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Medio Oriente, Medio Oriente :: 13/06/2019

En los zapatos de los negadores de la ocupación

Tom Pessah
¿Ver imágenes de abusos contra los derechos humanos cambia la forma en que las personas piensan la ocupación?

Una nueva película nos desafía a ponernos en la piel de nuestros rivales políticos para cambiar de opinión.

Las conversaciones entre cosmovisiones políticas son difíciles. Si vemos que alguien percibe lo que es fundamental para nosotros de manera totalmente diferente, ¿cómo podemos involucrarnos respetuosamente? El nuevo e innovador documental de Ra'anan Alexandrowicz, The Viewing Booth - (La cabina de visualización, aunque habría que esperar el título oficial en español. N. de T.)- nos ofrece una visión más profunda de las maneras contradictorias en que las personas interpretan las imágenes de abusos contra los derechos humanos y ofrece información sobre cómo podemos salvar esas divisiones.

Alexandrowicz, un cineasta israelí que anteriormente realizó The Law in These Parts, estableció un laboratorio en la universidad estadounidense donde estudia e invitó a estudiantes voluntarios a ver cortometrajes que representan la ocupación, algunos filmados por palestinos para la organización israelí de derechos humanos B’Tselem, y otros hechos por colonos o soldados. El laboratorio incluye cámaras que filman a los estudiantes mientras miran las películas, verbalizan sus reacciones y las discuten con el cineasta.

The Viewing Booth se centra en una de esas estudiantes, Maia Levy, una judía estadounidense nacida de padres israelíes. A lo largo de la película se la ve viendo varios de los videos y luego discutiéndolos con Alexandrowicz. Seis meses después, Alexandrowicz le muestra las imágenes de sus discusiones previas y reflexiona sobre ellas con ella. Si bien el procedimiento puede parecer complicado, las preguntas que plantea son simples y fundamentales: ¿por qué reaccionamos a las imágenes como lo hacemos? Si aquellos que documentan esta realidad quieren cambiar de opinión, ¿en qué punto tienen éxito?

Para Alexandrowicz, Levy es una espectadora ideal. Ella ya no comparte sus puntos de vista, lo que significa que su película puede cambiarlos potencialmente, es reflexiva y de mentalidad abierta hasta cierto punto. Levy ya había visto videos similares en una clase de antropología y se sorprendió al principio, pero luego habló con su madre israelí que le dijo que los videos de B'Tselem generalmente se escenifican y carecen de credibilidad.

Para tomar una frase del científico social francés Bruno Latour, esta es una película que juega a ver quién es más valiente: se acerca lo suficiente para poner al espectador dentro de los zapatos de Maia Levy, como una persona que intenta mantener intacta su sospecha de los testimonios palestinos, pero que nunca cruza la línea para dudar de los mismos testimonios. Esto puede parecer extraño: ¿por qué Alexandrowicz, un comprometido activista de la lucha contra la ocupación, se permite ser tan empático con alguien cuyas reacciones parecen, a veces, insensibles y cínicas?

Como activistas judíos que critican la ocupación y las estructuras más profundas que la crearon, nos atraen constantemente dos emociones en conflicto. Cuando vemos la realidad "en el terreno" de distritos comerciales enteros en Hebron cerrados a los palestinos por el ejército, redes para proteger a los transeúntes de la basura que los colonos tiran regularmente sobre ellos, residentes que deben pasar los muros para ingresar a sus hogares porque el ejército selló las entradas, la demolición de escuelas, podemos llenarnos de ira. Y es esta ira justa la que crea un sentido de urgencia y un impulso para comprometernos a cambiar la situación.

Sin embargo, exhibir simplemente nuestra rabia es una escapatoria. Nosotros, los activistas judíos, no somos víctimas de la ocupación ni de la expulsión original de los palestinos en 1948. Nuestro papel no es fingir que somos palestinos, sino asumir la responsabilidad de transformar nuestras propias comunidades judías y liberarlas del racismo que permite continuar la situación. Debemos interactuar con los judíos que aún no comparten nuestras opiniones, y este tipo de comunicación requiere empatía: la capacidad de ponernos en la piel de aquellos cuyos puntos de vista difieren de los nuestros para convencerlos.

Y, sin embargo, no podemos simplemente olvidar la ira que nos impulsa a hacer todo esto, nuestra empatía, por lo tanto, debe ser limitada y no puede opacar nuestro compromiso con nuestros valores.

¿Cómo podemos lograr esto? Una forma que utilizo es imaginar a la persona con la que estoy hablando (que a menudo es más joven que yo) como era yo en el pasado. No siempre sostuve las opiniones que tengo ahora. Así como puedo empatizar con mi yo más joven, puedo ver los puntos de vista racistas actuales que alguien sostiene como preludio de otros más progresistas y preguntarme qué se necesitaría para hacerlos pasar por tal transición.

Pero la película de Alexandrowicz, y la forma en que analiza las prácticas de visualización, me ha ayudado a abordar este problema de una manera nueva. Cualquiera que haya crecido en Israel o en comunidades sionistas en el extranjero ha estado expuesto a representaciones racistas de los palestinos, árabes y musulmanes en los medios de comunicación. Nuestra reacción visceral a las imágenes principales de la "violencia árabe" puede no ser diferente a la de nuestras comunidades en general.

Sin embargo, recordamos nuestra comunidad de activistas palestinos y progresistas israelíes e internacionales y, a través de nuestra conexión con ellos, nos capacitamos para pensar críticamente. Aprendemos a deconstruir esta reacción visceral, a preguntarnos de dónde viene, qué se generó al encuadrar esas imágenes, cómo intentan responder en los medios de comunicación tradicionales y cómo podemos mantener nuestra independencia y facultades críticas y responder de manera diferente.

La película nos ayuda a comprender cómo algunos espectadores de derecha hacen lo mismo pero a la inversa. Sus reacciones iniciales ante tales videos son empáticas, ¿por qué los soldados están pateando al niño? ¿Pueden estos colonos dedicarse a la tarea de tirar piedras a una familia palestina en su hogar? ¿Por qué no interviene el ejército? 

Sin embargo, después de esta respuesta inicial, recuerdan sus conexiones con amigos y familiares conservadores y comienzan a deconstruir y dudar de las imágenes, ¿por qué el padre palestino continúa filmando a sus niños asustados mientras lloran en lugar de dejar la cámara y dormirlos? ¿Por qué no contamos lo que hizo el niño palestino antes de que el soldado viniera y lo pateara? ¿No fue eso una respuesta a algo de lo que no nos contaron? ¿No todo es como un reality show, mostrando aparentes interacciones reales pero en realidad representadas?

Para aquellos que han experimentado la realidad de la ocupación, es fácil sentirse exasperado por tales reacciones. Pero si queremos que los Levy de este mundo cambien sus puntos de vista, debemos tener la empatía suficiente para ponernos en su lugar y pensar: ¿cómo podemos cambiar eso?

La película de Alexandrowicz no ofrece respuestas fáciles. Pero nos desafía como activistas a pensar más a fondo, a descubrir nuevas y creativas formas de abordar este problema para amplificar las voces de las familias palestinas que lograron filmar estos videos contra todo pronóstico.

972mag. Traducido del inglés para Rebelión por J. M. Extractado por La Haine.

 

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