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Medio Oriente, EE.UU., Medio Oriente :: 01/10/2025

Netanyahu en la ONU

Carlos Fazio
Afirmar que los palestinos desean un bantustán de la Autoridad Palestina demuestra desapego de la realidad

El 26 de septiembre, en medio de la limpieza étnica y el genocidio continuado en Gaza, en una operación de propaganda y guerra sicológica, Benjamin Netanyahu –máximo exponente del “terrorismo al por mayor” (Noam Chomsky dixit) en la coyuntura– subió al podio de la Asamblea General de la ONU a defender con soberbia y trucos sucios los crímenes del régimen de Israel contra la humanidad en la Palestina ocupada, Líbano, Irán y Yemen.

Lo hizo ataviado igual que lo había hecho el lunes anterior Trump: camisa blanca, saco azul, corbata roja; los colores de la bandera de EEUU. Lo que podría interpretarse como un guiño subliminal a los mecenas judío-estadunidenses de ambos, el Comité de Asuntos Públicos EEUU-Israel (AIPAC), un agente de facto de Tel Aviv en EEUU, y el integrado por iglesias evangélicas que ven a Israel como un paso fundamental hacia el advenimiento de una nueva era de Dios.

En medio del creciente aislamiento internacional, la presencia de Netanyahu ante una Asamblea General, que en señal de repudio abandonó la sala dejándola prácticamente vacía, podría ser parte de lo que Max Blumenthal describió como una guerra híbrida de Israel en EEUU focalizada en la propaganda y el control de los medios de comunicación. EEUU es la retaguardia insustituible del Estado hebreo, sin cuyo apoyo económico, militar, político y diplomático simplemente desaparecería. El control de esa retaguardia es vital para el régimen sionista, pero ese marco ha comenzado a desmoronarse desde que Netanyahu sumió a la franja de Gaza y Cisjordania en una espiral de guerra sin fin y crueldad infinita.

Esa guerra híbrida podría incluir un intento de control de daños de Netanyahu por las presiones ejercidas sobre el propagandista conservador Charlie Kirk, cuyo asesinato, resultado de un complot, aceleró la crisis al interior del movimiento MAGA ('Make America Great Again'), principal base social de Trump. El movimiento 'Turning Point USA' (TPUSA, Punto de inflexión EEUU), de Kirk, fue financiado por instituciones neoconservadoras y filoisraelíes, como el David Horowitz Freedom Center.

Tras viajar a Israel, Kirk consideró al país una fortaleza militarizada y vigilada, y últimamente había puesto en duda la versión oficial sobre el 7 de octubre y afirmó que estaba en curso la limpieza étnica de Gaza. También dijo que Jeffrey Epstein era agente del Mossad.

Un punto de inflexión fue la cumbre del movimiento TPUSA en julio pasado, que figuras conservadoras como Tucker Carlson, Megyn Kelly y el cómico antisionista judío Dave Smith transformaron en una plataforma de denuncia de la masacre de Gaza y la indebida influencia del régimen israelí en EEUU. Kirk había dicho públicamente que podría ser eliminado por agentes proisraelíes (o por “Zelensky y su jauría de gánsters”), y tras su asesinato una parte importante del universo MAGA acusó a Israel de haberlo ejecutado.

Entrevistado por el canal estadounidense Newsmax, Netanyahu desmintió esas “teorías conspirativas”. En otra entrevista con el líder del movimiento MAGA, Steve Bannon, en el sitio web Breitbart –megáfono del sector derechista más radical–, Netanyahu afirmó que criticar a Israel significaba ser antiestadunidense y anti-Trump. Bannon respondió que a los ciudadanos de EEUU no les importan sus opiniones sobre el movimiento MAGA, y añadió crudamente: “les interesa desenmascarar tus mentiras patológicas, para mantenernos al margen de tu próxima guerra”.

El otro frente de Netanhayu en la ONU fue el bloque integrado por Reino Unido, Canadá, Australia, Portugal, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Malta y Andorra, que reconoció al Estado de Palestina, y a cuyos dignatarios llamó “líderes cobardes” que recompensan los “asesinatos de judíos”. ¿Por qué países imperialistas como Reino Unido y Francia reconocieron finalmente al Estado palestino, hecho que el historiador israelí Ilan Pappé llamó un “cáliz envenenado”?

Pappé calificó de obsoleta y muerta la solución de dos Estados, una fórmula impracticable e inmoral basada en la injusticia. Dijo que ese reconocimiento no debería considerarse un “momento histórico” ni un “punto de inflexión”, aunque tiene un “significado simbólico” como contrataque a la actual estrategia israelí de eliminar a Palestina como pueblo, nación, país y como historia, y transmite cierta disposición de gobiernos occidentales a confrontar a Israel y EEUU sobre el futuro de Palestina.

Tal reconocimiento implica que los territorios ocupados constituyen ahora el Estado de Palestina. Por eso, Pappé llama a estar alertas y ser muy desconfiados cuando Francia y sus aliados hablan del “día después”, ya que esa solución podría convertirse peligrosamente en otra farsa de paz que sustituya una forma de colonialismo por otra más aceptable para Occidente.

Recordó que el egocéntrico Emmanuel Macron reiteró su compromiso con Israel y su aversión a Hamás, y advirtió a los palestinos que sólo la Autoridad Palestina los representaría y el nuevo Estado sería desmilitarizado. No mencionó el genocidio ni las sanciones contra Israel.

Además, afirmar que los palestinos desean un bantustán de la Autoridad Palestina demuestra desapego de la realidad. Tal reconocimiento es un arma de doble filo: mientras el sionismo domine ideológicamente la realidad de la Palestina histórica –que se extiende desde el río hasta el mar–, no habrá autodeterminación, libertad ni liberación palestina.

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