misma edad, raza y circunstancias sociales, las chicas que habían sufrido abusos presentaban un gran abanico de efectos profundamente negativos, como déficits cognitivos, depresión, síntomas disociativos, un desarrollo sexual alterado, altas tasas de obesidad y autolesiones. Abandonaban los estudios secundarios en una mayor proporción que el grupo control, sufrían más enfermedades graves y usaban más la asistencia sanitaria. También mostraron anomalías en las respuestas de sus hormonas del estrés, tuvieron un inicio más temprano de la pubertad y, en favor de las multinacionales farmacéuticas, acumulaban distintos diagnósticos psiquiátricos aparentemente no relacionados con los abusos, como por ejemplo “depresión”, “trastorno desafiante oposicionista”, “trastorno explosivo intermitente”, “trastorno bipolar” y otras opciones que nuestros manuales de diagnósticos (DSM) nos ofrecen.

El negocio detrás del diagnóstico

Una cosa son los diagnósticos psiquiátricos y otra muy diferente lo que una mujer abusada sexualmente necesita para reorganizarse internamente. Este tipo de diagnósticos desenvocan en un consumo de fármacos para hacer que los “problemas emocionales" y/o "de conducta” que presentan estas mujeres sean más manejables. Sin embargo si a estas mujeres se les diera un tratamiento psicológico para sanar sus traumas desde la raíz (es decir, tanto el abuso sexual en sí como su contexto personal y social) y no desde aliviar el síntoma superficial (su problema de conducta en el momento presente), el consumo de fármacos sería mucho menor. Una mujer que reprocesa sus experiencias de abuso, sana sus heridas emocionales, integra esos traumas y los convierte en recuerdos que ya no la desestabilizan porque su mente los puede controlar, es una mujer que se empodera, que puede hacer vida normal porque deja de ser esclava de su sufrimiento y que no necesita tomar fármacos para controlar ningún tipo de “conducta desadaptativa”.

El problema es que para que eso ocurra es necesario que exista una voluntad de solucionar los problemas de las personas de fondo aunque ello repercuta negativamente en la cuenta de beneficios de la industria farmacéutica. Y, lejos de esto, el sistema de salud en el Estado español está organizado para que se trate el síntoma (que es lo que genera beneficios), no la causa. No por casualidad el periódico digital El Economista nos informa que el beneficio de las farmacéuticas creció un 50% en el 2020 y seguirá creciendo un 11% en 2021.

La feminización del consumo de fármacos

En España, ya antes de la pandemia del COVID-19, una encuesta del Ministerio de Sanidad difundió que en 2017 el 8% de las mujeres reconocían haber tomado antidepresivos (menos de la mitad los hombres). El 16% de las mujeres reconoció haber consumido tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir en las 2 semanas anteriores a la encuesta (de nuevo, la mitad en el caso de los hombres). Así mismo, el informe asegura que las clases sociales menos favorecidas consumieron más tranquilizantes/relajantes y más antidepresivos/estimulantes. Este gradiente social se observó para ambos medicamentos y tanto en hombres como en mujeres, pero la pendiente fue más acentuada en las mujeres.

¿Y de dónde salen todos estos fármacos? El informe del Ministerio de Sanidad reconoce que prácticamente la totalidad (99,5%) de los medicamentos tranquilizantes y antidepresivos que se consumen son prescritos por el médico.

Estos sencillos datos nos ofrecen 3 conclusiones:

La primera ya la sabíamos: la clase trabajadora sufre más emocionalmente que la clase alta, y en consecuencia necesita consumir más fármacos para aliviar su sufrimiento.

La segunda es que, dentro de la población que más sufre, las mujeres se llevan la peor parte con mucha diferencia.

La tercera es que el beneficio de la industria farmacéutica es un puzzle que tiene varias piezas, y una de ellas es el tratamiento inadecuado de los abusos sexuales. Es decir, el estado español compra miles de medicamentos enriqueciendo las arcas de las empresas farmacéuticas y luego estos fármacos se los recetan a la población después de diagnosticarles toda una serie de “trastornos mentales” sin pararse a investigar la raíz de estos síntomas y tratarlos desde el ámbito de la psicología, que es mucho más barato porque cuando se resuelve el problema real de una persona no hace falta estar medicándola durante semanas, meses o años.

No sabemos en qué porcentaje específico las ventas de fármacos están relacionadas con abusos sexuales porque no se investiga (y debemos exigir que se haga), sin embargo hay cifras paralelas que están a la vista. La organización Save the Children denunció que cerca del 20% de la población española ha sufrido abusos sexuales en la infancia y que el 85% de los casos se producen dentro del ámbito intrafamiliar. En España en el 2019 aumentaron un 11 por cierto las agresiones sexuales, registrándose un total de 15.338 delitos contra la libertad sexual, según una estadística del Ministerio del Interior. Estas son las denuncias realizadas, siendo ampliamente conocido que la mayoría de las agresiones sexuales no se denuncian precisamente porque se cometen en el ámbito intrafamiliar y todavía más grave es la situación cuando las abusadas son niñas y adolescentes jóvenes. Estos eventos traumáticos generan sufrimiento en las víctimas, y lo que se hace es tratar con fármacos ese sufrimiento para que sea manejable, en vez de ampliar los tratamientos psicológicos para sanar las heridas emocionales producidas por los abusos (que en todo caso representan la raíz de ese sufrimiento) con el objetivo de que las mujeres se empoderen y se liberen de las cadenas de la medicación.

Por un lado, debemos construir una sociedad feminista para erradicar los abusos. Por otro lado, hay que subrayar que hoy en día no sólo hay un problema de que vivimos en un sistema capitalista patriarcal y por lo tanto se producen abusos sexuales. Además, una vez que ocurren, el propio sistema se beneficia económicamente de ello y ahí también debemos intervernir.

Investigar los orígenes del sufrimiento emocional provocado por los abusos sexuales y en consecuencia tratarlos desde las causas y no desde los síntomas es más sano para la mujer y más barato para el Estado, pero genera menos beneficios para las farmacéuticas.


Especial para La Haine

 

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