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Bolivia, Bolivia :: 05/11/2018

Bolivia: Ciudadanía intercultural vs neoliberalismo ciudadano

Juan Carlos Pinto Quintanilla
No es suficiente hablar de construir ciudadanía, como pretenden algunos candidatos de derecha como Mesa

Pensadores liberales y de las teorías de la modernización, veían a las poblaciones indígenas como un obstáculo para el desarrollo, la democracia y la modernidad, que fue el paradigma impuesto colonialmente por el propio capitalismo. La acción colectiva del movimiento indígena originario campesino ha posibilitado la ampliación del concepto y la práctica de la democracia en Latinoamérica de una forma inédita, radicalizándola para así lograr que avance la democracia de ciudadanía no solo para los indígenas como grupo diferenciado, sino para la sociedad en general, por lo que estos han sido actores clave en los cambios políticos recientes y en el retorno del Estado: un Estado de ciudadanía fortalecido pero redefinido, transformado en un Estado de ciudadanía intercultural (Ferrán Cabrero. La Migraña N° 20. 2018).

En Bolivia fue largo el camino histórico que tuvimos que recorrer hasta asumir plenamente esta nueva conceptualización. Desde la naciente República de 1825 que legalizó la ciudadanía restringida a los originarios e indígenas, por no saber leer y escribir, por estar sujetos a dependencia, en definitiva porque representaban una traba hacia el horizonte de modernidad que buscaban copiar los nacientes revolucionarios criollos. Esa ciudadanía restringida es la que marcó gran parte de nuestra historia republicana, que nos hizo uno de los países con mayores diferencias sociales y exclusiones, marcadas por el discurso racista justificando nuestro subdesarrollo. La revolución del 52 representa la irrupción histórica de las identidades populares pero en el marco del nacionalismo revolucionario, que a pesar de que impulsó tareas fundamentales, nunca dejó el sesgo de la exclusión.

En este contexto, a decir de Ferrán Cabrero, en lo que siguió al '52 en Bolivia y en toda América Latina; el cambio de los regímenes de ciudadanía significó la erosión del Estado corporativista que había facilitado la reforma agraria e importantes subsidios y servicios, así como propició la organización campesina desde una perspectiva nacionalista y desarrollista, erosión que se acentúa en los años ochenta y noventa con las políticas neoliberales de retroceso del Estado y de la ciudadanía social.

Tanto la erosión del Estado corporativista, muchas veces dirigido por dictaduras y gobiernos militares (pero débil al fin y al cabo, y que había permitido cierto grado de autonomía dentro de las comunidades), cuanto finalmente la implementación de políticas neoliberales que afectaron directamente la autonomía de las comunidades y que se focalizaron básicamente en las ciudadanías cívicas y políticas, postergando los compromisos de reforma agraria, cortando programas sociales, créditos y subsidios y debilitando las organizaciones campesinas, facilitando, a su vez, la eclosión de identidades politizadas.

Esa situación de fracaso del modelo neoliberal y su ciudadanización por la vía del mercado, mientras atropellaba en los hechos los derechos fundamentales de la ciudadanía, generó el levantamiento popular y la posibilidad del protagonismo político de los que históricamente fueron asumidos por los grupos de poder como votantes e incluso beneficiarios, pero jamás como actores políticos fundamentales en la organización del poder.

Y precisamente eso ocurrió en Bolivia, en la que se encontró la memoria corta de confrontación con el modelo neoliberal que había rifado a las transnacionales nuestros recursos fundamentales y reprimido a los movimientos sociales; junto a la memoria larga de nuestra identidad plurinacional que expresaba precisamente el que históricamente no se haya podido construir un Estado Nacional inclusivo, porque las oligarquías se habían apropiado del país como herederos coloniales, negando la indianidad mayoritaria, así como las identidades múltiples, luchando históricamente por su preservación y reconstitución como pueblos. El encuentro de estas memorias generó el voto de una mayoría indígena originaria campesina, que apostó a elegir a uno de ellos mismos: Evo Morales, que expresaba ese quiebre histórico con el pasado republicano y neoliberal que había engendrado un país dividido y con exclusión extrema marcada por el racismo.

Por eso el debate constituyente excluyó inicialmente la palabra República, por ese pasado histórico cargado de miseria, represión y muerte para la mayoría IOC. Generó una Constitución de inclusión en la que junto al criterio liberal de ciudadanía individual, donde el ejercicio de derechos tienen garantía de su cumplimiento en el Estado Plurinacional, existen los derechos colectivos y por tanto se abre la historia futura a la construcción de la ciudadanía intercultural, donde los derechos individuales aprendan a convivir y construir un país junto a los colectivos.

Este es un cambio fundamental en la historia y en la perspectiva en la que nos vemos como país. Por eso no es suficiente hablar de construir ciudadanía, como pretenden algunos candidatos como Mesa, como la base de su propuesta de país, por cuanto la historia no retrocede, o más bien ellos pretenden hacerlo para volver a las condiciones de mercado en el que la individualización de los derechos es más importante que la comunidad y el colectivo.

Hoy estamos construyendo un Estado Plurinacional que expresa la diversidad que somos y en reconocimiento de ello estamos llamados a construir la democracia intercultural, que tienda puentes de encuentro y de valoración mutua en la construcción de un país y un mundo más solidario, dispuesto a aprender unos de otros. Hemos superado con nuestra realidad y con nuestro horizonte histórico la limitada conceptualización de la ciudadanía liberal, para dar lugar a lo que somos y que expresa lo que queremos construir a través de la democracia intercultural que dé lugar a la universalización de la ciudadanía intercultural.

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