Corea del Sur: el nuevo presidente de derecha no cerrará la crisis política


El 3 de junio, un candidato 'disidente' de sesenta años del neoliberal Partido Democrático (DPK) de Corea del Sur ganó la presidencia en unas elecciones anticipadas, tras el fallido golpe de Estado perpetrado seis meses antes por el expresidente Yoon Suk-yeol. A primera vista, la victoria de Lee Jae-myung parecía un resultado cantado.
Sin embargo, detrás del resultado se escondía la realidad de una 'democracia' joven dividida por el giro hacia la derecha de la política tradicional y el rápido ascenso de la extrema derecha. En contraste, el movimiento obrero surcoreano está dividido, en un momento en el que algunos sectores de la centroizquierda se esfuerzan por capear la crisis y aprovechar las nuevas oportunidades.
Una victoria frágil
Lee obtuvo el 49,4 % de los votos en unas elecciones con una de las participaciones más altas de la historia, cercana al 80 %, en un contexto de manifestaciones y protestas masivas que aceleraron la destitución de Yoon y la convocatoria de elecciones anticipadas. Su principal oponente, Kim Moon-soo, del conservador Partido del Poder Popular (PPP) de Yoon, obtuvo el 41,1 % de los votos.
Los conservadores tenían pocas posibilidades de ganar las elecciones. El partido estaba tan dividido que le costó mucho elegir a su propio candidato, hasta que finalmente se decantó por Kim, un antiguo activista de centroizquierda convertido en agitador de extrema derecha. Dadas las circunstancias, el PPP debería haber sufrido una derrota mucho más aplastante que la que obtuvo.
Lee Jun-seok, candidato del Partido Reformista, una escisión del PPP que ha estado cortejando a la cohorte de incels del país, quedó en tercer lugar, con un 8,3 %. En un distante cuarto lugar quedó Kwon Young-guk, candidato del Partido Laborista Democrático, formado apresuradamente, que logró obtener poco menos del 1 % de los votos a pesar del inicio tardío de su campaña y las divisiones en la centroizquierda.
Lo más destacado es el fuerte giro hacia la extrema derecha entre los hombres de entre veinte y treinta años. Según una encuesta en boca de urna realizada por tres importantes cadenas de televisión, tres cuartas partes de los hombres de ese grupo de edad votaron por los dos candidatos de extrema derecha. Por el contrario, algo más del 58 % de las votantes de entre veinte y treinta años votaron por Lee, del PDP, mientras que otro 6 % optó por el candidato de centroizquierda, Kwon. El predominio de la derecha también fue evidente entre los hombres de treinta y tantos años, con alrededor del 60 % votando por uno de los dos candidatos conservadores, mientras que el 57 % de las mujeres de ese grupo de edad apoyó a Lee.
Aunque el margen de victoria global de Lee fue de más del 8 %, su victoria es más frágil de lo que podría parecer. Si excluimos a las dos provincias del suroeste, que constituyen el bastión tradicional del PDP, donde obtuvo más del 80 % de los votos, la ventaja de Lee sobre el PPP se reduce a solo 26 000 votos de los casi 35 millones emitidos. En Seúl, la capital del país y su centro político y económico, el voto conservador combinado superó por un estrecho margen de 0,5 % el apoyo a Lee.
A pesar de ese margen más estrecho de lo esperado, Lee puede seguir siendo considerado como el presidente más poderoso de la historia reciente de Corea del Sur. Dado que su partido ya cuenta con mayoría legislativa, Lee podrá cubrir dos vacantes en el Tribunal Constitucional y promulgar o derogar cualquier ley que desee durante los próximos dos años, o incluso durante los cinco años de su mandato si el PPP sigue demasiado fracturado como para constituirse en un desafío en las próximas elecciones legislativas. Como siempre, la suerte política del DPK dependerá menos de sus propias fortalezas que de las deficiencias de su principal rival.
¿Sanders o Trump?
Prácticamente desconocido fuera de Corea del Sur, Lee es un abogado y un 'disidente' que se hizo a sí mismo. Entre 2010 y 2018, se ganó el reconocimiento nacional como alcalde eficiente que rescató de una crisis de deuda a Seongnam, una ciudad satélite de Seúl en la provincia de Gyeonggi. Más tarde, ocupó el cargo de gobernador provincial, que utilizó como trampolín para su candidatura a la presidencia. Hace tres años, perdió por menos de un 1 % las elecciones presidenciales frente al ahora destituido Yoon.
Según sus propias memorias, Lee nació en una familia muy pobre y tuvo que abandonar la escuela secundaria para trabajar en fábricas y ayudar a mantener a su familia. Un accidente laboral le dejó el brazo izquierdo discapacitado. En 1982, tras superar una serie de pruebas, Lee, inteligente y con gran sentido común, fue admitido en una universidad de Seúl con una beca por méritos académicos gracias a sus excelentes resultados en las pruebas de ingreso. Cuatro años más tarde, aprobó el examen de ingreso para la carrera de Abogacía, famoso por su dificultad, y se tituló.
Como suele ocurrir con las memorias de los políticos, el relato de Lee contiene inconsistencias sobre fechas, lugares y acontecimientos. Sin embargo, su relato, que va de la pobreza a la riqueza, tiene un gran impacto en un país que pasó de la devastación de la guerra a la prosperidad económica en una sola generación gracias al apoyo irrestricto de EEUU.
El historial profesional de Lee como abogado contradice a menudo la imagen que da de sí mismo como defensor de los DDHH. En 1989, con veintiséis años y mucha ambición, abrió su bufete en Seongnam. Esta zona marginal, que había sido escenario de unos disturbios en los barrios marginales en 1971, estaba a punto de sufrir una transformación radical.
Durante los siguientes treinta años, la ciudad y la provincia se inundaron de dinero, ya que el Gobierno y los promotores inmobiliarios comenzaron a invertir fondos en la región sur de Seúl. Este proceso la transformó en un centro tecnológico al estilo de Silicon Valley y en un enclave moderno para jóvenes y ricos, mientras que los barrios antiguos y las pequeñas fábricas fueron arrasados, desplazando a residentes y trabajadores.
Lee pasó la mayor parte de la década de 1990 dedicándose a casos de apelaciones civiles, atraído por los honorarios más elevados. Durante este periodo también comenzó a ganar dinero mediante inversiones en acciones de primera categoría. En la década de 2000, canalizó sus ambiciones políticas liderando un grupo cívico anticorrupción en la ciudad.
A lo largo de su carrera jurídica fue responsable de aproximadamente cuarenta casos penales. Solo dos de ellos estaban relacionados con violaciones de la Ley de Seguridad Nacional, la draconiana ley contra los DDHH del país, mientras que el resto se referían a delitos graves o al crimen organizado. Estas experiencias parecen haber moldeado la visión política de Lee, que a menudo se percibe como transaccional y pragmática, carente de convicciones ideológicas claras.
Sin embargo, sus conexiones con la gentrificación lo envolvieron con frecuencia en acusaciones fundadas de corrupción: ahora los tribunales deben decidir si continúan con los seis casos penales en su contra, surgidos durante su carrera pública, que van desde acusaciones por corrupción hasta abuso de poder. Sin conexiones con la élite, Lee siempre tuvo que rodearse de personas leales, derechistas como él. Desde que ganó las elecciones presidenciales, ya cubrió los principales cargos del Gobierno con personas de su círculo, rompiendo su promesa anterior de nombrar a una figura neutral (o incluso a un conservador moderado) para ayudar a salvar las divisiones políticas que atravesaron al país tras el fallido golpe de Yoon.
Su política transaccional, aislada por un círculo íntimo leal, convertieron a Lee en el líder idóneo para el actual DPK. Desde la década de 1990, el partido, que en su día estuvo profundamente arraigado en el movimiento prodemocrático del país, evolucionó hasta convertirse en una amalgama de políticos de carrera --antiguos activistas estudiantiles con un compromiso nulo con el nacionalismo radical anti estadounidense de sus inicios-- y una clase de profesionales y representantes de la nueva riqueza, que amasaron fortuna e influencia en los sectores tecnológico y financiero de Corea del Sur.
Estas élites neoliberales se diferencian de los chaebol, los gigantescos conglomerados industriales que comenzaron a florecer en la economía planificada durante la era más autoritaria entre los años sesenta y ochenta. La nueva clase rica y el DPK financiarizaron eficazmente la corrupción. En los últimos años, las acusaciones de corrupción contra figuras del DPK implicaron invariablemente a empresas de capital riesgo y de capital privado, o a promotores inmobiliarios que ofrecen participaciones financieras o alguna forma ilegal de elevadas comisiones. Esto representa un cambio con respecto al patrón establecido de los escándalos de corrupción de los chaebol, que solían implicar sobornos directos en efectivo.
Aunque los titulares mundiales advertían sobre el peligro de una toma del poder por parte de la centroizquierda, en realidad no hay nada de izquierdista en la plataforma política de Lee. Sus orígenes humildes o su breve apoyo a un plan de renta universal cuando era gobernador --una medida que, al fin y al cabo, cuenta con un amplio apoyo en los círculos capitalistas, especialmente entre los magnates tecnológicos libertarios-- pueden confundirse con un experimento 'socialista'. Pero cuando el Wall Street Journal lo interrogó el año pasado por las críticas que lo comparaban con Bernie Sanders, Lee respondió con ironía: «Algunos incluso dijeron que soy como el "Trump de Corea"».
Los medios de comunicación internacionales sugirieron que se había reinventado como un conservador moderado para favorecer su candidatura a la presidencia. De hecho, Lee siempre fue un candidato abiertamente favorable a las empresas, comprometido con la ampliación de la semana laboral legal y una mayor desregulación de los mercados financieros y laborales. El DPK es un partido promercado en el que la conveniencia política suele imponerse al respeto por la independencia judicial y la integridad procesal. Bajo la presidencia de Lee, es probable que Corea del Sur siga siendo uno de los dos únicos miembros (junto con Japón) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sin una legislación antidiscriminatoria, mientras él intenta sustituir gran parte del sistema de bienestar social por pagos directos en efectivo.
Entre Washington y Pekín
Es probable que el presidente Lee se enfrente a un desafío inmediato por parte del bloque de extrema derecha, recientemente envalentonado por la participación masiva de los jóvenes y el renovado respaldo de las megaiglesias evangélicas. La creciente frustración de los propietarios de pequeñas empresas por el aumento de la deuda y la caída de los niveles de consumo alimentará aún más a la extrema derecha. Estos sectores organizarán protestas basadas en afirmaciones infundadas sobre la falta de integridad electoral y la injerencia china, y empujarán al PPP aún más hacia la derecha, haciéndose eco de la retórica y las tácticas del movimiento MAGA estadounidense.
Durante el reciente ciclo electoral, el MAGA estadounidense y su clon surcoreano continuaron profundizando sus lazos. Morse Tan es un coreano-estadounidense que se desempeñó como embajador itinerante durante la primera administración Trump. Junto con otros dos activistas anti-China del MAGA, ambos ex oficiales del ejército de los EEUU, apareció de improviso en Seúl en una misión de observación de las elecciones.
A continuación, la Casa Blanca comentó la victoria de Lee, expresando su preocupación por la injerencia china sin dar más detalles. No está claro si este comentario inusualmente poco diplomático indica que la Casa Blanca de Trump se toma al pie de la letra las acusaciones del MAGA. Lo que sí está claro, sin embargo, es que Washington está tratando de explotar las falsedades del MAGA para mantener al nuevo presidente surcoreano bajo control antes de las negociaciones sobre aranceles y seguridad.
La escalada de la rivalidad militar entre las dos superpotencias está presionando ahora a Corea del Sur para que elija entre EEUU y China, abandonando su estrategia de décadas de buscar la prosperidad económica con China mientras mantiene los lazos militares con EEUU. En diciembre, Washington y Pekín chocaron discretamente por ciertas frases incluidas en la moción de juicio político del DPK, que hacían referencia a la inclinación de Yoon hacia EEUU y Japón en detrimento de China. Esa cláusula fue eliminada posteriormente.
Lee asumió la presidencia en medio de una vorágine. Aparte de las complejas cuestiones comerciales y arancelarias con Trump, tres preocupaciones geopolíticas interrelacionadas se cernirán sobre su presidencia.
Los surcoreanos están cada vez más preocupados por la imprevisibilidad de Trump, que podría dar lugar a un acuerdo unilateral con el líder norcoreano Kim Jong-un que dejara de lado las preocupaciones de Corea del Sur sobre el arsenal nuclear de su par del Norte. Esto dejará a Corea del Sur con pocas opciones, salvo desarrollar sus propias armas nucleares, lo que supondría una enorme carga política y económica (suponiendo que China lo permita).
En segundo lugar, también les preocupa la creciente posibilidad de que EEUU arrastre al país a un conflicto militar entre China y Taiwán. Corea del Sur alberga Camp Humphreys, la mayor base estadounidense en el extranjero, construida como punto de partida para una ofensiva contra China. La intervención de EEUU en un conflicto entre China y Taiwán situaría inmediatamente a Corea del Sur en la zona de guerra.
Por último, la carrera armamentística entre las dos Coreas entró en una nueva y peligrosa fase. Yoon y sus cómplices militares podrían pensar en provocar al Norte para que entre en un conflicto limitado como pretexto para justificar su golpe de Estado, ya que podrían apostar por la superioridad del Sur en cuanto a armamento convencional. Al haber centrado sus recursos en el desarrollo nuclear, el Norte se quedó rezagado en la actualización de su sistema convencional.
Sin embargo, la intervención en la guerra de Ucrania creó nuevas oportunidades para el Norte. A cambio del despliegue de tropas y municiones norcoreanas, Moscú le proporcionó a Pyongyang no solo petróleo y gas, sino también materiales y tecnologías para modernizar sus armas convencionales.
Además, el ejército norcoreano pudo observar y aprender de primera mano cómo se desarrolla la guerra asimétrica en el campo de batalla, donde tanto las fuerzas rusas como las ucranianas utilizaron drones baratos y ágiles para destruir costosos equipos e instalaciones militares pesados occidentales. Ambas Coreas se encuentran ahora inmersas en una nueva carrera armamentística para superarse mutuamente en cuanto al despliegue de sistemas asimétricos, tecnológicos y rentables para la ofensiva y la defensa.
Esto se suma a su acumulación de armas convencionales y al arsenal nuclear del Norte, además del deseo latente del Sur de dotarse de armas nucleares. Con todas las comunicaciones entre las dos Coreas cortadas tras el fracaso de la última iniciativa de paz de hace cuatro años, es probable que las tensiones militares se intensifiquen sin control.
Movimiento dividido
Los sindicatos y diversos grupos de centroizquierda desempeñaron un papel fundamental en el mantenimiento del impulso tras las protestas espontáneas que frustraron el intento de Yoon de subvertir la democracia el pasado 3 de diciembre. Sin embargo, ese nuevo dinamismo y esa sensación de posibilidad se disiparon rápidamente al entrar el país en el ciclo electoral.
Surgieron divisiones sobre cómo debían responder los sindicatos y la centroizquierda en general a la candidatura de Lee. En mayo, Yang Kyung-soo, presidente de la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), una liga de sindicatos independientes que agrupa a un millón de trabajadores, declaró que la KCTU apoyaba a Lee, sin consultar a los delegados sindicales. Era la primera vez desde la fundación de la organización en 1995 que la KCTU intentaba respaldar a un candidato presidencial neoliberal, ya que los estatutos de la KCTU establecen claramente que la organización debe «perseguir la construcción de un partido de los trabajadores».
La decisión unilateral de Yang se volvió rápidamente en su contra, provocando una fuerte oposición de los delegados y desencadenando una campaña de recolección de firmas entre los afiliados. Sin embargo, la KCTU finalmente no respaldó a ningún candidato, dejando que cada sindicato tomara su propia decisión. Algunos respaldaron a Lee, mientras que, sorprendentemente, otros pocos apoyaron al conservador Kim, alegando sus credenciales como militante sindical en el pasado.
Yang se limitó a repetir la maniobra que empleó durante las elecciones legislativas del año pasado, en las que una iniciativa unilateral similar también se topó con una fuerte y eficaz oposición por parte de los delegados. Con este último respaldo fallido, Yang intentó por segunda vez utilizar a la KCTU para facilitar una alianza electoral entre el DPK y el Partido Jinbo («Progresista»), una pequeña organización nacionalista de centroizquierda con inclinaciones pro-Corea del Norte. En las elecciones generales del año pasado, el Partido Jinbo consiguió dos escaños en la Asamblea Nacional gracias a un acuerdo de intercambio de votos con el DPK.
Durante las actuales elecciones anticipadas, el candidato presidencial de Jinbo se retiró tras apoyar a Lee. El DPK parece haber prometido a Jinbo otro escaño en la legislatura, que quedaría vacante una vez que un legislador la deje para unirse al nuevo Gobierno de Lee. (En Corea del Sur, los escaños de representación proporcional no disputados que se asignan a los partidos en función de su porcentaje de votos pueden transferirse al siguiente candidato elegible de la lista del partido). El 4 de junio, un miembro del partido Jinbo, que se había afiliado temporalmente al DPK para poder optar por dicha vacante, ocupó oficialmente el escaño después de que el titular inicial del DPK fuera nombrado para un cargo en la oficina presidencial.
Tras haber sido elegido dos veces como presidente de la KCTU, en gran parte gracias a los votos masivos de los sindicatos bajo la influencia de Jinbo en unas elecciones con baja participación, Yang fue a menudo criticado por darle prioridad a las necesidades de Jinbo sobre los intereses de sus miembros. La ausencia de apoyo de la KCTU hizo que el candidato de centroizquierda Kwon, que era su primer abogado interno, se enfrentara solo a unas probabilidades abrumadoras. Su Partido de la Justicia tuvo que formar apresuradamente un nuevo Partido Democrático Laborista, con otros tres partidos minoritarios de centroizquierda, debido a la normativa surcoreana que prohíbe que un candidato presidencial sea nominado por más de un partido.
El nombre «Partido Democrático Laborista» parecía una elección deliberada, ya que su homónimo fue el primer partido de centroizquierda de la posguerra en obtener un escaño en la Asamblea Nacional, hace exactamente veintiún años, en 2004. Algunos sindicatos respaldaron a Kwon, entre ellos el Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos de Corea, que encabezó muchas manifestaciones contra Yoon durante la campaña electoral.
El hecho de que Kwon lograra presentarse a las elecciones a pesar de su tardía candidatura y de la escasez de fondos, y que finalmente obtuviera algo menos del 1 % del total de los votos, con un mayor apoyo entre las votantes jóvenes, supuso un verdadero logro en un contexto dominado por la polarización entre los dos principales partidos.
Al día siguiente del recuento final de las elecciones, la campaña de Kwon recibió una avalancha de pequeñas donaciones que ascendieron a más de 1300 millones de wones (9,6 millones de dólares estadounidenses), procedentes principalmente de mujeres de entre veinte y treinta años. Esta nueva dinámica es el punto de partida para la centroizquierda en general y los sindicatos organizados: construir un movimiento fuerte para hacer frente a las crecientes amenazas de la extrema derecha y derrotar la agenda proempresarial del nuevo Gobierno.
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