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Venezuela, Estado español :: 25/02/2019

Subestimar a Maduro y al chavismo y sobreestimar sus propias fuerzas: La derecha tropieza de nuevo

Clodovaldo Hernández
Lo más interesante de este caso de repetidos tropiezos con la misma piedra es que sus protagonistas no dan la menor señal de querer aprender

El humano es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y una de las piedras favoritas de la antirrevolución venezolana es la subestimación del adversario y la sobreestimación propia.

La historia de sus tropiezos con este peñasco se remonta al propio año 1998, cuando pensaron que, primero con una reina de belleza y luego con un godo a caballo, iban a parar el huracanado liderazgo de Hugo Chávez.

La lista de encontronazos es larga: en la era del comandante, tuvimos abril de 2002, cuando la arrogancia de la burguesía se puso de manifiesto en aquella serie de “Considerandos”. Luego vino el circo de la plaza Altamira (¿se acuerdan que hasta tenían un contador de horas, minutos y segundos de su rebelión televisada?). Más tarde llegó el paro petrolero, lanzado bajo la premisa de que “sin petróleo, Chávez no aguanta quince días”. Y en 2004 vino el referendo revocatorio, cuando decían convencidos “de que se va, se va”. El tiempo de Chávez acumuló otra pila de tropiezos menores, siempre con la misma roca, pero no hagamos la enumeración demasiado larga.

En la era de Maduro, todo comienza con las elecciones de 2013. “Maduro no es Chávez”, decían, subestimando su capacidad para afrontar el enorme reto que la vida le puso por delante y apelando para ello –paradójicamente- a la excelsa dimensión del personaje que antes habían despreciado tanto. ¿Quién los entiende?

Desde aquellos primeros días (los de la calentera caprilista) han abundado los pronósticos del anticipado final del gobierno de Maduro, siempre con el argumento del desprecio por su condición de conductor de autobuses o por tener, según estas personas, poca inteligencia. Que si no llega a diciembre; que si no pasa del plebiscito que serán las elecciones municipales (de 2013); que si no resiste las guarimbas de 2014; que si no pasa de seis meses con la AN presidida por Ramos Allup; que si, ahora sí es verdad, que no sobrevive a las guarimbas de 2017… ¡Caramba, cuántas veces la misma piedra!

Pues bien, este año, la oposición retomó su determinación de tropezar con la piedra de siempre, pero esta vez a escala planetaria. Envalentonados con el apoyo de Donald Trump y su pandilla, una vez más han combinado las dos fallas de cálculo: subestimar a Maduro y al chavismo, y sobreestimarse a sí mismos y a sus amigotes.

Los cabecillas locales del golpe y los analistas e influencers opositores les aseguraron a los capos estadounidenses que tan pronto el “presidente interino” fuese reconocido por Washington, aquí todo el alto mando militar y el pueblo entero empezarían a cantar God bless América.
Se equivocaron.

Quienes concibieron la jugada que está en marcha estimaron que con el apoyo directo, expreso, descarado de Trump y su banda de perritos de alfombra ya el mandado estaba hecho. Lo pensaron así porque si bien es cierto que se sobreestiman a sí mismos, es más cierto todavía que sobreestiman a EEUU. Tanto se han creído la épica de las películas de Hollywood (y tanto han dejado de lado la verdadera historia) que consideran que la superpotencia es invencible y que basta que el ocupante de turno de la Casa Blanca ponga una superametralladora sobre la mesa para que el mundo entero haga lo que él ordene. Tal parece que no.

En buena medida, el doble fenómeno de subestimación del adversario y sobreestimación propia y de los aliados, es producto de vivir en el escenario virtual de las redes sociales y los grandes medios globales. Es una pseudorealidad alimentada por los mismos que la creen y que, como consecuencia de ello, cometen esos flagrantes errores de cálculo.

Cuando comenzó la movida política del derrocamiento por órdenes de Trump, sus impulsores locales incurrieron en otra sobreestimación de sus potencialidades: luego de dos noches de saqueos y guarimbas en Petare, Catia, Antímano y otras zonas populares, comenzaron a actuar como si ya hubiesen tomado el control del pueblo pobre. Pronto las aguas volvieron a su cauce, y lo hicieron porque esas acciones violentas no fueron una expresión del pueblo a favor de un presidente impuesto desde Washington, sino de líderes negativos de las comunidades, debidamente estimulados por el dinero en moneda dura pagado por los conspiradores. Sometido el malandraje y agotados los pagos, se acabó la supuesta insurrección de los barrios.

Sobrestimaron también el apoyo que iban a tener en la “comunidad internacional” cuando se presentaran a pedir el visto bueno para un golpe de Estado. Se engañaron debido a que creen firmemente que la “comunidad internacional” está formada solo por EEUU y sus gobiernos compinches de derecha en Europa y América Latina. Lo demás es monte y culebra.

Subestimaron la fuerza que tiene un país como Venezuela y, principalmente, la debilidad de una postura contraria a normas de larga data en el derecho internacional, algo que de imponerse puede revertirse más temprano que tarde contra cualquier gobierno. Por ello han sido derrotados sucesivamente en la Organización de Estados Americanos y en la Organización de las Naciones Unidas.

Subestimaron el peso que tienen en esa misma “comunidad internacional” países como China, Rusia y Turquía, que han asumido una postura de rechazo franco al injerencismo de EEUUU, y otros, como Italia, Grecia, México y Uruguay, que se han mantenido a prudente distancia de las locuras trumpistas y buscan una solución dialogada al problema político venezolano.

Lo más interesante de este caso de repetidos tropiezos con la misma piedra es que sus protagonistas no dan la menor señal de querer aprender de los tan reiterados choques. Los vemos frente a la evidencia del error cometido (¡otra vez!), y los vemos determinados a seguir dándose topetazos. Basta leer sus tuits para comprender que cada día menosprecian con mayor intensidad al hombre que los ha derrotado una vez tras otra. Y que cada día se sobrestiman más a sí mismos y a la deplorable camarilla internacional que los dirige. Por lo que se ve, están decididos a seguir dándose contra esa piedra, esperando que algún día se rompa. ¿Qué dirán de semejante conducta los demás animales?

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