lahaine.org
Europa :: 25/12/2013

De amante de gánster a querida de arzobispo

CALPU
La ex prostituta Sabrina Minardi rompe su silencio y detalla turbios secretos de la Italia de las amistades peligrosas. Sexo, banqueros, mafia y Vaticano

Su vida, como la de muchas jóvenes italianas, iba para fábula y acabó siendo un infierno. "No sabes cuántas chicas le llevaba al arzobispo", afirma. Trabajó, observó y calló.

Casi todos aquellos oscuros misterios siguen siendo eso: misterios. Mejor dicho, secretos de la iglesia católica y del Estado que no han sido desvelados. Delitos, muchas veces gravísimos, por los cuales los culpables jamás pagaron, ni pagarán. "Un país sin verdad", dijo el escritor Leonardo Sciascia. Un agujero negro.

De aquel agujero regresó hace cuatro años Sabrina Minardi, de la forma más inesperada, a través de un programa de televisión. Una dama que vivió en primera persona esos episodios delictivos. Era una chica de familia humilde, nacida en el barrio romano de Trastevere. La pobreza le llevó a hacerse prostituta, finalmente de alto standing.

Gracias a su oficio, Minardi conoció de cerca a muchos protagonistas también de alto standing. A los 19 años, casi adolescente y ya con varios años de triste experiencia, Minardi se casó con el delantero centro del Lazio Bruno Giordano. Fuera del campo, muchos de sus jugadores, al igual que las actuales estrellas del Real Madrid, simpatizan con los matones fascistas, varios llevan pistola y/o navaja, las borracheras y las broncas son frecuentes.

La relación de Minardi con el futbolista, trasteverino como ella, de 23 años, ídolo de media Roma, duró poco. A los dos años nació Valentina, su hija común, que hoy tiene 28 años. Pero enseguida Minardi se hartó de ver a Giordano posando con actrices de medio pelo en las revistas. Se separaron.

Pronto conoció, gracias a su trabajo, a Enrico de Pedis, más conocido como Renatino. Era uno de los tres jefes de la banda de la Magliana, que dominaba una parte de Roma. Una noche, Renatino vio a Minardi en un pianobar de Piazza Navona, y le mandó rosas y champán. Más que amor, fueron amigos y amantes durante 10 años.

Ahora, tras pasar 25 años escondida de la justicia (fue la única perseguida por ayudar a huir a Renatino), Minardi ha reaparecido y ha decidido hablar con la periodista Raffaella Notariale en el fascinante libro de memorias 'Secreto criminal, la verdadera historia de la banda de la Magliana', recién publicado por la editorial romana Newton Compton y firmado a medias por ambas mujeres.

Entre sus clientes famosos, la prostituta Minardi contó con el segundo banquero de dios. Calvi, presidente de la Banca Ambrosiana, perdió la cabeza por ella. Y el arzobispo Marcinkus, primer banquero, no se quedó atrás.

En la página 114 del libro, Minardi cuenta que se acostó varias veces con el arzobispo norteamericano: "No sé qué le habrían contado de mí, quizá que era alegre y mona con la gente generosa. En fin, el caso es que él quería estar conmigo". "¿Y tú?" pregunta la periodista. "Y yo estuve con él. No te puedes echar para atrás en situaciones como esa (...) El obispo era muy directo, no le gustaban los preámbulos", dice. Preguntada si era la única, Minardi afirma riéndose: "No sabes cuántas chicas le llevaba al arzobispo".

Algunos medios italianos han afirmado que Minardi ha roto su silencio porque necesita dinero; y que colabora con la justicia para aminorar sus problemas penales. La periodista Notariale explica que a ella no le ha pedido nunca un euro, y añade que Minardi está enferma, tiene un brazo casi inútil a causa de un accidente de coche, es ex drogadicta (lleva años tomando psicofármacos, y la pena le ha sido conmutada por seis meses de rehabilitación) y está tratando de "ponerse en paz consigo misma y con su pasado".

Minardi lleva meses colaborando activamente con la justicia y se ha convertido en el gran testigo de cargo de la Fiscalía de Roma. Su contribución parece fundamental sobre todo para aclarar uno de aquellos misterios religiosos sin resolver: la desaparición de Emanuela Orlandi, una joven ciudadana vaticana, hija de un funcionario eclesial, que desapareció el 22 de junio de 1983, cuando tenía 15 años. Siempre se pensó que su desaparición había sido el resultado de una de esas famosas orgías que organizan ciertos sectores vaticanos, donde invitan a jóvenes secretarias y camareras del entorno de Piazza Navona, y a veces alguna que otra llega por la fuerza.

Minardi parece haber dado pistas fiables. Gracias a su declaración, ya hay tres personas investigadas por el secuestro. Según ha contado Minardi a los fiscales, el jefe de los Testaccini, es decir, Renatino, proveía de chicas a las fiestas vaticanas. Por algo será que la tumba de Renatino está en la cripta de la basílica de Sant’Apollinare, iglesia gestionada por el Opus Dei, a dos pasos de Piazza Navona.

Cuando los fieles protestaron al vicario por haber dado sepultura en tan sacro lugar al mafioso, fue nada menos que el senador vitalicio Giulio Andreotti quien salió en defensa del párroco: "Quizá De Pedis no ha sido un benefactor para la humanidad, pero desde luego ha sido un gran benefactor para Sant’Apollinare", dijo el padre de la democracia italiana, que hoy tiene 93 años. La decisión de enterrarlo allí la tomó el jefe de los obispos: su Eminencia Ugo Poletti.

Por algo decía Leonardo Sciascia que la mafia no existe. Los banqueros, el Estado, la iglesia católica son la mafia. Los mafiosos son sólo mano de obra, según el insigne escritor. Confirmando el aserto, Minardi ha aclarado a los fiscales que el holding criminal de la Magliana tenía relación con la masonería, los servicios secretos, políticos como Andreotti, empresarios, banqueros y altos prelados.

Entre 1982 y 1984, a pesar de estar huido de la justicia, Renatino cenó más de una vez en casa de Andreotti. Ante la Fiscalía y ante la periodista que le ha entrevistado, Sabrina Minardi ha declarado que la banda ingresaba su dinero en el Instituto para las Obras de Religión (IOR) a través de la Banca Ambrosiana, banco del Vaticano, que entonces presidía Roberto Calvi. Ese dinero fresco y negro servía, entre otras cosas, para que Juan Pablo II financiara al sindicato antiobrero Solidarnosc, de Lech Walesa, con la idea de abrir brecha en el bloque soviético, siempre según Minardi.

"Recuerdo que Renato una vez llegó a casa con una bolsa de Vuitton llena de dinero", cuenta Minardi en el libro. "Hicimos los paquetes, contamos mil millones de liras (un millón de dólares de entonces) y al día siguiente se lo llevamos a Marcinkus".

Según su testimonio, De Pedis estaba indignado con la Santa Sede porque el presidente del IOR se negaba a devolver el dinero que había ido ingresando en calidad de depósito. Minardi cuenta que el gánster tenía una relación de gran confianza con el cardenal Ugo Poletti, presidente de la Conferencia Episcopal italiana; pero que esa relación no le sirvió para recuperar la inversión.

El nombre del arzobispo Marcinkus quedó unido para siempre a la logia secreta Propaganda Due (P2, autora de grandes atentados fascistas con decenas de muertos) y a los escándalos financieros de la época, como el crash del Ambrosiano. Monseñor mantenía sólidas relaciones con personajes como Michele Sindona, uno de los banqueros de la mafia, y con el maestro de la P2 Licio Gelli.

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal