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Medio Oriente :: 28/11/2007

Cumbre de Annapolis lanza un proceso de "paz" favorable al régimen israelí

Dabid Lazkanoiturburu
Annapolis cuenta, desde su gestación, con la gran ausencia por antonomasia: las principales cuestiones del drama palestino. Todas ellas quedan congeladas para las futuras negociaciones

La cumbre de Annapolis arrancó ayer bajo los auspicios de EEUU. Durante 24 horas, las partes implicadas tratarán de llegar a un consenso que permita la apertura de las primeras negociaciones de paz formales desde hace siete años -cumbre de Camp David de 2000, con Clinton, Arafat y Barak-. Se trata pues de reflotar un proceso de paz moribundo, nunca de dirimir las cuestiones centrales del conflicto del Estado israelí con el pueblo palestino.

El escenario

Annapolis, capital del estado de Maryland a 50 kilómetros de Washington. La elección del lugar no es baladí. No en vano esta ciudad portuaria alberga la Academia Naval de la Marina de Guerra estadounidense, «la joya de la Corona» que marca la diferencia entre el todopoderoso Ejército estadounidense y las armadas del resto del mundo.

El reparto

Presididos por el anfitrión estadounidense, participan en la cumbre 44 países, entre ellos 16 árabes, incluida la Liga Arabe. Destaca la presencia, si bien de bajo nivel, de Arabia Saudí -que no mantiene relaciones oficiale con Israel- y de Siria. Damasco, considerado «país gamberro» por Washington, ha justificado su presencia por el hecho de que la cumbre analizará la cuestión de los Altos del Golán, ocupados por Israel en la guerra de 1967 y cuya devolución exige.

Ausencias

Destaca la de la República Islámica de Irán, que de todos modos tampoco fue convidada a la cita. El Gobierno iraní impulsa la celebración de una contracumbre con los grupos, palestinos, árabes y musulmanes, opuestos a esta iniciativa. Fuentes diplomáticas relacionan la histórica presencia de los regímenes árabes en esta cita con el hecho de que éstos estarían más preocupados por el reforzamiento de la posición de Irán y por el malestar político y social de sus respectivas poblaciones que por la cuestión palestina. El primer ministro israelí. Ehud Olmert, lleva en su cartera una propuesta de alianza contra la «amenaza nuclear iraní».

La oficialización de una alianza de este tipo es descartable por razones históricas obvias. No lo es tanto que los regímenes árabes busquen, con su presencia en Annapolis, blindar sus propios intereses -incluida su supervivencia ante las indignadas masas populares árabes- más que resolver la cuestión palestina, a la que no han dudado en traicionar una y otra vez en los decenios recientes.

Los actores principales, tocados

A poco más de un año de su despedida de la Casa Blanca, George W. Bush, cuyo índice de popularidad en EEUU ronda el 30%, aspira a matizar su pésimo legado, ensombrecido por dos pantanos, Irak y Afganistán. De paso, acallaría las críticas a sus siete años de inacción -en realidad, aval a la estrategia israelí- en la cuestión palestina

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, que llegó de rebote al cargo después de que su antecesor, Ariel Sharon, cayera en coma, afronta varios escándalos de corrupción. Difícilmente podría sobrevivir a la tempestad política que seguiría si aceptara propuestas palestinas, aunque fueran mínimas.

Confinado en Cisjordania tras la expulsión de Gaza de la ANP por parte de Hamas, Mahmud Abbas inscribe la cumbre como una palanca en su lucha contra Hamas.

Este objetivo es compartido por los organizadores de la cumbre, EEUU, y sus aliados europeos, que castigan a la población palestina desde que votó masivamente a Hamas en las elecciones de enero de 2006.

Israel ha dado una vuelta de tuerca más contra Gaza desde la crisis interpalestina de junio de este año con un plan que consiste en condenar a los ciudadanos de este territorio a una crisis humanitaria total.

Palestinos opuestos a la cumbre

Fuera de las estructuras de la ANP, institución autonómica nacida de los tan denostados Acuerdos de Oslo (1993), y de la actual OLP, el islamismo político y la izquierda palestina rechazan de plano la participación en la cumbre de Annapolis. Destaca el rechazo de Hamas, y de Yihad Islámica. Se suman al frente del rechazo el FPLP, el FDLP y otros grupos políticos menores.

A ello habría que sumar las, como mínimo, grandes reservas por parte de amplios sectores de la histórica formación al-Fatah, liderados por el prisionero político Marwan Barghuti, parlamentario y líder de al-Fatah en Cisjordania.

Rechazo desde dentro del sionismo

Más allá de Kadima -formación fundada por Sharon- y del Laborismo, Olmert no cuenta siquiera con el aval de varias formaciones ultra-sionistas aliadas del Gobierno. También se opone la derechista Likud, del ex primer ministro Benjamin Netanyahu.

Los 270.000 colonos que ocupan tierra en Cisjordania se han convertido en un poder fáctico contra toda eventual «cesión» y desmantelamiento de algunas colonias a la parte palestina. Recuerdan, en este sentido, la desconexión de Gaza, en setiembre de 2005. Esta acabó con la presencia de colonos en la Franja pero mantuvo incólume el control total del territorio por parte de Israel.

El objetivo, un documento

Desde el lunes por la noche, Olmert y Abbas negociaban un documento común que pueda permitir la apertura de un calendario para futuras negociaciones. La ANP, escaldada por el fiasco de Oslo, exige un límite temporal para alcanzar un acuerdo de paz. Por contra, Olmert insiste en que la parte palestina firme un texto en el que se reconoce a Israel como «la patria del pueblo judío», lo que supondría condenar definitivamente a los refugiados palestinos expulsados de su tierra tras la creación del Estado de Israel (1948).

El propio Bush reivindicó públicamente ayer que Israel «es la patria de los judíos», un claro desaire a la posición de Abbas.

En esta línea, EEUU advirtió de que nadie espere una declaración de principios. El objetivo sería dar un salto y acordar el calendario. Volver a empezar la casa por el tejado.

Un comunicado de intenciones

Bush anunció ayer que ambas partes se habrían comprometido «para iniciar discusiones inmediatas (...) y para hacer todos los esfuerzos posibles para llegar a un arreglo de paz antes de finales de 2008». Un alto responsable israelí confirmó un acuerdo «en torno a un comunicado común».

Las cuestiones centrales, ausentes

La iniciativa de Annapolis cuenta, desde su gestación, con la gran ausencia por antonomasia: las principales cuestiones del drama palestino. Todas ellas quedan congeladas para las futuras negociaciones.

Abandonada la solución de un Estado no teocrático -Israel- común y único en la antigua Palestina, y tras el reconocimiento de Israel por la ANP, ésta exige un Estado con todos los atributos de soberanía en Cisjordania y Gaza. Israel rechaza que pueda dotarse de un Ejército propio y se reservaría el control de su espacio aéreo y de sus fronteras.

Fronteras y colonias

La ANP exige la retirada total israelí de los territorios ocupados en 1967. Eso sí, muestra su disposición para aceptar «modificaciones fronterizas aquí y allá». Israel -que construyó el Muro de Cisjordania anexionándose más tierra palestina y aislando-ahogando a los pueblos que se cruzaron a su paso-, rechaza volver a las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días y aspira a anexionarse las zonas que ocupan las grandes colonias -todavía en expansión- en Cisjordania.

Estatus de Jerusalén

Israel, que invadió su parte oriental en 1967, la considera su capital «indivisible». La ANP considera innegociable que esta parte este sea la capital del eventual Estado palestino.

El laborista Ehud Barak propuso en Camp David (2000) un reparto de soberanía pero sólo sobre Jerusalén Este, concretamente que los barrios árabes periféricos quedasen bajo soberanía palestina y un «alto grado de autonomía» para el resto de barrios orientales. Propuso asimismo un estatus especial sobre la Explanada de las Mezquitas, sin reconocer nunca su soberanía palestina. Olmert promete que podría ceder a los palestinos «ciertos barrios de Jerusalén Oriental».

Refugiados

La ANP exige a Israel que reconozca el derecho de retorno de los más de 4 millones de refugiados a sus tierras dentro del actual Israel, conforme a la resolución 194 de la ONU. Israel rechaza este derecho, que acabaría con el carácter judío del Estado. «Acepta» que se instalen en las hacinadas Gaza y Cisjordania.

A los palestinos, ni agua

Israel se reservaría en cualquier caso el 80% de las capas freáticas (agua) del subsuelo de Cisjordania. La ANP exige un reparto más equitativo, teniendo en cuenta la tasa de natalidad palestina y su sed, ya crónica.

Conclusión

Sed de agua y de justicia para Palestina respecto a la que Annapolis será todo menos un oasis. A lo más otro espejismo para intentar lavar la mala conciencia del mundo por el drama del pueblo palestino.


UN MUERTO EN CISJORDANIA EN LA REPRESIÓN DE PROTESTAS POPULARES

La Policía de la ANP reprimió con dureza y fuego real manifestaciones contrarias a la cumbre en Ramallah, Naplusa y Hebrón, localidades de Cisjordania. Los agentes que obedecen a Abbas, que había prohibido estas protestas, prohibieron la presencia de la prensa. Era imposible constatar las cifras de heridos y detenidos, en todo caso decenas.

En Gaza, decenas de miles de palestinos salieron a la calle para protestar por la cumbre. La muchedumbre rechazó todo reconocimiento de Israel y defendió no hacer concesiones respecto al retorno de los refugiados. No faltaron críticas a la decisión de Arabia Saudí y de los regímenes árabes de secundar la iniciativa de EEUU.

Seis palestinos han muerto a manos de Israel en los dos últimos días.


Editorail
Cita crepuscular en Maryland

La base naval de Annapolis (Maryland) es el escenario elegido para una nueva cumbre entre árabes e israelíes con la cuestión palestina como punto principal de la agenda. La cumbre ha arrancado con una declaración formal de apoyo a un proceso de negociación que debería abocar a un acuerdo antes de que George W. Bush abandone la Casa Blanca en 2009. El hecho de que se haya puesto un objetivo en apariencia modesto, como es anunciar ese compromiso negociador, corre a favor del éxito de la conferencia. Sin embargo, en la práctica, de esta cita en Annapolis se han eliminado las nociones claves para resolver la cuestión palestina. No se hablará, o no al menos en clave de concreción, sobre la creación del Estado palestino, ni sobre mapas territoriales, ni sobre la soberanía de Jerusalén, ni sobre el retorno de los refugiados. Todas las cuestiones básicas para el logro de un arreglo político efectivo y duradero han quedado en suspenso, y aunque se vea posible alguna mención al Golán o Líbano -con las que se ha atraído a la Liga Arabe o a Siria- lo previsto es que nada crucial se decida antes de un año.

Esa ausencia de las cuestiones centrales es vista con preocupación por la población palestina, como lo demuestra el hecho de que decenas de miles de personas salieran a las calles de la «desconectada» Gaza, pero también de ciudades cisjordanas como Naplusa, Ramallah o Hebrón, asumiendo el riesgo de morir, como es el caso de Hisbam el Baredi, de 37 años de edad, a quien dispararon los policías de la ANP a los que el presidente Mahmud Abbas ha dado órdenes estrictas de reprimir cualquier protesta popular contra la conferencia.

Como ocurre con Abbas, tanto Olmert como Bush son mandatarios que llegan a esta cita necesitados de un impulso de liderazgo del que carecen en sus países. Abbas no dispone de una mayoría democrática que avale su misión; Olmert llegó al cargo por enfermedad de Sharon y está pendiente de dos procesos por corrupción y Bush ha entrado en fase política terminal. De ahí el tono crepuscular de la cumbre en Annapolis.

Gara

 

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