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Brasil, Anti Patriarcado :: 30/07/2017

"Quarto de despejo: diario de una mujer que tenía hambre"

Carolina Maria de Jesus
Fragmento del ibro "Quarto de despejo: Diário de uma favelada". Advertencia: El texto puede herir su sensibilidad

Quarto de despejo: Diário de uma favelada es un diario real de la escritora afrobrasileña Carolina Maria de Jesus, escrito mientras ésta se encontraba viviendo en la favela Carindé de Sao Paulo, a orillas del río Tieté, en condiciones paupérrimas. El libro registra la vida de su autora desde la entrada fechada el 15 de julio de 1955 (hay un paréntesis durante los años 1957-1958) hasta el 1 de enero de 1960.

Carolina Maria de Jesús nació en 1914 en Sacramento, municipio brasileño de la región de Araxá, estado de Minas Gerais, Brasil. Negra, pobre, fue agricultora, sirvienta, vagabunda, sobreviviente.

El título hace referencia a la sensación que su autora tenía de vivir en un quarto de despejo, es decir, en una habitación destinada al desperdicio. El diario describe la vida miserable, sin futuro, de los habitantes de la favela, situación que se acrecienta cuando, como es el caso de la autora, se es negra, mujer y madre de tres hijos de los cuales debe hacerse cargo en soledad.

La primera edición, en Sao Paulo, fue de 10.000 ejemplares, que se agotaron en tres días. El texto rápidamente se convirtió en un 'best seller', repitiéndose las ediciones. En castellano, la traducción se publicó en Buenos Aires en 1961 y se reeditó varias veces.

Se tradujo a catorce idiomas y se distribuyó en cuarenta países, estando próximos al millón los ejemplares vendidos. Grabó discos en los que ponía voz y música. Sobre ella escribieron los mejores escritores brasileños, la recibieron personajes de distintos países, fue exaltada y hasta denigrada; y la burbuja comercial duró lo que duran las burbujas comerciales, mientras el jugo interior se convierte en dinero.

Carolina, la favela de Canindé y el río Tieté

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Fragmento del diario

“Mis hijos no se mantienen con pan de iglesia. Me enfrento a cualquier clase de trabajo para mantenerlos. Las otras tienen que mendigar y hasta robar. Parecen tambor. Por la noche, mientras ellas piden ayuda, yo, tranquilamente, en mi barraquita, escucho valses vieneses. Mientras los esposos rompen las tablas de la barraca, yo y mis hijos dormimos tranquilos. No envidio a las mujeres casadas de favela que llevan vida de esclavas indias. No me casé y no me arrepiento. Los que me gustaron eran soeces y me imponían condiciones horribles. Ahí está la Maria José, más conocida como Zefa, que reside en la calle B número 9. Es una alcohólatra. Gestante, bebe demasiado. Las criaturas nacen y mueren antes de los doce meses. Me odia porque mis hijos me defienden y por tener yo radio. Un día me pidió la radio prestada. Le dije que no se la podía prestar. Que ella no tenía hijos, así que podía trabajar para comprarla. Como se sabe, las personas dadas a la embriaguez no compran nada. Ni ropas. Los borrachos no prosperan. A veces arroja agua a mis hijos. Dice que no zurro a mis hijos. No soy dada a la violencia. Mi hijo José Carlos dice: -No se entristezca mamita. Nuestra Señora de la Aparecida tendrá piedad de la señora. Cuando yo crezca compraré una casa de ladrillo para la señora madre.

Fui a buscar papel y permanecí fuera de casa una hora. Al volver vi varias personas en las orillas del río. Era que allí había un señor inconsciente por el alcohol, y los insensibles de la favela le escudriñaban los bolsos. Le quitaron el dinero rompiendo los documentos (…) Son las 5. ¡Y el Señor Heitor ya enciende la luz! Yo voy a lavar a los niños para ir a la cama, porque necesito salir. Preciso dinero para pagar la luz. Aquí es así. La gente no gasta luz, pero debe pagar. Salí fuera a buscar papel. Iba deprisa porque era tarde. Encontré una señora. Iba maldiciendo su vida conyugal. Miré pero no dije nada. (…) Até las bolsas, puse las latas que recogí en otra bolsa y regresé a casa. Al llegar puse la radio para saber la hora. Eran las 23:55. Calenté comida, leí, me desnudé y después me acosté. El sueño llegó enseguida.

19 de Julio. Desperté a las 7 con la charla de mis hijos. Dejé el lecho, fui a buscar agua. Las mujeres ya estaban en el grifo. Las latas en fila. Nada más llegar la Florenciana me preguntó
-¿De qué partido es aquella pancarta? Leí P.S.B. y respondí Partido Socialista Brasileño. Pasó el señor Germano, y ella preguntó de nuevo:
-Señor Germano, ¿esa pancarta de qué partido es?
-Del Janio [sobrenombre del PSB por Jânio Quadros, diputado, prefecto y gobernador de SP antes de ser Presidente de la República]
Ella se alegró y comenzó a decir que el Dr. Ademar de Barros [dos veces gobernador del Estado] es un ladrón (….) Llegó mi vez, puse mi lata para llenar. La Florenciana siguió alabando al Janio. El agua comenzó a disminuir en el grifo. Comenzaron a hablar de la Rosa. Que ella cargaba agua desde las 4 de la madrugada, que ella lavaba toda la ropa en casa. Que ella debe pagar 20 cruzeiros al mes. Mi lata se llenó y me fui enseguida.
…Estuve recordando los disgustos de esos días (…) Soporto los inconvenientes de la vida diaria. Ya que no conseguí almacenar para vivir, decidí almacenar paciencia.

Nunca fui nadie. Tengo mucho sentido común. No quiero tener procesos. Mi documento de identidad es 845.936. Fui al depósito para recibir el dinero del papel; 55 cruzeiros. Volví rápido, compré leche y pan. Preparé Toddy para los niños, hice las camas, puse alubias en el fuego, barrí la barraca. Llamé al Señor Ireno Venancio da Silva encargándole una hamaca para los niños. Me gustaría que ellos se quedaran en el patio para que los vecinos no riñeran con ellos. Le di 16 cruzeiros. Mientras hacía la hamaca, fui a enjabonar la ropa. Cuando volví, el señor Ireno estaba terminando la hamaca. Hice algunas correcciones y él lo terminó. Los niños aprecian la hamaca al instante. Todos querían columpiarse al mismo tempo.
Cerré la puerta, fui a vender las latas. Llevé a los niños. El día está cálido. Me gusta que reciban los rayos solares. ¡Qué suplicio! Cargar a la pequeña Vera y llevar la bolsa sobre la cabeza. Vendí las latas y los metales. Cobré 31 cruzeiros. Quedé satisfecha. Pregunté:
-Señor Manuel, ¿el señor no equivocó la cuenta?
-No, ¿Por qué?
-Porque el saco de latas no pesaba tanto como para valer 31 cruzeiros. Es el total que necesito para pagar la luz.
Dije adiós y volví a casa. Llegué, hice la comida. Mientras la cazuela hervía yo escribí un poco. Di de comer a los niños y fui a la Klabin [fábrica de papel de Mauricio Klabin] a buscar papel estropeado. Dejé a los pequeños jugando en el patio. Tenía mucho papel. Trabajé deprisa pensando que aquellas bestias humanas son capaces de invadir mi barraca y maltratar a los niños. Ellas esperan a que yo salga para zurrar a mis hijos. Justamente cuando, no estando yo, las criaturas están solas e indefensas. En ocasiones yo enciendo la radio y danzo con los niños.

***

…En las favelas, las jóvenes de 15 años permanecen hasta la hora que ellas quieren. Se mezclan con meretrices, cuentan sus aventuras (…) Están los que trabajan. Y están los que llevan la vida torcida. Las personas de mayor edad trabajan, los jóvenes es que reniegan del trabajo. Tienen las madres, que recogen frutas y legumbres en los mercados. Tienen las iglesias que dan pan. Tienen el San Francisco que todos los meses entrega manutención, café, jabón etc. Ellas van al mercado, recogen cabezas de pescado, todo lo que pueden aprovechar. Comen cualquier cosa. Tienen estómago de cemento armado (…)
En ocasiones yo enciendo la radio y danzo con los niños; simulamos una lucha de boxeo. Hoy compré mermelada para ellos. En cuanto di un pedazo a cada uno, percibí que me dirigían una mirada tierna. Y mi João José dijo:
-¡Qué madre tan buena!
Quando las mujeres fieras invaden mi barraca, mis hijos les tiran piedras. Ellas dicen:
-¡Qué niños tan mal educados!
Yo respondo: Mis hijos están defendiéndome. Ustedes son incultas, no pueden comprender. Voy a escribir un libro sobre la favela. Citaré todo lo que aquí pasa. Y todo lo que ustedes hacen. Yo quiero escribir el libro, y ustedes, con estas escenas desagradables, me facilitan los argumentos.

***

El hambre es aire en el estómago, agua sucia; a veces hierbajos que no se pueden digerir; vacío e hinchazón. El hambre es amarilla de toda amarille; el hambre es sombra intensa, es palidez sepulcral, es viento airado en la cabeza, viento de nublado y desesperanza. Es una sensación progresiva el hambre, para quien la ha sufrido a temporadas cada vez más juntas, y conoce los meandros del cauce seco y pedregoso. Ignoro si el hambre es contagiosa, pero imagino que sí; porque la he visto cercada de otras hambres. Abundancia y hambre se rechazan como polos idénticos de un mismo imán. Los guetos de pobres y los guetos de ricos, son opuestos y, para mayor desgracia, complementarios y nada mezclables. Definí el hambre en sus consecuencias finales, al escribir mi poema “Hambre”, hiriente como un dardo intencionado:

Hambre

Hambre,
hambre, hambre;
dos sílabas apenas,
y truncan el devenir del hombre.

Agente o paciente
ahondan la escisión del hombre
borran los caminos del hombre
desangran el corazón del hombre.

Tan sólo dos sílabas
y desdicen, invalidan, desautorizan,
rechazan,
revocan,
anulan,
niegan al hombre.

Fragmento traducido por PSdeJ a partir de la Edición Popular, con prólogo de Audálio Dantas.

pedrosevylla.com

 

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