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Europa :: 25/07/2025

Diplomacia y protestas

Nahia Sanzo
Zelensky no autoriza realizar negociaciones más allá de la presión a Rusia para aceptar el alto el fuego incondicional. A la misma hora, quitó la independencia a las estructuras anticorrupción

"La delegación ucraniana ha llegado a Turquía dispuesta a dar pasos significativos hacia la paz y un alto el fuego total, pero todo dependerá de si la parte rusa está dispuesta a adoptar un enfoque constructivo", escribía anteayer por la tarde Reuters citando una fuente diplomática de la delegación ucraniana en la que fue la declaración más optimista pronunciada en las horas previas a la tercera reunión entre Rusia y Ucrania celebrada el martes por la noche en Estambul.

Al contrario que la delegación rusa, que llegó directamente a Estambul liderada por Vladimir Medinsky, que vestía un polo en el que podía leerse "Putin team", el equipo ucraniano, con Rustem Umerov al frente, visitó en primer lugar Ankara. El objetivo era reunirse primero con Erdoğan -que le dedicó unos pocos minutos-, una forma de implicar directamente a Turquía en las negociaciones, ganarse el apoyo de un aspirante a mediar en el proceso y continuar insistiendo en el principal objetivo de Ucrania: lograr una reunión entre Zelensky y Putin.

Aunque ambas delegaciones habían rebajado, prácticamente desde el anuncio de la fecha de la reunión, las expectativas de lo que podría conseguirse en este encuentro, las declaraciones mostraban también una posición muy similar en uno de los aspectos clave de este proceso de negociación de todo menos de las cuestiones políticas. A lo largo del día, tanto desde el portavoz del presidente Vladimir Putin hasta el presidente/dictador Zelensky pasando por miembros de ambas delegaciones habían resaltado la importancia de acordar nuevos intercambios de prisioneros.

Ese ha sido el principal resultado de este proceso que nunca ha llegado a ser de negociación ante las diferencias entre los dos países sobre el significado de la palabra y el interés por conseguir un formato de diálogo diferente al que se desarrolla, de forma intermitente y sin la continuidad ni el contenido político necesario, en Turquía. "He escuchado lo que están diciendo", respondió Vladimir Medinsky, una de las figuras más criticadas por Ucrania por su cercanía a Vladimir Putin, al ser preguntado por el objetivo de Ucrania de impulsar la idea de una cumbre de presidentes.

Como en las dos ocasiones anteriores, ni Rusia ni Ucrania habían escondido cuál era la agenda que tratarían de imponer en la reunión. Por parte de Rusia, Dmitry Peskov había insistido en que no debía esperarse un gran avance, pero resaltaba, como también hacía Ucrania, la importancia de seguir acordando intercambios de prisioneros. Estos canjes permiten a las partes recuperar a sus soldados, algunos de ellos dados por desaparecidos, y, lo que quizá sea más importante, alegar avances con los que mostrarse dispuestas a avanzar hacia la paz sin realizar concesiones políticas importantes. Hasta ahora, la treta había servido a los intereses de ambos países y había hecho ganar tiempo a Ucania ante la creciente impaciencia de Trump.

La reunión fue la primera realizada desde que Trump se sumara al lenguaje del ultimátum que ya habían utilizado los países europeos y diera a Rusia 50 días para lograr un acuerdo, que ni siquiera precisó realmente si debía ser de alto el fuego o de paz. "Como es natural, nadie espera un camino fácil. Va a ser un conversación muy difícil", había declarado antes de la reunión Dmitry Peskov (portavoz del presidente de Rusia), dando a entender que la estrategia rusa no había cambiado pese a la amenaza de Trump de ceder ante la voluntad de Ucrania o lograr que Kiev modifique su posición de no negociar cuestiones políticas en el formato de Estambul. "Los proyectos [de los dos países] son diametralmente opuestos", insistió anticipando el resultado de la reunión.

Por parte de Ucrania, Mijailo Podolyak, asesor de Andriy Ermak en la Oficina del Presidente, resumió en pocas palabras la postura con la que llegó a Turquía la delegación de Kiev. "El formato de Estambul cumple propósitos importantes y específicos. El primero es el intercambio de prisioneros. Las dos rondas anteriores aumentaron significativamente el número de ucranianos liberados, incluyendo civiles. El segundo es el regreso de los niños 'deportados'. Esta misión humanitaria debe convertirse en un punto central de discusión. El tercero es la preparación para futuras negociaciones de alto nivel. Las decisiones finales en el Kremlin las toma una sola persona. El presidente Zelensky ha enfatizado repetidamente que el fin de la guerra solo es posible con la participación directa de ambos jefes de Estado", escribió horas antes del inicio de la reunión. El interés de Ucrania en este formato es únicamente el propagandístico aspecto humanitario, algo a lo que Rusia no tiene problemas en acceder, pero sobre todo la presión política. Ya que militarmente no tiene ninguna esperanza.

Como ya había desvelado el Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania y posteriormente confirmado Zelensky, por parte de Ucrania no hay autorización para realizar negociaciones más allá de la presión a Rusia para aceptar el alto el fuego incondicional del ultimátum europeo. Pese a que es Zelensky quien ha impuesto ese veto y quien exige que sean los presidentes los que se reúnan en busca de un acuerdo de resolución de la guerra, según el discurso ucraniano es Moscú quien hace imposible el diálogo, ya que la delegación encabezada por Medinsky no tendría mandato para negociar. En el mundo al revés de la narrativa propagandista de la guerra, en la realidad es el equipo ruso el que trata de negociar cuestiones políticas con el liderado por Umerov.

El principal resultado del encuentro, como en los dos anteriores, fue el aspecto positivo que supone que dos bandos en guerra desde 2022 dialoguen de forma directa. Cualquier diálogo, incluso el más frustrante, es preferible al silencio de los tres años anteriores, en los que la única vía posible de resolución era la continuación eterna de la guerra sin siquiera los gestos más básicos de intercambiar prisioneros, civiles de Donetsk que quisieran regresar al lado ruso del frente o soldados gravemente heridos. Como en ocasiones anteriores, la continuación de ese proceso es el resultado más tangible de la reunión del martes, incluso más breve que el segundo encuentro.

Rusia y Ucrania no solo coinciden en destacar la importancia de la realización de intercambios de prisioneros, sino en la firmeza con la que se aferran a su posición de máximos: en el caso de Rusia más lógico, ya que va ganado por goleada, exige negociar en el formato de reuniones técnicas que den lugar a un tratado al que puedan dar el último toque los presidentes. Mientras que Ucrania exige pasar directamente a una reunión de jefes de Estado, para mostrar que Putin sería el que no cede.

Como muestra de cierto avance, las partes acordaron un nuevo intercambio de 1200 prisioneros por cada parte. Tal como era de esperar, ese fue el único acuerdo alcanzado, ya que Rusia rechazó nuevamente la trampa ucraniana de una cumbre de presidentes. Evitando el formato de reuniones técnicas, Zelensky aspira a elevar el formato a una cumbre en la que disponga del apoyo que supondría la presencia de los presidentes Trump y Erdoğan. Moscú, como hasta ahora, exige un trabajo previo antes de un encuentro de presidentes, sin sentido cuando no hay siquiera una hoja de ruta que negociar y Rusia sigue avanzando a marcha forzada, encontrando cada vez menos resistencia.

En esa tesitura, la posición de Ucrania sigue siendo la misma, exigir a sus aliados más armas para su ejército y sanciones contra Rusia. "Un avance real en las negociaciones con Rusia no se producirá hasta que el Kremlin sienta sanciones sustanciales y presión militar. Nuestros socios estadounidenses y europeos lo comprenden claramente. Por ello, el enfoque actual se centra en aumentar la presión sobre Rusia, a la vez que se amplía la capacidad de Ucrania para atacar objetivos militares enemigos en su territorio", escribió Podolyak.

El enésimo ultimátum de Trump ha provocado que Ucrania tenga aún menos incentivos de negociación directa con Rusia en las condiciones actuales de debilidad en el frente y graves problemas en la situación política interna. La apuesta del equipo de Zelensky sigue siendo mantener la dinámica de negociaciones puramente humanitarias a la espera del paso de los 50 días de gracia que Trump dio a Vladimir Putin y cruzar los dedos para que esta vez, no como con los 18 paquetes anteriores, las sanciones consigan para Kiev el objetivo de derrotar mágicamente a Rusia.

Sin embargo, la principal noticia del día en Ucrania no fue la reunión de Estambul, sino la ley que la noche del martes firmó Zelensky, que quita la independencia a las estructuras anticorrupción creadas por y para Occidente y las pone bajo control de la Fiscalía General, que tendrá autoridad para supervisar o paralizar esas investigaciones (que estaban llegando muy cerca del entorno del dictador). Para ese momento ya habían comenzado ya las manifestaciones contra la medida. En el momento de la firma, la Fiscalía reunió a los embajadores del G7 y los mantuvo encerrados dos horas sin teléfono, para que no informen a sus capitales.

Zelensky, viendo la que se venía, se reunió anteayer con representantes de las diferentes agencias en disputa. "Reuní a todos los jefes de los organismos policiales y anticorrupción de Ucrania, junto con el Fiscal General. Fue una reunión muy necesaria: una conversación franca y constructiva que realmente ayuda. Todos compartimos un enemigo común: los ocupantes rusos. Y defender al Estado ucraniano requiere un sistema policial y anticorrupción lo suficientemente sólido, uno que garantice un verdadero sentido de justicia", escribió el presidente/dictador tratando de oficializar la nueva situación.

Sin embargo, la presión no es solo de las manifestaciones en las calles, en las que pudo verse a grandes grupos de jóvenes y a algunas figuras políticas como los hermanos Klitschko, sino también de la Unión Europea y de la prensa afín al sector que ahora se siente contrariado. "Todos escuchamos lo que dice la sociedad. Vemos lo que la gente espera de las instituciones estatales: justicia garantizada y el funcionamiento eficaz de cada una", añadió sin mencionar expresamente las primeras grandes manifestaciones en su contra desde el inicio de la guerra, pero sin abrir la puerta a futuros cambios.

Con dificultades en el frente, movilizaciones internas, artículos nacionales e internacionales presentando la medida como el fin de la democracia y apuntando directamente contra su persona y veladas amenazas de la Unión Europea, Zelensky no puede permitirse continuar con un pulso en el que posiblemente solo tenga un aliado extranjero, Trump, consciente de que fue la agencia anticorrupción la que dio al Partido Demócrata material comprometido contra Paul Manafort, el que en 2016 fuera brevemente miembro de su equipo de campaña. Sin embargo, en esta ocasión, la opinión relevante no es la de Trump sino la de la Unión Europea, cuya financiación es imprescindible para el sostenimiento del Estado. Anteayer por la tarde, los medios europeos informaban de que Ursula von der Leyen había pedido explicaciones a Zelensky.

"Acordamos que la próxima semana habrá una reunión de trabajo exhaustiva sobre el plan de acción conjunto", concluyó el presidente/dictador ucraniano tratando de presentar lo nueva modificación en la ley que se vio obligado a realizar ayer, no como una evidente derrota política de un presidente que se creyó más fuerte de lo que en realidad es, sino como un gesto magnánimo en busca de una justicia que ni el Estado ucraniano ni las instituciones anticorrupción han garantizado en la última década.

También fue noticia la continuación de la disputa entre el ala nacionalista liberal vinculada a las ONGs y el régimen de Zelensky, bando al que rápidamente se ha sumado la facción de Biletsky del ultranacionalista Azov con un discurso llamativamente similar al del presidente. "Los agentes rusos no pueden tener inmunidad", afirmó Andriy Biletsky, fundador y líder político del movimiento Azov, mostrando su apoyo a la alegación del Gobierno de que las personas que en este tiempo han sido investigadas u hostigadas por el SBU (Servicio secreto) eran, como es costumbre en Ucrania cuando se intenta difamar a un oponente, agentes del Kremlin.

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