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Mundo, AntiMúsica :: 01/11/2017

Daniel Viglietti: "Yo sigo preguntando y preguntando y preguntando"

Punto Final
Trovador, militante, humilde, comprometido con los condenados de la tierra, guerrillero tupamaro

Eso era Daniel Viglietti, el cantautor uruguayo que falleció el lunes a los 78 años. Para recordarlo, publicamos una de sus últimas entrevistas, que le realizó el periodista Alejandro Lavquén durante una reciente visita a Chile, y que fue publicada en la revista Punto Final número 887, del 27 de octubre.

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Daniel Viglietti (Montevideo, 1939) es uno de los mayores exponentes del canto popular uruguayo y latinoamericano. Cantante y compositor de reconocidos temas que lo han llevado a los escenarios más importantes del mundo. También desde los años noventa difunde la música y a intérpretes latinoamericanos a través de sus programas de radio y televisión Tímpano y Párpado, respectivamente. Durante su carrera, que en 2017 cumple 60 años, ha compartido escenario con los músicos y trovadores más connotados del continente. También vivió la cárcel y el exilio. En 1972 fue encarcelado en el marco de la represión a los movimientos de izquierda en su país como antesala al golpe de Estado del 27 de junio de 1973 en Uruguay. Pero gracias a la presión internacional, encabeza por personajes como Julio Cortázar, Oscar Niemeyer y Jean Paul Sartre, fue liberado y salió al exilio, primero en Argentina y luego en Francia. A Uruguay recién pudo regresar en septiembre 1984, donde tuvo una recepción masiva.

Daniel Viglietti destaca por sus composiciones con contenido social que han sido interpretadas por conjuntos y trovadores de todo el mundo. Entre sus canciones más renombradas podemos mencionar “A desalambrar”, “Canción para mi América”, “Canción del hombre nuevo”, “Milonga de andar lejos”, entre otras. Durante su exilio mantuvo un permanente compromiso con la lucha contra las dictaduras del continente y a favor de los derechos humanos. En Chile estuvo por primera vez en los años sesenta, coincidiendo en la Peña de los Parra con los integrantes de la Nueva Canción Chilena, entablando con ellos una amistad que se fortaleció en el tiempo. El compromiso social y de solidaridad del cantautor ha sobrepasado todas las pruebas del tiempo. De paso por Chile, donde dio varios conciertos y fue homenajeado, conversó con Punto Final.

-En cada visita a Chile, se suma más público joven a tus conciertos. ¿A qué atribuyes tu vigencia?

-Yo creo que hay diferentes periodos históricos que se van sumando. Son ya 60 años desde que subí a un escenario. Se han sumado muchas etapas, pero hay un elemento en común, que es la necesidad de recibir mensajes que mezclen lo estético con lo ético, con lo ideológico, con una sensibilidad que no esté censurada por toda esta política de los medios de comunicación, que hacen un trabajo tan terrible de desinformación que yo muchas veces les llamo los misiles de la comunicación. Creo que eso permanece con el paso del tiempo. Hay problemáticas humanas muy directas como son la desigualdad, la injusticia, la impunidad frente a las atrocidades que han sido cometidas en tantas tierras del mundo, pero particular en América Latina y en nuestros países respectivos, Chile y Uruguay. Permanece el latifundio, sobrevive, se realimenta, se redimensiona. El yugo de la banca internacional nos sigue sometiendo, salvo rarísimas excepciones como son los casos de Cuba y del proceso bolivariano, o una experiencia altamente positiva como la de Bolivia con Evo Morales, un indígena al frente a un gobierno. Todos esos elementos que permanecen hacen que la canción -en el caso mío- tenga un eco y pueda encontrar nuevos oídos

-¿Te admira que los jóvenes sepan tus canciones?

-A veces en los conciertos yo menciono la fecha de composición de algunos temas, como por ejemplo “Canción para mi América”, que es aquella que a veces se conoce más como “Dale tu mano al indio” y les digo: “Aquí no había nacido nadie”. El público sonríe porque seguro que hay gente que ya había nacido, pero hace mucho tiempo de todo esto. Me gusta que haya jóvenes que vengan a descubrir, que vengan a opinar, uno no puede ser el referente de las audiencias jóvenes que ya tienen sus propios músicos, generacionalmente hablando, sus propias preferencias generacionales, pero que nos tienen a nosotros como referentes de otras etapas, eso es muy bueno. Yo soy eso, una especie de referencia de una etapa que se ha venido viviendo, con aciertos, con errores, con desajustes, con emociones, con valentía, con miedos, una etapa de hallazgos, de pérdidas… Si habrá habido pérdidas ¿no?… Porque seguimos buscando lo humano, eso que el Che simbolizaba como el hombre nuevo, lo seguimos buscando aun cuando estamos generacionalmente veteranos.

Canción y poesía

-Tus canciones, tu música, están relacionadas con la poesía. Trabajaste con Mario Benedetti, ¿cómo fue esa experiencia?

-Al principio cuando comencé, en 1957, había canciones amatorias, canciones paisajistas. Después apareció la problemática social, como “Canción para mi América”, pero también había una necesidad mía de hacer música para poetas. Mucho antes de trabajar con poetas en el escenario, hice música para poesía pre-existente, de García Lorca, Alberti, Nicolás Guillén, César Vallejo. No por casualidad tengo una hija que se llama Trilce. También poetas uruguayos, como Idea Vilariño, Washington Benavides, que acabamos de perderlo, Juan Cunha. Hasta que llega un momento que empiezo a trabajar con el poeta en el escenario, que fue el caso de Juan Capagorry. Después con Eduardo Galeano, ya en el exilio, él leía textos que estaba por publicar, textos nuevos. Yo cantaba canciones mías y hacíamos una trenza con eso. Luego vino un trabajo más largo, que es el que hice con Mario Benedetti, que se volvió disco, se volvió a dos voces y se repitió en muchas partes. Nunca vinimos a Chile con Mario, pero bueno, estaba presente en nuestro trabajo, en mis recitales, siempre estaba presente alguna señal de Chile. ¿Te imaginas por dónde?, por Violeta Parra.

-Que ahora justamente se conmemoran sus 100 años. ¿Cómo ha sido su influencia en tu generación?

-A Violeta la conocí acá en Chile en 1965, en mi primer viaje y estuve en varias ocasiones con ella, compartí amistad con sus hijos, con Ángel, que ahora lo hemos perdido, con Isabel que sigue activa, sobre todo con el museo Violeta Parra. Para mí fue una experiencia inolvidable porque toda esa familia me abrió las puertas en Chile. En la peña de los hijos de Violeta, allá en Carmen 340, en un momento dado se produjo un vacío en el elenco porque Patricio Manns, el querido Pato Manns, estaba haciendo un trabajo en el norte y se ausentaría unos cuantos días de la peña. Entonces entré yo como cantor, entré a cantar allí y fue una experiencia preciosa y el nacimiento de una amistad con los Parra que yo valoro mucho. Varias veces los acompañé en conciertos en Uruguay, nos cruzamos en el exilio, en Francia, en Alemania, en Bélgica, cantando en equipo, porque no olvidemos que en la etapa del exilio uno se hacía chileno y ellos se hacían uruguayos, se intercambiaba toda la sangre latinoamericana.

-Durante el exilio se hicieron muchos conciertos que reunían a cantautores de todos los países latinoamericanos. ¿Sucede hoy?

-No hay tantos eventos hoy, pero surgen, hay ocasiones en que sí se produce algo. Vengo de cantar en un festival en Uruguay, el festival de Antel, que es la empresa telefónica nacional del Estado. Allí hubo grupos de música con genios diversos, como por ejemplo los grupos de rock, los grupos de fusión, etc. Fue muy positivo, a veces se producen esas cosas, a veces cuando hago viajes a Venezuela o a Cuba, países que todavía mantienen una llama de trabajo colectivo, de espíritu colectivo. Hay ocasiones en que nos mezclamos con otros cantores. En Venezuela, por ejemplo, me he mezclado con Cecilia Todd y también con un grupo de jóvenes músicos muy valiosos que se llaman La Cantera. Y en Argentina, donde he estado hace poco haciendo giras, también he invitado a algunos músicos a mi concierto, por ejemplo, a Ramón Ayala que es una figura legendaria. Y siempre estoy con el trabajo de investigación, con mi trabajo radial, hago un programa semanal de radio hace décadas. Dónde voy ando con mi grabadorcito haciendo la tarea de investigar un poco a mis colegas, a mis compañeros, haciendo un trabajo diferente al periodístico habitual porque se trata de un músico que pregunta a otro.

-¿Has publicado algo de ese trabajo?

-Está en un archivo que se registró en el Centro Mario Benedetti de Alicante en España. Existe allí un archivo sonoro de muchas de mis entrevistas. Yo sigo acumulando material y preguntando y preguntando y preguntando. Para mí es una tarea complementaria porque, evidentemente, lo esencial para mí es el cantautor, pero a la vez necesito de ese otro trabajo, me gusta hacerlo y también lo hago para televisión porque la televisión no es un mal en sí, es un instrumento, también con una guitarra se pueden cantar tonterías o cosas muy retrógradas. El instrumento es una cosa, lo que se hace con el instrumento otra. Me he preocupado en la televisión de hacer unos programas que son una serie que se llama Párpado y subtitulada “yo pregunto a los presentes”, que es la primera frase de la canción “A Desalamabrar”. Han pasado figuras de muchas partes. De Chile, por ejemplo, se ha difundido una entrevista a esa extraordinaria persona, que me emociona mucho su lealtad a la memoria de Víctor Jara, que es Joan Turner. Le dediqué un programa de televisión, la entrevisté aquí hace dos años. He entrevistado a Isabel Parra, a Pato Manns, a Payo Grondona, un amigo entrañable que hemos perdido hace poco tiempo.

Arte y lucha social

-Tu creación musical siempre fue en paralelo al desarrollo de los movimientos sociales, viviste los flujos y reflujos de la Izquierda, las dictaduras, etc. ¿Cómo evalúas esos procesos hoy?

-En primer lugar, yo te diría que nada de lo que ocurrió en los años de plomo de América Latina fue inútil. Fue una pena lo que pasó, pero yo asumo esas palabras, fue un sacrificio enorme de toda una generación, pero nada fue inútil y no hay de qué arrepentirse. Se cometieron errores, se abordaron muchos aciertos en las luchas y todo eso, sufrimos una derrota histórica de esa etapa, una derrota bastante generalizada a través de la instalación de la tortura sistemática, la Operación Cóndor y todo lo que sabemos. Pero a pesar de eso, creo que la resultante fue la aparición de gobiernos progresistas y lo que explica, por ejemplo, que en el Uruguay haya habido aquellos seres demonizados, aquellos luchadores sociales demonizados, como en todos nuestros países, por el poder y por el imperialismo, que al salir de las cárceles y aparecer, porque funcionaban desde la clandestinidad, fueron reconocidos como seres llenos de humanidad, de riqueza intelectual, humana, solidaria.

Uno de ellos se transformó en un médico famoso, instalando un centro de investigación científica en el Uruguay, el doctor Henry Engler que fue uno de los rehenes de la dictadura y, bueno por cierto, el caso muy evidente de otro de los rehenes fue Pepe Mujica que llegó a ser Presidente [aunque abandonando sus principios]. Eso demuestra aquella siembra que hubo, de luchas, de valentía, de búsqueda de una sociedad más igualitaria, de que se terminaran los privilegios, y que tuvo que ser en un momento dado una lucha directa puesto que, como tú decías, la democracia ya dejaba de serlo y se transformaba en democradura, todo eso no fue inútil para nada y por eso ahora ocurre todo lo que está ocurriendo, que ha habido una ola de etapas progresistas que no nacieron de la nada, no nacieron como un milagro.

-Son producto de esa lucha.

-De esa lucha y del sacrificios de todos que han caído. Porque cuando se habla sobre ciertas épocas o cuando se cantan ciertas canciones, es cierto que hay muchos caídos y hay una recurrencia a que perdimos a éste o al otro, o la masa de desaparecidos, o la caída del Che, o la caída de quien sea, la caída de Miguel Enríquez, hoy es el día de Miguel Enríquez, el día que estamos conversando, el día de la muerte de Miguel, bueno la caída de Allende, la caída de tantos, la caída de Camilo Torres y los seres anónimos sin nombre. Todas esas caídas yo las considero semillas, son semillas. Creo que de esas siembras surgieron los gobiernos progresistas. Naturalmente, el imperio con sus intereses, el imperio norteamericano, pero también con la complicidad de muchos centros de Europa no quiere el menor atisbo de nada que sea progresista, de manera que, si algún día estuvo dispuesto arrasar con todo lo que prometía revolución, también con otros métodos y de otra manera está tratando de aniquilar estas experiencias que no fueron revoluciones, pero que fueron avances progresivos.

El caso más evidente es el caso de Brasil, por el cinismo de toda esa clase política corrupta, y bueno, atacando a Dilma, atacando a Lula, que habrán tenido algún nivel de imperfección, porque naturalmente cuando se ejerce un gobierno, hay riesgos y uno de los más grandes riesgos es la corrupción. Eso es una de las grandes amenazas de un gobierno progresista. Podrá haber habido alguna falla, pero qué diferencia que hay entre la concepción de la vida, de la sociedad, de los personajes nombrados y Temer que es una cosa lamentable, o la oposición venezolana que es impresentable, después del esfuerzo que se ha hecho en Venezuela por sacar adelante un camino Bolivariano, que cuesta mucho, que es difícil, que es arduo, que no es terreno de comparación con la oposición. La gente tiene que ir eligiendo y tiene que ir aprendiendo a defender esos avances porque si no ocurren cosas como las de Brasil, que son retrocesos.

-¿Crees que esos retrocesos podrían deberse, en parte, al camino que han tomado ciertos partidos de izquierda que, de una u otra manera, han tendido hacia el neoliberalismo?

-Yo no me quiero poner a hablar como si tuviera la batuta de la verdad, porque no dirijo orquestas, ni dirijo ideologías, ni dirijo procesos, apenas conmigo, con mi guitarra y mi canción. Yo alguna vez decía, intentaba también decir con humor, que había que trabajar y luchar porque la izquierda no se mudara al centro, como si hablara de barrios, ¿no?; pero al mismo tiempo, eso ha ocurrido mucho. También que hay que pensar que en nuestra generación hay dilemas que no los va a poder resolver. Hemos hecho un aporte y hay que seguir haciéndolo. No hay que bajar los brazos, pero es una nueva generación la que tiene que acercarnos nuevas interpretaciones de la realidad, nuevos conceptos, nuevas formas de lucha porque si la historia fuera como un arma de repetición automática, estaría bloqueada. Es como la materia de las canciones, hay que seguir inventando, haciendo otras cosas. No es tarea fácil. Nadie tiene la precisa, la exacta.

-Es importante esa relación musical con los jóvenes…

-Vale la pena también para los veteranos aprender de los jóvenes y en materia musical yo creo que eso influye porque ha habido músicos jóvenes en la resistencia uruguaya, por ejemplo, en la etapa de canciones como A Redoblar. Es mentira que solo los veteranos enseñan a los jóvenes, los jóvenes también enseñan a los veteranos. Entonces, lo que estoy hablando de música es extrapolable también a los políticos. Son experiencias que hay que ir estudiando, viendo qué frutos dan. En el plano musical, por ejemplo, es muy difícil cuando en un país ha habido una Violeta Parra, el desafío es muy alto.

El otro día, en Montevideo, participé en un pequeño homenaje a Violeta Parra, pequeño por la dimensión del lugar, en el Museo de Arte Precolombino que hay en Uruguay. Allí estuve con el poeta chileno Jorge Montealegre, que estaba de paso. Entonces, en un momento que yo hablé de Violeta, decía que había sido muy duro el camino para ella en la época que la conocí. Era negada por mucha gente, tuvo que abrirse camino a guitarra limpia.

-Sucede mucho con artistas que luego marcan una época…

-Yo decía que nadie es Violeta en su tierra. Con todo respeto por todos los chilenos que la aman. Pasa en todos lados, tampoco le fue fácil a Chico Buarque en Brasil, que es otra de mis referencias. Si yo tuviera que decirte quienes me han acompañado en mi vida, así como los otros que hacen música; bueno, como un maestro, Atahualpa Yupanqui. Violeta también nos influyó. Y desde otras áreas me influyó el cine. Soy un cinéfilo, me influyó mucho el cine. Me influyó el neorealismo italiano.

-¿Con los nuevos músicos chilenos, has tenido contacto?

-He conocido a algunos y quiero conocer a otros. No ha habido tanto contacto. Nunca es fácil por los tiempos. Les pasa lo mismo a los chilenos cuando van a Uruguay. Acá he escuchado con interés a Pancho Villa, es muy inquieto creativamente y solidario. He escuchado, pero prácticamente sin haberlo cruzado, a Manuel García. También oí a alguien que es muy original, Mauricio Redolés. Apuesto mucho a Ángel hijo, a Javiera, a Tita. Yo conocí a Roberto Parra, el tío Roberto, que fue fantástico con sus cuecas choras. Conocí a Margot Loyola, que tiene un valor muy importante.

Derechos Humanos

-Tus canciones y las de otros trovadores han sido emblemas en la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica y el mundo. En ese sentido aún existe una herida abierta en el continente ¿Cómo ves esta situación?

-La pregunta que me haces toca un tema central para mí, porque si me preguntan si pertenezco a un partido o a una corriente política, yo contesto que yo pertenezco a toda la fuerza, la energía, la maravilla de lealtad con la memoria del grupo de familiares. Yo pertenezco apoyando a esa corriente, de madres, hijos, abuelas, poquitas van quedando, que me parecen a veces, una suerte de gobiernos éticos de nuestros países, y estoy absolutamente en contra de la impunidad.

Creo que los responsables de las violaciones a los DDHH, tienen que pasar por la justicia. Nadie habla de venganza, pero sí tienen que pasar por la justicia y si no se logra que todos lo hagan, porque es una tarea bastante difícil de concretar, que sí pasen la mayor cantidad de responsables. En Argentina comenzó en el período de Kirchner. Fue un factor importante. Yo como uruguayo no me meto en las cosas internas de la política argentina, pero me parece muy fundamental eso, esa política de DDHH que se hizo. En Uruguay ha sido un poco más lento, son los familiares los que mantienen la llama viva, siempre trato de apoyarlos, de cantar, no solo yo, otros músicos también lo hacen. Hay gente solidaria, escritores, pintores, cineastas, que apoyamos luchar contra la impunidad. Porque esto es el huevo de la serpiente, como aquella película de Bergman. Es el huevo de la serpiente y que si está ahí es tremendamente peligroso.

Entonces, para que la historia no se repita, hay que insistir en eso, demostrar que no es impune un individuo que haya hecho las atrocidades que se han hecho. Yo aquí visité, en su momento, Villa Grimaldi. He visitado otros lugares de detención en Argentina y, por supuesto, en Uruguay. Y no los visito como museos congelados en el tiempo. Los visito con la sensibilidad abierta de ver en terreno donde pasó todo lo terrible que pasó y escuchar a los testigos y grabarlos muchas veces. Es parte de mi tarea, así que yo sí pertenezco a esas agrupaciones que están reclamando por aquellos que han partido. Ese es mi partido, los que han partido, los que nos han sido arrebatados. En ese sentido creo que hay que seguir trabajando, hay que seguir remando, aún a contracorriente, sobre todo en estos tiempos en que surgen personajes como Trump y análogos, que van apareciendo por el mundo junto a brotes xenófobos y fascistas.

El Furgón

 

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