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Cuba, Cuba :: 16/04/2018

Murió Daniel Chavarría, escritor uruguayo, cubano, latinoamericano

Jesús María Montero
Fiel a la revolución cubana, llegó a declarar que es "la sociedad más justa de nuestro tiempo"

He sabido de la muerte el pasado sábado del escritor Daniel Chavarría. Uruguayo de nacimiento, vivía desde 1969 en Cuba, en cuya capital ha fallecido. Fue casi medio siglo de residencia ininterrumpida en la isla caribeña, donde acabó echando nuevas raíces y de ahí que él mismo dijera que era un escritor cubano nacido en Uruguay o, también, que como ciudadano era uruguayo y como escritor, cubano.

Saber algo de su vida nos puede ayudar mucho a entender su obra (1). Hasta su llegada a Cuba, cuando contaba 36 años, había sido protagonista de múltiples vivencias y aventuras, que conoció desde una edad muy temprana. Perteneciente a una familia con dobles raíces (españolas, por el padre, e italianas, por la madre), fue aderezando al fluir de su vida situaciones a veces cuáles más curiosas, ricas, interesantes o extravagantes. Fue testigo de las andanzas de un gaucho contador de cuentos, del que aprendió numerosas anécdotas, pero sobre todo a conocer el mundo. Ávido de lecturas, se integró en grupos literarios y desde ellos fue conociendo el mundo de la bohemia montevideana. Su militancia comunista añadió un aspecto que nunca olvidaría, esto es, la lucha por la dignidad humana, aunque con el tiempo acabara dejando el partido. En fin, toda "una suerte de tener mucho material anecdótico en la cabeza y el corazón".

La influencia de la revolución cubana transmutó esa militancia por otras en varios grupos guerrilleros, pero lejos de su país: Perú y Colombia. Más como intención que como efectividad, su llegada a la isla caribeña la hizo en una avioneta secuestrada, consecuencia de una acción guerrillera con un grupo colombiano. Pero de esto apenas sabemos cosas. Lo que sí parece plausible es que fue el momento en que inició un cierto atemperamento, punto de partida de una nueva etapa en su vida.

Ya en la Isla, primero culminó varios estudios universitarios, para después dedicarse como docente, traductor, periodista, guionista de cine y televisión, y escritor. De esto último su faceta más conocida ha sido la de novelista, cuya su labor no ha estado exenta de numerosos reconocimientos, dado que ha ido recibiendo premios en Cuba y fuera de ella. A él le llenó de orgullo el Premio Nacional de Literatura en Cuba, pero también ha llegado a ser propuesto para el Premio Cervantes por parte de la Federación de Periodistas Latinoamericanos.

He tenido la ocasión de leer varios libros suyos (2), hasta un total de cinco. Todos ellos editados por Txalaparta, cuya labor de difusión de obras difíciles de encontrar por otras vías resulta encomiable. Cuatro de esas obras son novelas: Allá ellos (1991/2012 en Txalaparta), Adiós muchachos (2002/2013), Una pica en Flandes (2004/2009) y Príapos (2005/2010). Y la quinta, Raúl Sendic. Por la huella de Artigas (2013/2015), una biografía novelada. No he podido acceder por ahora a otras novelas, como Joy (1978), que fue la primera, o El ojo de Cibeles (1993), que está entre las más reconocidas, si no la que más. Me imagino que ya encontraré la ocasión de leerlas.

Allá ellos es una novela coral, global y sucesiva en el tiempo. Escrita como un friso del siglo XX, por ella van desfilando numerosos personajes, de índole y condición variada, reales e inventados, que se van moviendo por todo el mundo, pero que tienen en América Latina su destino. El relato comienza cuando se halla en la selva amazónica brasileña un árbol cuyas hojas tienen propiedades entre insospechadas y apetitosas, esto último sobre todo para quienes sólo entienden de dinero y su posesión. Y lo que sigue, en un ir y venir en el tiempo y por los continentes, es lo que nos va contando su autor a lo largo de casi 500 páginas.

En Adiós muchachos el escenario es diferente, porque se circunscribe principalmente a Cuba. Inserta dentro del género policíaco, el humor está presente en todo momento, lo que, junto a una menor extensión en número de páginas, la hace fácil de leer. Chavarría juega con sus protagonistas, que, siendo de orígenes, geográficos y sociales diferentes, tienen en común su vinculación a los mundos fronterizos de la picaresca y la delincuencia, lo que conlleva la búsqueda de atajos para obtener ventajas materiales. Siendo el malecón habanero el punto de partida, sus vidas acaban dispersas, incluso fuera del país, entre otras cosas porque las posibilidades de conseguir sus sueños en la Isla son escasas. Es así como acaba la novela a través de Alicia, la protagonista principal: "Cuando le haya enseñado los meneos del son y del mambo, si la suerte le acompaña un poquito, habrá logrado en Buenos Aires, gracias a los estribos, lo que no consiguió con los pedales en La Habana".

Una pica en Flandes, dedicada los cinco cubanos que estuvieron presos en EEUU acusados de espionaje, sería la primera parte de una tetralogía, según ha confesado el autor en la nota inicial de la edición española. Sus protagonistas iniciales tienen en común una inteligencia y un desapego por el dinero, que es lo que quiere una misteriosa Fundación que pretende que se descifren varios enigmas en clave grecolatina a cambio de una elevada suma de dinero. Óscar, Manfredo y Gregorio proceden de diversos países (Gran Bretaña, Italia y España), tienen dedicaciones distintas (arqueólogo, filólogo y ajedrecista) y han desarrollado trayectorias vitales diferentes (un antiguo progre descreído y homosexual, un exitoso ligón que mantiene el eco de la tradición partisana, y un feo, tímido y exsacerdote que poco a poco va descubriendo la vida). En sus enredos en mil peripecias, van saliendo otros personajes, como Cecilia (profesora, izquierdista, exguerrillera y generosa), la mujer de la que se enamora el español y a través de la cual van aprendiendo a entender el mundo. Por último, está la pareja de ancianos que han proyectado la fundación, quienes al final nos cuentan qué objetivos son los que pretenden.

De nuevo ante una novela corta, en Príapos se cuenta una trama con el nexo común de cuatro amigos de infancia, hijos de la revolución, que con el paso del tiempo van siguiendo caminos diferentes. Cuatro personajes bien construidos, complejos y contradictorios, para los que emplea vocabulario de la jerga yoruba. El Bebo, blanco, hijo de un patriota y fidelista. El Bayo, también blanco, hijo de un médico fiel a la revolución, cuya bisexualidad lo acaba trastocando, hasta el punto de convertirlo con 14 años en delincuente y opositor al régimen. El Mon, mulato, hijo de un padre gusano, feo, pero ligón, bioquímico y comunista ortodoxo. Y, por último, el Nitro, negro, sin padre reconocido, fronterizo entre los mundos de la picaresca y la delincuencia y miembro de la secta abacuá, que no ha entendido la revolución, pero no se opone a ella. La trama se destapa cuando el Bebo, destinado como médico a lugar situado en la sierra suroriental de la Isla, descubre una planta que provoca priapismo y secuelas más que peligrosas. Para el Mon es la ocasión de conseguir una especie de viagra cubana. Todo acaba con un el Bayo que "se moría sin una pìzca de arrepentimiento, abrazado al viejo rencor contra su padre y contra le mundo, y orgullosos de no creer en nada, y de ser una inmundicia, una basura, y de no haber sentido desde aquel día ni uno solo de esos que la gente llama buenos sentimientos".

La quinta obra leída ha sido la biografía de Raúl Sendic. Fundador del movimiento guerrillero tupamaro, quizás pudo haber sido el lugar natural en el que se hubiera integrado Chavarría de haberse quedado en su país de nacimiento, en vez de cabalgar por otros, a modo de Quijote. Y quizás por eso le dedicó una obra, a modo de deudor de lo que pudo ser, pero no fue. Como explica la final, con motivo del entierro multitudinario de quien fue apodado como el Bebe, "algunos lo tuvieron por santo y otros por quijote, que sin duda lo fue, y el más entregado a desfacer entuertos que viviera el Uruguay del siglo XX".

Amante de las intrigas, lo policíaco y el espionaje están presentes en sus obras. El humor no falta, corrosivo, sarcástico... Y tampoco el erotismo, con recreaciones explícitas al sexo, y la abundancia de -como le gustaba decir- putas. Sus escenarios están llenos de gente aventurera, idealista, desengañada, pícara, bohemia, extravagante, de espías, policías, putas... Aportó una disección del mundo, en especial del continente americano. No tuvo miedo miedo en hacerlo de Cuba, donde puso de relieve la complejidad de la sociedad y las contradicciones del régimen. Pero lo hizo porque es la realidad, que no quiso nunca esconderla.

Ha sabido valorar de Cuba lo que tiene de bueno, lo que le ha llevado a enfadarse cuando desde alguna revista francesa ilustraron esa complejidad y esas contradicciones con fotos de niños descalzos, viejitos de venta callejera o paredes desconchadas, olvidándose de la solidaridad internacional en la medicina, los logros culturales, el rescate de La Habana Vieja, los éxitos deportivos... Y es que, fiel a la revolución cubana, llegó a declarar que es "la sociedad más justa de nuestro tiempo".

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Notas

(1) Pueden consultarse dos entrevistas donde, entre otras cosas, el propio Chavarría nos acerca a su trayectoria vital: una, de 2010, en el semanario uruguayo Voces ; y la otra, de 2012, en la página digital Trinchera de nuestra América.

(2) En la enciclopedia digital EcuRed , editada desde Cuba, se ofrece una información valiosa de las novelas de Chavarría.

marymeseta.blogspot.com

 

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