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Medio Oriente, Medio Oriente :: 02/12/2025

Mapa del Gran Israel: las aspiraciones expansionistas del sionismo

David López Pérez
El concepto de Gran Israel constituye uno de los pilares más persistentes y controvertidos del sionismo político

No se trata de una simple aspiración territorial, sino de una visión estratégica, religiosa e ideológica que ha orientado las decisiones de los dirigentes israelíes desde la fundación del Estado y que continúa alimentando sus políticas expansionistas.

Esta idea no fija unas fronteras precisas, pero comparte un denominador común: Israel nunca ha considerado definitivos sus límites actuales y ha buscado expandir su dominio cuando las circunstancias lo permitían.

Las raíces del Gran Israel se remontan a los primeros ideólogos sionistas, que concebían la Tierra Prometida como un espacio mucho más amplio que el contemplado por las potencias coloniales europeas. Los textos bíblicos fueron la primera fuente de legitimación territorial.

En el Génesis, Dios promete a Abraham una tierra que se extiende "desde el río de Egipto hasta el Éufrates", mientras que en el Deuteronomio y en Samuel se describen reinos que abarcan Palestina, el Líbano, partes de Jordania, Siria y Egipto. Estas referencias dotaron al sionismo de un imaginario expansivo que, aunque adoptó formas variables, nunca desapareció.

Sin embargo, los sionistas comprendieron desde el inicio que debían ajustar temporalmente sus ambiciones a la realidad geopolítica. Por esta razón aceptaron soluciones pragmáticas y prácticas en las que renunciaban al territorio que aspiraban a ocupar a cambio de un Estado con soberanía política.

Mapa del Gran Israel, también conocido como Eretz Israel, una noción ideológica y expansionista que se ha integrado en la agenda política del sionismo y, por ende, del gobierno israelí.

Chaim Weizmann, en 1919, asumiría esta misma lógica cuando presentó un mapa que no correspondía a la "tierra prometida", sino a un espacio diseñado para controlar los principales recursos hídricos de la región, desde el Hermón hasta el golfo de Aqaba.

Este principio -aceptar menos hoy para poseer más mañana- se convirtió en una constante. David Ben-Gurion lo expresó con brutal claridad al defender que un Estado judío parcial sería solo "el comienzo", ya que los límites de las aspiraciones sionistas no podían ser fijados por ninguna entidad externa.

La guerra de los Seis Días en 1967 brindó la oportunidad soñada. Israel ocupó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén oriental, la península de Sinaí y los Altos del Golán, corrigiendo lo que calificaba como "fronteras Auschwitz" y abriendo un nuevo ciclo colonizador impulsado por el movimiento mesiánico Gush Emunim.

A partir de entonces, la expansión dejó de ser solo un proyecto territorial para convertirse en una estrategia de dominación regional. La doctrina Yinon, formulada en 1982, propuso fragmentar los Estados árabes en entidades sectarias para facilitar la hegemonía israelí. No era necesario conquistar físicamente todo el territorio bíblico: bastaba con debilitar, dividir y neutralizar a quienes lo habitaban.

Hoy, el Gran Israel ya no es solo una noción ideológica. Se ha integrado en la agenda política del régimen israelí. Ministros como Bezalel Smotrich o Itamar Ben-Gvir reivindican abiertamente un Gran Israel sin fronteras definidas, promocionan la colonización permanente y esbozan planes para extender el control israelí sobre la Franja de Gaza, Cisjordania, el sur del Líbano y zonas limítrofes de Siria.

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