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Argentina, Anti Patriarcado :: 06/11/2019

Soro-nomía

Edgardo Alvarez
Darle cuerpo a esa mezcla de sororidad y autonomía (soro-nomía) que el movimiento feminista argentino viene practicando y exigiendo

La imagen sorprende. Un grupo de mujeres cuentan montañas de billetes ajados, desprolijos, de poca monta, rejuntados a las apuradas para salir de un trance bien complejo; esos que, en general, ellas saben resolver en tiempo y forma.

Las centrales sindicales han decidido bajarse del acto del 8 de Marzo en el momento mismo de su consumación. Como buen macho herido en su íntimo orgullo, podrán alegar que “es la primera vez que les pasa”…

¿Cómo van a venir a exigirles un paro a ellos, que tan bien se han portado con el patrón de estancia? ¿Qué saben ellas de estrategia sindical y/o política?

¿Qué entienden de poner paños fríos o de contener multitudes? Parece que les faltó aprender (como a Evita) cuando se frena y cuando se acelera; o cuál es el punto exacto en que un enemigo deja de ser enemigo para pasar (o volver) a ser socio.

Por fortuna (esa que este gobierno en retirada no paró de incrementar para ellos y los suyos), a veces los hechos nos presentan situaciones con este grado de contundencia.

Esa montaña de billetes -que la estadística dirá que sumó los 100 mil pesos necesarios para pagar el sonido del acto central en apenas un puñado de minutos- representa otra cosa. Parece darle cuerpo a esa mezcla de sororidad y autonomía (soro-nomía, tal cual el neologismo propuesto para la ocasión) que el movimiento feminista argentino viene practicando y exigiendo –respectivamente- hace ya bastante más tiempo que el de su visibilización mediática.

Ante tamaño acontecimiento, los cimientos conservadores de la sociedad argentina tienden a la indigestión. Un movimiento de las características del feminismo se presenta tan indomeñable como complejo de encorsetar.

Sin partidos políticos que lo encuadren, sin sindicatos que lo burocraticen, sin líderes que le griten, sin Iglesias que lo domestiquen, con una intelectual orgánica de la talla de Rita Segato y, sobre todo, repleto de JOVENAS….

Demasiado para una cultura nacional históricamente tarada por un marcado Estado-centrismo, por liderazgos de fuertes dotes personalistas, por figuras de padres salvadores omnipresentes, por una idea de patria siempre incompleta (la perdida perla austral…), por un asfixiante culto a la muerte (Oh juremos con gloria morir…)

El concepto de orden es de profunda naturaleza simbólica, pero se manifiesta en prácticas concretas y cotidianas, cargadas de un sentido en el que la violencia se naturaliza de forma evidente. Empezando, por supuesto, por el lenguaje.

El patriarcado no solo disciplina cuerpos y conductas, impone también categorías de pensamiento, que como tales tienden a asfixiar ideas y sueños.

Tras la aprobación del Proyecto de Ley sobre la legalización del aborto en la Cámara de Diputados (Junio de 2018), el contragolpe de los sectores conservadores ha sido furibundo y los niveles de violencia aplicados hacia las mujeres se mantienen y, hasta inclusive, tienden a crecer.

La incógnita está abierta: ¿Son los últimos estertores de un dispositivo en franca decadencia? ¿O dicha violencia manifiesta la cruel vigencia del mismo?

Aprendimos, gracias a las Madres de Plaza de Mayo, que allí donde los hombres suelen detenerse, es donde las mujeres arrancan. Ojalá como sociedad estemos a la altura del movimiento feminista que supimos conseguir…

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