El bufón ucraniano


Hay países vibrantes y activos, gobernados por gente seria, y hay países decadentes, gobernados por una auténtica ruina política.
Cuando Mario Draghi, como primer ministro italiano no electo (eso dicen, pero no es que los funcionarios electos siempre sean mejores; de hecho, suelen ser los mismos), nos ofreció la oportunidad de elegir entre el aire acondicionado y la paz, debería haber habido una revuelta general. No me refiero a la gente, sino a aquellos sectores del Estado que habrían tenido que enfrentarse a los otros grupos que apoyaron su llegada al poder, permitiendo así tal devastación nacional.
Hoy en día no se puede presentar como una mente iluminada a alguien que, tras haber dicho semejante disparate y haber afirmado que las sanciones derrumbarían a Rusia, ahora, tras ser desenmascarado como mentiroso en virtud de los acontecimientos, también nos da una lección sobre una Europa que no cuenta.
Zelenski, el bufón, es el reflejo de las clases dirigentes que lo apoyan. Al fin y al cabo, no podía ser de otra manera: un payaso que actúa siempre corresponde a todo un circo que lo contiene.
Está claro que el presidente Putin (o, mejor dicho, los rusos a quienes representa) jamás podrán negociar con un comediante, un criminal ni con sus agentes extranjeros. Llegados a este punto, la única solución para romper el impasse es destituir a Zelenski y nombrar a otro presidente con quien puedan negociar, haciendo concesiones mutuas, que nunca serán proporcionadas, para que todos puedan salvar las apariencias.
La historia nos lo enseña. Quienes pierden y abandonan la guerra ceden algo y reciben a cambio el fin de las hostilidades, al menos las más evidentes. Los rusos saben que no deben humillar a los países; los gobiernos cambian, las situaciones cambian, y algún día será necesario restablecer relaciones menos tensas con los que vendrán.
Desde luego, no les preocupa humillar a los actuales líderes europeos, que pronto pasarán a la historia como objeto de burla y que ya han hecho bastante para desacreditarse.
No veo otra solución a esta guerra. Ucrania, independientemente de cualquier mutilación territorial (lo cual no sería el fin del mundo, ya que el mapa europeo ha tenido fronteras cambiantes durante siglos), no puede evitar volver a la órbita de Rusia, y los europeos y sus amos estadounidenses tendrán que aceptarlo, como ha sucedido durante décadas.
Cuanto antes Zelenski y su séquito abandonen la escena, antes podremos sentarnos a la mesa y encontrar soluciones realistas, que en tiempos de agitación como los nuestros serán, en cualquier caso, temporales.
Podrían ocurrir cosas aún más graves pasado mañana, pero ya habrá tiempo para abordarlas. La caída de los títeres no será indolora para los titiriteros que hasta ahora han presentado al Pisellonio ucraniano como el héroe europeo.
Pero con la desaparición del bufón de la corte, incluso los líderes de la UE y los gobiernos que lo financiaron se verán obligados, en aras de la dignidad, a dar un paso atrás. Una vez que el payaso se vaya, se irán los empleados del circo, y punto.
Esto también es necesario para elevar el nivel de nuestra escena política, porque si el mundo está en ebullición, no se puede confiar en un técnico de aire acondicionado ni en armeros incapaces de siquiera calcular cuándo van a la guerra con los culos de otros.
conflittiestrategie.it. Traducción de Carlos X. Blanco