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Asia, Asia :: 14/02/2024

Otra vez ganan los militares: Las elecciones en Pakistán e Imran Khan

The Guardian / La Haine
Enfadó a los generales por su cada vez mayor apoyo popular y la suerte estuvo echada

Si alguien tenía algún atisbo de duda sobre lo que había detrás de las múltiples condenas del ex primer ministro de Pakistán, Imran Khan, el momento en que se produjeron estaba destinado a disiparlas. Ya estaba entre rejas y se le había prohibido presentarse a las elecciones del jueves [8 de enero].

Luego, el martes 30 de enero, se le condenó a 10 años por filtrar secretos oficiales. El miércoles le cayeron otros 14 años por corrupción, relacionada con la venta de regalos del Estado. El fin de semana, él y su esposa fueron condenados a siete años de cárcel cada uno en un caso relacionado con su matrimonio, que el veredicto declaró "no islámico", lo que refuerza el mensaje dirigido a quienes aún piensan votar a los candidatos de su partido, el progresista Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI).

El aplazamiento de las elecciones sugiere que el ejército confía razonablemente en haber superado el desafío de Khan, que sigue siendo el político más popular de Pakistán. Las elecciones son bienvenidas en una nación que ha pasado la mitad de su existencia bajo régimen militar directo. Pero ningún primer ministro electo ha completado enteramente un mandato y, en el mejor de los casos, los generales se han limitado a retirarse entre bastidores. En 2022, el jefe del ejército saliente reconoció su "constante" intromisión.

Prometió que no volvería a interferir. Pero desde su discurso, pronunciado poco después de la destitución de Khan en una moción de confianza que se considera orquestada por los militares, con Occidente detrás,, otros dirigentes del PTI también han sido encarcelados o presionados para que abandonen el partido. Se ha detenido y acosado a simpatizantes. Se han rechazado las candidaturas de miles de candidatos. Los funcionarios despojaron al PTI de su símbolo electoral, el bate de críquet, esencial en un país en el que el 40% de la población es analfabeta. A los medios de comunicación se les ha prohibido mencionar a Khan.

Khan, de 71 años, llegó al poder con pocas perspectivas. Sus errores en el cargo consistieron en un creciente alejamiento de Occidente y en malos resultados económicos por las sanciones ocultas. Enfadó a los generales por su cada vez mayor apoyo popular y la suerte estuvo echada. Fue destituido y acusado, lo mismo que Nawaz Sharif antes que él. Se espera ahora que Sharif se convierta por cuarta vez en primer ministro. Mientras Khan caía en desgracia, Sharif regresaba de su autoexilio, anuladas sus condenas por corrupción y eliminada la prohibición de ejercer cargos políticos de por vida. También se presenta a las elecciones el vástago de otra dinastía política: el hijo de Benazir Bhutto, Bilawal Bhutto Zardari, del Partido Popular de Pakistán.

La relativa calma de los últimos meses, comparada con las violentas protestas que provocó la detención de Khan el año pasado, refleja la represión contra sus partidarios. Es posible que muchos no se molesten en votar en unas elecciones en las que las expectativas son tan bajas. Pero sin un resultado creíble, persiste el riesgo de disturbios.

La cuestión más importante es que una mayor injerencia militar no va a ayudar a Pakistán. Sus 230 millones de ciudadanos han visto aumentar el desempleo, la inflación y la pobreza gracias a la mala gobernanza post Khan, así como a la pandemia y las devastadoras inundaciones. Su deuda externa se ha disparado. La crisis de seguridad ha empeorado drásticamente desde que los talibán recuperaron el poder en Afganistán: el año pasado murieron casi 1.000 personas en atentados en zonas fronterizas.

Sharif, al que se considera relativamente competente en materia económica, pero sobre todo bien visto por EEUU, podría abordar algunos de estos problemas. Pero el ejército ya parece estar poniendo límites. La polarización política, las instituciones disfuncionales y el enchufismo del ejército no pueden solucionar los problemas de Pakistán. Mientras los generales decidan quién gana y cómo gobierna, ellos serán los verdaderos vencedores.

 

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