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Cuba :: 23/02/2019

Dos casillas y cuatro oportunidades

Frank García Hernández
Mañana es el referéndum por la nueva Constitución de Cuba

Extraño la Unión Soviética. Soy muy crítico con ella, pero colecciono imágenes de su vida cotidiana y los países socialistas de la Europa del Este. Quizá por prohibidos, y por una rebeldía casi esquizofrénica, Enver Hoxha y Tito me parecen atractivos. La estética maoísta me es casi tan interesante como el constructivismo de la Rusia bolchevique. En mis tiempos libres me dedico a buscar partidos comunistas en lugares como Andorra o Palau; a propósito, en Swazilandia existe el Swaziland Communist Party (SWACOPA).

No hay un revolucionario igual a otro.

Las multiplicidades de las izquierdas, de manera abierta, fueron ajenas a la práctica cubana durante años. Una uniformidad de bloque hacía que las otras banderas del 1ro. de Mayo en la Plaza de la Revolución solo fueran las de las organizaciones hermanas. Pero desde adentro, y hace años, aún más después de la Navidad de 1991, en la isla han cobrado fuerza criterios marxistas, no digamos disidentes (es un término que pendula desde lo trillado hasta lo peligroso) más bien autónomos, propios.

Criterios que el mismo Gobierno Revolucionario -aunque hace más de dos décadas que no publica El Capital-, ayudó a formar. Hoy, sería interesante ver qué sucedería si en el desfile del Día Internacional de los Trabajadores alguien sale con un cartel donde se lea: ¡Abajo la burguesía cubana y mundial! o ¡Comunismo sí! ¡Propiedad privada no! 

No es un marxismo, son varios

Las elecciones para la nueva Constitución solo traen dos casillas y cuatro oportunidades. Pero detrás de ellas, hay intenciones que no precisamente convergen.

Por una mera cuestión de principios, yo debiera votar SÍ. Soy comunista y la Constitución reconoce al comunismo como la sociedad donde el ser humano alcanza su dignidad plena –no estoy de acuerdo en aceptar al socialismo dentro de esta realización: es un tránsito aún muy primitivo- y en su artículo 5to. se propone construirlo.

Sin embargo, por si no bastara que la burguesía como clase ya existe en Cuba, y empleando los instrumentos establecidos puede hacerse, no solo de puestos en el parlamento, sino también de la presidencia –somos una República-; por si esto no bastara, ahora se le reconoce, de manera constitucional, su propiedad privada. Un paso que la protege, al menos, mientras dure esta Carta Magna. Y si bien la propuesta de llegar al comunismo implica que en algún momento se les expropiarán sus medios de producción, no impide que esta nueva clase emergente crezca, se haga sólida, y puje con una fuerza hasta el momento no pensada. Amparada por la Constitución.

Esa reflexión crece en parte de la juventud que llegó al marxismo sin coincidir plenamente con el actual gobierno. Ambos se encuentran en Fidel, pero entre los primeros abundan quienes lo recuerdan más dentro de la intransigencia revolucionaria anticapitalista. Para Fidel las medidas que se hubo de tomar en los años noventa fueron “una vergüenza” y no dudó en frenarlas. Respetaba a China, pero no era su línea. Y eso se recuerda.

Quizá por ello un amigo y camarada de 25 años al dar a conocer su intención de voto para el 24 de febrero explica que porque es marxista, votará NO. Lo publica en Facebook junto a una foto del Comandante. Y es que los jóvenes comunistas ya no se encuentran todos en la UJC. Hoy, algunos que no dudan decirse rojos, lo asumen con posturas teóricas sólidas, en buena medida contrarias a las prácticas de gobierno.

En la joven militancia organizada, Marx es el gran ausente

En el NO también hay una importante dosis de descontento. Es lo que se llama voto de castigo. No es teorizado ni organizado, es producto de una cotidianidad atravesada por la crisis del pan, del transporte, el 349 –aunque este es más de élite cultural-. Y otros tantos agobios cotidianos. Acumulados.

En lo personal no puedo ir en contra. Aunque sé muy bien que el NO tiene consigo un amplio espectro, donde no solo están las iglesias conservadoras y la débil extrema derecha organizada, el simple hecho de estar junto a ellas me impide hacerlo. Recuerdo las últimas elecciones de la Nicaragua aun sandinista, cuando todavía Ernesto Cardenal apoyaba un FSLN enfrentado a la Unión Nacional Opositora de Violeta Chamorro. Votar en contra era girar a la derecha. Y aquel Partido Comunista entró a la UNO. Además, de cierta manera, cae sobre mi voto el empoderamiento de la derecha latinoamericana y una Venezuela bajo amenaza de invasión gringa.

Aprovechar para decidir algo

-aunque no lo creas-

La participación será alta. Por pura estimación calculo que quienes decidan quedarse en casa no pasarán del 5%. Y también por pura estimación me parece ver que no se ganará ni por encima del 90% y ni por debajo del 70%. Me arriesgo a hablar de un 80 a 86%, y más exacto, de 83 a 86. No hay encuestas oficiales –al menos no públicas- y ningún medio de prensa extranjero, serio, se atreve a hacer pronósticos. Solo la derecha cubana de Miami calcula, sin ninguna base, de un 35% a un 45% de voto negativo.

Es cierto que hemos vivido años con una Carta Magna que muy pocos leyeron, que no resuelve que la libra de frijoles negros esté a diez pesos, los colorados a veinte y la carne de cerdo a 45, 50 o 55 –al menos en La Habana-, pero sí hay ganas de decir. Aunque sea en una casilla cuadrada, con un lápiz chino que le mordisquearon el casquillo de la goma de borrar, y después sigas, como si nada, a buscar el pan que cierran a las doce.

La joven Cuba

 

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