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Europa, Europa :: 13/10/2018

Cruzados en Roma y en Bruselas

Gorka Larrabeiti
Las raíces judeocristianas que tanto reivindicó Joseph Ratzinger son la piedra angular de la ultraderecha identitaria, que empieza a crecer

De creer lo que dice la prensa, en Roma se están librando dos guerras. Una económico-financiera entre Italia, la UE y los mercados financieros; la otra, en el Vaticano, contra Francisco I, el papa buenista, migracionista, relativista, líquido, cismático, diabólico, hereje [y también defensor de la dictadura argentina, antiabortista y protector de los pedófilos].

Pero ¿y si no fueran sino dos frentes de una única cruzada? Roma, caput mundi, sigue estando hoy en el centro de la política mundial. Lo repite sin cesar Steve Bannon (ex-mano derecha de Trump), el genio que, a decir de Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen, ha conseguido conjugar la crítica de carácter económico que viene del sur de Europa y la crítica de carácter identitario que viene del este. “Roma, Atenas, Jerusalén”: así habló Bannon en su última peregrinación a la Ciudad Eterna, donde alistó también al partido posfascista Fratelli d’Italia para The Movement, esa ONG nacionalpopulista que promueve el nacionalismo económico y el populismo de extrema derecha en Europa, y que tanto miedo infunde.

Se ha escrito y debatido mucho sobre la vertiente soberanista y nacionalpopulista de esta rampante extrema derecha. Se ha elogiado desde cierta "izquierda" su soberanismo. Se ha criticado sin cesar su xenofobia. ¿Son ya fascistas? Hemos leído que estamos ya en alerta naranja por una coalición azul-marrón, pues es bien probable que se produzcan convergencias en cuestiones económicas, financieras o migratorias entre el Partido Popular Europeo (PPE) y los partidos nacionalpopulistas integrados en The Movement.

Sin embargo, no se presta la misma atención a la cuestión identitaria. Las raíces judeocristianas que mentan por igual Orbán y Salvini, Le Pen y Kurz, Kaczynski y Zeman, Bannon, el cardenal neocón Raymond Burke, Trump y Macron, esas dichosas raíces sobre las que tanto teorizó y que tanto reivindicó Joseph Ratzinger, son la piedra angular que sostiene todo el andamiaje intelectual de la "nueva" ultraderecha identitaria. Y alerta roja, esas dichosas raíces no solo las comparte una gran parte del Partido Popular Europeo sino que Manfred Weber, probable candidato a presidente de la Comisión Europea del PPE, ha anunciado ya que en las próximas elecciones europeas esa cuestión identitaria será crucial, y que habrá que trabajar con el primer ministro de Hungría Orbán y el vicepresidente italiano Salvini para encontrar un compromiso, una visión común.

Saltaron muchas alarmas al saber que Bannon había reclutado a Salvini para The Movement. Volvieron a saltar al saber que el ideólogo de Trump está colaborando con el cardenal Burke, cabecilla de la desobediencia a Francisco I, en la elaboración del currículo del 'Dignitatis Humanae Institute', una academia político-religiosa situada en un monasterio cerca de Roma cuyo fin es “promover la civilización occidental y sus raíces judeocristianas según el pensamiento nacionalista populista que ha desarrollado Bannon”. Sin embargo, no suscitan gran escándalo los distintos encuentros reservados e inmediatamente filtrados que se llevan produciendo al menos desde 2017 entre Salvini y el cardenal Burke. Ambos comparten la admiración por Trump y la visión del islam como amenaza, de ahí que Salvini se sienta apoyado: “La Iglesia me pide que siga adelante”.

“Roma, Atenas, Jerusalén”. Al escuchar ese eslogan en boca de Bannon, resuena el eco de Benedicto XVI. Ha vuelto con fuerza el papa emérito. Y lo ha hecho con una frase clamorosa: “Basta, hay un solo papa y no soy yo”. Salvini alabó ya en 2016 la camiseta contra Francisco I con el eslogan “Mi papa es Benedicto”. Salvini recordó las palabras de su papa Benedicto: “Antes que el derecho de emigrar hay que reafirmar el derecho a no emigrar”. (Pero resulta que olvidó la frase sucesiva en el discurso: “Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración”). Vuelven los rosarios en los mítines, las menciones a dios, la providencia y el purgatorio en boca de políticos fariseos.

No, no volverá Benedicto en persona, pero sí su doctrina. El secretario personal del papa emérito, Georg Gaenswein, presentó el mes pasado en el Parlamento italiano el libro de Rob Dreher La opción Benedicto. Una estrategia para los cristianos en un mundo postcristiano. Sí, vuelven con fuerza los valores de Benedicto XVI, su traducción a la práctica política de las raíces judeocristianas, o dicho de otro modo, las que consideró materias no tratables en su Nota sobre el compromiso de los católicos en política y que serían las siguientes: aborto y eutanasia, embrión humano, matrimonio, libertad de educación, tutela social de los menores, liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud (solo droga y prostitución), derecho a la libertad religiosa, el bien común y la paz. Y no sería de extrañar que sea ahí precisamente, en ese compromiso que reclamó Ratzinger –alerta roja– donde se produzca la comunión política entre el PPE y The Movement.

El 25 de septiembre se cumplieron 15 años de una victoria laica importante pero poco recordada: el pleno del Parlamento Europeo rechazaba (286 votos en contra, 211 a favor, 15 abstenciones) incluir en la Constitución de la Unión Europea una referencia a las raíces judeocristianas de Europa. Resulta oportuno recordarlo ahora que la décima cruzada, la que comenzó el 11S y produjo guerras, islamofobia, terrorismo de Estado y hasta un Estado Islámico, avanza hacia Bruselas para expugnarla en las próximas elecciones europeas [También hay que recordar que a Francisco I lo eligieron para que intente sacar a la iglesia católica del pantano en el que la dejaron Juan Pablo II y Benedicto XVI, así como para cumplir en la Latinoamérica progresista el mismo papel que cumplió Juan Pablo II en el este de Europa. Para ambas misiones necesita mostrarse progresista aunque no lo sea, pero tan solo esas apariencias, que Bannon y los capitostes de la ultraderecha entienden perfectamente, son demasiado para el público embrutecido que los sigue. Por lo tanto, caña a Bergoglio.]

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