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Europa :: 04/09/2022

Las luces y sombras de Rusia en la pandemia: entre la ayuda sanitaria y las “fake news”

Uhuru
Capítulo de Juan Manuel Cabrera sobre las "fake news", de la compilación de textos para la publicación "La Federación Rusa y el Covid-19. ¿Oportunidad o crisis?"

Las luces y sombras de Rusia en la pandemia: entre la ayuda sanitaria y las “fake news”
Juan Manuel Cabrera

Introducción
La pandemia de Covid-19 que se inició en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019 estremeció el gran tablero de la geopolítica mundial. A medida que el coronavirus iba expandiéndose a más países y el número de contagiados y fallecidos crecía de manera alarmante, los sistemas sanitarios colapsaban e iba quedando patente que se estaba ante un fenómeno mundial que difícilmente tendría precedentes en los últimos 100 años. Este escenario, que constituirá un antes y un después en la política mundial, representa, para los distintos Estados y gobiernos, también una oportunidad para reposicionarse en el nuevo escenario.

Esto es particularmente cierto para la Federación Rusa y para su clase dirigente, encabezada por Vladimir Putin. Rusia buscó mostrarse como un actor responsable y solidario, en el que se puede confiar en momentos de crisis, enviando grandes contingentes de ayuda sanitaria a dos de los países más aquejados por la pandemia en un primer momento de su desarrollo: Italia y Serbia. Sin embargo, este tipo de cooperación no estuvo exenta de críticas y recelos. Paralelamente, Rusia fue acusada de promover grandes campañas de desinformación y “fake news”.

Ayuda sanitaria rusa a Italia y Serbia
Durante los primeros meses de 2020, Italia se convirtió en el país europeo más golpeado por el coronavirus tanto en número de muertos como de infectados. Con 5.000 muertes y más de 53.000 afectados (Osborn, 2020) el sistema de salud italiano se enfrentó al colapso. Esto llevó al gobierno del primer ministro Giuseppe Conte a pedir ayuda a otros países. En primer término, la República Popular China y Cuba enviaron importantes contingentes de médicos y suministros hospitalarios.

Rusia envió, mediante una gestión entre Conte y Putin, un convoy de 100 especialistas militares rusos y suministros sanitarios (incluyendo unas 25,5 millones de mascarillas procedentes de China), además de un laboratorio militar y 20 vehículos de desinfección (Europa press, 2020). Entre el 22 y 25 de marzo aterrizaron en el aeropuerto militar de Pratica di Mare, cerca de Roma para dirigirse después a Lombardía, especialmente a Bérgamo, la ciudad más afectada por el coronavirus, donde llevaron a cabo labores de desinfección en hospitales, residencias de ancianos y carreteras. El convoy ruso cruzó Italia con camiones en los que se podían ver las banderas de Italia y Rusia con forma de corazones y la frase en italiano, ruso e inglés “Desde Rusia con amor”, en referencia a la célebre película de James Bond.

Sin embargo, esta asistencia sanitaria recibió duras acusaciones. Las principales críticas fueron hechas por el periodista Jacopo Iacoboni en el diario italiano La Stampa. Según él, una fuente anónima, pero de alto nivel, le había informado que el 80% de la ayuda rusa a Italia era inútil o de poca utilidad y que servía únicamente como un pretexto para poner en suelo italiano a soldados rusos (Iacoboni, 2020). Estas acusaciones se apoyaban en el hecho de que esta operación era organizada por el Ministerio de Defensa, en vez del de Salud, y que la gran mayoría de los miembros del contingente eran militares. A su vez, se acusaba al gobierno de Putin de buscar infiltrar fuerzas rusas en un país miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de sembrar discrepancias en el seno de la Unión Europea (UE) para lograr el levantamiento de las sanciones que ésta última mantiene sobre Rusia por su participación en el conflicto ucraniano. A su vez, se acusaba al Primer Ministro de Italia, Conte, de permitir esto para obtener una mejor relación personal con Putin (Infobae, 2020).

La reacción de las autoridades rusas a estas críticas no se hizo esperar. El embajador ruso en Italia, Sergei Razov, dijo que “la ayuda gratuita proporcionada a Italia en una situación difícil no está sujeta a negociación [...]. Hoy, en un periódico italiano, leí con considerable sorpresa que una parte significativa del equipo y los vehículos suministrados por Rusia no serían necesarios y que nuestra ayuda se debería principalmente a consideraciones de propaganda política. [...] En cuanto a la política y la propaganda, en mi opinión, ciertos juicios son el resultado de conciencias perversas que ven motivos ocultos insidiosos en el deseo desinteresado de ayudar a un pueblo amigo en sus momentos de necesidad” (Askanews, 2020).

La situación se complicó todavía más cuando el portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, el mayor general Igor Konashenkov, se dirigió a Facebook para denunciar el artículo, acusando a La Stampa de mancillar una “misión noble”, avivar el sentimiento antirruso y difundir noticias falsas. Añadió que el periódico debería aprender un proverbio romano: “el que cava un pozo, caerá en él” (Balmer, 2020). Esto último fue interpretado por la prensa italiana como una amenaza velada para Iacoboni y un ataque a la libertad de información. Las tensiones culminaron con un llamamiento a las instituciones rusas desde Roma por parte del canciller Luigi di Maio y del ministro de Defensa Lorenzo Guerini para respetar la libertad de prensa, incluido el derecho a la crítica, definido como un valor fundamental para Italia. Finalmente, para aclarar la posición italiana, di Maio aclaró que “aquí no hay nuevos escenarios geopolíticos, hay un país que necesita ayuda y otros países que nos están ayudando. [...] No se trata de la guerra fría, es la realidad. O realpolitik, llámalo como quieras” (Trocino, 2020).

Otro país que le solicitó a Rusia una importante cantidad de ayuda sanitaria fue Serbia. El Estado balcánico, unido por profundos lazos políticos, religiosos, económicos y militares con Rusia, es un aliado tradicional de ésta. A pesar de ello, en la última década Serbia se ha convertido en uno de los principales candidatos a ingresar en la UE. Este proceso se ha visto trastocado por la pandemia que ha tensado las relaciones entre la UE y el gobierno serbio encabezado por Aleksandar Vučić. Esto se inició cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció que se imponían restricciones a la exportación en toda la UE de algunos equipos de protección médica en un intento por mantener suministros suficientes dentro del bloque (Bayer, Deutsch, Vela y Tamma, 2020). Esta prohibición afectaba fuertemente a Serbia, que no se encuentra dentro de las fronteras de la UE. Las declaraciones posteriores del presidente serbio dejan en claro el enojo que estas medidas produjeron: “ahora ya todos se dieron cuenta de que la gran solidaridad internacional no existe, la solidaridad europea no existe, era un cuento de hadas” (Filo.news, 2020). Con estas fuertes palabras, Vučić expresó su enfado hacia la UE y aseguró que de ahí en más su país recurriría a China y Rusia para enfrentar la pandemia.

El 3 de abril, luego de que Putin y el presidente serbio mantuvieran una conversación telefónica, se acordó el envío de un importante contingente de asistencia sanitaria rusa a Serbia. Rusia se comprometió a enviar once aviones que transportaban 87 médicos militares (ocho equipos de enfermería), virólogos de las tropas de defensa radiológica, química y biológica, equipo médico especial, equipo de protección y 16 unidades de material militar (TASS, 2020). Al igual que la operación sanitaria en Italia, su organización corrió por cuenta del Ministerio de Defensa ruso y fue recibida con una gran fanfarria militar. Ello condujo a analistas en Serbia a cuestionar si la ayuda rusa tendría tanto efecto como aparentaba, mientras que en Moscú varias figuras de la oposición se quejaron acerca de que el Kremlin enviaba estos equipos al exterior para obtener ganancias de propaganda, mientras que los médicos en casa carecían de suministros básicos (Walker, 2020).

Las campañas de desinformación y “fake news”
Otra de las cuestiones acerca del papel de Rusia durante la pandemia, que ha levantado una gran polémica, fue la gran cantidad de acusaciones que recibió el Estado ruso, y varios medios de comunicación ligados a él, sobre campañas de desinformación acerca del coronavirus. Según sus críticos, el Kremlin buscó, a través de cadenas informáticas como RT o Sputnik, entre otros medios informativos, difundir noticias falsas o “fake news”, aprovechando el contexto de esta crisis e intentando dar forma a narrativas internacionales en su beneficio. Estas abarcaron un amplio abanico de cuestiones relacionadas con el Covid-19: desde el origen del virus en un laboratorio, hasta la falsedad de las cifras dadas por los Estados, pasando por supuestos métodos de curación y teorías conspirativas de diversa índole.

Es importante hacer una aproximación conceptual acerca de qué se podría considerar “desinformación”. Aunque el concepto es amplio, y no hay parámetros claros, podríamos diferenciar entre información errónea (misinformation en inglés) que es lo que se entiende generalmente como el intercambio inadvertido de información falsa que no tiene la intención de causar daño y la desinformación (disinformation) que se define ampliamente como la diseminación intencionada de información falsa (Gangware y Nemr, 2019: 4). Si bien la existencia de campañas de desinformación y la viralización de “fake news” no es un fenómeno nuevo, en años recientes acontecimientos como el referéndum sobre el Brexit o la elección presidencial estadounidense de 2016, han hecho que se ponga un mayor foco sobre el impacto que tienen.

La pandemia de coronavirus llevó al surgimiento de un ambiente favorable para la aparición y viralización de “fake news”. Por poner sólo un ejemplo, la ONG Avaaz, en un análisis que abarcaba cinco idiomas europeos y el árabe, descubrió que “millones de usuarios de Facebook seguían corriendo el riesgo de consumir a gran escala información errónea nociva sobre el coronavirus”. Avaaz analizó el contenido de la muestra y detectó que se había compartido más de 1,7 millones de veces en Facebook y visto una cifra estimada de 117 millones de veces. El grupo de trabajo Stratcom del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), dependiente de la UE, efectuó un análisis adicional en otros nueve idiomas oficiales y no oficiales en la Unión, entre ellos checo, alemán, polaco, ruso y ucraniano. En todos los idiomas, el contenido falso o altamente engañoso seguía siendo viral, aunque hubiera sido señalado por los verificadores de hechos locales, y continuaba llegando a millones de usuarios (EUvsDisinfo, 2020).

Según los críticos del Kremlin, el gobierno ruso ha venido llevando a cabo una campaña de desinformación a gran escala desde el inicio de la pandemia, buscando instalar narrativas favorables a sus intereses. De acuerdo con esta visión, en enero, al comienzo de la crisis de Covid-19, los medios de comunicación rusos financiados por el Kremlin difundían las narrativas fabricadas por los medios oficiales chinos sobre el origen del virus. Sin embargo, a partir de marzo, cuando los países europeos empezaron a introducir medidas de emergencia, Rusia comenzó a aplicar las mismas tácticas de desinformación utilizadas en sus campañas anteriores, con el objetivo de cuestionar la credibilidad de las instituciones democráticas de la UE y de Estados Unidos y su capacidad para gestionar la crisis sanitaria (Milosevich-Juaristi, 2020).

Al principio de la crisis predominaron en medios rusos teorías conspirativas acerca del origen del coronavirus. Se planteaba que este podría haber sido creado en un laboratorio por militares de Estados Unidos (Sputnik, 2020; Peláez, 2020). Se suma a esto que muchos agentes, medios de información a favor del Kremlin incluidos, siguieron transmitiendo información sanitaria engañosa y falsa sobre Covid-19 al público internacional. Gran parte de esta desinformación contradecía directamente las directrices oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Había también intentos similares para difundir mensajes falsos sobre las vacunas. Con frecuencia, se trata de teorías conspirativas extremas que alegan que los gobiernos impondrán la vacunación masiva forzosa y la implantación de nanochips para instaurar el control social, o que las vacunas son ineficaces o directamente perjudiciales (EUvsDisinfo, 2020).

Algunos autores señalan que existe un “ecosistema” compuesto por los medios de comunicación financiados por el Kremlin –como RT, Sputnik, Pervy Kanal y rubaltic.ru– y también sites registrados fuera de Rusia pero dedicados principalmente a temas rusos y con una agenda abiertamente pro-Kremlin. Todos ellos, junto con las redes sociales como Facebook y Twitter, fueron y son los vehículos de difusión de la desinformación sobre la UE, la OTAN, Estados Unidos y países particulares como Polonia, Ucrania y los Estados bálticos (Milosevich-Juaristi, 2020).


Sin embargo, estos mismos críticos reconocen que hay pruebas para pensar que estas campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin. Es decir, no hay una estrategia del gobierno ruso detrás de estas campañas, pero los medios de comunicación que forman parte del “ecosistema” de desinformación e influencia política creado previamente por el Kremlin han ido adaptando sus narraciones al contexto de la pandemia (Milosevich-Juaristi, 2020).

Consideraciones finales
La crisis que la pandemia de coronavirus desató, abrió un gran interrogante sobre la forma en que las dinámicas del sistema internacional seguirán desenvolviéndose. El periodo post pandemia que se abrirá en los próximos años representará un sinfín de desafíos y oportunidades para los Estados y las organizaciones que conforman el escenario internacional. Por eso, estos primeros meses que pasaron desde la aparición de los primeros casos en China resultarán de vital importancia para futuros análisis. Con respecto a Rusia, esta nueva etapa marcará un gran desafío para su clase dirigente encabezada por Putin, que tendrá que responder ante una serie de amenazas, que ya se vislumbran en el escenario internacional de la post pandemia.

Por un lado, el deterioro de la economía mundial, a causa de los efectos de la pandemia, que repercutirá especialmente en Rusia y que potencialmente podría dejarla en una situación de gran vulnerabilidad. Por otro lado, hay que señalar que la reacción inicial de la sociedad rusa a los esfuerzos de Moscú para ayudar a otros Estados fue mixta. A diferencia de años anteriores, en los que el público ruso veía positivamente la demostración de la presencia de su país en Medio Oriente, África y América Latina, son cada vez más los rusos que ven esto como un desperdicio infundado de recursos cada vez más reducidos. Esto podría llevar al Kremlin a reducir o abandonar este tipo de políticas de asistencia. Para concluir, hay que marcar que la pandemia de Covid-19 evidentemente ha acelerado la configuración de una nueva bipolaridad entre Estados Unidos y China que, en caso de volverse cada vez más rígida, derivaría en un escenario internacional muy restrictivo para Moscú (Kortunov, 2020).

Para concluir, con respecto a los temas tratados en este artículo, quedan varios interrogantes que habrá que responder en el futuro próximo. Con respecto a la asistencia sanitaria rusa a Italia y Serbia: este tipo de ayuda ¿fue desinteresada, como plantean los funcionarios y medios rusos? ¿O respondía a intereses geopolíticos, como afirman sus detractores? ¿Fue efectiva en la lucha contra el Covid–19 o se trató de mera propaganda? De haber sido efectiva ¿es posible creer en un escenario de mayor cooperación entre Rusia y los países occidentales? Y si no lo fue ¿en cuánto quedará afectada la credibilidad de Rusia como un actor internacional responsable y solidario? Por el lado de las campañas de desinformación habrá que considerar que posiblemente éstas no sólo continúen sino que también se vuelvan más frecuentes y quizás más sofisticadas en el futuro. Es claro que van a ser una constante luego del 2020. Analizarlas y buscar una forma de enfrentarlas se revelará como uno de los principales retos. Por ahora se abren varias incógnitas importantes: si bien hay una gran cantidad de datos acerca de la participación de Rusia en la viralización de “fake news” ¿es el único gobierno que las lleva a cabo? Una gran cantidad de expertos alertan que no (Bradshaw y Howard, 2019; Gangware y Nemr, 2019; Gunitsky, 2020). Esto lleva a preguntarnos sobre el tipo y la calidad de la información con la que las personas se instruyen y deciden su futuro. Para las sociedades que aspiran a una mayor libertad y democracia no es una pregunta menor. Dotar a los pueblos de herramientas para enfrentarse a estos engaños planificados no va ser tarea fácil y entrarán en juego libertades y derechos fundamentales. Podemos estar ante lo que algunos autores (Gunitsky, 2020) definen como el “dilema de los demócratas” (democrat’s dilemma): controlar y censurar la información es contrario a la democracia, pero permitir que se difunda sin control crea la desinformación que termina socavándola.

Texto de Juan Manuel Cabrera

Extraido de:
La Federación Rusa y el Covid-19. ¿Oportunidad o crisis?. Compiladoras María Victoria Álvarez y María Rocío Novello
https://www.academia.edu/44696236/LA_FEDERACI%C3%93N_RUSA_Y_EL_COVID_19_O_p_o_r_t_u_n_i_d_a_d_o_C_r_i_s_i_s_COMPILADORAS_Mar%C3%ADa_Victoria_%C3%81lvarez_Mar%C3%ADa_Roc%C3%ADo_Novello?auto=download&email_work_card=download-paper

 

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