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México :: 28/01/2005

Autonomía indígena y autogestión: La constribución zapatista

Okupazión Auditorio Che Guevara

x ALFREDO VELARDE

A unos cuantos días del onceavo aniversario de la insurrección zapatista de 1994, establecer una mirada de balance histórico acerca de esta trascendental lucha de resistencia desde el Méxcico profundo de principíos del siglo XXI, no puede tener otro proposito que el del esclarecimiento político sobre su decisiva contribución revolucionaria a las luchas populares del mundo y contra la depredadora política capitalista neoliberal en tiempos de globalización como los que padecemos. Reconocer, empero, la indudable contribución zapatista, o la enorme pertinencia de su lucha, así como el novedoso discurso político democrático radical que inauguró con su praxis en movimiento y que ha fundamentado con elocuencia inluso las razones de la securlar resistencia indígena, sin embargo, no debe entenderse como mera hagiografía de exaltación por la correcta causa zapatista, sino como la reflexión mesurada y profunda, crítica e inteligente, que comprenda objetivamente tanto los alcances como los límites concretos que en sí misma tiene esta lucha histórica de los mexicanos originarios. Entender, por tanto, el intervalo marcado por los logros de la lucha zapatista (entre los cuales, destaca su propia sobrevivencia política organizada y beligerante en el tiempo y el espacio contemporaneos), y los claros límites que hna impedido llevarla más alá de los hasta hoy incumplidos "Acuerdos de San Andrés" por los distintos gobiernos federales que sólo han administrado el conflicto en más de una década ya sin solución; terminan por confirmar lo que ya sabíamos de antemano: que para que México experimente la necesaria y urgente transformación de fondo que requieren sus estructuras económicas, políticas y sociales, es preciso comprender que la revolución social en gestación y de la cual el extraordinario laboratorio autonómico zapatista es una anticipación, requiere, desde ahora mismo, del concurso activo y consciente del más amplio crisol de sectores sociales explotados y oprimidos en lucha. En este sentido, no se les puede exigir a los zapatistas lo que el movimiento en general no ha sido capaz de lograr para sí entre todos los sectores inconformes y en resistencia. De manera que los zapatistas han sido, desde su irrupción pública en el panorama político nacional, lo más activo y avanzado del movimiento general opositor en México, pero se ha demostrado que, ellos solos, no pueden hacer más en una tarea emancipadora que es monumental incluso para el conjunto de la propia sociedad inconforme. No nos preguntemos, entonces, sio qué es lo que todos los demás, debemos emprender para cambiar la actual correlación de fuerzas que nos es desfavorable.

¿Cúal es la contribución más relevante que en los últimos once años de luicha ha dejado el EZLN? Es indudable que su persevarancia y la centralidad que le han conferido a la ética de la resistencia que representan, tan vapuleada en los actuales tiempos de pragmantismo acomodaticio de los partidos, las organizaciones tradicionales y la clase política convencional. Pero hay más, indudablemente, en la contibución zapatista, que la pura materialización de la reserva moral que simbólicamente emblematiza. Y eso, no es otra cosa que la prefiguración de su propuesta de autonomía indígena en construcción y sin permiso del Estado que la niega y que los zapatistas desarrollan en las Juntas de Buen Gobierno por la vía de los hechos a lo que hay que agregar los componentes de esperanzadora autogestión social de su extraordinario movimiento y que dibuja la traza de una ruta a seguir, sin duda ejemplar. Efectivamente, es sabido que la autonomía es una palabra de larga tradición en los movimientos populares de México. Pero también sabemos que el concepto de autogestión, no obstante su profunda relevancia, no dispone, todavía, de tantas cartas credenciales en la praxis revolucionaria mexicana, no obstante la existencia también de algunos antecedentes torales. Pero ambas nociones, autonomía y autogestión, de manera conjunta y mancomunada, refieren una praxis reivindicativa radical que, al seno de la resistencia indígena organizada en el EZLN, implican la maduración de la coordinada de ambos elementos de organización en y desde la propia lucha para la conducción de los asuntos por parte del propio movimiento y en favor de sus intereses radicalmente democráticos.

Cualquier blance de la lucha del EZLN a lo largo de los últimos 11 años, debe advertir lo anterior, porque el movimiento exelenita de hoy, no es ya el mismo que inició su bregar hace más de dos décadas desde el aislamiento y la clandestinidad, apostándole a la interpretación de la circunstancia histórica y política mexicana concreta, desde la teoría del foco revolucionario y la guerra de guerrillas. Y afirmar esto, significa comprender que en la evolución actual del EZLN, se gestó una doble metamorfosis sin la cual la síntesis discursiva de su lenguaje político y la realización empírica de la praxis autonómica del movimiento indígena serían posibles. Esto podría explicar el hecho de que el EZLN, habiendo sido originalmente un movimiento guerrillero, no puede ya seguir compórtándose como una guerrilla. Con su enraizamiento en la causa indígena del México profundo y con el arraigo desde su zona de influencia político-militar que proyectó al EZLN a la cúspide del candelero político nacional e internacional, el EZLN devino en un movimiento popular armado que no emplea más los métodos de lucha guerrilleros como modalidad de acumulación de fuerzas, ni como forma insurgente de propaganda por la acción. En su lugar, la doble metamorfosis que transformo al grupo guerrillero original, pero que cambió también las concepciones de que sí mismas tenían las comunidades indígenas insurrectas, condujo al sincretismo políticop, que fue capaz de sintetizar la doble transformación referida en su innovador lenguaje político. el grupo guerrillero original, rompe productiva y positivamente con las concepciones leninistas, maoístas o guevaristas ortodoxas al seno de la izquierda revolucionaria, y aprehende la cultura indígena reflejada en el principio del "mandar-obedeciendo" para desbordar al vanguardismo. Y las comunidades indígenas insurrectas, rompen con su secular aislamiento a las que se veían sometidas por el poder, comprenden las funciones del Estado en la etapa neoliberal del capitalismo globalizado y evolucionan entendíendose así mismas como una parte componente del mundo del trabajo a revolucionar.

De tal síntesis emana la rotunda contribución del zapatismo a las luchas emancipadoras de dos niveles esenciales: si en un primer nivel, destaca la maduración del discurso teorico nutrido de manera sustantiva por la evolución política que condujo a la instauración de las esperanzadoras Juntas de Buen Gobierno autónomas, con el fuerte componente de autogestión social implícita en la administración de sus municipios libres y rebeldes; de otro lado, la contribución zapatista estaría incompleta, sin advertir, además, que el aporte del movimiento ezelenita se sintetiza en tres planos perfectamente diferenciables de su discurso político y de su ininterrumpido accionar como lucha resistente potencialmente revolucionaria; el primero, expresado en contener una propuesta verdaderamente original en la forma de concebir y reformular la ruta emancipadora en un sentido proclibe a la recomposición del trabajo social; el segundo, un planteamiento novedoso a favor, no de la democracia formal, indirecta y representativa o puramente delegativa al modo capitalista; si no a favor de una democracia radical, directa y participativa, horizontal y asuntiva, que se propone radicar el ejercicio democrático en la gente misma de las comunas indígenas insurrectas; y en tercer lugar, de la contribución zapatista encarna, renovadamente, un genuino proyecto revolucionario, justo cuando la moda intelectual, presa del conformismo se venía significando por la consideración que afirmaba que "las revoluciones eran signos de épocas ya superadas". Por lo dicho, no nos cabe ni la menor duda de que, a once años de la insurrección, la contribución zapatista está ahí como una lección de dignidad e inteligencia para las forma reconstructora de la revolución tan necesaria para México en el umbral del siglo xxi que habitamos.

Fuente: El machete No. 183 enero 2005

 

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