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Mundo :: 03/09/2018

Emprendimientos autogestionarios "tienden a reproducir las relaciones de género dominantes"

La Diaria
Investigación en Uruguay muestra que en las empresas recuperadas 72% de los trabajadores son hombres y 28% mujeres y hay pocas mujeres en la dirección

Los proyectos autogestionarios plantean relaciones de producción alternativas a las dominantes. Sin embargo, en el terreno de las relaciones sociales, y en particular de las de género, tienden a reproducir los patrones tradicionales: hay pocas mujeres en la dirección de empresas autogestionadas, y estas participan menos en sectores industriales y más en sectores de servicios, en particular limpieza y educación.

Estas son algunas de las conclusiones del artículo "La Economía Social y Solidaria (ESS) en clave feminista", de las sociólogas Anabel Rieiro y Gabriela Veraz y la psicóloga Adriana Andrade. El trabajo está incluido en el libro Aportes desde la Universidad de la República al campo temático de la economía social y solidaria, coordinado por el sociólogo Pablo Guerra, de reciente edición.

Las académicas distinguen "tres corrientes ideológicas que atraviesan el campo de la ESS, que si bien comparten en gran medida sus bases sociales, pueden identificarse y diferenciarse dinámicamente a nivel de las agendas que caracterizan a las organizaciones del sector".

La primera corriente es la economía social, asociada al "largo desarrollo del cooperativismo y el proyecto basado en ideales socialistas/libertarios". En este tipo de emprendimientos hay una participación prácticamente equitativa entre hombres y mujeres, según arrojó el último censo cooperativo, realizado en 2010: 51% de hombres y 49% de mujeres. Las autoras alertan que en este caso puede haber una subrepresentación de la participación real que tienen las mujeres en las cooperativas; por ejemplo, en el caso de las cooperativas de vivienda, la mayoría de las veces el titular cooperativista es el hombre, aunque se trate de un proyecto familiar de hombres y mujeres.

La segunda corriente es la de la economía autogestionaria, "mayormente articulada en base a la autogestión obrera, que retoma la importancia sindical". "Emerge a partir de la crisis de 2002, desde las empresas recuperadas por sus trabajadores/as y desde la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus trabajadores (ANERT) en donde los/as trabajadores/as se nuclean y articulan con la central única el PIT-CNT", caracterizan las autoras.

En este sector sí hay diferencias importantes entre hombres y mujeres en términos de participación: de 41 empresas encuestadas, con 2.751 trabajadores en total, 72% eran hombres y 28% mujeres. Además, la participación femenina se da mayoritariamente en los sectores de servicios y no tanto en los sectores industriales, y particularmente en los rubros mantenimiento/limpieza, textiles y educación. Las autoras apuntan, de todos modos, algunas innovaciones en el vínculo entre cuidados domésticos y actividad productiva; por ejemplo, el caso de una textil recuperada donde una oficina que se utilizaba para el control del trabajo se transformó en un espacio de cuidado infantil.

La tercera corriente que caracterizan las autoras es la "economía solidaria", que está registrando un importante crecimiento en el país. En este caso, aunque algunas formas de organización son cooperativas, la figura no es lo central a la hora de agruparse, sino más bien conceptos como la sustentabilidad del ambiente y la sostenibilidad de la vida. En esta corriente se ubican, por ejemplo, la Red de Agroecología, la Red de Semillas Criollas, la Coordinadora de Economía Solidaria y la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay.

Según el Mapeo, caracterización y desafíos de la Economía Solidaria en Uruguay (2014-2015) realizado por la Unidad de Estudios Cooperativos de la Universidad de la República, 52,5% de los y las integrantes de estos emprendimientos son mujeres. De todos modos, las autoras acotan que el mapeo incluye en esta corriente al sector de las empresas recuperadas, por lo que si se excluyera ese sector -fuertemente masculinizado-, el porcentaje de mujeres en esta tercera corriente sería bastante mayor.

En base a una serie de talleres organizados con integrantes de emprendimientos autogestionarios en 2016 y 2017, las autoras concluyen que en estos emprendimientos "se reproducen" las relaciones de género de la economía imperante. De 41 empresas autogestionarias analizadas, solamente cuatro tienen mujeres en sus direcciones.

"Es muy común que algunas mujeres y hombres integrantes de distintos espacios de la ESS no visualicen las formas de violencia sutiles en las que están inmersos hasta que se problematizan sus relaciones sociales desde espacios colectivos", reflexionan las autoras. Esta problematización es impulsada mayormente a partir de la acción de las mujeres que integran las organizaciones, desde espacios informales o comisiones de trabajo.

Además, las autoras concluyen que las organizaciones de la ESS "han colectivizado poco el problema" de la demanda de cuidados, que en general es tomado "como un problema familiar/individual que cada participante debe solucionar en base a su situación particular".

Si bien la tendencia general es a la reproducción de las relaciones dominantes, las autoras señalan que han emergido experiencias "en donde comienzan a trastocarse ciertas tendencias relacionales", y destacan el potencial de la ESS para "producir prácticas e imaginarios sociales alternativos a los promovidos por la razón neoliberal". "En todo caso, las transformaciones no son automáticas y, sin duda, develan la necesidad de crear planes de formación", concluyen.

 

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