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Mundo, Mundo :: 06/03/2019

Argelia, la calle contra el régimen

Jean-Pierre Sereni
En tres semanas Argelia se ha levantado contra su presidente como nunca había hecho antes

Abdelaziz Buteflika, de 82 años e invisible en la vida pública desde 2012, y sobre todo la camarilla que le rodea y que es responsable de la parálisis del país desde hace mucho tiempo, creyeron que un quinto mandato a la cabeza del país pasarían sin problemas, como los anteriores. Se equivocaron completamente. Lo que está en juego ahora es la suerte del régimen.

La revuelta se extendió primero por los estadios. En el estadio del 20 de Agosto de Argel el pasado 15 de febrero, primer viernes tras el anuncio de la candidatura de Abdelaziz Buteflika, los hinchas de ambos equipos de fútbol, tras insultarse como de costumbre durante uno de los tiempos del partido, se unieron para gritar juntos: “¡No al quinto mandato, No a Buteflika y a su hermano Said!”. A continuación cientos de miles de argelinos repitieron a las consignas en todo el país. En el este que, con razón o sin ella, se considera discriminado respecto a la región de la que es originario Abdelaziz Buteflika, Oranie, habían tenido lugar unas manifestaciones impresionantes el 12 de febrero en Kherrata, Sétif, Bordj Bou Arreridj y Khenchela, la capital histórica de la región de Aurès, desde donde se emprendió la lucha armada el 1 de noviembre de 1954. El alcalde de la ciudad, que había colgado en la fachada del ayuntamiento un retrato gigante del presidente, tuvo que pedir a los bomberos que lo descolgaran a toda velocidad en medio del abucheo de cientos de manifestantes.

El viernes siguiente, 22 de febrero, día grande de oración y de partidos de fútbol, hubo manifestaciones en más de cuarenta ciudades convocadas por mensajes anónimos difundidos por Facebook y las redes sociales. Argel y el oeste se unieron a las protestas. Cientos de miles de manifestantes exigieron pacíficamente la salida del rais, del primer ministro y de su gobierno. En Argel y Annaba se desgarraron retratos gigantescos del presidente fantasma, rejuvenecido 25 años para la ocasión. Incluso Tlemcen, de donde se supone que es originaria la familia Buteflika (de hecho, el presidente nació en Oujda, Marruecos, lo que según la ley argelina le prohíbe presentarse candidato a la presidencia) se unió al movimiento que ganó el sur, desde Ouargla a In Salah pasando por Adrar y la lejana IIlizi.

El martes 26 de febrero decenas de miles de estudiantes perfectamente sincronizados se manifestaron en sus 48 universidades o en sus alrededores. Los jóvenes estaban claramente más familiarizados con internet y las redes sociales que sus mayores. Con un inicio de organización, un comité de coordinación, reclamaron una vez más que se abandonara el quinto mandato. Siguieron los abogados y periodistas ya que desde hace casi sesenta años el ejecutivo pisotea sistemáticamente la independencia judicial y la libertad de prensa.

El tercer viernes, el 1 de marzo, quienes se movilizaron fueron todas las ciudades de un país en el que dos terceras partes de la población vive en las ciudades urbanas. Lo hicieron en una calma relativa y con el buen humor de los manifestantes que por ahora, al menos en Argel, son en su mayoría jóvenes y personas pertenecientes a las clases medias, ya que los barrios más populares están menos presentes.

Los cuatro “hacedores de reyes”

Este arranque “inédito, popular y espectacular”, según un diplomático extranjero, ha levantado a Argelia como no había ocurrido desde 1988, fecha de la primera primavera árabe a la argelina y del fin del partido único. La situación política ha cambiado en unas horas y también el ambiente. Los manifestantes ya no dudan en denunciar a cara descubierta al régimen en los términos más contundentes y más ofensivos referidos a sus responsables. Se recibe a las pocas personalidades que hacen campaña al grito de “¡Fuera!”. Llueven acusaciones sobre la mala calidad de vida, el paro, la inflación, la vigilancia policial y la corrupción que gangrena al Estado. Las frustraciones, los rencores y la humillación han hecho el resto. Los manifestantes ahora exigen al menos la retirada de la candidatura de Buteflika, cosa que no puede suscribir el régimen. En los meses previos a las elecciones los diferentes clanes que se benefician de ello buscaron una solución imposible de encontrar. Se habló de retrasar las elecciones, de nombrar a un vicepresidente, de reunir un cónclave… En vano, por falta de un candidato de consenso, por falta también de un mínimo de confianza entre los cuatro “hacedores de reyes”* del país: el ejército, los servicios de seguridad, la familia presidencial, Abdelaziz y su hermano, y quienes poseen el dinero, que cada vez tiene más peso en las decisiones gubernamentales a través los Buteflika. El quinto mandato parecía ser el mínimo común denominador de unos y otros. Es casi imposible encontrar en caliente un candidato de repuesto y no existe el menor acuerdo sobre qué hacer a continuación, como demuestra la brutal destitución de un veterano, Abdelmalek Sellal, director de campaña y exprimer ministro.

Menos de una semana después del anuncio de la candidatura del presidente saliente, el viceministro de Defensa (1), Ahmed Gaïd Salah, de 80 años y en el cargo desde 2004, había denunciado en Ouargla a quienes tratan de “estropear la fiesta” antes de acortar 48 horas su viaje a Abou Dhabi. Volvió a empezar el 26 de febrero en Tamanrasset ante la guarnición en pleno comprometiéndose a apoyar al presidente Buteflika hasta el final. Sin duda el jefe del ejército ha sido el más prolífico en amenazas e invectivas contra los manifestantes.

Una semana después en Djelfa, el ministro del Interior Nourredine Bedoui, un fiel servicial a la presidencia, amenazó a quienes tienen “tentaciones de sembrar la duda”. Y para estar más seguros el 15 de febrero cambió al jefe de la policía y sustituyó a un octogenario especialista en incendios forestales por un profesional con varias de décadas de carrera. El régimen juega con el miedo y espera que la opinión pública marcada por la guerra civil de hace casi treinta años y a la que los sangrientos desengaños en Libia y Siria han vuelto prudente se mantenga tranquila, aun a riesgo de reprimir aquí y allá a los “aventureros” que franqueen “las líneas rojas”.

El papel de los nuevos multimillonarios

Una fragilidad añadida, el hermano del presidente, Said Buteflika, que en ausencia del titular lleva las riendas de la presidencia, está gravemente enfermo y recibe tratamiento fuera del país. Cada vez recurre más a sus amigos del mundo de los negocios para que le ayuden a representar su papel de presidente bis y se dice que Redha Koulynef, un oranés muy representativo del círculo de los nuevos “multimillonarios” surgidos hace veinte años, apoyó entusiasmado el nombramiento del nuevo jefe de policía.

Su hermano el presidente acudió a Ginebra el 24 de febrero para someterse a unos “exámenes médicos”. El 3 de marzo se presentó su candidatura en el Consejo Constitucional. ¿Existe un clan más realista y más político en el campo presidencial? Es dudoso. El jefe del gobierno Ahmed Ouyahia se remitió ostensiblemente a las urnas y, por tanto, a un quinto mandato, ante la Asamblea Nacional: “Los ciudadanos tendrán la ocasión de elegir con libertad absoluta y con soberanía al candidato que prefieran”. La larga experiencia de escrutinios anteriores y la opacidad del tratamiento de los resultados por parte de las oficinas del Ministerio del Interior justifican la incredulidad instintiva de la opinión pública en ausencia de cualquier observador internacional creíble.

La promesa de convocar una conferencia nacional “de consenso” tras el 18 de abril no parece convencer más. A la oposición le tienta poco un debate en el que se podrá hablar cuanto se quiera pero no negociar. La toma de decisión se reserva al poder que pasa el tiempo sin decidir nada desde que estalló la crisis petrolera en junio de 2014.

Unos partidos impotentes

Actualmente la oposición no parece verdaderamente una alternativa. Aunque los Hermanos Musulmanes estaban dispuestos a presentar candidatos a pesar de estar divididos, el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS) y la Agrupación para la Cultura y la Democracia (RCD, por sus siglas en francés), que comparte la oposición kabilia, apoyan el boicot a las elecciones. Los demás partidos apenas tienen peso en la opinión pública. El líder de uno de ellos, Ali Benflis, exprimer ministro de Buteflika y dos veces candidato derrotado contra él, es pesimista: “La situación es opaca, inestable y peligrosa”, declaró, aunque participó en la manifestación del 1 de marzo en Argel.

¿Qué opciones tiene el régimen? Es imposible repetir el “golpe” de febrero de 2011, cuando al iniciarse la Primavera Árabe Buteflika dio la vuelta a la situación mediante un discurso demagógico en la televisión y una subida muy fuerte de los salarios y de las ayudas sociales. Hoy el presidente es afásico y las arcas públicas están vacías, como pueden comprobar cada día 40 millones de argelinos, ya sean asalariados, jubilados, estudiantes o amas de casa. ¿Puede navegar sin instrumentos, dejar que los manifestantes desfilen prohibiéndoles asediar el gobierno y la presidencia en espera de unas elecciones que no puede perder el próximo 18 de abril, aun a riesgo de mover algunos peones en la escena política? Una quimera que el pueblo no aceptará fácilmente. Por último, queda la represión por parte de la gendarmería y, si fuera necesario, del ejército. Este escenario es el más peligroso: no olvidemos que la anulación de las elecciones legislativas en enero de 1992 fue la antesala de la guerra civil.

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Notas:

* “Hacedor de reyes” era el nombre con el que se conocía al conde de Warwick Richard Neville durante la Guerra de las Dos Rosas en Inglaterra. La expresión se aplica en francés a una persona o grupo que tiene una gran influencia en una sucesión monárquica o política sin poder ser legalmente candidato a dicha sucesión (N. de la t.).

(1) El ministro de Defensa es el propio presidente.

Orient XXI. Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine.

 

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