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Cuba, Cuba, EE.UU. :: 26/09/2025

El disparate del paracetamol

Rosa Miriam Elizalde
Trump insinúa que en Cuba "casi no hay autismo" porque los cubanos no pueden pagar el paracetamol

El vértigo y la dureza de los acontecimientos que nos arrollan dejan, como saldo, la disolución del mal: se borra con la costumbre, se vuelve trivial, un disparate. ¿Qué otra explicación hay para el anuncio de Trump de que la "causa" del autismo es el consumo de paracetamol en el embarazo, y la "evidencia" recae en que los cubanos supuestamente no padecen el trastorno porque en la isla no hay con qué pagar esa medicina?

Desde el anuncio de tal insensatez esta semana, decenas de expertos han puesto el grito en el cielo y cuando menos califican al presidente de temerario y alejado de la evidencia científica. La OMS y la Agencia Europea de Medicamentos emitieron sendos comunicados que se resumen en una sola oración: "No hay evidencia de que tomar paracetamol durante el embarazo cause autismo en niños".

¿Por qué Trump se lanza en esta nueva cruzada con su secretario de Salud, el antivacunas Robert F. Kennedy Jr? Conjugar embarazo con Tylenol -la marca bajo la cual se comercializa el paracetamol en EEUU- introduce un tema con enorme visibilidad cotidiana (analgésicos de venta libre), bajo costo de entrada informativa y alto impacto mediático. El episodio ya movió mercado (golpeó a Kenvue, dueña de Tylenol) y dio a la Casa Blanca un ciclo noticioso entero en sus términos, aunque la comunidad científica lo desmintiera en minutos.

En esta trama entra Cuba como recurso retórico. Al insinuar que "allí casi no hay autismo" porque los cubanos no pueden pagar el paracetamol, Trump fabrica una "prueba" intuitiva para públicos no especializados, introduce un contraste internacional fácil de repetir en medios y, de paso, refriega su agenda con un país al que ya usa de antagonista en otras acciones ('El País' de España lo subrayó: dijo que es posible que sea cierto, dado que las estadísticas de autismo en Cuba estarían "infravaloradas").

Es performativo: no pretende describir la epidemiología del autismo, sino vender una intuición que soslaya las condiciones anómalas -y profundamente políticas- en las que hoy funciona el sistema de salud cubano.

Recurrir a Cuba como "prueba" es, además de una falacia, un crimen. Si escasea el paracetamol como otras medicinas esenciales no es porque la isla sirva para justificar un sinsentido, sino porque existe el cerco económico de EEUU diseñado para generar carencias y el mayor sufrimiento posible a todo un pueblo. El bloqueo impacta de manera real y permanente en la salud; limita la atención gratuita, universal y de calidad, y convierte en hazaña lo que debería ser rutina. Hace apenas unos días, un niño de cinco años murió en la comunidad de La Maya, Santiago de Cuba, porque, a falta de medicinas, los padres le dieron paracetamol vencido para bajar la fiebre.

Cancelaciones de contratos, navieras que se niegan a transportar, persecución a las fuentes de ingreso, encarecimiento de cualquier compra y, además, una barrera técnico-legal que impide utilizar productos y tecnologías con más de 10 por ciento de componentes estadounidenses. Dicho en claro: un desfibrilador, una bomba de infusión, una prótesis cardiaca o un simple compresor, aparatos imprescindibles en los hospitales, quedan fuera del alcance de los cubanos, no por su precio o su utilidad clínica, sino por el país donde se fabricó una parte de sus piezas.

Entre marzo de 2024 y febrero de 2025, el sector salud cubano registró pérdidas que superaron 288 millones de dólares, de acuerdo con el informe que se presentará en octubre en la ONU sobre los efectos del bloqueo estadounidense. No son cifras abstractas: son salas que se vacían de medicamentos, quirófanos que demoran, agendas que se alargan y profesionales que se desgastan porque la logística se ha convertido en una permanente carrera de obstáculos.

Cifras oficiales advierten que el llamado Cuadro Básico de Medicamentos de Cuba, con 651 renglones -250 importados y 401 de producción nacional-, presenta una afectación de 69 por ciento. De ellos, 364 medicamentos están en falta: 56 por ciento del total. No es que la población "no consuma paracetamol": es que el país no puede acceder con normalidad a insumos que cualquier otro sistema compra en catálogo o a un clic de distancia, y cuando lo logra, debe hacerlo a través de terceros mercados y a precios mucho más altos.

Otros ejemplos del informe son aún más dramáticos. En cardiología, la imposibilidad de adquirir válvulas aórticas percutáneas -Edwards-Sapien o CoreValve- obliga a renunciar a procedimientos mínimamente invasivos que han cambiado la vida de millones de personas mayores en el mundo. Con ese equipamiento, Cuba podría atender a miles de pacientes sin recurrir a cirugías complejas, pero 375 cubanos que necesitaron un marcapasos permanente no pudieron recibirlo en el último año.

La medicina resuelve como puede: intensifica el seguimiento, ajusta los tratamientos, vuelve a técnicas más invasivas con sus riesgos. En oncohematología pediátrica, la falta de fármacos de primera línea -lomustina, metotrexato para osteosarcoma, por ejemplo- obliga a usar esquemas de segunda o tercera líneas, menos eficaces. El resultado duele escribirlo: disminuyen las posibilidades de supervivencia de los niños con estas enfermedades, que hasta hace poco ostentaba cifras superiores a 75 por ciento y ahora han caído a alrededor de 60 por ciento.

Hay decenas de ejemplos tan exhaustivos como éstos en el documento que llevará Cuba a la ONU y que puede consultarse en línea (https://short-url.org/1fOE7). Por tanto, pocas cosas indignan tanto como ser una coartada del Emperador, cuando faltan no sólo analgésicos, sino sueros contra el cáncer, marcapasos, válvulas cardiacas y tantísimas otras cosas debido a una arquitectura de sanciones que consagra la violencia contra no beligerantes y que tiene el propósito de destruir poblaciones enteras. Comenzando por sus niños, que no tienen cómo adquirir ni un paracetamol.

www.cubadebate.cu

 

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