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México, México, AntiMúsica :: 06/05/2020

Óscar Chávez, el hermano grande

Luis Hernández Navarro
Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones

Óscar Chávez fue una figura nodal en la formación de una cultura crítica de masas y en la educación sentimental de varias generaciones. Mantuvo vivo el cancionero popular mexicano. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales. Escribió o interpretó melodías de culto en las luchas sociales de los últimos 50 años.

A lo largo de su trayectoria como cantautor, desde sus primeras tocadas en el movimiento estudiantil de 1968 hasta sus recitales con los zapatistas en Oventic o los grandes conciertos en el Auditorio Nacional, forjó un público transgeneracional masivo y leal, integrado por gente de su edad y por sus nietos y bisnietos.

Óscar nació en la colonia Portales en 1935, vivió en Ixmiquilpan y Puebla y creció en Santa María la Ribera. Creció escuchando a su padre que, aunque nunca se dedicó profesionalmente al canto, en la bohemia era un buen intérprete de música tradicional mexicana, trova yucateca y cubana, y ritmos colombianos.

Arrancó su carrera artística estudiando teatro en la escuela de Bellas Artes, en la academia del maestro Seki Sano y en la UNAM. Participó en obras experimentales tanto como actor o director, en radioteatro, telenovelas y cine. Su papel como El Estilos, en el filme Los caifanes, lo inmortalizó. Hizo cabaret político entre 1970 y 1979 en La Edad de Oro y el Café Corona, cuando la ciudad tenía una agradable y rica vida nocturna.

Rompió con la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y fue parte del Sindicato de Actores Independientes (SAI) que dirigió su primo y amigo entrañable Enrique Lizalde. Sus integrantes armaron una buena remambaramba para depurar y democratizar el gremio. Cuando la aventura del SAI llegó a su fin, asfixiada por el autoritarismo gubernamental, se negó a regresar a las filas de la ANDA, que nunca le perdonó la afrenta y le cerró cuanto espacio de actuación pudo. Su congruencia tuvo un gran costo para él, porque le quitaron la posibilidad de actuar en palenques y en otros foros.

En 1963 grabó Herencia lírica mexicana, su primer disco de una lista de cerca de 90. Desde ese momento, comenzó, a través de su obra, un alucinante viaje por la historia de México y América Latina. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales (Independencia, Reforma e Intervención Francesa y la de 1910-17). Hizo un vinilo completamente dedicado a Benito Juárez. Musicalizó a José Martí y le cantó a Genaro Vázquez Rojas, a Salvador Allende, a Chiapas y a los pueblos indios que resisten con dignidad.

Se zambulló de lleno en la parodia política. Fuera de la disputa (en la tipología de Federico Arana) entre fans del folklorito venceremos y seguidores del huaraches de ante azul, Óscar desarrolló un estilo propio, más allá de la canción testimonial.

“El dinero –decía– impone lo que se toca, lo que se difunde. Lo hace en todo. Lo hace en la radio, en la televisión, en el cine, en la literatura, en todo. El dinero pone las reglas. Para mucha gente creativa en nuestro continente, esto es muy difícil. Es doble trabajo.” Sin embargo, a pesar de ello, produjo una obra vastísima al margen de las presiones comerciales.

Su apuesta fue transmitir y mantener viva una larga tradición musical que viene de siglos atrás. Este legado fue su raíz y su fuente. “Esto de la canción de protesta o testimonial –explicaba– es una gran tradición en nuestro país. He cantado parodias políticas que se cantaban en el virreinato. Los versos del poeta popular, que era el negrito José Vasconcelos, son críticas a los virreyes y a los gobernantes. Es impresionante. Uno no está inventando nada. Ya existe” (https://bit.ly/2xvmDY2).

A lo largo de su carrera, tuvo varias escaramuzas con el poder. Su disco Mariguana fue censurado durante un tiempo, a pesar de que el material que lo integra son piezas tradicionales mexicanas. La canción Mariguana, por ejemplo, se escribió para criticar a Antonio López de Santa Anna, a quien el autor de Por ti definía como nuestro mejor vendedor.

Óscar creía que, aunque la canción no transforma las cosas, es una herramienta, un arma muy poderosa, muy importante para informar, para opinar, para hablar bien, para hablar mal e incluso para insultar y también para burlarte.

Militante de la Liga Leninista Espartaco de José Revueltas, al lado de Eduardo y Enrique Lizalde, Chávez fue, a lo largo de su vida, solidario con las causas más justas. Autodefinido como fidelista a muerte, tuvo por el comandante gran admiración. Para él, Castro fue un líder fuera de serie, que rompió el molde. Apoyó con todo a la Revolución cubana.

Fue solidario desde los primeros días de levantamiento armado con el EZLN. Sigo apoyándolos, sigo creyendo en ellos. Me merecen mucho respeto. Me merecen más respeto que muchos políticos a los que no les tengo ninguno, decía. En 2018 fue promotor de la iniciativa para incorporar a Marichuy a la boleta electoral como vocera del Concejo Indígena de Gobierno y firme opositor a la construcción del Tren Maya.

En reciprocidad, recibió el cariño y reconocimiento de indios y rebeldes. En 2000, los zapatistas lo llamaron hermano grande. A raíz de su muerte, el Congreso Nacional Indígena saludó su vida solidaria y sus sueños que se atreven a imaginar justicia y hacerla mensaje y música. La vida –decía apenas hace unos meses– hay que vivirla hasta que lo permita la energía. Lo de más es lo de menos. Así lo hizo.

@lhan55

 

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