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Medio Oriente :: 25/04/2008

Bienvenido a la zona libre, pueden desabrocharse el cinturón... en los territorios palestinos

Julien Salingen
[Traducido del francés para La Haine por Felisa Sastre] Esa es la realidad de Cisjordania hoy. Unas ?zonas autónomas? palestinas microscópicas, aisladas unas de otras, rodeadas por el ejército

El calor es asfixiante, no hay una nube en el cielo. En la radio, se escucha el último éxito de una cantante de moda libanesa. La carretera es bastante mala y el chófer se ve obligado con frecuencia a esquivar las protuberancias de asfalto y los baches. El taxi palestino nos lleva de Hebrón a Belén. A la salida de Halhul, “pueblo” de algo más de 20.000 habitantes, situado al norte de Hebrón, nos acercamos al enlace con la Carretera 60 que une Beer Sheva, en el sur de Israel, con Nazaré, en el norte, atravesando Cisjordania en su totalidad y que debemos tomar durante una veintena de kilómetros antes de desviarnos hacia Belén. En ese momento, sin que el chófer ni ninguna otra persona tenga que abrir la boca, todo el mundo se pone el cinturón de seguridad.

La Carretera 60

Para los palestinos, la Carretera 60 tiene nombres variados. Así, al sur de Jerusalén se la llama a veces “Carretera de los túneles”, en alusión al trayecto que sigue por el interior de las colinas cuando va a lo largo de las aldeas palestinas de Beit Jala y El Khader, pero lo más frecuente, tanto en el norte como en el sur, se la conoce como “la carretera de los colonos”. En efecto, es la carretera principal que utilizan los colonos israelíes de Cisjordania, bien sean los de Kiryat Arba, Efrau o Gush Ezyon, situados al sur, o los de Bet El, Shilo o Elon More, en el norte (Véase al final el mapa de la Carretera 60)

La Carretera 60 atraviesa Cisjordania de norte a sur pero se encuentra bajo control completo de los israelíes, control materializado por la línea amarilla trazada a lo largo de la vía. Si los colonos y los palestinos circulan conjuntamente, sólo los palestinos (cuyos vehículos llevan matrículas blancas y verdes, mientras que los israelíes las llevan amarillas) tienen el dudoso privilegio de ser controlados regularmente por el ejército israelí.

Cuando los hacen parar en uno de los numerosos puestos de control permanentes que jalonan la Carretera 60 o por alguna de las muchas patrullas volantes que operan en todo el eje, los pasajeros deben justificar su identidad y las razones de su viaje desde una ciudad palestina a otra. Los únicos motivos válidos para abandonar su ciudad de residencia o para entrar en otra distinta son de orden profesional, familiar o médico. Pero todos saben aquí que en cualquier momento un soldado israelí puede negar el paso a un palestino aludiendo a “razones de seguridad”, o que cualquier ciudad puede ser declarada “zona militar cerrada” de la que no se puede salir y/o en la que no es posible entrar. La Carretera 60 a veces está cerrada a los vehículos palestinos que se ven obligados a hacer inimaginables desvíos por carreteras secundarias e incluso por caminos de tierra: así, por ejemplo, en 2001 y 2002 nos llevó más de tres horas ir de Belén a Hebrón, ciudades distantes menos de 30 kilómetros.

Hoy la Carretera 60 está “abierta” a los vehículos palestinos. Dependiendo del número de controles y del tiempo de espera en los checkpoints, llevará como media entre 20 minutos y una hora para ir de Hebrón a Belén. Pero las barreras y las patrullas volantes no han desaparecido, ni mucho menos, y las inspecciones y arrestos son numerosos. Patrullas militares, por supuesto, pero también patrullas de la policía. Y es la presencia de estas últimas la que explica porqué los pasajeros de los taxis se ponen el cinturón de seguridad antes de entrar en la Carretera 60. Una multa de 100 shekels (algo menos de 20 euros) espera a todos aquellos y aquellas que sean sorprendidos sin el cinturón de seguridad. Además, el no llevarlo puesto puede ser el pretexto para la verificación de la identidad y de controles más exhaustivos, que podrían resultar peligrosos para los demás pasajeros del taxi, incluso para el chófer y para su vehículo.

“Señoras y señores, entramos en una zona de turbulencias, por favor, abróchense el cinturón de seguridad”. Cuando todo el mundo se abrocha el cinturón a la salida de Halhul no puedo dejar de pensar en este aviso, tantas veces escuchado en mis diversos viajes entre París y Tel Aviv, “Señoras y señores, salimos de una zona autónoma para entrar en zona controlada por los israelíes, por favor, abróchense el cinturón...”.

¿Ha dicho usted Cisjordania?

Esa es efectivamente la realidad de Cisjordania hoy. Unas “zonas autónomas” palestinas microscópicas, aisladas unas de otras, rodeadas por el ejército (que no se priva de entrar en ellas cuando le viene en gana, tanto de día como de noche), en medio de un territorio completamente controlado por Israelí. Unas islas pretendidamente “libres” rodeadas por un océano bajo ocupación. Una situación directamente relacionada con los Acuerdos de Oslo, iniciados en 1993, que habían de producir la división de Cisjordania en Zonas A, Zonas B y Zonas C, es decir zonas “autónomas”, zonas “bajo control conjunto” y zonas “bajo control exclusivo del ejército israelí”. Las zonas A debían ampliarse progresivamente y el ejército israelí debía progresiva y parcialmente “retirarse”. En 2000, el 18% de Cisjordania se encontraba en Zona A, el 22% en Zona B y el 60 % en Zona C. Es decir, en la realidad, el 82% bajo control israelí y el 18%, dividido en enclaves, bajo control palestino.). Y todavía hay quien se pregunta porqué los palestinos se rebelaron en septiembre de 2000...

Los pasajeros palestinos de un taxi palestino que se desplazan desde una ciudad palestina a otra también palestina tomando una carretera que transcurre por un territorio que jamás ha sido reconocido como de soberanía israelí se encuentran en la circunstancia de tener que pagar multas que irán a llenar las cajas del Estado de Israel. Ni Kafka se hubiera atrevido... Si usted se encuentra en Cisjordania pero no sabe si se halla en una zona autónoma, observe si el cinturón del pasajero de al lado está abrochado...

El carácter surrealista de la situación podría provocar la sonrisa si no se tratara de una población sometida desde hace 60 años a la expulsión, ocupación, colonización y represión. Podría provocar la sonrisa si no se mantuviera todavía hoy la ilusión de que existe un territorio palestino bautizado como “Cisjordania”, separado de Israel por una “línea verde”, cuando Cisjordania no existe más que en los mapas. Con los muros construidos alrededor de las “zonas autónomas”, las colonias y todas sus infraestructuras, en particular las carreteras, la mayor parte de Cisjordania ya está integrada en el Estado de Israel. No me comprometería aquí en una discusión sobre la pertinencia y viabilidad de la reivindicación de “Un Estado palestino independiente en Cisjordania y la franja de Gaza”. Se trata únicamente de constatar que de hecho Cisjordania ha sido tan engullida por el Estado de Israel que ya no tiene ninguna realidad tangible, contrariamente a la “bantustización” de las ciudades palestinas (según la definición de Leila Farsakh, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachussets.)

El carácter aparentemente anecdótico de no llevar puesto el cinturón de seguridad no atenúa su aspecto simbólico. Porque, ustedes lo habrán comprendido: los pasajeros se desabrochan el cinturón inmediatamente al abandonar la Carretera 60 para entrar en una “zona autónoma”. Al hacerlo, recobran una forma de libertad que se han visto obligados temporalmente a perder incluso si se trata, y en ningún caso es una paradoja en los territorios palestinos, de la libertad de morir más fácilmente en caso de un accidente de coche... Una libertad muy relativa, en verdad, pero que resulta evidentemente una boqueada de oxígeno frente a la opresión asfixiante de la ocupación israelí.

No hubiera utilizado la palabra “libertad” si no me la hubiera sugerido uno de los pasajeros del taxi: mientras dejábamos la Carretera 60 para entrar en la “zona autónoma” de Belén, mi vecino se quita el cinturón y me dice sonriente: “Libertad”. Me pregunto, entonces cuál es la traducción exacta, en inglés, del “todo es relativo” de Einstein. Pero me conformo con responderle “Sí, libertad...”, mientras me desabrocho también el cinturón. No debo dar la sensación de estar muy convencido porque él me dice entonces, siempre sonriendo: “De acuerdo... una pequeña libertad... pero libertad de todos modos”.

Mondialization.ca, 18 de abril de 2008

 

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