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Europa, Mundo :: 16/12/2015

COP21 en París: más allá del espectáculo, la botella está vacía al 80 %

Daniel Tanuro
Hay una ausencia total de precisión en lo que respecta a los plazos a cumplir para que puedan alcanzarse los objetivos climáticos

Como estaba previsto, la COP21 ha concluido con acuerdo. Un acuerdo que entrará en vigor el año 2020 si es ratificado por 55 países de los firmantes de la Convención marco de las naciones unidas sobre el cambio climático y si esos 55 países representan al menos el 55 % de las emisiones de gas de efecto invernadero. Vistas las posiciones adoptadas en Paris, no parece que esta doble condición constituya un obstáculo, pero la no-ratificación del Protocolo de Kioto por EEUU muestra que siempre puede haber sorpresas…

“Por debajo de 2ºC”, sí, pero ¿cómo?

El acuerdo define como objetivo mantener el incremento medio de la temperatura “por debajo de 2ºC en relación al nivel pre-industrial y continuar con los esfuerzos por limitar su incremento a 1,5ºC (por encima de esos niveles), reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos del cambio climático”.

Por otra parte, el texto confirma la voluntad de alcanzar esos objetivos respetando el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, de los derechos humanos, del derecho a la salud, al desarrollo, de los derechos de los pueblos indígenas, de los derechos de las personas incapacitadas y de los niños y niñas, de la igualdad de género, promoviendo “el empoderamiento” de las mujeres, así como la solidaridad intergeneracional y tomando nota de la importancia de una “transición justa” para los trabajadores y trabajadoras a partir de las capacidades de cada país…

Evidentemente, no podemos sino compartir estas tomas de posición de principio, pero el documento aprobado por los 195 países representados en la COP no ofrece ninguna garantía de que serán efectivos. Y lo que es más importante, hay una ausencia total de precisión en lo que respecta a los plazos a cumplir para que puedan alcanzarse los objetivos climáticos: el documento se contenta con afirmar que “las partes [los países] se plantean alcanzar un máximo global de emisiones lo más rápido posible para comenzar, a partir de ahí, con reducciones drásticas con los mejores medios científicos disponibles, para alcanzar un equilibrio entre las emisiones generadas por la humanidad y su absorción por los sumideros del gas de efecto invernadero”. Ahora bien, el año en el que se alcanzará el máximo de emisión global, el ritmo anual de las reducción globales de las emisiones tras ese pico alto y el momento preciso entre 2050 y 2100 en el que se realice el equilibrio global de emisiones/absorciones condicionan la estabilización de calentamiento a un nivel u otro.

¿”Conciliar lo inconciliable”?

El 12 de diciembre, en la alocución ante el plenario de participantes, el presidente François Hollande se alegró de que la conferencia llegase a “conciliar lo que (parecía) inconciliable”, aprobando un documento “a la vez ambicioso y realista”. “Este es el momento para el acuerdo decisivo para el planeta”, concluyó. Frente a él, Laurent Fabius, Ministro de asuntos exteriores francés, en tanto que Presidente de esta COP, se felicitó de un resultado que representa “el mejor equilibrio posible”.

La Convención marco de Naciones Unidas sobre el cambio climático fue adoptada [en Nueva York] en 1992. Hasta el presente, esta Convención no ha producido más que una propuesta muy insuficiente: el Protocolo de Kioto. Hace años que el desafío climático contribuye de forma creciente a minar la legitimidad del capitalismo y la credibilidad de sus representantes políticos. A raíz de la COP de Paris, es claro y evidente que vamos a estar confrontados a una amplia contraofensiva orientada a difundir la idea de que el sistema, contrariamente a lo que se dice, es capaz de contener la catástrofe que ha generado y que los gobiernos a su servicio están a la altura de las circunstancias.

Quienes no creen en la posibilidad de un capitalismo verde y, en particular, en la posibilidad de salvar el clima sin poner en cuestión la tendencia fundamental de este sistema al crecimiento, tienen por lo tanto interés en examinar el acuerdo de Paris bajo esta perspectiva: ¿ha “conciliado lo inconciliable” la COP21? Es lo que vamos a abordar a continuación. Y ENen otra ocasión volveremos sobre otros aspectos del acuerdo tales como la adaptación, el apoyo a los países del Sur, etc.

Así pues, ¿de qué estamos hablando? ¿Desmiente Paris a los horribles cascarrabias pesimistas y ecosocialistas? La respuesta a esta pregunta es “no”; al menos en un 80 %. ¿Por qué al “80 %”? Porque sobre la base de los conocimientos específicos del secretario de la Convención marco de naciones unidad sobre el cambio climático (CCNUCC), se puede afirmar que solo se ha recorrido la quinta parte del camino para situar al clima bajo 2ºC (y, claro, por el momento, ¡sólo sobre el papel!). Dicho de otro modo, no estamos ante una botella medio llena o medio vacía: la botella de la COP21 está vacía en sus cuatro quintas partes. En lo fundamental la catástrofe climática va a seguir existiendo y no hay ninguna prueba de que los hechos inconciliables puedan ser conciliables. Nos explicamos.

Entre el acuerdo y las contribuciones prometidas por los distintos países (INDC)

En la negociación existen dos elementos: por una parte, el texto adoptado en Paris y, por otra, los proyectos de “planes clima” que cada país participante en la Conferencia aprobó y transmitió al Secretario de la CCNUCC antes de la COP. En el argot de los negociadores, estos “planes clima” están designados por su acrónimo inglés INDC (Intended Nationally Determined Contributions – promesas determinadas nacionalmente para contribuir a salvar el clima). Es cierto que el texto adoptado en Paris plantea el objetivo de situar el calentamiento por debajo de 2ºC y lo más cerca posible de 1,5ºC. Pero los INDC (que plantean objetivos hasta los años 2025 o 2030) están muy lejos de alcanzar ese objetivo: según las estimaciones realizadas, su efecto acumulativo nos llevará a alcanzar un calentamiento catastrófico cercano a 3ºC.

Esta contradicción entre las declaraciones de intención del acuerdo y la realidad de los planes-clima de los países que lo han firmado no es ningún secreto. La moción adoptada en Paris (al igual que el acuerdo en sí mismo) “(insiste) con preocupación en la necesidad urgente de abordar la gran brecha entre el efecto agregado de las promesas para mitigar realizadas por los distintos países en términos de emisiones globales anuales de gas de efecto invernadero de aquí a 2020 (por una parte), y las trayectorias de emisión acumuladas de acuerdo con el objetivo de limitar el incremento de la temperatura media del planeta por debajo de 2ºC y de continuar con los esfuerzos para limitar su incremento a 1,5ºC (de otra parte).”

Esta brecha ente el efecto acumulado de los INDC y el objetivo de 1,5 a 2ºC adoptado en Paris fue estudiado por un grupo de trabajo ah hoc durante la COP celebrada en Durban [2011] con el objetivo de definir los instrumentos para aumentar el nivel de la ambición en política climática (Ad Hoc Working Group on the Durban Platform for Enhanced Action). El 30 de octubre de 2015, en los trabajos para preparar la COP21, este grupo de remitió un informe detallado al Secretariado de la CCNUCC.

En el informe se comparaba, por una parte, el total de las emisiones indicadas por los distintos países (INDC) para el año 2025 y 2030 con las emisiones “habituales” y, de otra, con las variantes de la trayectoria de reducción de emisiones global que debería establecerse, según el GIEC [Grupo intergubernamental sobre el cambio climático, dependiente de la ONU] para que hubiera un 66 % de probabilidades de mantener el calentamiento climático por debajo de 2ºC “al menor coste” (esas trayectorias constituyen lo en el último informe de GIEC se denomina “least cost 2ºC scenarios”)

El método utilizado por quienes realizaron el estudio es simple: tomaron como base de referencia las emisiones “habituales” (0% para el objetivo de 2º) y la del “menor coste de 2ºC” como el objetivo a alcanzar (100% par el objetivo de 2ºC); hecho esto, definieron el total de las reducción de emisiones proyectadas por los INDC en porcentajes en relación al objetivo de 2ºC. He aquí su conclusión: “en esta comparativa, los INDC pueden llevar a reducir la diferencia entre las emisiones “habituales” y los escenarios de 2ºC al 27% en 2025 y al 22 % en 2030?. Es por eso que más arriba hemos dicho que la “botella de la COP21 estaba vacía en un 80 %”

Por otra parte no está excluido que, en la realidad, esta cifra del 80 % sea inferior. En efecto, los INDC merecerían estar sometidos a un examen más detallado con el fin de verificar si los Estados no han inflado sus cifras con el objetivo de ofrecer una imagen de buenos alumnos de la clase. En lo que respecta a la cuestión climática, ya hemos conocido mentiras de ese tipo, que hace pensar, por ejemplo, a cómo los Estados miembros de la UE sobrestimaron las emisiones de sus industrias contaminantes con el fin de que pudieran recibir gratuitamente un máximo de derechos de emisión que luego los vendían para obtener beneficios. El hecho de que buen número de INDC estén orientadas hacia la absorción de CO2 por los bosques o hacia reducciones relativas de emisiones, y relativamente poco sobre reducciones netas, pone la mosca detrás de la oreja. Pero dejemos este aspecto a los especialistas y veamos, mejor, de qué forma se plantea cerrar la brecha entre los INDC y el objetivo de mantener el calentamiento entre 1,5 y 2ºC el acuerdo de Paris.

¿Cerrar la brecha? ¡Ni de chamba!

Antes de nada, tengo que confesar que para mí hay un punto en los informes del GIEC que resulta inexplicable: mientras que la gravedad del cambio climático es cada vez más inquietante y el fenómeno progresa mucho más rápidamente de lo previsto en las simulaciones, ¿cómo es que el máximo de emisiones mundiales de gas de efecto invernadero a respetar para tener el 66 % de probabilidades de situarse bajo el límite de 2ºC fuera pospuesto [en el tiempo] en el 5º informe en relación al 4º? Según el 4º informe, para no superar 2ºC de incremento, sería necesario que el máximo las emisiones globales se diera en 2015; sin embargo, el 5º informe considera que es posible situarse por debajo de 2ºC comenzando a reducir las emisiones globales en 2020, 2025 e, incluso, en 2030… aún cuando las dificultades serán cada vez mayores. Supongo que quienes realizan los informes no solo lo hacen por mantener viva la esperanza, sino que habrá alguna explicación científica para explicar este derrape, pero no la conozco…

Sea lo que fuere, admitamos que el máximo de emisiones compatibles con 2ºC o 1,5ºC sede en 2025 0 2030 y volvamos a plantear la cuestión: ¿De qué forma se plantea el acuerdo de Paris cerrar la brecha entre los INDC y el objetivo de un calentamiento “inferior a 2ºC”? La respuesta se encuentra en el documento aprobado: revisando los INDC cada cinco años, con el objetivo de incrementar su ambición. Esta revisión se basará únicamente en la buena voluntad de las partes [países]: el acuerdo no es jurídicamente vinculante ni prevé ninguna sanción, etc. Así pues, mientras la casa se quema, resulta irritante que un compromiso tan débil sea presentado como un avance histórico.

Llegados a este punto, una cuestión importante es la del tiempo: el acuerdo de Paris entrará en vigor en 2020 y la primera revisión no tendrá lugar mas que… en 2023. No hay que olvidar que para ratificar el acuerdo de Kioto, que no afectaba más que aun número reducido de países e implicaba reducciones irrisorias, fueron necesario 8 años. Pensar que, en 10 años, en un momento que las tensiones geopolíticas van en aumento, 195 países llegar a ponerse de acuerdo de forma rápida sobre el 80 % del camino que deben recorrer aún para salvar el clima, supone en realidad jugar a la ruleta rusa con el futuro de centenares de millones de seres humanos y con los ecosistemas. Es poco decir que la COP21 no invalida los análisis ecosocialistas; por el contrario, los confirma: el sistema capitalista, cuando choca con los límites ecológicos, no es capaz de responder al problema que tiene frente a él y los hace cada vez más complejos y peligrosos.

¿Habéis dicho “combustibles fósiles”?

A propósito de la peligrosidad, quienes se obstinen en creer que el 12 de diciembre se ha producido un milagro en Bourget [sede de la COP21] debería plantearse ciuando menos estas dos preguntas:

¿por qué palabras o expresiones como “combustibles fósiles”, “industria”, “carbón”, “petróleo”, “gas natural”, “fabricación de coches” y otras tan cruciales para el tema que tratamos no aparecen ni una sola vez en el texto de Paris? ¿Por qué la palabra “energía” no se cita mas que dos veces en una sola frase a propósito de África (y una vez en el nombre de la Agencia internacional de energía)? Y, también, ¿por qué las palabras o expresiones como “transición energética”, “sobriedad energética”, “reciclaje”, “empleo”, “bienes comunes”, “localización”, no se utilizan nunca? ¿Por qué la expresión “energía renovable” no se emplea más que una sola vez y sólo a propósito de los países “en desarrollo” (“África en particular”)? ¿Por qué la palabra “biodiversidad” no se emplee más que una sola vez? ¿Por qué el concepto de “justicia climática” no aparezca tampoco más que una sola vez como “importante para algunos” -precisamente en el mismo párrafo atrápalo todo que menciona la biodiversidad y la importancia (¡también “para algunos”!) de la Tierra Madre?

Estos lapsus no son fruto del azar sino la impronta de un proyecto concreto, de una estrategia capitalista para responder al reto climático. Los clima-negacionistas parecen estar a punto de perder la partida en el seno de la clase dominante, y está bien. Sin embargo, nos equivocaríamos si considerásemos relajadamente que el acuerdo de Paris es una “señal fuerte”, que “acabará con las energías fósiles” o definirá el cambio hacia una “transición justa” como han dicho algunos. Los culpables del desastre -a grandes rasgos, el setor de las energías fósiles y del crédito- controlan con firmeza el timón.

Un giro, pero ¿en qué dirección?

¿Existe un giro? Sin duda. En las más altas esferas existe una toma de conciencia del gran, incalculable, riesgo que conlleva el calentamiento global; que si no se le pone freno va a pesar sobre la sociedad, su cohesión y su economía; la encíclica del Papa Francisco es una expresión de ese fenómeno. Es probable que algunos capitalistas de los que toman las decisiones no se contentarán con utilizar esta COP como una excusa para ocultar la catástrofe que su negligencia política prepara desde la Cumbre de la Tierra de 1992, y que tratarán de ponerse de acuerdo para cerrar la brecha entre los INDC y lo que se precisa para impedir que el calentamiento supere los 2ºC. Ahora bien no está nada claro que lo logren… Entre otras razones porque este giro comienza muy tarde, porque el capital fósil lo frena y porque el mundo multipolar esta desgarrado por feroces rivalidades interimperialistas, sin liderazgo claro, etc.

Además, el objetivo no lo constituye todo. También cuenta la forma de lograrlo. Ahora bien el “least cost 2ºC” que inspira las estrategias es el recurso no solo a las “energías dulces” sino también a la nuclear, a la combustión de fósiles con captación y almacenamiento de gas carbono, a la hidroelectricidad gigante y a la combustión de la biomasa con “recuperación de carbono” (carbón recovery). El 5º informe del GIEC es categórico: sin todo esto (el situarse por debajo de 2ºC no es realmente “rentable”) los costes se disparan y se ponen en riesgo los beneficios. ¡Sacrilegio!

En el hit parade de las tecnologías de los aprendices de brujo se encuentra la combustión de la biomasa con la recuperación de carbono. Sus partidarios razonan que quemando la biomasa y almacenando el CO2 que salga de esa combustión y cultivando nueva biomasa para quemar, que a medida que crece absorberá el CO2 del aire, se podrá no solo reducir las emisiones sino también disminuir el stock de CO2 acumulado en la atmósfera. El razonamiento no tiene fin… pero el enorme consumo de biomasa que implica ese proyecto destruye tanto los ecosistemas como las comunidades humanas que habitan en él. Pero hete aquí que es en ese punto en el que el acuerdo de Paris se marca objetivos. Por ejemplo, anunciando un vasto “mecanismo de desarrollo sostenible”. Leyéndolo, se comprende que simplemente se tratará de ampliar al máximo los “mecanismos de desarrollo limpio” de Kioto… gracias al cual sectores de la industria automovilística europea, sobre todo, “compensan” sus emisiones invirtiendo en el Sur en proyectos “forestales”, a costa de los pueblos indígenas.

He ahí la “ambición realista” descrita por Hollande en la apoteosis mediática de la COP. He ahí la verdadera imagen de lo que algunos se obstinan en saludar como la marcha hacia un “capitalismo verde”. Miremos la realidad cara a cara. Lo que se está planteando, en nombre del “desarrollo durable”, es anti-ecológico, antisocial, no salvará el clima y exigirá más represión para quebrar las resistencias y hacer callar a las y los desidentes. Decretado con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, el Estado de excepción es, a fin de cuentas, muy revelador de algunas de las tendencias ocultas de esta COP21.

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