El discreto encanto del capitalismo verde


Hace algunas semanas, se conoció que un proyecto forestal uruguayo está involucrado en una demanda que se realiza en EEUU contra la empresa British American Tobacco. En el centro están los cigarrillos electrónicos Vuse, comercializados como «la primera marca del mundo de vaporizadores neutra en carbono». La empresa, dueña del producto, había comprado créditos de carbono de proyectos forestales en Uruguay con dudoso sustento argumental y fue acusada por sus clientes de incurrir en greenwashing,al intentar engañarlos con afirmaciones fraudulentas (Búsqueda, 19-V-25). Parece una buena oportunidad para empezar a poner el foco en el mercado de carbono y su relación con las empresas forestales en Uruguay, para intentar comprender cómo opera este negocio «verde».
¿QUÉ SON LOS BONOS DE CARBONO?
Grosso modo, los mercados de carbono se remontan a 1997, a instancias del Protocolo de Kioto, que estableció el acuerdo de comercio de carbono entre diferentes países para enfrentar el cambio climático con las herramientas del mercado. El llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) incentivó una supuesta reducción de emisiones en economías «desarrolladas», a través de la compra o la inversión en proyectos de reducción de emisiones en economías «en desarrollo». Se creó así un mercado en el que las empresas emisoras de CO2 podían comprar créditos de carbono «compensatorios» para reducir sus emisiones en los papeles.
Hoy en día, los objetivos de emisiones del Protocolo de Kioto han sido reemplazados por el Acuerdo de París, pero los MDL siguen vigentes. Existen actualmente dos tipos de mercado: los regulados por Estados u organismos internacionales y los de carbono voluntario, en los que individuos, empresas u organizaciones pueden comprar y vender créditos de carbono de manera voluntaria para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero y ponerles sellos verdes a sus marcas.
Este mercado voluntario es el que más funciona y es dominado por proyectos de forestación y energía renovable. La forestación ocupa aproximadamente el 70 por ciento de los bonos.1 Se le ha llamado a este mercado voluntario el far west del comercio de carbono, ya que esencialmente es un acuerdo entre empresas, verificadores y auditores; un negocio entre privados sin ninguna supervisión gubernamental ni académica.2
Los proyectos involucrados, en teoría, deberían contribuir a reducir las emisiones de CO2 de sus emprendimientos ofreciendo una innovación tecnológica o capturar (secuestrar) CO2 de la atmósfera en su propio funcionamiento. Como ejemplo, que se repite en muchos otros países «en desarrollo», veamos ahora cómo operan en Uruguay.
LOS BONOS EN URUGUAY
En nuestro país, la venta de proyectos de bonos de carbono está principalmente a cargo de la empresa Carbosur, especializada en este mercado, que remite proyectos para su verificación privada a la auditora privada Verra en EEUU. Los proyectos son mayoritariamente forestales, que producen madera para celulosa y para aserraderos. Existen aproximadamente 85.400 hectáreas de tierras forestales en Uruguay registradas para vender bonos de carbono a través del Estándar de Carbono Verificado; entre ellas, el proyecto demandado en EEUU por greenwashing llamado Guanaré. Estos proyectos suelen basar su actividad en tres argumentos:
1. En sus cálculos -que dan «positivo»- consideran únicamente el crecimiento de los monocultivos forestales, por lo que solo toman en cuenta el crecimiento de los árboles que capturan carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis. De esta manera evitan tomar en cuenta todo el ciclo productivo: emisiones de CO2 por laboreo de la tierra, uso de combustibles fósiles en maquinaria y logística, descomposición a corto plazo de la celulosa de baja calidad que libera CO2, etc. (Un estudio reciente contradice estos cálculos al tener en cuenta el «ciclo de vida» de la forestación con monocultivos de eucaliptus.3
Pero -más importante- evitan nombrar la destrucción del principal ecosistema nativo, la pastura natural, que funciona como sumidero de carbono mucho más estable bajo tierra.4 Un contrasentido: para capturar carbono en la masa de los monocultivos de eucaliptos se destruye nuestro ecosistema principal y se libera el carbono que este almacenaba por cientos de años.
2. Según la metodología de Verra, la cuestión de la adicionalidad es central para el registro de bonos de carbono. Argumentan que el proyecto verde no se habría ejecutado sin los incentivos de los bonos de carbono, lo cual parece tener poco fundamento en el caso de la forestación uruguaya. Los proyectos forestales en cuestión no solo dirigen su producción a las industrias de celulosa y madera aserrada en continua expansión, sino que también en Uruguay están exentos de impuestos, al ser proyectos en los que parte de su plantación tiene un ciclo de crecimiento de más de 15 años y al menos 20 por ciento de «madera de calidad», están libres de una variedad de tributos al amparo de la Ley Forestal.
Además, Uruguay ha visto un aumento del 800 por ciento en su cobertura forestal en los últimos 50 años al margen de los créditos de carbono. La mayoría de los bonos de carbono vendidos se encuentran en los departamentos de Treinta y Tres y Cerro Largo, zona en continua expansión forestal, donde incluso el lobby del sector ha impulsado inversiones públicas multimillonarias, como el reacondicionamiento del puerto de La Paloma, Rocha, para barcazas de rolos (que luego no se utilizó).
Por último, cabe tener en cuenta que el capital de inversión inicial de algunas de estas forestales parte de nuestros supuestos ahorros previsionales, derivados obligatoriamente a las administradoras de fondos de ahorro previsional, administrados por empresas forestales mediante fideicomisos.5
3. Según Carbosur, los proyectos son aún más atractivos pues prometen contribuir al «desarrollo sostenible» de Uruguay a través de la creación de «empleo de calidad», a la «erradicación de la pobreza» e incluso a «revertir el proceso de migración interna hacia las grandes ciudades». Los informes de la empresa afirman que la forestación produce de ocho a diez veces más empleo que la ganadería y mejora la calidad del trabajo en las zonas rurales. De los proyectos se dice que «restaurarán pastizales degradados por la ganadería» mediante la plantación de eucaliptos proyectados para durar de 60 a 100 años, y que las plantaciones también aumentan la biodiversidad, mejoran la calidad del suelo e incluso mitigan los impactos negativos locales del cambio climático, como el escurrimiento que ocurre por inundaciones.
Al respecto, estudios recientes dan cuenta de la degradación del suelo,6 el extraordinario consumo de agua de los eucaliptos, la pérdida de capacidad de retención del agua7 y de biodiversidad.8 Por lo demás, hay que citar los datos de la Encuesta Continua de Hogares sobre el no crecimiento del empleo en la cadena forestal en 17 años, mientras el negocio se expandía a más de 400.000 hectáreas.9 De hecho, cualquier vecino o vecina rural que viva cerca de una forestal sabe que estos proyectos profundizan el vaciamiento de la campaña, contaminan el entorno con herbicidas y hormiguicidas (algunos de ellos prohibidos en Europa, como Fipronil, S-Metolaclor, el sulfato de amonio, Haloxifop, Acetoclor y Paraquat) y solo dan trabajo a sus cuadrillas especializadas nómadas de varones que viven en centros urbanos.
A pesar de que los argumentos de los privados no tienen contralor ni son discutidos en el marco de espacios de participación -ciudadana, gubernamental o académica-, sirven para vender sellos verdes a otras partes del mundo occidental, donde se desconoce la realidad local.
COLONIALISMO CLIMÁTICO
El año pasado, Shell, la segunda empresa de petróleo y gas más grande del mundo, fue el mayor comprador de créditos de carbono a nivel mundial. La mayoría de esos créditos se invirtieron en el ámbito de la forestación y la energía renovable, con el fin de apoyar el objetivo de la empresa de alcanzar emisiones netas cero para 2050. A pesar de este compromiso, Shell planea desarrollar más de 800 nuevos proyectos de petróleo y gas en los próximos años,10 entre ellos, participa en la posible exploración sísmica en el frente marítimo uruguayo.
Otras empresas del rubro energético, como ENI, Primax (Colombia) y Chevron, dominan la compra de créditos de carbono dentro del mercado voluntario. Históricamente, compañías aéreas, como Delta Airlines o EasyJet, han sido compradoras significativas de bonos.11
No solo el mercado permite a las empresas retrasar las reducciones reales de emisiones comprando compensaciones en el Sur Global, sino que también dice imprimir una conciencia al consumidor del Norte, que de todos modos mantiene los patrones de vida y consumo voraces actuales bajo un velo verde. Por ejemplo, se han vendido créditos de carbono para compensar las primeras millas de un nuevo automóvil Hyundai y para neutralizar las emisiones de cajas de verduras entregadas a domicilio en Londres. Incluso se han utilizado para «neutralizar» las emisiones de un vuelo privado de Roger Federer. Los bonos también son una excelente estrategia pacificadora, porque compran buenas conciencias en Occidente que ya no demandarán una transformación real.
Gracias a este mercado es significativamente más barato para las empresas comprar compensaciones de carbono en el Sur Global -incluso con argumentos cuestionables- que reducir las emisiones en sus países. Esto es especialmente útil si los mismos bonos apoyan la acumulación continua de beneficios para las industrias en el Norte global, como es el caso de la forestación para papel (UPM, Lumin, Stora Enso, etcétera). El mercado también funciona como subsidio para industrias que son perjudiciales para los países del sur a través del acaparamiento de tierras y el desplazamiento y la degradación sistemática de ecosistemas debido a los monocultivos y sus paquetes tóxicos.12
Está claro que el capitalismo verde no ofrecerá soluciones al colonialismo climático, más bien lo exacerbará. Es momento de poner freno a los discursos vacíos y potenciar la multiplicidad de alternativas reales desde y para los territorios y las personas.
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Notas
1. Análisis del VCM en 2024. Tendencias Emergentes para 2025.
2. «Cómo regular el “salvaje oeste” de los mercados de carbono en América Latina», El País, 29-XI-23.
3. Pena, V. G. Aprovechamiento energético de rastrojos en Uruguay, 2021, Udelar.
4. Céspedes-Payret, C., Bazzoni, B., Gutiérrez, O. y Panario, D. «Soil Organic Carbon vs. Bulk Density Following Temperate Grassland Afforestation», Environmental Processes, vol. 4, 2017.
5. «Uruguayos obligados a invertir en monocultivos forestales. Debatir la forestación #2», Zur, 22-VII-22.
6. Céspedes-Payret, C., Piñeiro, G., Gutiérrez, O. y Panario, D. «Land use change in a temperate grassland soil: Afforestation effects on chemical properties and their ecological and mineralogical implications», Science of The Total Environment, 438, 2012, págs. 549-557. Gallego, F., López-Mársico, L., Tommasino, A., Altesor, A., Casás, M. y Rodríguez, C. «Legacy effects after seven years of afforestation with Pinus taeda in a natural grassland», Restoration Ecology, vol. 31, 2023.
7. González-Sosa, M., González-Barrios, P., Bentancur, O. J. y Pérez-Bidegain, M.
«Differential effects on soil water repellency of Eucalyptus and Pinus plantations replacing natural pastures», Revista Brasileira de Ciência do Solo, vol. 48, 2024.
8. Brazeiro, A., Cravino, A., Fernández, P. y Haretche, F. «Forestación en pastizales de Uruguay: efectos sobre la diversidad de aves y mamíferos a escala de rodal y del paisaje», Ecosistemas, vol. 27(3), 2018.
9. «La creación de puestos de trabajo. Debatir la Forestación #1», Zur, 9-V-22.
10. «Shell set to drill for new fossil fuels for decades to come», Milieudefensie, 18-III-24.
11. Análisis del VCM en 2024. Tendencias Emergentes para 2025.
12. «Carbon Trading. A brief introduction», 11-IX-09.
Brecha