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México :: 23/04/2009

El CGH en la historia reciente de la resistencia en México

COLMENA

La realidad, tal cual se presenta en la historia, no pide el consentimiento de nadie para ser tal, es producto de múltiples determinaciones que se presentan de manera contradictoria, a veces se muestra como pequeños pedazos de ella, los cuales suelen confundir y hacer enfurecer a quienes sólo admiten como real aquello que sus limitadas ideas les permiten.[1]

La huelga estudiantil más larga en la historia de la UNAM (abril 99 febrero 2000) sin duda abrió una amplia gama de polémicas y debates que rara vez lograron comprender el significado y circunstancias históricas que dieron origen al Consejo General de Huelga que detuvo el intento más agresivo por privatizar la máxima casa de estudios. A diez años de distancia de iniciado el movimiento universitario, los estigmas difundidos por los medios de comunicación aliados a los intereses del gran capital, siguen optando por descalificar la lucha estudiantil, tratando de etiquetarla como un movimiento antisocial, olvidando el intento del estado mexicano por privatizar uno de los derechos más preciados del pueblo, la educación.

Siguen existiendo voces reformistas, mayoritariamente perredistas que dicen reprobar el intento de privatización de la UNAM, sin embargo, se niegan a reconocer que fue el CGH [Consejo General de Huelga] quien detuvo esa intentona, oscureciendo la memoria colectiva con anécdotas de divisiones internas. A través de los medios de comunicación que éstos últimos han tenido a su alcance, tales como periódicos, revistas académicas y otro tipo de publicaciones, han promovido la visión de que el movimiento fue sólo legítimo hasta que ellos mantuvieron participación en el mismo.

También existe una memoria idealizada de quienes en el afán de defender esa experiencia de lucha y reivindicarla, caen en exageraciones absurdas que en todo caso no encajan con la realidad.

Por nuestra parte, no trataremos de resolver aquí toda la discusión o discusiones alrededor de la huelga del 99-2000, sino que nos limitaremos a señalar algunas cuestiones que consideramos fundamentales para abordar dicho análisis con seriedad.

CONDICIONES CONCRETAS EN LAS QUE SURGE EL CGH

El país: Si tomamos como referencia el año de 1982 como el inicio de la aplicación abierta de las políticas neoliberales en México, podremos ver que para 1999 llevaban ya diecisiete años en funcionamiento. El capitalismo mundial había soñado que con la aplicación de dichas medidas, la acumulación capitalista despuntaría y se agilizaría; el Estado mexicano, firmemente comprometido con dicho proyecto y aún dirigido por el PRI, había ya firmado varias cartas de intención a favor de las propuestas procedentes de los grandes organismos financieros internacionales, y más allá de la intención, había demostrado un compromiso real para con dicho poder.[2] En esos diecisiete años se había privatizado la banca, Teléfonos de México, Imevisión, y cerca de 200 paraestatales más, mientras que en las empresas e instituciones aún del Estado se percibía la creciente participación del sector privado en su administración pública y disfrute. Se desaparecieron importantes programas sociales que tendían a garantizar a algunos sectores de la población cierto nivel de vida, tales como los apoyos al campo, subsidios al transporte, los dirigidos a la salud, vivienda, etc. Se había dado atrás con la mayoría de los subsidios, se reformó el artículo 27 de la Constitución para detener el reparto agrario y revertir sus efectos, se habían abatido a un sinnúmero de sindicatos y en general se estaba readecuando el sistema político mexicano para ocultar su carácter permanentemente autoritario con adecuaciones que abrían paso al poder tri partidista.

La izquierda: México no sólo no escapó al efecto de desbandada y orfandad ideológica que acarreó el derrumbe de la Unión Soviética y los países adscritos al Pacto de Varsovia, sino que prácticamente mostró un antecedente de dichos sucesos. El Partido Comunista Mexicano se había disuelto diez años antes que la URSS por tomar la iniciativa de la participación electoral relacionada con una tal transición a la democracia. La corta vida del Partido Socialista Unificado de México, del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Partido Mexicano Socialista cedió, cuando menos en una buena parte a la creación del Frente Democrático Nacional y luego al Partido de la Revolución Democrática[3]. En suma, una buena cantidad de la izquierda en México habría abdicado en la lucha por el socialismo y pregonaban haber descubierto la lucha por la democracia y la reconstitución de las conquistas históricas de la revolución mexicana. Tanto la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas como la movilización contra el fraude del 88 captaron la atención de la mayoría de la izquierda “experimentada”. Para 1999 habían pasado ya 11 años de aquellos sucesos y muchos de los cuadros más consecuentes que se habían sumado al PRD en 1988 fueron asesinados por el salinismo, mientras que otros menos consecuentes sencillamente aprendieron de sus compañeros expriístas las peores mañas de la política de Estado en México.

Muchos movimientos populares que habían surgido de manera independiente habían encontrado cobijo en el PRD y se habían subordinado a su política cada vez mas moderada, habían descubierto la gestión de recursos y una nueva ruta de asenso social a través de ocupar puestos en la Cámara de diputados o en el recién obtenido gobierno del Distrito Federal. Como suele ocurrir en esos casos, los únicos beneficiados de esa forma de hacer política fueron los dirigentes de dichos movimientos, mientras que para su base social no habría cambiado prácticamente nada.

Sin embargo había otra izquierda, un tanto en repliegue y un tanto en reorganización, ésta se mantenía en pequeños espacios de lucha y no había disuelto su organización, ideales ni propósitos a favor del perredismo. Muestra de ello fue la irrupción en 1994 del EZLN que aunque mostraba una ligera simpatía hacia el cardenismo, se mantenía independiente del mismo.[4]

La resistencia a las privatizaciones había resultado hasta el momento tardía, disminuida o insuficiente, sin embargo se dieron algunos episodios dignos de mencionarse como lo fue la lucha de los trabajadores despedidos de la Ruta 100 en el Distrito Federal en 1995.

Aún así, existían algunas organizaciones políticas y sociales que venían de larga tradición de lucha y que aunque reducidos tenían presencia en el movimiento indígena, popular, campesino y hasta sindical, aunque no todas tenían una política de abierta ruptura con el perredismo, sí mantenían cierta distancia, entre ellos algunos grupos de filiación comunista, trotskista, maoísta o anarquista, además de algunos sectores del Sindicato Mexicano de Electricistas, de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación , la Unión de Comuneros Emiliano Zapata, del Frente Popular Francisco Villa, Frente Popular Francisco Villa Independiente, la Central Unica de Trabajadores, así como de frentes políticos tales como el Movimiento Urbano de Lucha Popular y el Frente Amplio para la Construcción del Movimiento de Liberación Nacional. Este tipo de organizaciones fueron las que se mantuvieron más cercanas al movimiento estudiantil.

La UNAM: La UNAM había cumplido desde los años cincuenta, el papel de dotar al mercado interno de un contingente de profesionistas capacitados para la dirección de algunos procesos productivos y de burócratas destinados a ocupar algunos puestos de administración de la política nacional. De ella habían egresado presidentes de la república, directores de paraestatales, gobernadores, etc. Era prácticamente un instrumento de reproducción de la pequeña burguesía y de la burocracia que reclutaba estudiantes de entre los hijos de estos mismos sectores así como de algunos hijos de la clase trabajadora. En suma, la UNAM , así como el proyecto educativo en general era un incentivo para el mercado interno y además era visto como un mecanismo de asenso social.

La Universidad , tal como la concebían los neoliberales era cuando menos anacrónica, debía transformarse y adecuarse al patrón de acumulación neoliberal, sin duda el fin último era su privatización, sin embargo el ritmo y forma de la misma podía adquirir varios matices, pero sean cuales fueren, ésta tendría que dejar de admitir tantos estudiantes, procurar evitar el ingreso de sectores provenientes de las clases trabajadoras urbanas y rurales de donde solían brotar grupos de izquierda, y encaminar su función social a motivar el desarrollo del mercado exterior y a la administración de un Estado que de nacionalista no conservara ya nada.[5] Por no hablar del hecho que en sí mismo significa convertir a un derecho como la educación en mercancía, sujeto a los vaivenes del mercado.

Por otra parte las autoritarias formas y estructuras de gobierno de la UNAM mantenían la política interna con un alto grado de discrecionalidad e impunidad, de esta forma el Estado garantizó sistemáticamente la violación a la autonomía universitaria y su ingerencia las decisiones internas de la misma.

Los estudiantes: En su mayoría, los estudiantes que tenía la UNAM en 1999 tenían entre 15 y 25 años, es decir, habrían nacido entre 1974 y 1983, se trataba de una generación que ya sea en su infancia o en la adolescencia había sufrido en sus historias de vida o familiares el proceso de recomposición de la política económica y del Estado mexicano. Hijos de despedidos, de la pequeña burguesía venida a menos, y de la clase trabajadora con cada vez menos posibilidades de asenso social. De más cerca o más lejos habían visto la derrota de algunos movimientos populares, luciendo desencantados y escépticos de la política oficial y de la supuesta izquierda electoral, compartiendo la sensación de que la política encaminada a la gestión con el gobierno terminaba en traición. Dicha sensación se veía particularmente alimentada por lo ocurrido con anteriores movimientos estudiantiles. Si bien se guardaba la memoria valerosa de los estudiantes masacrados en 1968, no se consentía ni se daba crédito a como algunos de sus dirigentes se habían transformado en potentados funcionarios de Estado. Más aún, la experiencia reciente del movimiento del CEU daba crédito a sus temores, pues se había levantado una huelga mediante un acuerdo con las autoridades universitarias que había heredado la necesidad de hacer otra huelga en menos de diez años, mientras algunos destacados dirigentes de aquel movimiento se habían acomodado también en puestos públicos a través de su ingreso y militancia en el PRD. Como ejemplo tenemos la historia corrupta de Carlos Imaz. Y ni qué decir del desenlace de la huelga estudiantil en el Colegio de Ciencias y Humanidades que fue negociada por los grupos estudiantiles del PRD y que terminó en derrota en 1995. Dichos cuadros estudiantiles del PRD se sumaron al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles en el Gobierno del DF.

En síntesis, se trataba de una generación con más posibilidades de descenso social que de asenso, que por otra parte no podía reconocer muchos referentes de lucha vigentes, ya sea porque algunos se encontraban desdibujados, por considerar que habían sido derrotados o por visualizarlos muy cercanos al enemigo al cual habrían de combatir.

EL MOVIMIENTO, EL CGH Y LA HUELGA

Con los antecedentes mencionados, hemos de tener claro que el movimiento estudiantil que llevaría a cabo la huelga y que se organizara en el CGH tendrá como protagonistas a estudiantes universitarios que en su mayoría tendrían entre 15 y 25 años, provenientes de la pequeña burguesía venida a menos y de las clases trabajadoras urbanas, golpeados en su cotidianeidad por las políticas neoliberales, por los organismos de poder estatal, con escasa o nula experiencia política y con serias dificultades para entenderse con los viejos o nuevos instrumentos de dominación, con partidos o brazos del Estado mexicano. Claro está que en ella no participó la totalidad de los estudiantes de la UNAM pues su composición es aún más diversa; por su condición de clase y por distintos factores políticos, algunos se opusieron al movimiento, otros lo ignoraron y otros más lo siguieron de lejos sin posicionarse claramente al respecto. Aún así, la mayoría activa siempre estuvo claramente a favor del movimiento.

Así pues, la disputa se centralizó en dos polos: La rectoría de la UNAM que representaba a los intereses del capital financiero internacional y al Estado mexicano, y el CGH que representaba a los sectores sociales más perjudicados con el neoliberalismo.

El movimiento: Como en todo movimiento, en él se daban distintos niveles de participación, una buena parte de él oscila entre acercarse y alejarse, participar activa o eventualmente, pero tiene como eje articulador el hecho de apoyar una causa determinada, en este caso el cumplimiento de los seis puntos del pliego petitorio que habría de detener el proceso de privatización. Dicha aspiración no es en sí misma revolucionaria, no tiene como fin el remover de fondo toda la estructura de dominación capitalista, sin embargo por la forma y momento en que se presentó, resultó impensable para el Estado mexicano resolver favorablemente sus demandas, colocándose ante el movimiento en posición de abierta confrontación. Así mismo, el movimiento se colocó en el primer plano de la atención nacional, logrando captar la atención y simpatía de otros sectores sociales que por los mismos efectos del neoliberalismo, o bien de las políticas represivas de Estado, se sintieron identificados con los jóvenes universitarios en huelga.

El CGH:- Esta fue la forma organizativa que adoptó el movimiento estudiantil; es difícil precisar si hay un antecedente de movimiento que se haya organizado exactamente igual, como todo no surge espontáneamente y es producto de lo que ya se ha hecho antes, pero al mismo tiempo contiene elementos distintivos que lo diferencian al desarrollarse por condiciones y protagonistas de reciente formación. Mucho de su estructura está tomado de los Consejos sindicales y obreros así como de anteriores consejos estudiantiles, aunque incorporó elementos de otros referentes de lucha y de los modos y formas propias de los sectores que lo conformaron, particularmente se veían con buenos ojos los principios de rotatividad y revocabilidad que el EZLN practicaba en algunos de sus procedimientos. En particular el CGH se distinguió por el afán de ampliar lo mayor posible la discusión entre los integrantes del movimiento de tal suerte que quedara eliminada la posibilidad de que un grupo dirigente decidiera el futuro del mismo sin el consentimiento de la mayoría.

El CGH, como su nombre lo indica funcionó a manera de un consejo de representación de varias instancias, a través de delegados nombrados en asamblea, se puede decir que en el consejo se representaban fundamentalmente las posiciones de quienes participaban con voz y voto en las asambleas de las escuelas y en la propia sesión del consejo; a su vez, en las asambleas de las escuelas participaban mayoritariamente quienes estaban involucrados de manera más activa en el movimiento, fundamentalmente quienes realizaban el trabajo de base en las mismas[6]. Aunque estrictamente el CGH era más reducido que el movimiento en general, pues no todos los que iban a las marchas y participaban en acciones políticas parecidas, lo hacían con regularidad en las asambleas, la movilización constante le permitía al CGH tener un pulso de su efectiva representación sobre el conjunto del movimiento.

Aún así, el CGH resultó ser una instancia organizativa bastante grande, tan grande que resultaba monstruosa, sin duda podríamos decir que algunos miles de estudiantes habrían participado de las discusiones. Como siempre ocurre, existen activistas más constantes e interesados en la discusión política, éstos muchas veces se agruparon en corrientes, sin embargo al mismo tiempo la sobrevivencia e influencia de las mismas dependía de la habilidad de ellas para hacerse representar de la mayoría de quienes participaban de las asambleas, quienes a su vez en su mayoría no se consideraban parte de alguna corriente.

El CGH pretendió blindarse ante la posibilidad de una traición a través de mecanismos tales como la rotatividad y revocabilidad de delegados, la estricta vigilancia de los mismos por parte del resto de los activistas y reduciendo al mínimo su capacidad de maniobra sobre los explícitos resolutivos de las asambleas. Estos mecanismos hicieron muy complicado el funcionamiento de sus instancias, es de todos sabido que las asambleas solían ser eternas y muy complicadas, sin embargo es importante reconocer que cumplieron su cometido, pues resultó prácticamente imposible que algún sector o grupo del CGH tuviera la capacidad de negociar a espaldas del resto de los activistas el futuro del movimiento.

Así fue que los grupos y corrientes políticas que intentaron hacerlo quedaron completamente evidenciados, y más que ello, fueron incapaces de negociar algo pues nada le garantizaba a la rectoría que pudieran cumplir compromisos preestablecidos, pues se sabía que si algún personaje o grupo trataba de impulsar una propuesta intentando burlar los mecanismos de toma de decisiones, éste sería aislado. De esta forma es que salieron las corrientes perredistas por la puerta de atrás, incapaces de convencer a la mayoría de los activistas de su política de negociación del pliego petitorio, empezaron por ser rebatidos, luego aborrecidos y finalmente considerados enemigos por la gran mayoría del movimiento; las corrientes perredistas nunca pudieron ofrecer explicaciones o deslindes satisfactorios en cuanto a la represión que cotidianamente propinaba el Gobierno del DF al movimiento y terminaron por subordinarse a la política de su partido que finalmente fue de confrontar al CGH.

El mecanismo organizativo del CGH puso de cabeza a la rectoría y al gobierno quienes en todo momento trataron de identificar a un grupo no mayor de una docena de activistas con quienes pudieran entenderse y convencer con los acostumbrados mecanismos de cooptación o represión; fracasaron en su intento. En las mesas de diálogo el CGH nombró una enorme comisión de 120 delegados que a su vez eran rotativos y sorprendentemente unificados a la hora de enfrentarse con la rectoría, dándole al enemigo un escenario surrealista con el que no supieron lidiar. Incluso éste procedimiento fue catalogado por la rectoría como poco serio pues no existía tal precedente y fue una de sus excusas para abandonar las pláticas. La rectoría creía poder dialogar con un grupo dirigente pero no con un Consejo.

Así pues, el CGH al innovar algunas formas organizativas, sin duda padeció de los vicios propios de la inexperiencia, resultando de cualquier forma un mecanismo muy efectivo para resistir durante la huelga, sin embargo dicha organización no resistiría el cambio de dinámica resultado del rompimiento de la misma. Esto merecería una discusión aparte acerca de cómo hubiera podido subsistir una instancia organizativa que agrupara y representara a todo el movimiento.

La Huelga: Esta fue resultado de la tensión de fuerzas entre el Estado mexicano encarnado en la rectoría de la UNAM y el movimiento estudiantil organizado en el CGH. El hecho de que se haya llegado a ese extremo fue producto del empeño que había en avanzar sobre el intento de privatizar la UNAM , sabiendo de antemano que dicha medida despertaría oposición, así como de la voluntad y claridad de los estudiantes de no permitirlo, por entender en ese hecho algo inadmisible y saberse en su contexto gravemente perjudicados por ello, si no en lo particular si en su clase o sector al cual pertenecían.[7]

Viéndolo desde la perspectiva de los intereses de cada parte, ambas cometieron errores y aciertos manteniendo la tensión durante nueve meses y medio en que ninguna de las partes lograba someter a la otra. Ni la privatización de la UNAM representaba el principal punto de la configuración neo liberal de la economía y la política mexicana, ni el cumplimiento del pliego petitorio representaba la victoria definitiva de los trabajadores sobre el capital. Sin embargo en lo político resultó una batalla muy significativa, pues representó para el Estado una derrota política el no poder vencer al movimiento por métodos pacíficos o sin intervenir directamente con la fuerza pública; la propaganda mediática, la represión de baja intensidad y el intento de encontrar sectores civiles que enfrentaran a los huelguistas resultaron insuficientes. Para el CGH las multitudinarias y constantes movilizaciones, las consultas, la alianza con algunas organizaciones sociales y su digna actitud de combate también resultaron insuficientes para lograr el cumplimiento del pliego petitorio.

Finalmente el estado mexicano logró aparecer agrupado con todos los partidos políticos electorales para enfrentar al movimiento y tuvo que aceptar que no tenía condiciones para acelerar al paso deseado el proceso de privatización de la UNAM , pero no se dio el lujo de permitir la victoria política del movimiento dejándolo levantar él mismo la huelga tras la satisfacción de sus demandas, las cuales no se cumplieron en su totalidad ni mucho menos, pero sobre todo le arrebató la oportunidad de mantenerse organizado. La solución para el Estado fue la intervención de la PFP para despojar a los huelguistas de la custodia de su universidad y el masivo apresamiento de activistas que llegó a ser casi de mil, no sin antes modificar su postura inicial aceptando desistir de las medidas más clara y abiertamente privatizadoras.

EL LEGADO

La huelga estudiantil de 1999-2000, marcó en muchos sentidos el resurgimiento de la izquierda que emergiendo desde abajo logró no solamente enfrentar una iniciativa del capitalismo, sino comprender que ésta representaba sólo un episodio de la lucha de clases y que habría que seguir luchando. Demostró después de una severa crisis de la izquierda radical que era posible luchar y resistir al margen de los canales institucionales que supuestamente se abrían en el marco de la transición a la democracia.

Queriéndolo o no, logró evidenciar cual era el verdadero papel del PRD con respecto de la lucha social, cuando éste se vio comprometido a tomar abiertamente partido por las soluciones de Estado que representan la voluntad del capital.[8]

El CGH no solo dotó de un nuevo aliciente moral a la izquierda de abajo y de voluntad anticapitalista, sino que también la ha nutrido de un sinnúmero de activistas y militantes que a la postre se han involucrado en las sucesivas luchas sociales que se han desarrollado en el último decenio, los ex cegeacheros estuvieron presentes en la defensa de la tierra de los pueblos de San Salvador Atenco, han ingresado o formado organizaciones anticapitalistas de diversas índoles e ideologías, pero en general se caracterizan por su decisión de lucha y por la claridad de que un verdadero cambio no vendrá de la mano de la supuesta izquierda electoral, y que será necesario librar varias batallas más hasta derrocar al estado capitalista.

Buena parte de ellos, ya sea de manera individual o colectiva suscribieron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y participaron de La otra campaña, varios estuvieron presentes en los combates de Atenco en el 2006 siendo muchos de ellos presos políticos por dicha razón, así mismo estuvieron presentes en Oaxaca durante la heroica lucha de la APPO o bien formaron distintas instancias de solidaridad y cooperación para con la misma. Por eso hoy día el Estado mexicano y sus medios de comunicación no dejan de tener pesadillas con el CGH pues lo ven presente en todo lo que no les gusta, reconociendo con desagrado que no han podido hasta hoy derrotarlo como experiencia, como legado y como una de las más grandes sepas de activistas y militantes anticapitalistas que seguramente le seguirán provocando serios dolores de cabeza.

COMITÉ DE LUCHA POR EL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN NACIONAL
COLMENA


[1] Quienes nos guiamos por el pensamiento marxista debemos partir siempre de esta lógica, solamente se puede juzgar a la realidad como buena o mala si se es ajeno a dicho pensamiento. Por lo que aquí partimos de que para analizar el problema en cuestión debemos sujetarnos a las condiciones concretas en que se desarrolla la lucha de clases y no juzgar los acontecimientos de acuerdo a lo que consideramos como un deber ser.

[2] Nos referimos a organismos tales como el FMI, BM, BID, OCDE. Como muestra puede consultarse el documento llamado: “Exámenes de las políticas nacionales de educación: México” OCDE 1997.

[3] El PRT se mantiene hoy día sin embargo el 88 representó un punto de ruptura del mismo y algunos de sus cuadros sí se sumaron al PRD como lo fue su propia candidata presidencial Rosario Ibarra.

[4] El EZLN nunca subordinó su organización al PRD sin embargo mantuvo algunos lazos de colaboración con ellos, principalmente con la corriente cardenista, mismos que se rompieron hasta el 2001 cuando el PRD participó de las maniobras para impedir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. No sería sino hasta el 2005 cuando a través de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona reconoció en el perredismo a un enemigo del Zapatismo.

[5] Por ello entre las medidas mencionadas se incluía de manera sobresaliente las modificaciones al Reglamento General de Pagos para incrementar las cuotas; además de medidas para restringir y reducir el ingreso.

[6] Es importante precisar sin embargo que podían presentarse distintos casos, por ejemplo compañeros que realizaran continuamente el trabajo de base como volantear, salir en brigadas, limpiar, hacer de comer, etc, pero que se vieran poco interesados en las discusiones, así como quienes participaban mucho en las discusiones pero que hacían poco trabajo de base. De cualquier forma la tendencia era a equilibrar ambas cosas.

[7] Esto se aclara porque las reformas impulsadas por la rectoría no aplicarían retroactivamente en perjuicio de los ya inscritos.

[8] Es probable que el PRD no hubiera deseado tener que reprimir al CGH, pues esto comprometía su posición discursiva y hasta el momento no se había visto en la necesidad de mostrar su verdadero rostro, y fue durante estos episodios cuando por primera vez, de manera clara utilizaba las fuerzas del Estado a su mando para golpear a un movimiento. Más adelante dicha conducta se ha repetido en múltiples ocasiones.

 

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