Un relevo histórico: de una mujer presidenta a otra en Honduras

Por primera vez en la historia de Honduras, y quizás del mundo, una mujer presidenta entregará la banda presidencial a otra mujer del mismo partido político. Este hecho, que se anticipa con la casi segura victoria de Rixi Moncada, marcará no solo un hito institucional, sino también un profundo símbolo de continuidad política progresista y liderazgo femenino.
Xiomara Castro, actual presidenta y primera mujer en ocupar ese cargo en la historia del país, llegó al gobierno tras un largo y accidentado camino. Desde su rol como primera dama durante el gobierno progresista de Manuel Zelaya, derrocado por un golpe de Estado en 2009, se transformó en una figura emblemática de la Resistencia popular. Junto a su familia —incluyendo a sus hijos, activos en la vida política— supo encarnar el descontento de una ciudadanía que por años clamó justicia y democracia frente a un régimen narco-militar sostenido por estructuras autoritarias económicas, judiciales y la embajada de EEUU.
Su victoria en 2021 fue el cumplimiento de una promesa colectiva: el retorno de Mel Zelaya al ámbito político nacional, pero más aún, la restauración del orden democrático. En una región donde la violencia suele marcar las transiciones de poder, la llegada de Xiomara Castro al gobierno representó un triunfo de la persistencia cívica, de un pueblo cansado de dictaduras militares o parlamentarias.
No solo fue la primera presidenta de Honduras, también la más votada en la historia del país. Su mandato ha estado lleno de zancadillas, pero también de señales de transformación profunda: legislación sobre los derechos de las mujeres, enfoque en la justicia social y recuperación de la soberanía institucional.
La posible elección de Rixi Moncada como su sucesora reafirma la madurez del movimiento que surgió tras el golpe de 2009 y que, en menos de dos décadas, pasó de la resistencia callejera a la consolidación en las urnas. Moncada, una figura clave en el proceso de transparencia electoral y construcción progresista, encarna la continuidad de un proyecto político con raíces populares y vocación socialista.
Este relevo entre mujeres líderes representa también una bocanada de aire fresco para una América Latina marcada por el machismo estructural en la política. Mientras muchos países de la región aún luchan por lograr siquiera la paridad, Honduras se prepara para escribir una página inédita: la transmisión del poder entre dos mujeres de un mismo partido, con proyectos ideológicos convergentes.
En el plano internacional, Xiomara Castro seguramente ocupará un rol aún más relevante. Ya ha demostrado una capacidad única para tender puentes, consolidar alianzas y posicionarse como una voz coherente y firme en defensa de los pueblos latinoamericanos. Su figura trasciende las fronteras de Honduras y es probable que su legado no se limite al ámbito nacional.
Este momento no es solo un logro del Partido Libre ni de sus figuras visibles. Es una victoria para quienes apostaron por el cambio, para quienes creyeron que la historia podía corregirse con voluntad política, y sobre todo, para quienes nunca dejaron de soñar con una Honduras verdaderamente progresista.
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