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Europa :: 17/04/2022

El proyecto capitalista de envenenadas y polarizadas "alternativas".

Uhuru
Reflexiones para la guerra social y la lucha de clases

"Provocar la confusión y distorsión en los extremos, provoca que prestemos y desplacemos la atención hacia lo que nos lleva al centro"
Anónimo Expósito

Leo y veo con cierta perplejidad que diferentes colaboradores de este y otros portales de contrainformación y desobediencia informativa, se centran en rescatar y editar noticias y opiniones sobre la invasión rusa de Ukrania, destacando las "bondades" de los ejércitos invasores, las "maldades" de los invadidos o viceversa.

Al escribir esto no me mueve ningún interés por destapar "verdad" alguna, eso es trabajo de apostolado para "gurús" políticos que necesiten desequilibrar la balanza del conflicto hacia sus postulados, provocando una especie de "inmersión" informativa con cierto "sesgo" completamente parcial.

En mi opinión, consciente o inconscientemente, todo ese esfuerzo desinformativo se encamina hacia un intento de blanqueamiento de los totalitarismos de cualquier parte y a encubrir la propaganda ultranacionalista que subyace bajo esta guerra, y que se extiende hacia todos los implicados en el conflicto, directa o indirectamente. Es como si nuestro pensamiento crítico, ya no pudiera discernir que se trata de un choque espectacular (acumulación capitalista) entre totalitarismos, el de la "democracia liberal" de espectáculo difuso y el de "democracia estatal" de espectáculo concentrado, ambas persiguen los mismos objetivos: el poder hegemónico y la subordinación económica de las masas alienadas en el consumo y producción de mercancías de este capitalismo.

Si bien es cierto que Ukrania tiene un preocupante problema de nazis en su ejército, no es menos cierto que Rusia también lo tiene. No es más nazi el batallón Azov, que el grupo paramilitar de seguridad privada Wagner. Tampoco es posible buscar responsabilidades en el origen de la escalada de agresiones. Para Ukrania, el ejército ruso inicia una invasión este 2022, para completar la que culminó con la proclamación de independencia de Crimea y las repúblicas del Donbás. Sin embargo, Rusia hace referencia a la persecución y exterminio de ciudadanos pro-rusos en esas repúblicas, que Ukrania y sus grupos militares nazis iniciaron anteriormente. Expuesto así, y sin justificar la invasión, parece que Rusia tenía motivos para sentir que sus conciudadanos, no eran respetados por el gobierno de Ukrania, pero esa no es más que una excusa para justificar su agresión militar.

Además, Rusia denuncia diversos acuerdos incumplidos por la OTAN, tras la desintegración de la URSS, lo que para el Kremlin suponía una escalada que comportaba una evidente amenaza por la expansión de la estructura militar atlántica, hacia las repúblicas que anteriormente habían pertenecido a la URSS. Esta tensión podría retrotraernos hasta febrero del 2008 en que, EE.UU. y varios países europeos, reconocen la independencia de Kosovo y la OTAN decide valorar la posible incorporación de Georgia y Ucrania a su organización, propuesta ese mismo año en la Cumbre de la OTAN de Bucarest, lo que llevó a Rusia a movilizar sus tropas, entrando por la región de Osetia del Sur (Samachablo), invadiendo y bombardeando Georgia en agosto del 2008, y dando inicio a la que se llamó Guerra de Osetia del Sur.

No podemos olvidar que la URSS se colapsó, tras años de reformas que propiciaron en 1991, el fallido golpe de estado conocido como Golpe de Agosto, en el que parte del gobierno de la Unión Soviética (PCUS) y del KGB, crean un Comité Estatal para el Estado de Emergencia, con el que intentan provocar un golpe de estado contra la presidencia de Gorbachov. Desde el inicio de los años 90, en muchas de estas repúblicas que se independizan de la antigua URSS, existían conflictos porque, con el apoyo de la "nueva" Rusia, diversas regiones reclamaban la independencia de dichas repúblicas. En Georgia, para evitar su ingreso en la OTAN, Rusia reconoció a las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, como repúblicas independientes. Aquí encontramos similitudes con el momento actual.

Es innegable que el colapso de la URSS, decantó la hegemonía mundial hacia los EE.UU., y que mientras la posible incorporación de esas repúblicas independientes a la estructura militar de la OTAN, consolidaban a los EE.UU. y a la Unión Europea, el entorno de influencias de Rusia se veía seriamente desestabilizado.

Más allá de todos estos movimientos de fronteras y nuevas fórmulas de "guerra fría", la quiebra de hegemonías de la URSS, y la más reciente de los EE.UU., son el resultado de todas esas políticas de invasiones y guerras que han provocado en países lejanos, para extender sus ámbitos de influencia, generado serias derrotas y, lo que es peor, provocando numerosas muertes a lo largo de todo el planeta, a la vez que han agotado importantes recursos económicos que, de haber sido destinados a políticas sociales en vez de a las bélicas, habrían mejorado notablemente las condiciones de vida de las personas en Rusia, los EE.UU., Europa y probablemente en el resto del mundo. Si algo ha distinguido al capitalismo, han sido sus políticas de "tierra arrasada" y sus planes de reconstrucción para activar y enriquecer más a las grandes economías de las corporaciones.

Los fracasos bélicos de los EE.UU. tienen una larga historia, y es por ello que se ha dotado de un brazo armado como la OTAN, que abarca a toda una serie de países que no se limitan a Europa. Es por esos fracasos militares, por lo que los EE.UU. han estado reclamando una mayor participación de los países europeos miembros de la OTAN, en sus particulares proyectos de invasión. Así lo expresaron tras invasiones como las de Afganistán o Libia, de las que se retiraron urgentemente y en las que murieron militares de distintos territorios, defendiendo intereses ajenos. Todas estas incursiones armadas de EE.UU., Rusia o la OTAN, se justifican en base a razones que casi siempre se refieren a "la seguridad", el "terrorismo" o a una hipotética unidad nacional, cuya pérdida, aseguran que podría desestabilizar el delicado equilibrio hegemónico, y de ahí que una y otra parte, estén siempre implicados en conseguir que ese desequilibrio favorezca a su lado.

Las razones de fondo de casi todos esos conflictos armados e invasiones, suelen ser muy diferente a las que se hacen públicas y se difunden por todos los medios de comunicación, y obedecen a silenciados intereses de las grandes corporaciones que, desde distintas posiciones, sustentan este criminal sistema capitalista. En toda guerra, no pierde un ejército o país sobre otro, sino la humanidad entera y las poblaciones más pobres y los territorios en los que arrasan toda manifestación de vida. En cualquier guerra, la herida que nunca se cierra, es la aniquilación de seres vivos y la devastación de la naturaleza. Lo que más desestabilización interna le ha causado a los gobiernos de los EE.UU., han sido las muertes de soldados estadounidenses en guerras que se han librado en países lejanos. Con la OTAN y el reclamo de mayor participación de Europa, esa desestabilización interna tiende a neutralizarse, porque mientras ellos dirigen la invasión, gran parte de los muertos son de otras naciones.

El temor que provocan las guerras sobre las poblaciones que, desde las distancia asisten a tal destrucción, puede paralizar gran parte de las capacidades críticas, intelectuales y cognitivas de lxs espectadorxs, de manera que la memoria puede verse expuesta, por el continuo bombardeo de imágenes a través de los medios y la inmediatez, a una reacción que pudiera parecerse a la incapacidad que provoca la amnesia. El horror nos conecta directamente con la tragedia y nos hace asumir las razones de alguna de las partes, olvidando que países como Irak, no fue invadido por tener "armas de destrucción masiva", o que la guerra en Afganistán, tampoco fue "para liberar a las mujeres del chador" y "llevar la libertad y la democracia al pueblo", sino por claros intereses de esas grandes entidades, que ambicionaban apropiarse de las riquezas materiales y naturales de esos territorios. Materias primas y recursos energéticos son cada vez más codiciados por las corporaciones que dirigen los gobiernos de las naciones, a la vez que se benefician del saqueo de sus legados culturales, pretendiendo cambiar la memoria y la historia de los pueblos ancestrales. El colonialismo capitalista de los imperios, modifica sus formas y medios, pero mantiene sus fines acumulativos y supremacistas.

Con la invasión de Ukrania, Rusia no solo busca rodearse de un cinturón territorial de seguridad con los países de la OTAN, sino evitar perder la influencia sobre territorios que son grandes productores de materias primas, alimentos y recursos energéticos con los que mantienen dependientes y supeditadas a las potencias europeas y a países del Cuerno de África, y sometidos a otras formas de control como el hambre, desde Rusia; un poder que perdería si dichas repúblicas se incorporasen a las organizaciones de los estados unidos de Europa y que estratégicamente son fundamentales para sus proyectos económicos y comerciales. Existe cierto convencimiento en que, quien mantenga la influencia en los países de la Europa del Este, conseguirá la hegemonía económica mundial.

No perderé tiempo en negar las evidentes estrategias de los EE.UU., la OTAN y los países de la Comunidad Europea. A quienes insisten en responsabilizar a Ukrania por la guerra del Donbás, les recordaré que, efectivamente fue otra guerra criminal en la que la OTAN no quería perder su control sobre el Mar Negro, poder al que también aspiraba Rusia por ser una zona estratégica tanto militar como económica. Por eso Rusia, durante todos esos años anteriores a la guerra del Donbás, alevosamente fue repoblando la zona con ciudadanos rusos y pro-rusos, así tanto el control o la invasión, quedarían justificados.

Desde planteamientos antiautoritarios y anticapitalistas, es preciso tomar parte, posicionarse ante las agresiones invasoras, y hacerlo contra todos los promotores de las guerras desde la agitación de la lucha de clases y la revolución social.

Una de las escasas verdades de esta guerra se reconoce en quién pone lxs muertxs. No es Ukrania, tampoco Rusia, sino las clases trabajadoras de todas partes que, además, nos veremos sometidas a duras medidas de austeridad, recortes y subidas de precios de productos y servicios básicos que se justificarán por motivo de la guerra o la pandemia, aumentando los índices de pobreza y las diferencias entre clases sociales. Este es un contexto ideal para que el ultranacionalismo y la extrema derecha, agiten desde el populismo proclamas de unidad nacional, por el enfrentamientos entre culturas e ideas liberticidas contra la emigración, los derechos de las mujeres, las libertades sexuales, el aborto, etc...

De la misma manera que el capitalismo, pese a la propaganda verde que emite, no tiene ningún interés en reducir la actividad industrial que acelera el cambio climático y el agotamiento de materias primas y recursos energéticos; tampoco tiene un verdadero interés en detener la guerra de Ukrania. Durante la pérdida de poder de las dos grandes potencias mundiales, ha emergido una nueva que, productiva y tecnológicamente, ha desplazado esa hegemonía de la que dependen los grandes mercados capitalistas y sus inmensos beneficios: la República Popular China. Es por ello que EE.UU. precisa mantener la alianza con Europa tras el acercamiento entre Rusia y China que, desde mediados de los años 90, pactaron acuerdos comerciales, políticos, económicos, de seguridad y estratégicos, con la idea de crear la nueva "ruta de la seda" y el eje comercial euroasiático, así como rutas para el transporte de combustibles y energías, para los que los países de Europa del Este, son fundamentales y puente hacia los territorios de la Comunidad Europea. La OTAN, y los intereses comerciales y militares que la mueven, tienen motivos para preocuparse, pues Rusia puede exhibir su capacidad de "agresión sin respuesta", porque además del apoyo de China, desde los años 70 tiene como aliada otra potencia mundial, la India que, recientemente, ha firmado un pacto sobre armas nucleares con Pakistán, y para los diferentes poderes que gestionan las economías capitalistas del mundo, la declaración de una nueva guerra mundial, con posibles amenazas nucleares, trastocaría por completo los planes de sus ambiciosos intereses.

Las grandes corporaciones del capitalismo global se encuentran detrás de todos esos procesos de "emergencias" y la incorporación de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, los mundos virtuales, el control de datos, las redes 5G, la propiedad intangible, las criptomonedas, el progresivo deterioro y privatización de los servicios públicos universales, etc..., les auguran grandes expectativas para cambios hacia nuevos paradigmas que, cada vez, se asemejan más a los totalitarios.

Frente a la anunciada "nueva normalidad", el neoliberalismo necesita recuperar las ideas ultranacionalistas como fuerza de choque social, para que las poblaciones refuercen los intereses nacionales de sus imperios corporativos, desplazando así la lucha de clases y cualquier conato revolucionario. Para ello crean confusión y la extienden por redes sociales y grandes medios de desinformación, controlados desde intereses tan profundamente desestabilizadores, que polarizan y manipulan a grandes sectores populares. Hemos visto como tras la primera vuelta de las elecciones francesas, los medios han difundido que un 30% de lxs votantes de extrema izquierda, se mostraban partidarixs de apoyar al partido de Marine Le Pen. En varios países de las democracias europeas, las fuerzas ultraconservadoras han entrado o dirigen sus gobiernos. El neoliberalismo va desarrollando los acontecimientos y desplegando sus recursos sobre el escenario político mundial, mientras que las organizaciones sociales de trabajadorxs, se preocupan de mantener la paz social y se pierden en falsas disputas y promesas sobre futuros que nunca llegarán.

Ante los acontecimientos de sucesivos estados de emergencia o guerras declaradas, que parece que no existan otros mundos, las clases populares, trabajadoras y precarizadas tenemos que organizarnos para reactivar la lucha de clases revolucionaria que acabe con las condiciones de explotación del capitalismo y rompa las estructuras de dominación patriarcal. Nuestra lucha debe dirigirse contra todos los Estados, sus instituciones, y las Corporaciones que les dictan las agendas y aceleran la devastación del planeta y todas sus formas de vida.

Vamos con retraso para revertir el proceso de tecnificación letal del capitalismo neoliberal y el agotamiento de las materias primas y los recursos naturales que, principalmente, se destinan a las industrias productivas, extractivistas, complejos e infraestructuras turísticas o grandes ciudades, dejan en alarmante precariedad a los entornos rurales y naturales.

Frente a la no intervención de los Estados en la economía y los mercados de valores, debemos reclamar la extinción de ambos. Ante el consumo compulsivo y la expansión aniquiladora del capitalismo, es preciso extender la conciencia de clase y promover un decrecimiento que se oriente hacia la justicia social y el equitativo reparto y distribución de las riquezas de quienes más poseen y contaminan. Las estructuras jerárquicas de dominación y opresivas, deben de ser abolidas por la organización popular, horizontal y descentralizada de los consejos y las asambleas populares. Las grandes ciudades deben deconstruirse, propiciando el retorno a los territorios rurales y recuperando la conciencia comunal, sin excluir las individualidades antagónicas al individualismo capitalista. Es preciso recuperar los principios de convivencia de "la buena vida" de las comunidades indígenas. Tenemos mundos nuevos palpitando y ansiosos por brotar en nuestros corazones. No nos dejemos engañar por la guerra de imperios de las corporaciones que confrontan a las culturas, ni por sus falsas "alternativas" tecnológicas.

 

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