Breaking the silence

En un Patio Maravillas de Madrid abarrotado, ayer por la tarde pudimos ver un vomitivo video producido por el departamento de educación del ejercito israelí hecho público en 2004, que esta especie de ONG formada por soldados ha puesto a disposición de la opinión pública.

La presentación la realizó un ex soldado que, como todos los jóvenes en Israel, ha tenido que cumplir tres años de servicio militar obligatorio y que todos los años pasa un mes como reservista. El objetivo de esta ONG es poner al alcance de lo que podríamos llamar “la mayoría silenciosa” los testimonios de los soldados en los territorios ocupados, sin involucrarse en planteos políticos que podrían causar divisiones. Por este motivo, el soldado que ayer estuvo en el Patio, cuya familia es originaria de algún país del este de Europa y cuyos abuelos llegaron a Palestina en los años 30, dejó claro que no haría ninguna valoración más allá de la mera exposición.

En este marco, y preguntado si su organización sufría algún tipo de persecución, manifestó que la sociedad israelí es democrática, que hay absoluta libertad de expresión y que la represión solamente se ejerce sobre los palestinos.

Este argumento coincide con la opinión de Vargas Llosa en El Pais del domingo pasado sobre el mismo tema. Es decir, que es posible ser un país de ideología y práctica fascista y al mismo tiempo, ser democrático. Es eso ni más ni menos lo que dice Vargas Llosa cuando denuncia “la repugnancia que le inspira el gobierno actual” que contrapone con lo que el llama “la otra cara, admirable y ejemplar... la de un país democrático y pionero... que ha sido capaz de construir una sociedad del primer mundo, prospera, moderna, pluralista y de instituciones sólidas...”.

Este es un discurso, también en mi opinión, tan vomitivo como el video que ayer tuvimos la oportunidad de ver. En Israel, como en la gran mayoría de las ejemplares sociedades del primer mundo, la democracia la disfrutan los sectores de poder que la sostienen y las mayorías silenciosas que reciben las migajas de un bienestar construido sobre el sufrimiento y la explotación de “los otros”. La democracia griega consistía en el gobierno de los “ciudadanos”, una categoría a la que solamente podían acceder los varones adultos. Este modelo, 2.500 años después, hoy tiene algunas matizaciones, pero en lo fundamental, sigue siendo igual que entonces: democracia para unos pocos y dictadura para los demás. Como en la Palestina ocupada.