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Argentina, Argentina, Medio Oriente :: 03/06/2018

Cómplices: la Selección argentina jugará en Jerusalén

Carlos Aznárez
Como autistas ante una tragedia que ya dura 70 años, a ellos “lo único que les importa es jugar”

La selección argentina de fútbol jugará el 9 de junio en Jerusalén un partido amistoso con Israel y de esta manera, todo su plantel se convertirá en cómplice del genocidio contra el pueblo palestino.

Fueron repetidamente advertidos por organizaciones de derechos humanos palestinas pero también por los distintos comités de solidaridad con ese sufrido pueblo tiene en todo el mundo, pero ni el director técnico ni los propios jugadores dijeron una palabra. Como autistas ante una tragedia que ya dura 70 años, a ellos “lo único que les importa es jugar”, aunque sea en un cementerio de niños, niñas, ancianos, mujeres, hombres. No les interesa, con tal de ver rodar la pelota, que su “público” sean soldados armados, o recalcitrantes judíos ortodoxos que generalmente ocupan como colonos los lujosos countries construidos profusamente en tierra palestina ocupada. Ocupan y matan para sostenerse en el territorio que avasallan.

No les interesa tampoco a Messi y sus colegas que Israel sea uno de los pocos países en el mundo que considera legal torturar a los detenidos, o que cuando sus soldados bombardean en Gaza, una tribuna de “hinchas” se levante en el campo de “batalla” para festejar cada muerto o cada bomba destructora. O que en las prisiones de exterminio haya miles de chicos y chicas de edades parecidas a las de todos los que componen la Selección. Allí está el caso de Ahed Tamimi como ejemplo de lo que significa esta barbarie cimentada por quienes serán sus anfitriones.

Menos habrá de importarles que ese “país” al que van a jugar se haya levantado hace siete décadas en base a destruir al pueblo originario que residía alli desde siempre. Les demolieron sus viviendas, les quemaron sus olivares, los asesinaron y a quienes lograron salvarse los empujaron a una diáspora que hoy se cuenta por millones.

No, a la selección argentina poco le importa lo que ocurre a su alrededor. Son una elite que nada ve, nada oye, nada dice.

Tampoco no hay nada que justifique que en el mismo momento en que el Parlamento le ponía freno al tarifazo, el equipo de ídolos de barro (Messi, el más complaciente) posaran alegres con el presidente Macri. El mismo que vetará esa decisión parlamentaria condenando más a la miseria al pueblo argentino. Lógico: Messi vive en otro planeta y no le falta dinero para pagar tarifas o lujos exhorbitantes. Mucho menos puede interesarle a él y al resto que ayer nomás aviones sionistas siguieran bombardeando Gaza, el mayor campo de concentración al aire libre, o que sus habitantes ya no tengan ni luz, ni agua ni siquiera gazas o anestesia en los hospitales desbordados de heridos, o que un jóven como él, jugador de fútbol de un equipo palestino, no pueda brincar más en un estadio. Entre quienes concurrirán a ver a la selección argentina en Jerusalén seguramente pueda estar el soldado que le haya apuntado al cuerpo y con total impunidad disparara, dejándolo valdado para toda la vida.

Messi y sus compañeros sonríen como zombies ante las humoradas de un presidente que no hace reir a nadie, y con esa misma indolencia se preparan para  caminar como autómatas en la Jerusalén ocupada, tomarán fotos en el muro de los lamentos y de paso también en la Embajada de Estados Unidos, montada como una de las tantas provocaciones de Trump en la ciudad santa de todas las religiones. Con una venda en los ojos, que no les asegurará tranquilidad de conciencia, disfrutarán en un sitio donde muchos lloran por haber perdido a sus hijos e hijas en las continuas masacres orquestadas por los invasores de tierra palestina.

No podrán decir que no lo sabían, como hicieron muchos después de la dictadura argentina. No, no podrán hacerse los desentendidos o poner cara de “esto no va conmigo, yo soy apolítico”. Todos ellos han recibido innumerables mensajes: “No vayan”, “no avalen este nuevo Holocausto”, “no sean indiferentes” a los miles de muertos, torturados, presos y presas. No se borren de una realidad monstruosa capaz de construir un muro gigantesco para dividir aún más a un pueblo. ¿Qué más hace falta para que comprendan que el paso que están dando es equivocado?

¿Con la misma excusa de que el deporte no debe ser cruzado con la política ustedes hubieran jugado en Auschwitz o Treblinka? ¿Hubieran complacido a los asesinos de la Gestapo? ¿Pueden ser tan sumisos a la decisión de un gobierno (el de Macri y Patricia Bullrich) que se arrodilla no solo ante el FMI sino también mantiene relaciones carnales con el Estsdo Terrorista de Israel?  No muchachos, el fútbol no justifica todo. Menos cuando la sangre de inocentes y el dolor de madres, padres, hijos e hijas de quienes han sido brutalmente asesinados les estallará en pleno rostro apenas pisen Jerusalén.

Podrán hacer gambetas de excelencia o goles espectaculares, pero nadie, ni siquiera el fanático más complaciente del equipo habrá de perdonarles que no se hayan rebelado contra quienes les impusieron ser cómplices de la invasión, colonización y matanza de un pueblo que lo único que aspira es a su libertad y vivir en paz. Cuando se den cuenta de esto, dentro de esta campana de cristal en la que viven, ya será tarde.

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