Cincuenta años sin Roque, pero con Roque


A don Panta, el Roque Dalton de la albañilería
Cuatro días antes, en nombre de la verdad y la pureza, Joaquín Villalobos jaló el gatillo que dejó a Latinoamérica sin el más irreverente de sus poetas. Villalobos y sus iguales mancharon el nombre de Roque acusándolo, sin prueba alguna, de ser infiltrado del imperio estadounidense en la lucha armada salvadoreña. Sin embargo, la historia hace bien en ganarle a la mentira. Hoy se sabe que, buscando desarticular al movimiento de liberación salvadoreño de los años 70 del siglo pasado, distintos combatientes recibieron ofertas por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) para vivir como "estudiosos" y "ganarse la vida con poco esfuerzo"; Dalton rechazó la proposición.
En cambio, Villalobos, como señala Pablo Solana, se convirtió en "asesor" de la democracia latinoamericana. Desde 1995, el ex guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue recibido por Inglaterra en la Universidad de Oxford. En su palmarés figuran decenas de artículos contra Cuba y Venezuela en las interminables campañas de desprestigio promovidas por EEUU, su apoyo en el año 2009 al golpe de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras, su papel de consejero en México para combatir al zapatismo y su asesoramiento en Colombia para terminar con las guerrillas.
En los tiempos que corren, la vida de Villalobos y la muerte de Dalton bien deben servirnos, a quienes todavía pensamos en la mejora del mundo desde la izquierda, como lección imborrable. Una mentira, incluso envuelta en oropel de verdad incuestionable, no deja de ser mentira, aunque quien la haya promovido luego beba té todos los días a la cinco de la tarde.
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Julio Cortázar cuenta una anécdota que describe magníficamente al flaco poeta centroamericano. En 1962, en una noche habanera, un grupo de escritores e intelectuales se reunió con Fidel Castro. La reunión inició a las diez y tenía que concluir una hora después, pero se extendió hasta las seis de la mañana con un Fidel incansablemente conversador y con sus interlocutores negándose a ser vencidos. Cuando el cronopio argentino estaba a punto de caer por el cansancio, presenció una escena tan memorable como entrañable protagonizada por Fidel y Roque:
"Recuerdo a Roque Dalton, flaco, muy flaco y no muy alto, al lado de Fidel, nada flaco y muy alto, discutiendo empecinadamente la manera de utilizar un cierto tipo de arma de la que no me enteré demasiado, un cierto tipo de fusil; cada uno de los dos tratando de convencer al otro de que tenían razón con toda clase de argumentos y además con demostraciones físicas: tirándose al suelo, levantándose y haciendo toda clase de demostraciones bélicas que nos dejaban bastante estupefactos".
La perplejidad de Cortázar se entiende: ver al poeta y al gigante de Birán dando marometas con un fusil imaginario debió ser algo más que impresionante. El relato es una pintura elocuente de lo pícaro, lo desafiante, lo serio, lo comprometido y lo juguetón que Roque Dalton era si se trataba de argumentar y defender su punto de vista, así en el viento como en el fuego.
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Aunque uno de los programas sociales más populares del gobierno de Nayib Bukele lleve el nombre de Roque Dalton, seguramente el poeta más poeta de El Salvador estaría pagando hoy una condena en prisión gracias al régimen de excepción impuesto desde el 27 de marzo de 2022. Distintas organizaciones salvadoreñas defensoras de los DDHH han denunciado detenciones arbitrarias sufridas por cientos de personas que comparten rasgos comunes: son pobres, de tez morena y habitantes de barrios marginales.
A decir de Estilo Libre -medio digital de noticias especializado en rap- actualmente hay al menos 15 raperos detenidos, entre ellos el caso más sonado es el de Nelson Hernández Tovar cuyo delito fue mencionar el nombre de su barrio en una de sus canciones "Barrio el Calvario es where I'm from". Dicha línea fue utilizada como prueba irrefutable por parte de la policía para acusar al rapero de realizar "apología al terrorismo".
Bukele se vanagloria de ser el autor intelectual del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) que, gracias a un financiamiento anual de 20 millones de dólares por parte del gobierno de Donald Trump, también "albergará" a 300 detenidos no salvadoreños. Como hizo varias veces cuando cayó preso, hoy Roque Dalton rompería, de las maneras más inesperadas, las paredes de la cárcel para respirar la libertad de la vida. Con esa atemporalidad que vibra en la literatura, un poema suyo, escrito entre las rejas de la penitenciaría central que lleva por título "El alma nacional", resuena en estos días para El Salvador:
Patria dispersa: caes
como una pastillita de veneno en mis horas.¿Quién eres tú, poblada de amos,
como la perra que se rasca junto a los mismos árboles
que mea? ¿Quién soportó tus símbolos,
tus gestos de doncella con olor a caoba,
sabiéndote arrasada por la baba del crápula?¿A quién no tienes harto con tu diminutez?
¿A quién aún convences de tributo y vigilia?
¿Cómo te llamas, si, despedazada,
eres todo el azar agónico en los charcos?¿Quién eres,
sino este mico armado y numerado,
pastor de llaves y odio, que me alumbra la cara?Ya me bastas, mi bella
madre durmiente que haces heder la noche de lascárceles:
ahora me corroen los deberes del acecho
que hacen del hijo bueno un desertor,
del pavito coqueto un desvelado,
del pan de Dios un asaltante hambriento.
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El andar poético de quien escribió Un libro rojo para Lenin está inherentemente ligado a su trayectoria como artista revolucionario adscrito al marxismo. En 1953, comisionado por una revista universitaria, entrevistó en Chile a Diego Rivera. Por aquellas fechas, Dalton tenía escasos dieciocho años y reconoció ante el rechoncho muralista mexicano que no había leído nada de marxismo. Muy a su estilo, Rivera le dijo que "tenía dieciocho años de ser un imbécil". En el relato hay, desde luego, una gran carga de humor e ironía, pero a decir del salvadoreño a partir de entonces el marxismo entró de lleno en su concepción sobre el mundo.
En palabras del propio Dalton:
"Lo importante fue que cuando yo regresé a El Salvador con los rudimentos de marxismo que yo llevaba, con las líneas generales del marxismo que había podido captar en algunos libros mal leídos y sin ningún orden, pude descubrir mi país, un país desconocido, un país que yo nunca había visto, pude descubrir las contradicciones de clase, la miseria terrible, sus orígenes, etcétera, que me dieron un panorama en el cual yo nunca, sinceramente, había caído en la cuenta".
El marxismo como descubrimiento de su país, de sus agonías y de sus pesares; descubrimiento de sí mismo y, además, descubrimiento del camino por el que iba a transitar su quehacer artístico. Revolución, marxismo, militancia política y poesía constituyeron el ADN del autor de Taberna y otros lugares. No por nada, al obtener el Premio Literario Casa de las Américas en 1969, le escribió a uno de sus hijos: "Querido Jorge, yo llegué a la revolución por la vía de la poesía. Tú podrás llegar (si lo deseas, si sientes que lo necesitas) a la poesía por la vía de la revolución".
La formulación revela la importancia que el salvadoreño le otorgó a su quehacer como poeta. Roque Dalton fue, así se le intente edulcorar y despojar de su militancia marxista en el campo de la literatura latinoamericana contemporánea, un poeta que militó para la revolución y un revolucionario cuya acción política nació a partir de la poesía. Por ser poeta, se convirtió en revolucionario; por ser revolucionario, escribió poesía.
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Este 14 de mayo de 2025, aquel muchacho de complexión casi famélica que sabía burlarse de la cárcel, de la policía, de los moldes escriturales y de sí mismo, llegaría a los 90 mayos. En sus prolíficos 39 años, Roque incursionó en la poesía, la novela, el ensayo y el periodismo. Su formación académica estuvo también acompañada por la pasión autodidacta. Como militante revolucionario, varias veces la prisión lo "albergó". Sufrió persecución política y tuvo que dejar al pulgarcito de América en 1961, aunque regresó en distintas ocasiones. Vivió exiliado en Cuba, México y Checoslovaquia, pero El Salvador lo llamaba y a él volvió hasta ser asesinado en Quetzaltepeque porque, además de poeta y marxista latinoamericano, quiso luchar para transformar al mundo con los desposeídos de su patria.
La obra daltoniana es vasta y no puede entenderse sino desde el compromiso con la vida de los que nada tienen. Roque Dalton le hablaba al futuro, pero siempre se consideró como "escudriñador" del día a día. Aquel bohemio parrandero, que luego fue el más alegre combatiente en la guerrilla, entendió el quehacer poético de manera tal que el verso valía porque ayudaba a escudriñar y a construir el presente, incluso a costa de la vida misma.
Por eso escribió lo siguiente: "Ser revolucionario cuando la revolución ha eliminado a sus enemigos y se ha consolidado en todos los sentidos, puede ser, sin lugar a dudas, más o menos glorioso y heroico. Pero serlo cuando la calidad de revolucionario se suele premiar con la muerte es lo verdaderamente digno de la poesía. El poeta toma entonces la poesía de su generación y la entrega a la historia". Las letras de Dalton están cargadas de dignidad, de historia y de vida; contra ellas, no pueden ni la infamia, ni el olvido, ni la muerte.
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Llevamos cincuenta años sin Roque, pero con Roque. Hace medio siglo, aquel 10 de mayo de 1975, Nuestra América se quedó un poco más triste y un poco más sola porque le arrebataron al poeta que supo hallar en la alegría y la insolencia elementos con los que también se podía gozar la militancia política. Quizá eso fue lo que algunos rancios integrantes del ERP no le perdonaron. Quizá eso fue lo que preocupó a la CIA. Quizá sus enemigos no le perdonaron que sus venas no terminaran en él, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos.
Cincuenta años sin Roque son muchos años, pero sus letras lo traen, cada tanto, hasta nosotros. Lo que Dalton escribió lo hace vivir en El Salvador que tanto amó, en la Cuba socialista y rumbera que lo acogió, en el México bravo que supo de sus juergas. Quienes lo leemos y leeremos, quienes lo queremos y querremos, sabemos que cada día es el turno del ofendido y que ante los dolores de cabeza generados por el capitalismo el comunismo será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del sol.
Gracias a Roque Dalton por habernos ayudado a comprender que la poesía no está hecha sólo de palabras.
* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.
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