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Estado español :: 13/05/2022

SOS Racismo Aragon sobre el cartel anunciador del IX Festival Aragón Negro (4 a 30 de mayo de 2022)

SOS Racismo Aragon

SOS Racismo Aragón es una entidad que lleva 30 años trabajando para la eliminación de todas las formas de racismo y xenofobia, entre las cuales ocupa un lugar, sin lugar a dudas, el racismo simbólico. Por lo tanto, es nuestra obligación denunciar las indiscutibles resonancias racistas que destila el cartel anunciador del IX Festival Aragón Negro, certamen que tiene lugar durante el presente mes de mayo de 2022.

En el cartel aparece la figura de una mujer negra que, al mismo tiempo que sujeta un fusil de asalto, carga con una criatura de corta edad. En el propio cartel aparece como título o tema del certamen el siguiente texto: “Víctimas y verdugos”. Lejos de lo que sugiere el cartel aludido, el festival nada tiene que ver con la celebración de la presencia afrodescendiente en Aragón, sino que está dedicado, en esencia, a la difusión de la creación artística centrada en el llamado “género negro” (esto es, el que se ambienta en un clima donde resultan claves la delincuencia y la violencia).

No necesita mayor explicación la manifiesta inadecuación entre la fotografía del cartel y el contenido del festival. Solo hay que echar un vistazo a los carteles de los certámenes anteriores (disponibles en www.aragonegro.es) para concluir fácilmente que, para esta edición, se ha instrumentalizado, con fines publicitarios, la imagen de dos personas negras y que se ha hecho de modo estereotipadamente racista. Con ello se contribuye a reproducir la conceptualización -bien conocida- de las personas negras como entes cuya misma existencia está connotada negativamente y se halla ligada en su conjunto a contextos de miseria y violencia (donde no caben, por lo tanto, facetas que las caractericen positivamente).

Aunque no se dice expresamente, se intuye que la fotografía pretende corresponderse con el tema del festival (“Víctimas y verdugos”). Es decir, una mujer cargando con su retoño mientras sostiene un arma vendría a representar visualmente dicho tema. Que la mujer y la criatura, además, sean negras debió de parecerle un magnífico hallazgo creativo al autor o autora del cartel.

Lejos de apreciarse virtudes artísticas en él, el cartel constituye un jalón más en el discurso, de largo recorrido histórico, mediante el cual, tanto verbal como icónicamente, las personas negras o la negritud se han asociado tradicionalmente a todo tipo de prácticas y situaciones socialmente estigmatizadas (magia negra, pena negra, lista negra, ponerse negro, merienda de negros, tener la negra, trabajar como un negro, dinero negro, ponerse negro un asunto, pasarlas negras, sacar lo que el negro del sermón, verse negro para hacer algo, etc.).

Nada hay de inocente en este modo de configurar, de modo inequívocamente negativo, el imaginario social sobre la negritud. Que las personas responsables del Festival Aragón Negro carezcan por completo de sensibilidad ante ello resulta revelador de hasta qué punto no se sienten concernidas por la realidad simbólica y material de las personas racializadas, afectadas por una discriminación estructural que debe ser impugnada desde todos los ángulos, incluido el simbólico.

Cabe lamentar, finalmente, que ninguna de las instituciones o empresas patrocinadoras, hasta donde sabemos, haya percibido problema alguno en el significado del cartel. Una particular responsabilidad recae sobre las instituciones públicas que aportan financiación al certamen, en cuanto garantes del principio de no discriminación en todos sus extremos. Pero, al parecer, ni el Gobierno de Aragón, ni los ayuntamientos de un buen número de localidades aragonesas (incluidos los de las tres capitales de provincia) han manifestado su desacuerdo, malestar con la imagen o, directamente, su rechazo. Algo que, en cambio, suele ocurrir cuando se trata de símbolos o valores que sí interesan realmente, como en el caso de la reciente censura, por parte del Ayuntamiento de Zaragoza, de la ilustración de un disco que mostraba una imagen transgresora del folklore aragonés. En el caso que nos ocupa no cabe invocar ningún tipo de transgresión artística porque se trata, lisa y llanamente, de discriminación.

 

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