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Colombia, Colombia :: 21/05/2018

Colombia: Haciendo memoria. Contra el Liquidacionismo

Hans Coppi
La crisis y la división que actualmente atraviesa el PCCC lleva a que se pregunten si es preciso mantener el partido clandestino

Las condiciones en que se desarrolla la actividad de nuestro partido están cambiando radicalmente. Se ha conquistado la libertad de reunión, asociación y prensa. Naturalmente, estos derechos son en grado sumo endebles, y confiar en las libertades actuales sería una locura, si no un crimen. La lucha decisiva está por venir, y la preparación para ella debe encontrarse en primer plano. El aparato clandestino del partido debe ser conservado. Pero, al mismo tiempo, es del todo necesario aprovechar con la mayor amplitud el actual campo de acción, relativamente más vasto. Es absolutamente necesario crear al lado del aparato clandestino nuevas y nuevas organizaciones legales y semilegales del partido (y cercanas a él). Sin desplegar esta última labor es inconcebible adaptar nuestras actividades a las nuevas condiciones y estar en situación de resolverlas nuevas tareas...
Lenin, "Sobre la reorganización del partido" (1905).

Las palabras de Lenin, que inician este texto, fueron escritas en la coyuntura de la primera revolución rusa en 1905 pero tienen una obvia relevancia para lucha de hoy dentro del PCCC [Partido Comunista Clandestino Colombiano] que enfrenta el ala bolchevique y la menchevique, sin que queda claro, por el momento, cual línea es mayoritaria y cual minoritaria. Si bien hay similitudes con la situación rusa hace más que cien años también hay diferencias muy importantes. Lenin escribía en contra de los que querían liquidar el partido clandestino en las condiciones de la coyuntura revolucionaria y de verdadera apertura de 1905. En nuestro país las condiciones que enfrentan hoy los sectores populares y sus organizaciones están considerablemente más difíciles y adversas. El reflujo de las luchas populares es evidente, y no solo en las luchas urbanas y universitarias, en algunas zonas rurales han sido parcialmente paralizadas por el retiro de la protección que ofrecía la fuerza militar de las FARC-EP contra la embestida paramilitar que ahora está en pleno desarrollo asesinando líderes campesinos y desplazando comunidades afrodescendientes e indígenas.

Nada indica que la estabilidad del orden oligárquico, que por ahora tiene su expresión política en el gobierno Santos-Naranjo, va a estar amenazada en los próximos años. Por el contrario, está a la vista que el contexto global y regional en nada favorable a las fuerzas revolucionarias más bien va a favorecer la permanencia en el poder del bloque dominante, independientemente cual facción de ésta va a salir victoriosa de la contienda electoral en 2018. Las ilusiones en cuanto del inicio de un ciclo de transformaciones que intentan sembrar documentos como "Por un gobierno de transición" y "Estrategia política" o las tales "Tesis de Abril", que son un insulto a Lenin, no tienen ningún fundamento en un análisis concreto de la coyuntura o las posibilidades próximas por venir.

Frente a la coyuntura actual y la campaña electoral que se avecina la banda de reformistas, nuestros mencheviques, tratan de intimidar con el peligro de la ultraderecha, asegurando que la centroderecha es de preferir a la ultraderecha por menos peligrosa y más moderada. Así, estos renegados son funcionales a los intereses de la oligarquía. Por el contrario, un Partido verdaderamente revolucionario pone en guardia, tanto a sus integrantes como al pueblo, de las supercherías electorales de los liberales. Conceder a ellos la primacía implica vender las causas de los sectores populares por vocingleras fraseologías. Ningún peligro del Centro Democrático causará tanto daño como la confusión y corrupción de la conciencia del pueblo que resultaría si se sigue tras la centroderecha y su candidatura.

Para quienes no desean defender a los liberales, la claridad de la conciencia política y la claridad del alineamiento a una política de clase están por encima de todo. La tarea ahora no consiste en idear artificiales consignas como "Por un gobierno de transición", "Gran Convergencia", "Gran Coalición" o "Reconciliación Nacional". Frente a toda esta esta retórica anti-marxista de "reconciliación nacional" uno echa de menos un partido leninista que pueda definir alianzas a partir de un análisis de clase. Los que propugnan "la convergencia" y "la coalición" son perniciosos, tanto para los obreros como para los campesinos pobres, y no cumplen su deber de liberar estas capas de la hegemonía liberal.

La crisis y la división que actualmente atraviesa el PCCC, la confusión ideológica y política, ha llegado hasta el extremo de que algunos elementos del mismo se han preguntado si es preciso mantener el partido clandestino. A esta corriente liquidacionista se opone una corriente consecuente y leninista que es plenamente consciente de la importancia fundamental de una organización clandestina. La táctica más errónea, la desviación más lamentable sería de plantear la legalización a todo trance, aun a costa de renunciar al programa, a la estrategia y la organización del Partido, así convirtiéndolo en una copia del PACO.

Si el núcleo revolucionario no ha podido sobreponerse de golpe a los elementos liquidacionistas es debido a que es una tarea que tiene que llevarse a cabo en medio de las condiciones y confusiones del momento que atravesamos, es decir una coyuntura determinada por el triunfo que significó el Acuerdo Final del Colón para las fuerzas del régimen imperante. Presentar ese Acuerdo como una victoria para las FARC-EP es pensar con el deseo en vez de hacer un análisis del asunto y reconocer que si bien Uribe no logró derrotar la organización, Santos lo logró por medio de su "combinación de todas las formas de lucha" que manejo con maestría, primero asesinando a los líderes políticos y militares con más trayectoria revolucionaria, para después llevar los que quedaban a unos diálogos en Cuba que cumplieron su función de orientar una parte de ellos, afortunadamente no a todos, en una dirección reformista y a la capitulación de la lucha revolucionaria.

La propuesta de una "Gran Convergencia", de una "Gran Coalición", de un "Gobierno de Transición", del cual los autores del documento "Por un gobierno..." aspiran "ser parte", no es ninguna novedad en la historia de la política colombiana. No es un invento de Timochencho al firmar el Acuerdo Final en el Teatro Colón con Juan Manuel Santos sino una propuesta de este último. Ya Santos había propuesto lo mismo en carta abierta a Emilio Martínez, entonces Presidente de la Cámara de Representantes, con motivo de la instalación de la Comisión de Paz. Santos propone en su mensaje un Frente Nacional con el movimiento guerrillero: "Me permito proponerle al señor Presidente de la República desde este recinto sagrado de la democracia que, si de veras quiere la paz, lidere un nuevo Frente Nacional. Un Frente Nacional en el se pacte con todos los sectores políticos y con la guerrilla un nuevo régimen político [...] con una recomposición constitucional y con una coalición institucional, de la que hagan parte los alzados en armas, se podrían dar las garantías necesarias y las alternativas de acción política para que se silencien los fusiles". Palabras de Juan Manuel Santos, en un texto que publicó en El Tiempo el 4 de setiembre 1998 con el título "Coger el toro por los cachos".

El título era diciente ya que a nadie le debería escapar lo que se hace con el toro después de cogerlo por los cachos. Las garantías de las que hablan Santos son las mismas de ahora, es decir, el desarme de la insurgencia, las garantías para que la violencia y la explotación del sistema imperante puedan continuar. En palabras de Santos en el mismo texto: "Hay que crear un nuevo consenso [...] Hablemos no solo con los huéspedes de la casa sino con aquellos que quieren destruirla para que más bien entren a habitarla." Uno se imagina la felicidad de Santos cuando la mayoría del Secretariado de las FARC se comió el anzuelo de las curules en "el sagrado recinto de la democracia", habrá sido, si posible, aún mayor que la que sintió cuando logró asesinar a los leninistas y revolucionarios Raúl Reyes, Jorge Briceño y Alfonso Cano. Santos sabía y sabe hoy muy bien quienes hay que eliminar para lograr "el consenso" que busca. Una fracción del bloque dominante oligárquico vería con buenos ojos la entrada de los "del consenso" y "la reconciliación" en el gobierno, repitiendo así la operación que tan exitosa que les resultó con Navarro así conduciendo a la sepultura del eme. Los que quieren "ser parte de un gobierno de transición" no son más que idiotas útiles del enemigo.

En un partido revolucionario lo que nos importa no es asegurar mediante chalaneos "ser parte" del gobierno o conseguir unas curules en el Senado y la Cámara. Por el contrario estas curules sólo son importantes en la medida en que pueden contribuir a desarrollar la conciencia de los sectores populares, a elevar su nivel político, a organizarlos, no en nombre de "la paz", de "la prosperidad pacífica" y de "la reconciliación" sino en nombre de la lucha. Sólo por eso y sólo en esa medida son importantes para nosotros las curules en el Congreso y toda la campaña electoral. Para quienes deseen defender en las elecciones los intereses populares aparece en primer plano la tarea de desarrollar la conciencia política de esos sectores. Es además de suma importancia que los representantes eventuales en el Congreso son colocados firmemente bajo el control del Partido.

Lo que se necesita no es una plataforma para las elecciones, no un catálogo electoral tradicional, sino, en lo posible, la utilización de las elecciones para propagar el programa del Partido en forma de unas pocas consignas claves y claras alrededor de las cuales se pueden movilizar fuerzas sociales y políticas a partir de un análisis de clase. Tal es la tarea de un partido comunista consecuente y de organización leninista. Para cumplir este objetivo es menester mantener la independencia de una política revolucionaria y saber combinar la necesaria organización clandestina con un trabajo político y propagandístico lo más amplio que las condiciones permiten entre las capas populares. Es necesario dar solución a este problema referente a la contradicción y correlación entre la organización clandestina y la organización legal. Los militantes del Partido no deben diluirse en una organización legal amorfa, deben influir sobre las organizaciones legales y semilegales, en lugar de dejarse absorber por estas. No deben mezclarse, los ex combatientes de las "Zonas de Normalización" que van a ser quemados ya que son registrados por el Estado, con cuadros que pueden y deben permanecer clandestinos.

La tarea de hoy consiste en consolidar la organización clandestina del Partido y en desarrollar una agitación revolucionaria, que cohesione el mismo alrededor de una línea independiente y movilice las capas populares, construyendo así, donde nos es posible, pequeños poderes populares, formas de autogobierno en barrios o veredas, poderes desde abajo, juntas de acción, o lo que podríamos llamar soberanías populares.

Con nuestras actuales fuerzas son estas soberanías populares las que son posibles y realistas de construir, en vez de sembrar la confusión con un optimismo descabellado se refieren a un proyecto nacional por ahora inviable. Fantasmagóricas ficciones como la "Soberanía Nacional" caracteriza ese tipo de discurso. La "Soberanía Nacional" es pura ficción mientras no tenemos la fuerza para expulsar las bases gringas de Colombia, una situación que por si sola hace cualquier proyecto nacional una pura utopía y, por lo tanto, un tema que los que propagan tal proyecto, optan por olvidar y soslayar.

Es de fundamental importancia mantener el PCCC tal cual, al lado de las organizaciones legales o semilegales que se puedan crear. No se debe caer en una confusión entre la función del partido y el frente de masas. El proyecto de unidad con el PACO, podría significar la definitiva victoria de la línea revisionista y reformista si se impone la corriente liquidadora y la capitulación frente a la burocracia pacoista. Es necesario actuar contra este liquidacionismo disfrazado como "unidad de los comunistas". Más bien hay que buscar la unidad, sin el sectarismo que antaño complicaron las relaciones, con otras fuerzas verdaderamente revolucionarias e incluso con los elementos revolucionarias que hay en la "disidencia".

Reforzar la organización clandestina del Partido, crear células en todas las esferas de la actividad, aunque sean poco numerosas, ésta es la tarea del día. A las células ilegales, secretas, estrechas, recatadas, se agrega una propaganda revolucionaria legal más amplia. Como es natural, la misión de las células debe consistir en utilizar todas las organizaciones semilegales, y, a ser posible, las legales, en mantener y desarrollar un estrecho contacto con los sectores populares y en orientar el trabajo de forma que el Partido se haga eco de todas las inquietudes del pueblo.

PCCC. Marzo de 2017
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