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Països Catalans :: 29/11/2005

Sobre todo en verano, ¡el espectáculo debe continuar!

Uhuru
Comentarios sobre dos informaciones que han pasado casi inadvertidas entre las secuelas del relajo y los calores estivales, y entre tanta sequía, incendios, huracanes e hipotéticos incidentes en las fiestas populares.

Sobre todo en verano, ¡el espectáculo debe continuar!

El verano es una época del año en la que se invita al relajo, para sacar los pocos "ahorritos" a quien los tenga. Por el contrario, quienes sólo han contraído deudas, necesitan buscarse otra ocupación laboral para estar al servicio de los ahorradores. En esa época, los grandes conflictos que azotan el "mundo", parece que sufren un enlentecimiento y esperan a superar el período estival para volver a recrudecerse después. Parte de esta lógica, es constatable sobre todo con la prensa impresa o en los telenoticias. En esos días, los diarios son sometidos a estrictas dietas de adelgazamiento, casi como si quisieran lucir su "tipo-grafía" en paños menores. Los informativos televisados, se convierten en publi-reportajes descarados, sobre la ocupación hotelera en los más recónditos parajes, dando buena cuenta de la diversidad de ofertas culinarias, de los múltiples parajes de interés turístico, o de la gran diversidad de fiestas populares que llenan la geografía de la península, eso sí, dejando una parte razonablemente mínima de espacio, a otras informaciones que, de estar en otras épocas del año, crearían un despliegue informativo de una magnitud muy superior e impensable para un período estival. Así pierde cierta importancia trascendente, el que buena parte de los espacios naturales de la península estén en llamas, el que una parte todavía mayor se encuentre con una sequía acuciante y el que el resto del país se encuentre bajo la amenaza de fuertes precipitaciones, por ese efecto metereológico de las fuertes tormentas veraniegas y de la gota fría. Por ello, esta prensa de paños menores, se tiene que dejar preñar por colaboraciones mucho más frívolas, si cabe, que el resto del año, pudiendo ver como la dramatizada desocupación de Gaza, comparte página con el estreno de una película que, hipotéticamente, ha podido dar lugar al apasionado romance entre un deseado actor, que seguramente es uno de los que más sueños húmedos ha despertado, con una sensual actriz de carnosos y jugosos labios, ambos, de interpretación cero, belleza diez. Informaciones como la muerte de un grupo de militares destinados a Afghanistán, al precipitarse su helicóptero contra el suelo por causas aún desconocidas, mutilan todo análisis con actos de recuerdo de interés nacional bloqueando toda posible respuesta a ese interrogante que rodea la existencia de ejércitos y su función en este siglo XXI. El ejército, travestido en ONG, sólo hace acto de presencia en la comedia de las funciones humanitarias, en esa escena que se conoce como países del tercer mundo; pero nunca aparecen cuando preparan el escenario dejando caer todo el peso de sus cargas explosivas sobre esos mismos países por los que después iniciarán su gira de la representación de la "ayuda humanitaria", que en una gran número de ocasiones, provoca el aumento del porcentaje de violaciones y muertes de mujeres y personas civiles del lugar. Este juego de confusiones es reconocible contrastando la importancia que se da aa ciertas informaciones. Por ejemplo, la noticia de la detención en Belgrado de uno de los supuestos responsables huidos del 11-M, ha aparecido en la prensa captando cierta atención y mostrando la eficacia de la colaboración internacional policial en lo que llaman lucha antiterrorista, pero esa lucha y esa misma prensa es inútil e irrelevante a la hora de informar de las continuas protestas contra la guerra, en diferentes ciudades de los Estados Unidos y frente al propio rancho de Bush, en el que se concentraron familiares de soldados que habían muerto al ser enviados a Irak; protestas que tienen cierta resonancia con las que se produjeron contra la guerra del Vietnam en 1976, y con las que consiguieron echar de la presidencia a Lyndon B. Johnson en favor de Richard Nixon. Muertes que no levantan las iras de los ciudadanos de sus países, porque tras ellas se esconde el genocidio de su pobreza, de esta guerra, la clase media ha sido deliveradamente excluida.

Este tipo de noticias, que en base a su tratamiento pierden toda la fuerza de su interés y se convierten en una información más, propia de cualquier medio sensacionalista, contrastan con otras que hacen desviar la atención de los orígenes de los conflictos. Me refiero a las de los incidentes en esas fiestas populares, en las que siempre que existan grupos o sectores críticos y reivindicativos contra el gobierno o el sistema, aparecerán todas esas melodías y bailes de cifras de daños y especulaciones sobre el peligroso talante de los "agitadores sociales", que por lo general suelen ser calificados de auténticos profesionales de la "guerrilla urbana", okupas, grupos organizados para el descontrol y la revuelta, colectivos antisistema, anarquistas, radicales, etc... La necesidad de etiquetar todo descontento, toda reacción visceral, funciona también como un nuevo intento de evitar la identificación de la verdadera causa de dicha reacción y además, como recurso para aplicar la "medicación" apropiada a los "incívicos alborotadores". Así, tenemos que, en una protesta vecinal contra la construcción, por parte del ayuntamiento, de un parking en un barrio de la capital burgalesa, y que generó una de las respuestas vecinales, en mi opinión, de las más serias y contundentes que hemos vivido últimamente, contra la imposición política y contra la especulación y abuso de las empresas constructoras y mafias del cemento, fue enmascarada con la aparición de anarquistas, y no es porque no los hubiera sino al contrario, porque ha sido una de las poquitas ocasiones de lucha en las que, a mi modo de entender, las personas afectadas y la parte política más insurgente, parece que han tenido una sintonía en la acción y en los objetivos. La perversa identificación de la procedencia de esa violencia, tenía una múltiple intención, no sólo de criminalizar una lucha y una forma de proyectarla, sino la desesperada manipulación para evitar la solidaridad y la extensión de la revuelta a otros barrios de dicha ciudad que se encuentran igualmente afectados. Toda esa desvirtuación, no es más que otra forma de propaganda de un sistema, con la que se encubre y se les quita importancia a otros conflictos sociales reales y que se viven más allá del espectáculo; como pueden ser los asesinatos cometidos a balas de la policía, tal y como ha sucedido en Londres, Roquetas (Almería) o mucho más recientemente en el barrio de Vallecas, en Madrid.

Así bien, todo este preámbulo de un análisis casi tan superficial como las noticias con las que cubren nuestros veranos, no tenía otra intención que ser la introducción de dos informaciones aparecidas en prensa, y que, seguramente, habrán pasado un tanto desapercibidas ante tanta improvisación para la creación de nuevos espectáculos vacíos, que mantienen la atención de cuerpos y mentes en actitud relajada. Ambas informaciones, tienen como denominador común el ámbito carcelario y la ya anunciada función de encubrir los conflictos reales que subyacen bajo la propia noticia, porque en definitiva, lo que nos plantean, es que al detectar determinadas cuestiones, están estudiando la manera de resolverlas, de atajarlas, cuando en realidad las causas son lo que menos les importan y su hacer sólo se dirige a evitar que vuelvan a reproducirse los síntomas aunque el conflicto se agrave, no esté resuelto y se perpetúe.

El titular de una de estas informaciones, decía lo siguiente: "Prisiones diseña un plan de choque para atajar el aumento de suicidios en la cárcel". A estas letras mayores, le seguía el siguiente y revelador subtítulo: "Instituciones Penitenciarias cita el endurecimiento de las penas como una de las causas". El desarrollo de la noticia, explicaba que entre el 2002 y el 2004 casi se habían duplicado el número de suicidios en las prisiones, porcentaje que proporcionalmente no se correspondía con el del incremento de la población penitenciaria. La situación en las cárceles del estado español es tan grave, que en el estudio en el que se han basado para poner en práctica toda una serie de nuevos protocolos que contrarresten el alarmante aumento de suicidios, se habla literalmente de "conducta suicida" en los presos, y que ésta es uno de los más graves problemas de la institución carceral, señalando como causante de este aumento, el endurecimiento de las condiciones para obtener los beneficios (derechos) penitenciarios, así como el cumplimiento íntegro de las penas, ambas medidas introducidas con las últimas reformas penales. En definitiva, que la propia institución penitenciaria, se siente alarmada de la cantidad de personas que mueren bajo su tutela; además, identifica y reconoce cuales pueden ser las causas de estas muertes y en vez de incidir en ellas, relajar ese endurecimiento y conceder los permisos de salidas penitenciarias reconocidas por la propia ley y que se están sistemáticamente negando, lo que se le ocurre es reelaborar los protocolos antisuicidios ya existentes y que se han mostrado del todo ineficaces, como demuestra su alarmante aumento. ¿Pero en qué consisten todas esas medidas?. La información aparecida en prensa es un tanto confusa, quizás casi tanto como las propias medidas que pretenden aplicar. A primera vista (vista de verano), lo que parece es que quienes se van a beneficiar, son sobre todo los carceleros y posteriormente, algunos presos que se presten a colaborar en la aplicación de estas medidas, y que verán progresivamente como les son reconocidos unos derechos que ya les pertenecían, pero que están siendo utilizados como moneda de cambio en ese trueque de perversión conductista del estímulo-respuesta y del premio-castigo. En la medida que colabores en permitir tu humillación, se te van reconociendo y concediendo algunos derechos (llamadas telefónicas, cartas, comunicaciones, vis a vis, trabajo en talleres, ...).

La información también hace referencia a que esta conducta suicida tiene mucha relación con el trato informativo que se ha dado sobre la comisión del delito y su autor, lo cual sería otra de las causas y para la cual no se proponen ningún tipo de medidas, ni tan siquiera tan inapropiadas como las que plantean para la prisión, y aunque destaca los delitos que "se refieren a la libertad sexual y a la violencia familiar", luego esta afirmación no se corresponde con los "maravillosos" gráficos con los que tanto gustan acompañar este tipo de informaciones; datos a los que difícilmente tendremos acceso y que, salvo contadas organizaciones contra la tortura y de derechos humanos, a casi nadie preocupan en exceso. De todas formas, tendríamos que imaginarnos, que un estudio de estos cuesta dinero, y sospecho que bastante dinero, pero luego la información que muestran, es más bien escasa o dejan entrever que dicho estudio no ha sido realizado con la rigurosidad y seriedad que merecía una cuestión tan grave como la de los suicidios en prisión. En los diferentes gráficos y cuadrantes que aparecen junto a la noticia redactada, se puede apreciar que, aparte de que aquella afirmación no se corresponde plenamente, se basan en las variables más clásicas y tópicas de estudio, como pueden ser las comparativas entre años, números de suicidio y tasa de suicidios por cada 1000 presos. Se hace también una típica clasificación por sexos y por situación penal, así como por naturaleza del delito y por clasificación de grado penitenciario. En mi opinión, nada autorizada, echo en falta variables que se me sugieren importantes como pueden ser el tiempo y duración de condena, la época del año en que se producen los suicidios, el historial clínico del preso o sus antecedentes de suicidio, y también si padecen alguna enfermedad grave o consumen algún tipo de sustancia o estaban bajo algún tipo de programa o tratamiento médico y de qué tipo. Evidentemente, todo estos tipos de análisis, no se pueden llevar a cabo en una prisión, entre otras consideraciones, porque no es el espacio más adecuado para alguien que tenga "ideas suicidas", y porque, en ese entorno, si alguien entra sin ese tipo de "conductas", es muy fácil que con el tiempo las adquiera.

Podría dejar constancia aquí de algunas de las medidas de ese programa "preventivo", pero ni me apetece, ni creo que sea la persona más adecuada para hacerlo. Si alguien está interesadx, le remito a la página 22 del diario El País del martes 16 de agosto del 2005, o que se ponga en contacto con alguna persona o colectivo anticarcelario para solicitar esta información, o incluso con los programas "Basta de Hipocresías" (miércoles a partir de las 20 horas) o "Judici a la Justicia" (jueves a partir de las 21 horas) de Radio Bronka (99.00 FM) en Barcelona (rbronka@sindominio.net).

Parte de esos motivos de no querer enumerar las medidas que dicen que van a adoptar para la prevención de suicidios, no es la de no querer difundir una información, ya que esa parte más que información es propaganda y que como medida se me antoja bastante inútil, y porque sería mucho más extenso y disperso este texto, de lo que ya es, pues como decía anteriormente, son dos las noticias que habían pasado un tanto "inadvertidas" (por el momento).

Dicho esto, me dispongo a entrar en la segunda información. Hace ya algún tiempo, la opinión pública (opinión publicada), se alarmó ante la aparición de dos mujeres policías muertas a puñaladas en su domicilio de la ciudad de L’Hospitalet en Barcelona (octubre 2004). A los pocos días, se detuvo como principal sospechoso de estas muertes a un preso que no había regresado de su permiso penitenciario y que según decían, estaba pagando condena por delitos de robo, violación y agresión sexual. Como podréis comprobar en este caso, la causa de suicidio no es tanto la naturaleza de los delitos que la información anterior destacaba. Según los medios de formación de masas, la violencia y el ensañamiento fue tal, que se puso en duda la "estabilidad mental" del detenido. En este punto, puede que alguien se esté preguntando cuál era el contenido de la noticia para merecer ser destacada con respecto a otras. Un motivo, como ya he comentado, es porque hace alusión al medio carcelario y el otro, porque tiene algo en común, que todavía no adelantaré, con la anterior información.

La noticia se iniciaba con el siguiente titular: "Los forenses califican de psicópata al presunto asesino de dos policías". Pero, ¿qué es un psicópata?. Literalmente, "psico-patía" significa, dolencia o enfermedad del alma. Para entender este significado poco clarificador, pues el alma sigue siendo de difícil localización, sería conveniente interpretar estas palabras, contrastándolas con las definiciones de los profesionales en el campo de las psicopatologías y en las que, aunque de entrada parece que nos hablan de una enfermedad, veremos como en ocasiones, cuando les interesa, la convierten en delincuencia, o a ésta en enfermedad. Los forenses en cuestión que determinaron esta calificación dicen que el preso, "presenta un trastorno de personalidad de características claramente psicopáticas". De estos comentarios, ya podemos constatar que según los entendidos se trata de un "trastorno de personalidad’ y que de entre esos trastornos, se alude a los que presentan "características psicopáticas". De nuevo me asalta la duda, ya que lo que pretendía aclarar es el significado de psicópata y al aparecer este mismo término en la definición, el interrogante persiste, y como mi curiosidad es más testaruda que la sospecha, me remito directamente a los manuales de psicopatología. El DSM-IV, manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que que usan clínicos e investigadores en Estados Unidos y de todo el mundo, tiene un extenso repertorio de "trastornos de personalidad’, pero a primera vista ninguno alude a las mencionadas características psicopáticas, aunque se refiere a ellas a través de la categorización del "trastorno antisocial de la personalidad’. La Asociación Psiquiátrica Americana (A.P.A) cuando habla de "personalidad psicopática" se refiere a la de "una persona cuya conducta es predominantemente amoral y antisocial que se caracteriza por sus acciones impulsivas e irresponsables, encaminadas a satisfacer sus intereses inmediatos y narcisistas, sin importar las consecuencias sociales, sin demostrar culpa ni ansiedad’.

Desde 1809, cuando Pinel describió la "manie sans delire", puede decirse que las conductas que entran en conflicto con la sociedad, pueden encontrar un diagnóstico patológico que las defina; ya Lombroso las denominó como "imbecilidad moral", "delincuencia congénita", "criminal nato",... hasta que más adelante fue Schneider el que utilizó el término de "personalidad psicopática" como entidad integradora de la descripción de varios síntomas. Cuando se habla de "conducta amoral y antisocial", lo que se está juzgando no es un acto, sino una ideología; exactamente el contraste existente entre la ideología del sistema y la de la persona en cuestión. No pretendo entrar a rebatir la calificación de los forenses ni valorar la salud mental del autor de los crímenes, porque para eso siempre sobran candidatos; en todo caso lo que intento afirmar es que estos no fueron cometidos por razones claramente ideológicas, sino al margen de ellas. A su vez, también deseo plantear que, esa necesidad de etiquetar, de poner nombre a determinadas actitudes o conductas, obedece exclusivamente a nuestra propia tranquilidad y a nuestra necesidad de justificar un castigo acorde a dicha clasificación sin importarnos si existían razones o no para hacer lo que se hizo y para eludir , en todo caso, pronunciarnos sobre quien deberían de recaer también las responsabilidades de todos esos actos.

Pero sigamos analizando un poquito más ese término. Al circunscribirse como "trastorno", se deja bien claro que no se habla propiamente de enfermedad, por lo que no debería de calificarse como "patía"; y al aludir a la personalidad, eso nos remite a que su formación se ha llevado a cabo por su pertenencia a un entorno determinado en el que ha crecido y se ha desarrollado el hipotético "psicópata", y que seguramente no es muy diferente al de la mayoría de personas que están o han estado en prisión, por lo que esas características que concurren, no son específicas ni exclusivas de un comportamiento concreto ni excepcional, como se pretende hacer creer; sino comunes a entornos de ámbitos de exclusión social, y que una vez identificadas serán tipificadas como conductas asociales a las que aplicar instrumentos punitivos, de disuasión y coerción. Sobre esa terrorífica figura, medio cinematográfica, medio delincuencial y medio enferma, de los psicópatas, los forenses destacan que: "Como característica de personalidad se aprecian introversión, impulsividad y agresión latentes, incapacidad para aprender de la experiencia, frialdad afectiva y falta de empatía". Además añaden sobre el asesino que, contando con 36 años, "se ha pasado prácticamente toda su vida en prisión", pues parece ser que ya a los 14 años pasó por el que era el Tribunal Tutelar de Menores, ingresando al cumplir los 16 en prisión, en la que, en el momento en que no regresó del permiso, estaba cumpliendo una condena total de 52 años de cárcel. En el aspecto familiar, explican que es el tercero de cuatro hermanos y aseguran los forenses que pasó su infancia en una zona "socialmente marginada", y que su escolarización fue "insuficiente" y que ya "desde pequeño", es un "mal adaptado", aunque a pesar de todo, "presenta un nivel intelectivo dentro de los límites de la normalidad para una población media de su edad y medio socioeconómico". Con toda esta jerga y con este perfil que nos describen los forenses para llenar un expediente con el que justificar cualquier castigo ejemplar, podemos encontrar datos reveladores, como esa perversa relación que hacen entre "nivel intelectivo" y "normalidad’ para un "medio socioeconómico" concreto. O sea, que dependiendo de cual sea el entorno, parece que uno puede ser más o menos normal intelectivamente, por lo que si no se incide en él, las personas no tendrán posibilidades de mejorar y salir, están condenadas a su "normalidad’. Me parece importante el dato que apuntan de que se ha pasado casi toda la vida en prisión ya que esto puede ir íntimamente asociado a esa introversión, rasgo del carácter del que aquí parece deducirse que se valora negativamente, y de manera muy especial a la incapacidad para aprender, la frialdad afectiva y la falta de empatía que señalan (estas dos últimas características, se intentan asociar siempre a las personalidades psicopáticas). ¿Cómo no va a tener frialdad afectiva o ausencia de empatía alguien que se ha pasado casi toda su vida en prisión?. Aquí ya podemos determinar gran parte de las responsabilidades de esa psicopatía. Con datos de los forenses, queda totalmente demostrado como a un muchacho, supuestamente "mal adaptado", la prisión, puede convertirlo en un psicópata.

La información además, transcribe una breve parte de una de las sentencias condenatorias. En el texto se puede leer: "Los psicópatas son individuos con trastornos graves de la conducta, pero que no presentan alteraciones psíquicas importantes (...). No es ciertamente un enajenado en sentido estricto, pues no está fuera de sí, aún cuando puede ser un enfermo mental". De nuevo nos encontramos con el dilema del compromiso. Nadie se atreve a calificarlo como un "enfermo", pero a su vez tampoco se atreven a decir que no lo esté. ¿A qué puede deberse esta indecisión, cuando tod@s sabemos que la ciencia, y sobre todo el poder judicial, no tienen ningún escrúpulo a reparar en dudas e impone sus versiones como verdades?. Pues en mi desacreditada opinión, tengo que pensar que después de asesinar a dos mujeres policías a cuchilladas, todos ven el horror de un crimen que sólo podría ser obra de un "enajenado", pero nadie se atreve a contrariar al interés del poder policial. Una sentencia de este tipo, dejaría abierta la posibilidad de dos condenas, la del tratamiento psiquiátrico y la del tratamiento penitenciario. Cuando interese será tratado como "loco" y cuando no, como delincuente.

En algún momento de este extenso escrito, extenso para diferenciarme de los de verano, he comentado que estas dos informaciones tenían algo en común más allá de lo penitenciario. En la primera se planteaba la re-creación de nuevos protocolos para el Programa de Prevención de Suicidios (PPS), en el que los beneficiados no iban a ser los posibles suicidas, sino sus carceleros, cuidadores y delatores, demostrando una vez más cómo se podía malograr otra oportunidad para dirigirse a las causas del conflicto y no a sus síntomas. La prisión provoca suicidios y las reformas penales llevadas a cabo los multiplican, ante esto, en vez de cerrar más prisiones y reformar menos leyes, la respuesta es hacer otra reforma, la del PPS.

En la segunda, hipotéticamente un análisis de personalidad, localiza un lugar y un proceso de formación de "psicopatías" y en vez de neutralizarlos, apoyando los entornos desfavorecidos y cerrando las prisiones, los promociona con castigos ejemplares y dejando claro que, las dudas cuando se refieren a la "Justicia", ni son razonables, ni nos facilitan las cosas, sino que son siempre mucho más perjudiciales para el encausado. Otra ocasión más perdida, con lo cual, con todas estas políticas del despilfarro de nuestras oportunidades, no podemos esperar nada bueno del sistema.

 

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