Del modelo existente al nuevo socialismo

(Extracto del artículo En el debate propuesto por Fidel y Raúl. Cuba: Hacia un viraje esperanzador)
Un Debate para el Cambio
... Fidel primero y Raúl inmediatamente después, han tenido un mérito de mucho alcance: advertir la posibilidad del retroceso, reconociendo el riesgo de la reversibilidad de la revolución, llamando a debatir sin cortapisas ni tabúes las causas internas de ese riesgo y la forma de evitarlo.
Pienso que tal llamado implica conciencia sobre el agotamiento del modelo vigente desde hace décadas, y específicamente de su variante impuesta después del decretado “periodo especial”; agotamiento al que se agrega todo lo que se deriva de la enfermedad de Fidel para el papel de su inmenso liderazgo.
Hace algunos años podía discutirse el plazo de utilidad de ese modelo, la oportunidad o no de reemplazarlo en tal o cual situación. Pero ya está mucho más claro que los cambios estructurales no se deben posponer. El punto de crisis es alto y necesita de la acción revolucionaria que rompa el estancamiento y produzca las transformaciones necesarias.
La apertura del debate en el partido, en lo comités de defensa, en los sindicatos en los centros de trabajo y de estudio, en las organizaciones sociales… ha ido un paso audaz en dirección a buscar el nuevo consenso revolucionario-socialista, que permita superar la crisis estructural y salir de un estancamiento que se torna cada vez mas peligroso.
En la medida de mi posibilidad he dado seguimiento a lo que está escribiendo sobre ese debate y en verdad me parece que su contenido es ciertamente promisorio. Es alta la participación y alto nivel de la discusión.
Las expresiones abiertamente contra-revolucionarias no tienen eco, mucho menos fuerza y legitimidad. La conciencia patriótica, antiimperialista anticapitalista y pro-socialista, acompañada de un profundo desprecio por la mafia cubano-americana de Miami, es muy grande y arrincona a la derecha pro-imperialista. Este es otro mérito del trabajo político-educativo desarrollado por la dirección histórica en casi medio siglo de revolución.
Por otra parte, las posiciones en defensa del estatismo y el burocratismo están a la defensiva. Su resistencia es pasiva y camuflada con el desinterés por del debate y la promoción del pesimismo.
Las críticas al modelo vigente, las expresiones por los cambios estructurales, las críticas a los múltiples problemas, deficiencias y limitaciones acumuladas, apuntan en dirección a la profundización del tránsito al socialismo, a la revitalización y renovación de la revolución; a la superación del burocratismo, del estatismo, de la corrupción, los privilegios y las trabas a la participación y los obstáculos al debate. La diversidad aparece dentro de una orientación definidamente socialista y revolucionaria.
Las ideas para hacer más social lo estatal y mas participativo el poder político, apuntan en las mejores direcciones: hacia variadas formas de propiedad social y de gestión democrática (autogestión empresarial, autogestión social, cooperativas, otras formas asociativas, control obrero y popular, combinación de la propiedad publica o estatal con la autogestión…).
Proliferan los reclamos de descentralización de la discusión, del fin del “ordeno y mando”, de la superación de la doble moneda, del cese de la discriminación de los nacionales en el acceso determinado de áreas de consumo; de políticas públicas para lograr la autosuficiencia alimentaría, mejoramiento del transporte y otros servicios básicos.
Un espíritu altamente constructivo colma las reuniones y nutre la efervescencia de inquietudes, críticas y sugerencias bien intencionadas. El optimismo va venciendo paso a paso el escepticismo en sentido general, sin que todavía haya logrado cambiar sustancialmente el retraimiento de una parte importante de las nuevas generaciones. Generar confianza en la juventud, estimular sus energías transformadoras parece ser uno de los grandes desafios pendientes de resolver.
La participación es mayor en las generaciones intermedias, las que maduraron militando en el proceso en las épocas de mayor entusiasmo revolucionario. La inercia pesa, pero está seriamente compelida a ceder por la fuerza del espíritu de cambio dentro de la revolución y nunca fuera de ella.
Del modelo existente al nuevo socialismo
La coyuntura continental ayuda mucho. El entronque de todo esto con el debate venezolano y latino-caribeño sobre la recreación del proyecto socialista es una especie de bendición, que se agrega de las cooperaciones complementarias y a las reactivaciones económicas en el contexto de Petrocaribe, el ALBA y múltiples acuerdos positivos con Venezuela, anunciadores de una fructífera integración bilateral y multilateral.
En todas partes hay cosas importantes por definir, pero el espíritu de búsqueda –y sobre todo de búsqueda dentro de una orientación socialista y revolucionaria- ayuda muchísimo, reanima, dinamiza, enciende los motores de la nueva democracia y del nuevo socialismo.
Aparecen diferencias más o menos importantes sobre como socializar lo estatal y respecto al espacio que podría tener la privatización dentro del predominio de lo social. Esto toca especialmente a la agropecuaria y otros a renglones productivos y de servicio.
En este aspecto no deja de aparecer la tentación del “camino chino” y/o “vietnamita”, con sus riesgos de una parcial restauración capitalista sui generis. Este punto del debate es muy importante y ojala tomé un vuelo más alto.
En general pienso que para los procesos de tránsito al socialismo es acertada la idea de la combinación de diferentes formas de propiedad y de gestión, con predominio progresivo de lo social y con avances hacia una la economía de equivalencia.
Desde el capitalismo dependiente y neoliberal predominante en nuestra América, lo que se trata es de pasar del predominio de lo privado al predominio de lo social, y de la economía de mercado a la economía de equivalencia a través de un proceso complejo, largo, intenso…, en el que habrán de coexistir formas diversas de propiedad privada capitalista e individual con formas diversas de socialización, hasta alcanzar la socialización plena.
Esto implica desprivatizar áreas privatizadas y convertirlas en social después de descapitalizarlas; implica definir dentro de la economía de escala el espacio que se le concede a la empresa privada en sus diferentes dimensiones y roles; requiere precisar el rol de la inversión extranjera y su regulación, así como las características del Estado, el mercado y otros tipos de intercambios.
Por igual este tema toca lo relativo a un tránsito que conlleve participación popular, gestión, cogestión social y control ciudadano del poder político: nueva democracia, democracia participativa y directa, democracia de género, democracia integral.
Cuba es un caso inverso al de los países del continente sometidos todavía a la dominación capitalista neoliberal. En Cuba se expropió a una gran parte de los propietarios privados hace ya bastante tiempo y está en un estadio superior para esa transición socialista.
EL problema es que en ese proceso predominó finalmente la concepción estatista. El Estado es dueño y administrador, los trabajadores, los productores son asalariados del Estado y no tienen que ver con la gestión de una gran parte de lo medios de producción y distribución.
Ese modelo ha dado fuerte señales de agotamiento, pero es un objetivamente un punto de partida importantísimo para avanzar hacia un nuevo socialismo con mayor facilidad que en el resto del continente.
En Cuba ya no hay que expropiar y/o nacionalizar la economía, ni los servicios sociales, ni política, ni los instrumentos ideológicos, ni la naturaleza y sus recursos ni lo servicios.
En Cuba no hay que desprivatizar para socializar, sino sencillamente convertir en social lo que hoy es estatal y superar todo lo extraño al socialismo, por al vía de la transferencia de la propiedad a los trabajadores, por la vía de la autogestión y cogestión, por la vía de la revolución cultural, por la vía del control social y ciudadano, de la profundización de la lucha contra lo que sigue pesando del patriarcado y del adulto-centrismo.
Tampoco se trata de privatizar parte sustancial de lo público para un tránsito con economía significativamente mixta. Puede ser conveniente, para activar áreas de pequeñas economías y servicios, ciertas concesiones a favor de pequeñas y medianos productores y operadores de servicios; pero pienso que no se trata de privatizar en escala grande o significativa.
Pueden ser necesarias ciertas fórmulas de empresa mixta, pero igual eso no tiene que ser lo dominante.
Lo dominante debería ser ingeniársela para convertir en social con buen nivel de eficiencia todo lo que es hoy estatal e ineficiente; así como cambiar formas de gestión en la gran propiedad y en los servicios públicos y forma de relacionarse con la sociedad, procurando erradicar las formas burocráticas-centralizadas, a darle participación a los colectivos laborales y a la sociedad toda, y a introducir en ciertas áreas pasos progresivos hacia los intercambios equivalentes.
Y esa misma lógica debe tocar las instituciones del Estado, la relación partido-Estado, movimientos sociales, los vínculos con la naturaleza en pro de las futuras generaciones, las relaciones de género y los vínculos generacionales. De manera que queden abiertas, sin posibilidades de cierre, las compuertas por donde fluya la creatividad y la democracia participativa e integral, capaz de cerrarle toda posibilidad de expansión a la contrarrevolución imperial que esta vez –en vista del contenido revolucionario de las propuestas de cambios y de la imposibilidad de desviarla hacia la derecha y hacia el pro-capitalismo- parece apostar al estancamiento en procura de que el proceso se torne inmanejable desde posiciones revolucionarias. (...)
Octubre 20, Santo Domingo RD, 2007.







