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Europa :: 18/10/2019

El acoso a Peter Handke

Rafael Poch
El Nobel de literatura se interpone en el camino de los apologistas de las guerras "humanitarias" de la OTAN

Los premios Nobel de literatura -no hablemos ya de los de la Paz- siempre fueron asunto polémico y politizado. Hace unos años el galardón literario se le concedió a Patrick Modiano, autor de una sola novela que se repite, una y otra vez, en toda su extensa obra. En 2010 se le concedió a Mario Vargas Llosa, un gran escritor que, curiosamente se ha ido haciendo mediocre (y hasta plagiador, véase el artículo de Enrique Serbeto sobre La fiesta del chivo [por no hablar de cómo plagia a Jorge Amado en La guerra del fin del mundo]) conforme se hacía más reaccionario. En 2016, llegó la broma de considerar un gran literato a Bob Dylan… Políticamente es bastante corriente premiar a los escritores críticos con los gobiernos de países adversarios, lo que hace particularmente notable que autores no disidentes de esos países accedan al título, como fue el caso de Mo Yan en 2012. Considerando todo esto, es doblemente destacado que el Nobel de literatura haya recaído este año en el poeta y dramaturgo austríaco Peter Handke. 

No solo tiene Handke méritos más que sobrados para tal premio, sino que desde los años noventa figuraba en el índice de los apestados, circunstancia que había convencido a todo el mundo, y en primer lugar al propio autor, de que nunca sería premiado. El motivo es que Handke criticó, con toda la razón, el informe mediático [y político] occidental contra Serbia que preparó las guerras de Bosnia (1992-1995) y Kosovo (1999). Sin aquello nunca habríamos llegado a comprender que las bombas de Javier Solana explicadas por el infame Jamie Shea, eran necesarias y humanitarias, que la agresión de la OTAN violadora del derecho internacional iba destinada a prevenir el genocidio. Por eso, la publicación, en enero de 1999, de su texto Gerechtigkeit für Serbien (“Justicia para Serbia”) lleno de buen sentido, fue el escándalo literario del año en el mundo germanoparlante.

Los apologistas de la guerra en Alemania que denigraron a Handke eran gente de alta categoría: Jürgen Habermas, habitualmente descrito como “el principal filósofo alemán vivo”, Hans Magnus Enzensberger o Peter Schneider. Habermas vio en el ataque de la OTAN a Serbia un “salto en el camino del derecho internacional clásico de los estados hacia el derecho cosmopolita de una sociedad civil mundial”. En ausencia de instituciones responsables de mantener el orden global, la OTAN debía actuar como “instrumento de un derecho superior”.

El texto de Handke se basaba en un viaje que el autor hizo con amigos en noviembre y diciembre de 1995 a través de Serbia. Su propósito era contar la verdad sobre Serbia y el conflicto. “Cuando los criminales de la OTAN bombardean el país, mi lugar está en Serbia”, decía en un contexto dominado por las acusaciones unilaterales y las tergiversaciones mediáticas más groseras. Handke volvió a Yugoslavia en 1999, cuando caían las bombas de la llamada guerra de Kosovo, y publicó sus notas “Unter Tränen fragend” (Preguntando entre lágrimas). Católico practicante, anunció que dejaba la “iglesia actual” en protesta porque en su mensaje de pascua, el papa no condenó “el arrollador asalto de la OTAN contra un país pequeño”. Mas tarde visitó a Slobodan Milošević en La Haya y escribió sobre él nuevos textos incorrectos.

Por su comprensión hacia Milosevic, Handke fue comparado con Ezra Pound por sus loas a Mussolini, y con Louis-Ferdinand Céline, ese enorme escritor que fue fan de Hitler, poniendo el signo de igualdad entre actitudes, situaciones y personajes tan diferentes. Como escribió hace unos años el historiador Kurt Gritsch en la revista Hintergrund, “apenas se intentó entender la motivación de Handke, al revés: se cuestionó su credibilidad e integridad”. Es una manera moderada de decirlo.

Lo que hubo fue un linchamiento, algo particularmente asqueroso cuando los pateadores de la víctima hablan alemán, lo que inevitablemente se asocia con perros de presa y un fondo de reflectores y alambre de espino. Se le tachó de “negacionista”, de “tonto útil”, etc., y todo para justificar una enormidad: la primera participación alemana en una guerra desde Hitler.

A Habermas en 2001 le dieron el premio de la paz de los libreros alemanes. A Handke se le nominó en 2006 para el premio Heinrich Heine pero el consejo municipal de Düsseldorf protestó recordando la “actitud proserbia del autor” y el entonces presidente de la región de Renania del Norte-Westfalia, Jürgen Rüttgers, declaró indigno de tal premio “a quien ha relativizado el holocausto”.

Este tipo de acusaciones y reproches deshonestos se han mantenido hasta hoy y han resurgido con motivo de la concesión del Nobel de literatura. “Nadie ha convertido en tanta pequeñez las masacres, la guerra y el sufrimiento en los Balcanes tan expresivamente como Peter Handke; para las víctimas, la decisión de Estocolmo tiene un mensaje demoledor”, señalaba hace unos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “Alemania estaba en guerra con Milosevic por muy buenas razones humanitarias, ¿honramos ahora a los apologistas del dictador?”, se pregunta en el Tagespiegel el embajador y lobbysta del complejo militar-industrial alemán Wolfgang Ischinger.

Los mismos que en su día contaminaron el informe yugoslavo, sobre el que hoy disponemos de cuadros mucho más completos y realistas, continúan manipulando y tergiversando. Por una vez el Nobel de literatura se les ha atravesado en el camino.

Ctxt. Extractado por La Haine.

 

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