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Països Catalans :: 29/09/2003

tiembla, valencia x barrio del carmen

La Haine

texto Paco: www.barriodelcarmen.net
fotos. la haine valencia

Estamos de pie. Y les miramos de frente. Aunque nuevos, somos los de siempre. No nos fuimos nunca.

Desde hace un tiempo, los medios de desinformación de nuestra ciudad han encontrado una buena excusa para inyectar en la población nuevas dosis de entretenimiento crepuscular: gran número de temblores de tierra, apenas perceptibles los menos, están turbando la sosegada existencia de los sismógrafos locales. Ocasión espléndida para que los administradores y fabricantes de noticias hagan gala de su estrategia de desviación, valorando como hecho significativo lo que no es más que un fenómeno cíclico que se produce cada 35 años, con más o menos intensidad. No obstante, si bien la magnificación de los temblores cumple una función precisa en el esquema del entretenimiento de las masas, no es menos cierto que al poder no parece habérsele escapado un factor de índole más compleja: las perturbaciones registradas, simultáneamente, por los "sismógrafos" sociales. Sin embargo, la estrategia seguida a este respecto -el silenciamiento y la deformación- nos es útil para comprender en profundidad lo que realmente ocurrió, aquí en el Carmen, el pasado 20 de septiembre.

Los aprendices de periodistas que estimaron aprovechable mencionar los acontecimientos -los colores, las palabras, la resonancia-, pretendieron neutralizar su sentido reduciéndolo a una "jornada lúdica de denuncia por el degradado estado del barrio". Si no estamos muertos, habremos comprendido que la amplitud de lo que se trata de eclipsar con ello sobrepasa en mucho a su inteligencia, pero es precisamente esta ceguera de los medios y de las jerarquías lo que facilita a nuestro sentido crítico una visión de los hechos de inusitada claridad.

A su pequeña escala, lo experimentado por los que vivimos la jornada del 20 de septiembre partía de una reducida premisa: apoyarnos en la realidad para encaminarnos a un combate permanente que parecía interrumpido, o quizá ya definitivamente abandonado por muchos. Por ello nos dedicamos a modificar las realidades más concretas, las paredes grises del barrio, las puertas oscurecidas por el óxido, los muros derruidos; en suma, la materia prima de la especulación y del egoísmo, aquellas situaciones donde se transparenta el corazón viviente de las cosas y de los hombres. La política debe someterse a estas verdades. Ser, en definitiva, aplastada por ellas. Y así fue. Los viejos conceptos se redujeron a escombros. El arte, diversión frívola a los ojos de la rapacidad de los menos, se hizo compromiso: demostró la ignominia del presente orden social, pues la institucionalización de la cultura transforma a ésta en simple propaganda al servicio de oscuros intereses políticos.

El arco iris de los muros eclipsó, por completo, el vergonzoso espejismo de su ciudad ideal ensalzada por el arte mercenario de la Bienal. Sus despojos aparecían desiertos, aislados, reducidos a la falacia de una esperpéntica conjura comercial. A un lado, el Muro de la Resistencia dió ejemplo de dignidad; cientos de mensajes, de poemas, de frases de solidaridad y rebeldía, llegaron a él desde otros tantos rincones de la Tierra. Fué reflejo de otro lejano muro, reflexión viva de quienes aún luchan y eslabón de otros muchos que se ocultan en el futuro. Y la percusión -que siempre ha puesto a la muchedumbre en pie, que la acompaña en su movimiento, que la congrega y la conduce- amenazó con sus pies descalzos el sopor tóxico de los pequeños sátrapas a quienes acusábamos.

Cierto: el barrio se halla degradado. Sufre las consecuencias de la especulación más atroz que jamás ha vivido. Los grandiosos planes urbanísticos que transformarán la ciudad en una feria de esperpentos arquitectónicos, en un conglomerado inerte de absurdos parques temáticos, nos afectan directamente. Pero lo que hemos expresado, sentido y compartido no se reduce a una reivindicación local. No es sino uno de los primeros síntomas de la estremecedora serie de seísmos que lo continuarán. Estamos convencidos de ello. La acumulación de ciertas circunstancias ha convertido a esta ciudad en un escenario idóneo para demostrar que, ante el imperio amenazante de tiranos, jerarcas, altos funcionarios, patriarcas, ideólogos, guardianes, propagandistas, especuladores y moralistas, la multitud es capaz de crear y ofrecer un espacio ilimitado de experiencia compartida, de horizontalidad y de simetría, de RESISTENCIA.

Estamos de pie. Y les miramos de frente. Aunque nuevos, somos los de siempre. No nos fuimos nunca.

 

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