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Andalucía, Andalucía :: 12/08/2008

[Vídeo] Un 10 de agosto diferente (Homenaje a Blas Infante)

Sindicato Andaluz de Trabajadores (S.A.T.)
Cuando los jornaleros deciden rendir tributo al notario amigo de los anarquistas no podemos estar ante un homenaje al uso.

Sin duda, se trata de algo distinto a lo que estamos acostumbrados.

Esta mañana (10/8), en el kilómetro cuatro de la carretera de Sevilla a Carmona, a 72 años de su asesinato, Blas Infante se ha podido sentir, por fin, a gusto. No se vieron a políticos enchaquetados, a burócratas embaucaudores, a corruptos de despacho ni a señoras estrenando modelito... se vió dignidad, se respiró decencia y se escuchó un grito de lucha por nuestra tierra. Un grito como el que salió de la garganta de Blas Infante cuando las balas fascistas ahogaron su "Viva Andalucía Libre".

Esta mañana (10/8) no hubo hipocresías, ni cinismo ni falsedad, ni tampoco los típicos codazos por una foto ni los clásicos empujones por una entrevista. Por el contrario, hubo integridad, conciencia y honradez. No éramos muchos, pero sobraba coraje.

Sí, hoy en el kilómetro cuatro, estuvieron los jornaleros a los que Blas Infante amaba:

"Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo he visto pasear su hambre por las calles del pueblo... desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; los he visto dormir hacinados en sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, trabajar de sol a sol... y he sentido indignación al contemplar que sus mujeres se deforman consumidas por las miserias de las rudas faenas del campo, cómo sus hijos perecen faltos de higiene, cómo sus inteligencias se pierden, permaneciendo totalmente incultas, requerida toda la actividad, desde la más tierna niñez, por el cuidado de la propia subsistencia; y he sentido vergüenza... vergüenza de España y de Andalucía" (El Ideal Andaluz)

Blas Infante comprendió a la perfección que Andalucía jamás sería libre de verdad si no se solucionaba el problema del subdesarrollo engendrado por la conquista castellana si no se arreglaba la cuestión agraria, el latifundio y el caciquismo, el problema de la tierra:

"En Andalucía, prescindiendo de las ciento treinta mil hectáreas, apróximamente, que ocupan las denominadas marismas en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, son innumerables las dehesas, los cotos de caza, los terrenos inscritos en los amillaramientos como de puro pasto; terrenos a los cuales, si los jornaleros tuvieron acceso libre, no se verían precisados a emigrar. He presenciado muchos casos elocuentes que demuestran cómo tal vez, con sólo tierra, sin necesidad de que los poderes se preocupasen de facilitar capital al jornalero, éste lentamente llegaría a redimirse. Les he visto demandar tierras en montes. Dehesas y prados naturales, para sembrar semillas, procuradas a costa de inmensos sacrificios y negárselas despiadadamente, impidiéndoles de este modo trabajar durante las huelgas festivas o los paros forzosos, y privándolos así de la ayuda que buscaban para su jornal" (El Ideal Andaluz)

¿Y qué pensaría Blas Infante si supiera que la concentración de la tierra en manos de los terratenientes es hoy mayor que en 1930? ¿Qué pensaría de los homenajes hipócritas de los que llegaron al poder hace 27 años prometiendo reforma agraria y que han terminado condecorando a la Duquesa de Alba, la mayor terrateniente y caza primas de España? ¿Que pensaría si supiera que se sigue persiguiendo, multando y reprimiendo al sindicalismo jornalero, como ocurriera con el anarquismo en los años duros que le tocó vivir?

Preguntas cuyas respuestas no albergan dudas para mucha gente honrada de Andalucía. Blas Infante estaría hoy en la oposición al régimen "manolista", estaría con los que no se casan con el capitalismo -“inclinémonos siempre con los trabajadores, no con los explotadores”, decía-, con los que levantan el puño cuando cantan el himno diciendo "por los pueblos" y no "por españa".

Blas Infante no sólo entendió y muy bien la ligazón de la cuestión nacional andaluza con la lucha de clases, sino que fue más allá. Abogaba por una "Revolución a todo trance contra el régimen capitalista, pero revolución no formal o legislativa, o burocrática, sino revolución honda, esencial o fundamental del espíritu de los hombres” (La Dictadura pedagógica)

Una revolución que no sólo liberara al ser humano de los padecimientos del hambre, acabando con el capitalismo, sino que también cambiara sus valores, haciéndolo más solidario, más justo, más comprometido y para ello, la condición es la libertad de crítica, de prensa, de partidos, etc. Siguiendo a sus amigos anarquistas, Blas Infante, denunció el estalinismo primigenio: “La revolución rusa está degenerando en un comunismo de cuartel que forma las peores formas de burocratismo”

El Padre de la Patria Andaluza, el fundador del andalucismo político, unía hace casi un siglo la emancipación social de los trabajadores y la liberación nacional de Andalucía, entendía que era una misma lucha, porque las cadenas que atan al obrero son las mismas que atan a esta tierra: capitalismo y dependencia.

Por eso el andalucismo interclasista, abusando del manido agravio comparativo y practicando un regionalismo monárquico, jamás tendrá futuro en esta tierra oprimida. No entienden -más bien, no quieren entender- que el sujeto de la lucha por la liberación nacional de Andalucía no es otro que la clase trabajadora y que cualquier ruptura del marco de dependencia al que está sometida Andalucía se realizará rompiendo con el sistema económico vigente, el capitalismo neoliberal.

El mantener un claro y diáfano discurso de clase nos convierte, por genética histórica, en internacionalistas, puesto que la clase obrera existe y lucha en todo el mundo y su proyecto liberador es universalista. Pero nuestra condición social no hace desaparecer nuestra condición nacional. Si existe una nacionalidad clara y evidente en la Península Ibérica esa es la andaluza y no nos arrugamos al manifestar que no somos españoles.

Cuando la actual España como entidad política ni existía, ya ondeaba nuestra bandera en lo más alto del alminar de la gran mezquita sevillana, por no hablar de Tartessos, la Bética o el esplendor de Al-Andalus. La lucha de Infante por recuperar la historia de Andalucía todavía es un combate vigente. Seguimos siendo, los andaluces, analfabetos de nuestra propia historia. Mitos como el de la reconquista siguen conformando la historia oficial y los ocho siglos de Al-Andalus ocupan un pequeño espacio en el curriculo educativo de nuestros estudiantes.

Al notario amigo de los anarquistas, a ese Blas Infante que visitó la Casas Viejas jornalera recién arrasada, lo mataron por rojo y andaluz, por revolucionario y por querer a Andalucía, por decir alguna de las cosas que se han dicho en el acto de hoy. Lo dejó bien claro el tribunal franquista que legalizó cuatro años después la felonía:

"...porque formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936 se significó como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz"

Efectivamente, Blas Infante se presentó en 1931 a las elecciones contituyentes de la II Republica bajo la "Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza" que fue apoyada por su amigo, el médico anarquista Pedro Vallina.

Será, precisamente, este dirigente anarquista quién dejara una de las semblanzas más logradas de Blas Infante:

"En aquel corralón de Seisdedos, en Casas Viejas, en donde fueron sacrificados muchos jornaleros andaluces en aras de una República macabra, fue arrancado de cuajo en la refriega un rosal anónimo, que rodaba por los suelos cubierto de lodo y sangre.

Mi gran amigo Blas Infante fue en peregrinación a Casas Viejas, contempló la caseta en ruinas de Seisdedos, con sus ojos cegados por las lágrimas y recogió condolido aquel rosal profanado por las bestias sanguinarias del Poder.

Lo llevó piadosamente a Sevilla y lo plantó en el más fértil suelo de su jardín, y lo regó con la más cristalina de sus aguas. El rosal se vistió pomposamente de verde y se cubrió de capullos prometedores de las más bellas rosas.

Y fueron objeto constante de especulación por porte de los visitantes del jardín las flores rojas que un día brotarían de aquel rosal cogido en la casita del crimen, rojos como el color de la sangre derramado por los campesinos mártires; Rojos como el color de la bandera de la rebelión de los esclavos.

Pero una esplendorosa mañana de primavera, en que la naturaleza renacía en un ambiente de luz y pájaros, al toque del alba dado por las campanas de la torre morisca, cambió el rosal sus capullos por unos hermosas flores, no rojas, como se esperaba, sino blancas como el color de la nieve y el armiño. ¡Cómo se regocijaba Blas Infante de la ocurrencia del rosal, burlando nuestras esperanzas y ajeno a los furiosos batallares de los hombres! Para nosotros, el rosal, agradecido, reflejaba en aquellas rosas blancas y puras la conciencia inmaculada de Blas Infante, que lo había devuelto a la vida.

Otros bárbaros como los asesinos de Casas Viejas, esta vez no disfrazados con el gorro frigio, sino llevando por enseña la cruz gamada, aparecieron en Sevilla de improviso y dieron muerte al más ilustre de sus hijos: a Blas Infante.

El duelo tendió su manto sobre la viuda y huérfano del caído, y el jardín, no regado más que con lágrimas de dolor, se convirtió en campo yermo. El rosal perdió su lozanía, dejó caer como lágrimas, las hojas mustias de sus rosas; se despojó de su ropaje verde y se vistió con otro gris, de luto; y por último, la savia dejó de correr por sus venas. Y en una oscura noche sin luna y sin estrellas, exhaló su último suspiro el rosal de Seisdedos. Único superviviente de la más inicua de las tragedias, digna de la pluma del gran Esquilo.

Ya en el jardín no hay mayores, ni niños juguetones, ni pájaros cantores, ni flores blancas ni rojas, ni aguas cristalinas, ni por allí cruzan como otras veces, visitantes soñadores. El desastre cobijó aquella tierra del crimen, en la que no crecen, como en el corralón de Seisdedos, más que cardos y espinas.

Como no hay noche sin aurora, esperemos un alba rojo, tan encendido que todo lo revestirá de color de fuego, como el que arde imperecedero en nuestros corazones de revolucionarios andaluces" (Memorias de Pedro Vallina)

Hay muchas razones para seguir luchando y hoy se han explicado con sencillez y valentía. Hoy hemos homenajeado a uno de los nuestros.

Javier García

(Miembro de Cté. Nacional del SAT)

 

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