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Mundo, EE.UU., Europa :: 26/08/2023

Ahora, ¿el Sahel?

Carlos Fazio
Con el fracaso de la contraofensiva ucraniana y cuando se prevé un estancamiento del conflicto, EEUU y la OTAN podrían desatar otra guerra proxy en el Sahel

La confrontación intercapitalista entre la superpotencia imperial y hegemón del actual sistema de dominación clasista, EEUU, y potencias emergentes como China (segunda economía global) y Rusia (con gran capacidad militar, incluida la nuclear), podría derivar en otro conflicto armado en el Sahel africano tras el golpe de Estado en Níger.

En medio de la crisis más severa del sistema capitalista de los últimos 50 años –que entraña una crisis global energética y alimentaria−, invisibilizada por el ruido mediático en la guerra por delegación de EEUU, la OTAN y la Unión Europea contra Rusia en Ucrania, la pugna geopolítica parece estar llegando a un punto de ruptura, donde el viejo orden unipolar del grupo Bilderberg y el Foro Económico Mundial de Davos (politburó del capitalismo lo llamó Paul Schreyer), gira hacia una multipolaridad que tiene entre sus impulsores a China y Rusia.

La reunión del Club Bilderberg en Lisboa, en mayo, tuvo como objetivo central coordinar la nueva fase de guerra híbrida de la OTAN contra China, Rusia e India, como fuerza motriz del BRICS, que aun siendo parte del sistema capitalista global y la dominación trasnacional sí señala el cambio hacia un sistema interestatal más multipolar y equilibrado.

Se trata de un bloque emergente que desafía el orden internacional basado en reglas (las suyas) impuesto por EEUU y sus vasallos europeos; de allí la presencia en el cónclave del selecto grupo fundado por David Rockefeller en 1954, del jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, y los servicios de inteligencia anglosajones (CIA y MI6 británico), amén del jardinero jefe de la UE, Josep Borrell, junto a banqueros, los CEO de firmas como Microsoft y Google y el centenario criminal de guerra Henry Kissinger.

Pero la guerra híbrida del Occidente colectivo −con eje en el Gran Reinicio (Great Reset) y la Cuarta Revolución Industrial de Klaus Schwab como vía para la reconfiguración totalitaria del sistema capitalista−, podría combinarse con una nueva fase pandémica que está siendo diseñada en las sombras por expertos militares. Según el jefe de las Fuerzas de Defensa, Radiológica, Química y Biológica rusas, Igor Kirilov, el Pentágono estaría preparando una nueva pandemia mediante mutaciones de virus como hizo en 2019, para provocar situaciones críticas de índole biológica.

A tales efectos −y con miras a desencadenar otra vez estados de excepción y confinamientos (lockdowns) en el mundo, vía prisiones digitales con mecanismos de vigilancia ubicua y control total con la implementación de la Red de Identificación de Salud Digital Global y nuevas regulaciones de la Organización Mundial de la Salud para mayo de 2024: pasaportes digitales de vacunación e identidad biométrica basados en un código QR−, el Departamento de Defensa de EEUU ha venido estudiando agentes potenciales de armas biológicas (ántrax, tularemia, coronavirus) así como patógenos de infecciones económicamente significativas (como la gripe aviar o la peste porcina africana).

Como señaló en 2017 Pablo González Casanova (ver La verdad a medias, https://lahaine.org/fH6T), el tipo de socialismo conocido como socialdemócrata o keynesiano y el socialismo marxista-leninista de Estado perdieron sentido con las políticas neoliberales y el surgimiento de una nueva nomenclatura burguesa que realizó la mayor acumulación primitiva conocida en la historia, en que sus beneficiarios, ya como capitalistas, usan la lógica del capitalismo de Estado tras la abierta restauración del capitalismo.

Al respecto, como indica Robinson, el capitalismo con peculiaridades chinas, aunque distinto que la variante neoliberal occidental –con cimientos socialistas, complementos mercantiles y parámetros capitalistas, apunta Claudio Katz− sigue obedeciendo las leyes de la acumulación de capital. En los primeros 20 años del siglo XXI, el capital excedente acumulado durante años de desarrollo capitalista intensivo, le permitió a China liderar una oleada de inversión extranjera directa hacia países del sur y del norte global, convirtiéndose a partir de 2015 en acreedor neto.

Con la reprimarización y el extractivismo como motores de la economía mundial, y en plena escalada de la guerra comercial entre Washington y Pekín, la dependencia estadounidense de minerales críticos y el dominio de la cadena de suministro por China, ponen en peligro la seguridad energética de EEUU, lo que puede alentar aventuras bélicas. El 2 de agosto, el Departamento de Energía de EEUU amplió su lista de materiales críticos, definidos como aquellos indispensables para la transición hacia una energía limpia con elevados riesgos de suministros.

La lista incluye níquel, platino, carburo de silicio, litio, magnesio, grafito, terbio, iridio, cobalto, galio, disprosio, neodimio, cobre y aluminio. China es el principal productor de 30 de los 50 minerales que el Servicio Geológico de EEUU clasificó como críticos para la economía, en particular, para desarrollar vehículos eléctricos y la electrónica en el ámbito militar.

Signado por el fracaso de la contraofensiva ucrania y cuando se prevé un estancamiento del conflicto similar al que durante la guerra fría llevó a la partición de Alemania, Corea y Vietnam (ahora con la división de Ucrania), EEUU y la OTAN podrían desatar otra guerra proxy en la región del Sahel, franja de 700 kilómetros cuadrados rica en recursos naturales, que une el Atlántico con el Índico y el Sáhara con la Sabana, y considerada el heartland africano.

Con la excusa del golpe militar en Níger −país pobre, séptimo productor mundial de uranio y donde EEUU tiene la base de drones más grande del continente−, el Comando África del Pentágono, que desde su creación en 2007 ha generado caos y desestabilización en la zona mediante guerras secretas, apoyo al yihadismo y operaciones encubiertas, podría utilizar ahora una fuerza de ocupación militar de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental y bandas terroristas para distraer y desgastar a Rusia −con intereses en la zona igual que Pekín−, creando una tierra quemada que, a la vez, y más allá del resultado del conflicto, frene las posibilidades de desarrollo africano en un mundo multipolar, mientras prepara la confrontación bélica contra el enemigo principal: China.

La Jornada

 

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