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Mundo, Argentina, Mundo :: 28/02/2023

El poeta Roque Dalton y Argentina

Jorge Boccanera
Roque discutiendo con Fidel un problema de utilización eficaz de armas

En diciembre pasado dos argentinos, el poeta Vicente Muleiro y el autor de esta nota, integraron una de las mesas de la Cátedra Libre Roque Dalton organizada por la Universidad Nacional de El Salvador. Para ninguno de los dos era un tema nuevo. Muleiro preparó una antología del poeta salvadoreño en los ‘80 y yo trabajé su poesía en mis cursos e incluí sus textos en compilaciones de poetas latinoamericanos.

A decir verdad, la figura de Dalton [1935-1975] se me había cruzado numerosas veces en el camino desde que coloqué epígrafes suyos en mi primer libro de 1974; dos años después llevaba los primeros ejemplares de su novela Pobrecito poeta que era yo recién salida en Costa Rica, en un viaje por tierra a México. Debía entregarlos a una serie de periodistas y escritores de ese país, por encargo de un amigo de Dalton, el escritor Manlio Argueta, desterrado en San José (hoy derechista). Y de nuevo su nombre: apenas llegado a México a fines del 76, fui invitado a participar de una lectura en homenaje suyo organizada en un espacio de exiliados argentinos en México, el Centro de Estudios Políticos “Ortega Peña”.

Ahora, a más de cuarenta años de esos episodios, en el marco de la Cátedra Dalton y en conversaciones informales con su hijo, el periodista Juan José Dalton, surgió el tema de la afinidad de su padre con personajes y asuntos del Río de la Plata: libros, escritores, publicaciones, temas variopintos como el fútbol, el humor, el tango, etc. Claro que una conexión implica dos lados, y si el salvadoreño miraba para estos lares, en estos lares son muchos los que observan con respeto su vida y su obra.

Uno de los poetas que más han trascendido en América Latina merced a libros como La ventana en el rostro, el turno del ofendido y Taberna y otros lugares, y a su ser militante consecuente que no dejó nunca –hasta su asesinato en 1975 a manos de canallas pseudo revolucionarios- de repensar la lucha política en pos de una dignidad compartida, como lo buscaba su amigo Julio Cortázar.

Hay certeza de que su padre estuvo en Chile en tres ocasiones: 1953, 1959 y 1972, y Aída, viuda de Roque, asegura que de regreso de esos viajes el poeta visitó Argentina y Uruguay. El hijo sostiene que su padre “era muy conosureño; incluso en la fisonomía ya que era muy narizón y le gustaba mucho el fútbol. Cuando en vacaciones jugábamos con mi hermano Roque, tendríamos siete, ocho años, él nos dirigía. También nos llevaba al estadio en Praga donde vivimos en 1965. Además, agrega, mi papá era fanático del tango”.

Sobre el tango, el intelectual salvadoreño Sebastián Vaquerano, muy amigo de Roque, me refirió esta anécdota de 1972: “Estábamos en Chile, una noche de diciembre con un grupo de amigos en la casa de la dramaturga chilena Isadora Aguirre. En eso Roque, que hablaba animadamente con Daniel Viglietti, sacó el tema del tango y surgió entre ambos una especie de contrapunto. Uno debía entonar la estrofa de alguna pieza y el otro tenía que decir el título. La cosa iba pareja hasta que en un momento Roque tomó la delantera. Yo me quedé pasmado, no sabía que su repertorio fuera tan grande”.

En uno de sus ensayos, Mario Benedetti anota que Dalton “ha reconocido lazos con el fútbol, el tango, el lunfardo y el humor rioplatense”. Ya en una entrevista concedida a fines de los años 60, le había señalado al escritor uruguayo: “para mí ha sido muy estimulante la novelística de Julio Cortázar… porque tiene una literatura de infancia, que de algún modo se unía con mis vivencias… yo crecí en la órbita del fútbol, de El Gráfico, Borocotó, Rico Tipo, César Bruto, etc.”. Respecto al “humor rioplatense”, no es raro que haya sintonizado con la mordacidad de estos lares a través de revistas o personajes reales o ficticios -Benedetti habla de una vecindad con Macedonio Fernández y el apócrifo Honorio Bustos Domecq-, viendo el lugar primordial que ocupa la ironía y el tono cáustico en su obra. El mismo Dalton está entre los fundadores a finales de los ‘50 de la revista, La Jodarria dedicada a caricaturizar al poder dictatorial de turno.

Como devorador de libros que era, Dalton “admiraba al Borges escritor y seguro leyó el Martín Fierro”, pero si tuvo un amigo escritor argentino, ese fue Cortázar. Se encontraron en La Habana y París, e intercambiaron correspondencia. Tras el asesinato de Dalton el autor de Rayuela lo menciona en su cuento “Apocalipsis en Solentiname”, donde cruza lo biográfíco –su primer viaje al archipiélago nicaragüense en 1976- con lo fantástico en una especie de collage en el que se sobrepone el paisaje bucólico, fragmentos de la pintura campesina que había conocido en ese viaje, con visiones de pesadilla, imágenes desgarradoras de la represión en casi todosd los países del continente. Y de pronto, surge la escena previa a un asesinato, la de su amigo, ese muchacho flaco” al que ve rodeado de criminales: “un grupo confuso, cinco o seis muy juntos le apuntaban con fusiles y pistolas”. Agrega el argentino: “Y aunque la foto era borrosa yo sentí y supe que el muchacho era Roque Dalton”.

Cortázar escribió además un texto conmovedor en su recuerdo, “Una muerte monstruosa”, en el que explicita su cariño y admiración por Dalton, “un hombre que me parece ejemplar dentro de una perspectiva de futuro: la vitalidad, el sentido del juego, la búsqueda del amor en todos los planos, la duda antes que el dogma, la crítica previa al acatamiento”.

Claro que hay otros vínculos de Dalton con escritores argentinos: un encuentro temprano con Juan Gelman durante el Festival Mundial de la Juventud realizado en la ex URSS en 1957. Impactado por el poema “Llamamiento contra la preparación de la bomba atómica” del primer libro de Gelman, Violín y otras cuestiones, escribirá años más tarde una nota para la revista Casa de las Américas, en la que califica aquel poema como la “gran revelación repentina” que anunciaba, dice, lo que iba a corroborar en libros posteriores de Gelman, es decir: “lo nuevo, lo innovador, palpitaba ahí de una manera inconfundible [que] coincide con nosotros en la forma de plantearse el mundo”.

Luego, sobre todo en la Habana donde vivió varios años en diversos momentos de la década del 60 por apoyar a la revolución o por exilios, se vincularía con otros escritores argentinos, sea en las oficinas de la agencia de noticias Prensa Latina o en la Casa de las Américas, lugares donde trabajó. Entre ellos Rodolfo Walsh –fueron ambos jurados del premio Casa 1970- y Haroldo Conti, quien visitó la isla un año después y sobre cuya narrativa escribió una reseña el salvadoreño. No es extraño que haya tratado a otros escritores argentinos invitados por esos años a Casa de las Américas: David Viñas, Francisco Urondo, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Leónidas Barletta. Estos dos últimos figuran en una carta que Dalton envió en 1965 a la Universidad de El Salvador en la cual contrapone a la persecución, cárcel y el ninguneo sufrido en su propio país, una lista de escritores latinoamericanos que prestaron atención a su obra.

Volviendo a su vínculo con Argentina, el interés despertado por su obra entre nosotros queda reflejado por algunas ediciones de sus libros publicados en Buenos Aires. Roque Dalton. Últimos poemas [Nuestra América, 1986, edición preparada por Juan Martín Guevara, hermano del Che en 1986, reeditada por Marcelo Cafiso en 1988 y 1993]; Con manos de fantasma, antología prologada por Vicente Muleiro [Nueva América, 1987]; Roque Dalton. Antología Poética, con prólogo de Armando de Magdalena e ilustraciones de Carlos Medina [Ediciones Acercándonos, 2007] y Un libro rojo para Lenin, prólogo del ensayista Nésor Kohan [Amauta Insurgente, 2011]. Habría que agregar Taberna y otros lugares. Roque Dalton en su voz, CD editado por el argentino Modesto López en su sello Pentagrama de México en 2010. López también escribió el guion del espectáculo musical en homenaje a Dalton organizado ese año en El Salvador por la organización Mare Terra y que incluyó exposiciones, mesas de debate, cine documental. Entre otros músicos latinoamericanos, en el “Concierto para Roque” participaron los artistas argentinos Carlos Porcel “Nahuel” y Adrián Goizueta.

Vuelvo al diálogo con el periodista Juan José Dalton, le comento el poema dedicado por Roque a Ernesto Guevara “Credo al Che” y le pregunto si su padre conoció a Guevara. Duda un momento y dice: “Yo creo que sí, seguro que en algún momento coincidieron en La Habana o tal vez en Praga” [Dalton tuvo residencias temporales en Checoslovaquia en la década del ’60]. “Recuerdo que cuando recibimos en Praga la noticia de la muerte del Che en octubre de 1967, mi papá lloró”.

Roque Dalton, periodista.

En ese mapa de suposiciones, no sería raro que el poeta y Guevara se hayan conocido dada la relación transversal de la dirigencia revolucionaria con sectores de la población, en especial artistas y escritores. Un ejemplo lo da Cortázar en el texto citado al referirse a una reunión imprevista que se extendió hasta la madrugada entre Fidel Castro y un grupo de escritores en Casa de las Américas: “El final de aquella noche es para mí la imagen de Roque discutiendo con Fidel un problema de utilización eficaz de no sé qué arma. Cambiando bromas y a la vez defendiendo encarnizadamente sus puntos de vista”.

Cortázar, quien a fines de 1980 volvería a hablar del poeta durante un curso de literatura que dictó en la Universidad californiana de Berkeley, dejó grabados con su voz varios poemas de Dalton, entre ellos “Las feas palabras” y “Alta hora de la noche”.

Por su parte la recientemente fallecida Hebe de Bonafini, interesada en la literatura, hizo para programas de las Madres de Plaza de Mayo otro tanto, recitando de Roque Dalton los poemas “Acta” y “La pequeña burguesía”.

Documentales sobre el poeta se han difundido en instalaciones tanto del “Dalton” de Mar del Plata [“Roque Dalton, el poeta guerrillero”, a cargo del escritor Paco Ignacio Taibo], como en el marco del Festival Internacional de Cine Político en Entre Ríos [“Fusilemos la noche”, dirigido por Tina Leisch].

Quizá el carácter irreverente del poeta esté condensado en las palabras de Muleiro cuando hace meses para la Cátedra Roque Dalton de la Universidad de El Salvador se detuvo en un epígrafe de Samuel Beckett en un “poema temprano de Roque Dalton: ‘Estudio con algo de tedio’”. La cita de Becket tomada de Fin de partida, obra revulsiva de 1957, es, según Muleiro, “un foco de atención. Porque a los 26 años el poeta opta por traer a sus textos a la más brusca ruptura del encadenamiento lógico producido desde las vanguardias del ’20. Citar a Beckett es una marca indeleble que jamás abandonará a Dalton. Ese gesto le dará combustible a su vigencia actual: la puja permanente entre las convenciones de la lengua y la necesidad poética de expresar también la irracionalidad, la revulsión formal para acompañar las ansias de cambio. A fin de cumplir con su más preciado credo poético”: “Oh momento mágico, oh poesía de hoy:/ contigo es posible decirlo todo”.

Un Dalton irreverente y multifacético –poeta, periodista, narrador, ensayista, militante revolucionario- que miraba al sur, y un país que no deja de apreciar su entrega.

La Tecla Ñ

 

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