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México :: 02/05/2014

Bety Cariño y Jyri Jaakkola, cuatro años de impunidad y de memoria

Jaime Quintana Guerrero
Los responsables de su asesinato no sólo están libres, sino que son funcionarios. Pero la familia y amigos no cejan en su exigencia de justicia y memoria.

El gobierno de Oaxaca es el principal obstáculo para conseguir justicia en el asesinato de Bety Cariño, ya que “el sistema de judicial está totalmente corrompido”, expresa Carmen Cariño, hermana de la activista mixteca asesinada. “Queremos hacer justicia a través de la memoria. Le decimos no al olvido, y queremos reivindicar los ideales y decir que seguimos luchando”.

Beaty Cariño Trujillo y el activista finlandés Jyri Antero Jaakkola fueron asesinados el 27 de abril de 2010, cuando una caravana se dirigía a proporcionar ayuda humanitaria a 700 personas secuestradas en su comunidad por más de cinco meses, pertenecientes al naciente municipio autónomo de San Juan Copala. Éste, días después de la emboscada, fue ocupado por los grupos armados de la Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort) y el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui- Partido Unidad Popular (MULT-PUP).

“Después de dos años no se ha realizado ninguna detención, solo la de Propino Juárez, que era dirigente de la UBISORT (Unión de Bienestar Social de la Región Triqui), pero por otros asesinatos”, explica Omar Esparza, quien fuera esposo de Bety Cariño. “La investigación sigue en las ordenes de aprehensión, sin que se detenga a nadie y sin que se haga justicia”.

La impunidad de la que gozan tanto los asesinos materiales como intelectuales es resultado, explica Carmen Cariño, “de la acción y omisión del Estado mexicano en la medida que obstaculiza la justicia y no realiza las investigaciones correspondientes, desecha y desparece pruebas, manipula la información y niega la protección a los testigos”.

Para recordar la memoria de Bety Cariño, diversas organizaciones, pueblos y amigos se dieron cita el 27 de abril (día en que se cumplieron cuatro años del asesinato de la defensora de derechos humanos) en Chila de las Flores, Oaxaca, lugar de donde es originaria la familia. Fue una fiesta de la solidaridad y del recuerdo, de murales y cantos, de palabras y compromisos, relata Carmen Cariño. A dicho encuentro asistieron habitantes de comunidades de la región mixteca, como Xonoscle, La Laguna, el Espinal y Huajuapan de León, en las que se desarrollan proyectos como las cajas de ahorro y radios comunitarias; también acudieron organizaciones de diversas partes de la república, como Atenco, Chiapas y Oaxaca.

Junto con las actividades conmemorativas que se realizaron en Chila de las Flores, Puebla, lugar de donde es la familia Cariño, en Finlandia la familia de Jyri Jaakkola realizó acciones para demandar justicia a los asesinos de los dos activistas de derechos humanos, señala Omar Esparza. “Los familiares, junto con parlamentarios de ese país, le demandaron al gobierno mexicano justicia para su hijo”, abunda.

Mientras tanto, en Finlandia se emprendió el día 27 de abril un evento político cultural en la embajada de México. El día 28 “vamos a realizar un acto en la Comisión de los Derechos Humanos del Distrito Federal. No solo un va ser un homenaje a Bety Cariño, sino que vamos hablar sobre la situación de los defensores de derechos humanos del país y a demandar garantías para quienes luchan por la tierra y el territorio en México”, precisa Esparza.

Para el 29 de mayo, “estaremos haciendo una huelga de hambre”, explica Omar Esparza. “Estamos retando al gobierno mexicano con una acción no violenta por la demanda de la detención de los asesinos -que ahora trabajan en algunas dependencias del gobierno federal y de los gobiernos municipales; trabajan con recursos del gobierno del estado de Oaxaca”.

Omar Esparza, miembro también del Movimiento Agrario Zapatista (MAIZ), argumenta que “se esta demandando que cese la impunidad no solo para el caso de Bety, sino para muchos otros en la región triqui”.

Bety Cariño, mixteca que se distinguió por su claridad y su defensa irrevocable de la autonomía de los pueblos, señaló que en México “se sigue negando a los pueblos originarios el derecho a la autonomía, el derecho a existir y nosotras hoy queremos vivir otra historia: nos rebelamos y decimos basta, hoy aquí queremos decirles que nos tienen miedo porque no les tenemos miedo, porque a pesar de sus amenazas, de sus calumnias, de sus hostigamientos, seguimos caminando hacia un sol que pensamos brilla con fuerza, pensamos que se acerca el tiempo de los pueblos, el tiempo de las mujeres insumisas, el tiempo del pueblo de abajo”.

Cariño trabajó en la conformación de una red de radios comunitarias de la mixteca, entre las que se encuentran La voz de las nubes, de San Juan Mixtepec; La voz que rompe el silencio, de San Juan Copala; La voz del monte, de San Sebastián del Monte; Radio Liberando la Palabra, de Tezoatlán de Segura, Luna de Oaxaca; y La voz de la libertad, de San Pedro Yosotato.

Bety Cariño llegó a diversos lugares para compartir experiencias con barrios y comunidades. Así arribó, por ejemplo, a Santo Domingo, Coyoacán, en la capital de México. “Nosotros mandamos a Juanita y doña Jose Ponce a que fueran en una Semana Santa a las comunidades donde ella trabaja para compartir experiencias de derechos humanos”, recuerda Héctor Martínez, vecino y defensor de derechos humanos en el barrio coyoacanense.

Héctor Martínez la recuerda como alguien con mucho carisma, pues los vecinos que iban con ella regresaban con convencidos de sus razones. “Siempre les explicaba que tenemos que hacer lo imposible para todo”, indica el activista, y así lo hizo ella misma llevando alimento a los autónomos indígenas triquis.

El homenaje se organizó “para tenerla viva en la memoria” señala colaboradora e integrante de la Universidad de la Tierra de Oaxaca. La muerte de Bety deja “ciertos miedos, culpas y responsabilidades; es un homenaje a la vida lo que queremos reivindicar”, apunta tambien compañera que trabajo con Bety.

A Beatriz Cariño se le recuerda por “esparcir esperanza en las comunidades y amigos con quien trabajó”, expresa la integrante de la UNITIERRA de Oaxaca.

Muchos dirigentes, explica Omar Esparza, están siendo asesinados por “la defensa de tierra y el territorio de las comunidades, estamos llamando hacer un gran frente ante la ola de represión que vivimos y detener las reformas que están haciendo mas pobre a nuestro pueblos, “estamos tratando también de articularnos contra estos gobiernos que hoy están no solo persiguiendo a los defensores de derechos humanos sino los están asesinando y encarcelarlos por temas que son de interés de los pueblos”.

Carmen Cariño señala que “el Estado mexicano es y ha sido responsable de su muerte, y de la falta de castigo a los responsables al incumplir su obligación de proteger los derechos de los ciudadanos y defensores de derechos humanos, y al no investigar y castigar los crímenes”.


Poema mixteco para recordar a Bety Cariño

A cuatro años del asesinato de la activista mixteca Bety Cariño, su paisano, el intelectual Francisco López Bárcenas le rinde homenaje. “No se hable de tristezas, de llantos ni de penas, cuando la lucha es vida, la vida será eterna”.

Todos la vieron caer

y nadie podía creerlo,

ahí estaba el cadáver

y decían no era cierto;

cinco balas traidoras

destrozaron su cuerpo

y ella seguía viviendo

para todo su pueblo

“Compañeros de lucha

-dijo momentos antes-

camaradas de siempre,

hermanos míos, de ideales,

tenemos que luchar

por nuestras libertades

sin claudicar jamás,

solo que a todos maten”.

Con solo estas palabras

expresó su grandeza

defendió sus ideales

con el pueblo –su fuerza-

montañas y ciudades

fueron su fortaleza

y en lo más alto de ellas

colocó su bandera.

Así vivió en la lucha

-la lucha era su vida-

odió siempre a los lobos

que a la patria querida

como liebre ante un puma

quisieran ver perdida

y le abren las entrañas

si la encuentran dormida.

Con un golpe de suerte

dado en un triste día

cinco balas traidoras

destrozaron su vida.

No pudo defenderse,

no encontró una salida

a esa trampa mortal,

y perdió la partida.

Comenzaron a unirse

las gentes de los pueblos:

“ya levántate hermana,

el futuro aún no es nuestro”;

dijeron para ver

si era mentira o cierto.

Nadie les respondió.

La líder había muerto.

“No se hable de tristezas,

de llantos, ni de penas,

cuando la lucha es vida

la vida será eterna;

coloquémosle flores,

que descanse, no muera,

y entre todos hermanos”,

alcemos su bandera.

Así la voz del pueblo

le entonaba su canto,

así honraban su nombre;

que en ciudades y campos

luchó por verlos libres,

la muerte desafiando.

Hoy su ejemplo nos sirve

para seguir luchando.


Bety Cariño, puente de organizaciones y amistades

Desde la colonia popular Santo Domingo, Coyoacán, un integrante de los comités eclesiales de base recuerda las labores de la activista asesinada tendiendo relaciones y compartiendo conocimientos entre la gente organizada.

Conocí a Bety Cariño en los primeros días del mes de enero del año 2006, cuando me invitó el Centro de Estudios Ecuménicos (CEE) a realizar un análisis de la realidad en un taller de participación política, a realizarse en Pinotepa Nacional, Oaxaca. La persona con la que me tuve que poner en contacto y quien de alguna manera impulsó el taller era Bety; por lo tanto, fue ella quien me proporcionó toda la información con respecto a lugar, número de participantes, objetivo general del taller y por qué era importante el análisis de la realidad. Recuerdo que viajé por la noche y llegue a Pinotepa Nacional en la madrugada.

En Pinotepa me esperó Bety, quien desde ese primer momento me hizo sentir como si nos conociéramos de años atrás. Siempre sonriente, y sin dejar de referirse a mí como “compa”, platicó mucho sobre la necesidad de que la gente de las Comunidades de Base (que era la mayoría de las participantes del taller) tengan una visión crítica de la realidad y que sean ellos quienes se involucren en sus procesos de formación y, por lo tanto, de acción política. En esa ocasión ella me presentó a Camilo, integrante de la organización CACTUS, a la que ella perteneció.

Cuando concluyeron las actividades del taller, yo tenía que buscar un boleto de regreso a la Ciudad de México porque no lo había comprado con anticipación. Me dio un aventón a la terminal otro compañero que participó en el taller y que se llama Gerardo (él colaboraba en el Centro Antonio de Montesinos, CAM), me dejó en la terminal y se despidió de mí. Yo me dirigí a la taquilla y me informaron que los boletos estaban agotados, y que la única opción para viajar era que esperara para ver si algún camión que hiciera escala traía un lugar desocupado.

Como viajé de noche, me sentía tan cansado que lo primero que pensé fue, bueno, esperaré. Me tiré en el suelo y me ganó un rato el sueño; de repente sentí un empujón y una bota cerca de mi cara, era Bety que me dijo: levántate Héctor, seguro no encontraste boleto de regreso, intentaré ver si es posible que le demos alcance a algún camión en el camino; pero lo haremos por la sierra, sirve que conoces los caminos por los cuales trabajamos. Realmente ese día el viaje ni lo sentí, todo el camino conversando y nunca le dimos alcance a algún camión para regresar a la Ciudad de México. Bety y Camilo me hicieron sentir como si los conociera de varios años atrás.

Después de ese taller, me incorporé al equipo de trabajo del CEE y supe que Bety también era parte de él. De ahí en adelante nos hicimos amigos; otro amigo en común fue Alejandro Castillo, a quien yo conocí en Santo Domingo cuando era fraile franciscano (de la Orden Franciscana Menor –OFM). Él la conocía de otro momento, en Oaxaca. Ella le tenía un gran aprecio y mucha confianza.

Alejandro Castillo y yo participábamos en el Comité de Derechos Humanos Asís, en Santo Domingo. En una ocasión que Betty pasó a mi casa, aprovechamos para invitarla a una reunión a la casa de la señora Jose Ponce, en donde se reunían los integrantes del Comité. Después de esa visita de Bety Cariño al Comité, Alejandro y ella se pusieron de acuerdo para que algunos de los integrantes compartieran su experiencia a CACTUS. Quienes asistieron fueron Juanita (que es mi mamá) y Jose Ponce; para ellos fue una gran experiencia que los enriqueció mutuamente.

Esto que comparto me lleva a comentar que Bety siempre fue un gran puente, porque ella primero me pidió que por favor le bridara hospedaje a sus compañeros Emiliano y a Fernando, me metió en jaque, pero se lo comenté a Juanita. Como mi mamá siempre le brinda hospedaje a la gente sin mayor problema, me dijo, diles que se vengan acá; desde ese día ellos son amigos de la familia. Toñita, su mamá, aprecia a Juanita. Y quien provocó toda esa amistad fue Bety, Bety, el gran puente.

 

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