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Brasil :: 10/10/2018

El germen de fascismo en desarrollo y los desafíos para las izquierdas en Brasil

Diego Ferrari
La izquierda institucional en los últimos tiempos creció negociando, evitando y conteniendo las revueltas

“Ajudar quem tem situação precária
Não fazer acordo com a parte contrária
Nem demagogia com a classe operária”
Samba Fidelidade Partidaria (Wilson Moreira – Nei Lopes)

El embrión del fascismo, o más precisamente: un nuevo fenómeno con características muy parecidas aquel movimiento de masas del siglo XX, se encuentra hoy en cada lugar de este enorme país del samba, el fútbol y la violencia. Aquí y ahora, el peor pasado llegó hace rato, y vestido con ropas de futuro canaliza el descontento popular en rebeldía conservadora. Como salida de la crisis del capital en este nuevo ciclo, al igual que en otros países del mundo, también en Brasil la ultra-derecha se propone como alternativa fuerte “para cambiar todo eso que está ahí”, como prometió Bolsonaro encantando a sus seguidores. De a poco y sostenidamente, en los últimos años se va conformando un movimiento de masas que se identifica atrás de una propuesta que articula el conservadurismo en la política y el liberalismo en la economía. Es el tipo de monstruo del que Gramsci habló, que acostumbra a aparecer en esos tiempos mientras lo viejo no muere y lo nuevo no termina de nacer.

Parafraseando a los redondos, “llegó como vos no lo esperabas” y todavía puede ser peor, “no hay arreglo”, no hay conciliación posible. Son numerosos los relatos de enfrentamientos violentos de seguidores de este movimiento atacando LGTBS, negros/as, militantes de izquierda o simples progresistas en cualquier espacio público. El comportamiento fascista ya habita el cotidiano brasileño, en las calles, las casas, las plazas, los lugares de trabajo, y tiene la intención, y grandes posibilidades de ocupar nada menos que la dirección del ejecutivo nacional, a través de sus personificaciones mas bizarras: El payazesco Bolsonaro, y la figura temible del General Mourão. Sufrimos y sufriremos durante este mes una propaganda y un protagonismo excepcional de estos personajes hasta llegar a un desenlace en el que se plantean dos escenarios posibles para la continuidad de este fenómeno. La democracia representativa, que insiste, una vez mas, en polarizar entre opciones que “No son lo mismo” (sino no serían opciones): El escenario mas catastrófico es que la extrema derecha gane las elecciones en la segunda vuelta y dirija la totalidad del aparato del terror. El otro es que este fenómeno continúe creciendo como oposición sin descartar el crecimiento de acciones de violencia extrema que ya estamos viviendo. En los dos casos, no podemos obviar el contexto en el que se realiza esta elección: un proceso de golpe de estado ya está en curso en Brasil, institucionalmente desde abril de 2016.

El mayor deseo, y los esfuerzos de la militancia estaban puestos en que este domingo hubiéramos podido vivir otro 7 de octubre glorioso en la historia Brasileña. Como motivación aparece el recuerdo de la misma fecha en 1934, cuando sectores de diversas tradiciones de la izquierda expulsaron a los fascistas de ‘camisas verdes’ del Integralismo de la principal plaza de São paulo. Seria un paso muy importante derrotar en las urnas a esta propuesta de la ultraderecha, pero no todo nace, ni se resuelve a través del voto. En las elecciones de este domingo se vivió una energía muy especial. A diferencia de otras elecciones, no se debatían ni se elegían simplemente proyectos políticos para el país, en la disputa entraron en juego sentidos, orientaciones, formas de vivir, y en algunos casos, la posibilidad de sobrevivir. Los deseos y sueños sobre cómo esa participación política supera las urnas y se multiplica en acciones, tiene un campo de acción concreta en la realidad cotidiana, la barbarie que continuará.

Mas allá del resultado de estas elecciones, el fenómeno de esta rebeldía conservadora no desaparecerá por mas que sea derrotado, intenta desarrollarse en la construcción de un movimiento que elige como instrumento táctico la disputa electoral. Todos los demás candidatos son frutos de los procesos de sus partidos, por el contrario, el PSL es producto de la candidatura de Bolsonaro, símbolo de este movimiento que se expresa en las calles desde hace años. Para eso es necesario un profundo análisis y debate para entender cual es el germen, y como surgió este fenómeno para saber como combatirlo mas allá de las elecciones. Entonces ya no se trata del deseo político, de nuestra forma de ver las cosas, del énfasis que ponemos en un acontecimiento o en otro en función de influenciar el pensamiento. Se trata de poder captar del movimiento de lo real. Porque como decía Togliati, errar en el diagnóstico lleva a errar en la acción. Este análisis no podrá ser desarrollado en los limites de esta nota, que pretende unirse a otres en la necesidad de marcar en la agenda la necesidad de hacerlo de forma profunda y colectiva. Pretendo simplemente apuntar (entre tantos otros que vengo juntando) algunos elementos de análisis que deberían ser profundizados y debatidos, pero considero fundamentales para esa tarea.

- Conócete a ti mismo. Brasil es el corazón económico, la mayor potencia de Nuestramérica, y en la suerte que corre este gigante se juegan también, en mayor o menor medida, los limites político-económicos de nuestras experiencias en los otros países nuestramericanos. La formación histórica y social Brasileña tiene similitudes y diferencias profundas con los otros países de la región. Son las características particulares que alimentan la cultura política de un país que tiene mas de 200 millones de habitantes. Es un país de dimensiones continentales, que no pasó por ninguna revolución. La sociedad brasileña en su dinámica de transformaciones alterna una sistemática y violenta represión para apagar revueltas que se pretendían emancipadoras, con cambios realizados desde arriba y períodos de conciliación. Es una distinción importante en relación al resto de los países de Nuestramérica.

Por marcar algunos ejemplos: La independencia fue proclamada por el príncipe; la esclavitud fue abolida tardíamente y por la princesa; la dictadura negoció la transición gradual hacia la democracia. Y en las revueltas radican memorias en bruto, poco trabajadas, de otros caminos posibles que fueron abortados. Con esa base, es necesario ir a fondo de una auto-critica de lo que fue hegemónico en la política brasilera en estos últimos años de conciliación, en los que el gobierno Lula conquistó el 83% de imagen positiva. Quienes disputamos hoy un nuevo sentido para la sociedad en Nuestramérica, somos fruto de esta etapa en que por la mediación política, 40 millones de brasileros salieron de la pobreza y al mismo tiempo los bancos nunca ganaron tanto dinero. Etapa que sin realizar reformas estructurales, deja como saldo 5 billonarios que tienen la misma cantidad de dinero que la mitad de la población brasilera. Etapa que para algunos/as parece que seria eterna, pero se interrumpe con la perspectiva de repetir un nuevo ciclo.

- La importancia central de las jornadas de junio de 2013 como punto de inflexión de la última etapa histórica. En las complejas jornadas de protestas se expresa masivamente y en la disputa de las calles el fin del pacto social (por lo tanto, el avance en derechos y recursos para todos los sectores de la sociedad) que caracterizó los gobiernos del PT. Se trata de la mayor revuelta en la historia reciente brasilera; que inevitablemente desemboca en la radicalización de las posiciones y en el comienzo de los profundos cambios que vivimos en la política brasilera. En estas jornadas la izquierda fue derrotada. A partir de este acontecimiento se desarrolla una dinámica en la política Brasileña que podría compararse emocionalmente con el sentimiento de la derrota por 7 a 1 contra Alemania en la semifinal del mundial de fútbol de 2014. Podríamos enumerar una sucesión de hechos políticos que completan el proceso en un mismo sentido hasta hoy.

En el espacio de esta nota quedaría como un acelerado videoclip en el que pasarían de forma fugaz algunos eventos y quedarían afuera otros que en su conjunto dan sentido a la obra: como la sanción de la ley antiterrorista, las elecciones de 2014 y las posteriores decisiones económicas del segundo gobierno Dilma, la operación judicial anticorrupción “Lava jato”, la disputa de las calles entre rojos y verde-amarillos, el protagonismo en aumento de los discursos de personajes militares, el golpe de abril de 2016 y a partir de entonces el vértigo de la debacle del país integrante de los BRICS que fue séptima potencia económica; la enmienda constitucional que congela el presupuesto por 20 años, las contrarreformas laborales, la tercerización, la intervención militar en Río y el genocidio a la juventud negra y periférica, el asesinato de Mariele, la disputa entorno a la huelga de camioneros… Fueron años muy intensos en la política y en la vida social brasilera, y que se extienden hasta hoy. Tiempos en los que han surgido tímidas y espasmódicas resistencias. Pero sobre todo en los que la derecha, sin miedo de ser derecha, ha disputado (y ganando) las calles y las instituciones.

El PT en el gobierno, y los movimientos sociales aliados, insistieron en la conciliación, y nunca entendieron que era el momento de radicalizar. En estas jornadas de junio de 2013, las izquierdas perdimos las calles y las pautas, y perdimos el espacio de horizonte de transformación de la realidad. Porque la política no es una cuestión de diálogo, de batalla de argumentos, en que la acción performática dirigida a los medios de comunicación y a la construcción de narrativas puede reemplazar la acción directa dirigida a la producción y reproducción del capital. La política es una cuestión de fuerzas y acciones concretas realizadas por esas fuerzas.

- El perfil fuertemente institucional de las izquierdas en Brasil. Cuando en un contexto de golpe donde se destituye a la presidente sin haber pruebas en su contra, y se pretenden realizar elecciones, que no deberían llamarse de democráticas, porque se le impide participar al candidato que desde una injusta prisión reúne a mayor intención de voto (la figura de Lula y su historia emocionante que alimenta la narrativa épica latinoamericana merece otro texto específico); las izquierdas mantienen el juego democrático y los canales institucionales para realizar su política, entonces como mínimo pareciera que estamos en un problema. Otra muestra se encuentran en la reacción frente al asesinato de una concejal de la ciudad mas global del país y entre los caminos elegidos para la lucha por justicia son priorizadas las presentaciones judiciales y ‘respetados’ los tiempos burocráticos. Cabe destacar que en la política institucional brasileña se destaca la función estructural del Centro, el PMDB y sus aliados del “centrão”, que cumpliendo una función protagónica en la constitución del 88, permanecieron en todos los gobiernos desde la vuelta negociada a la democracia. Si, son los que se prestaron como instrumentos para el golpe de 2016, los que fueron alianza del PT, y que en varios estados vuelven a aliarse ahora en 2018.

Necesitamos entender que la lucha institucional es expresión superficial de una relación de fuerzas que se construye en otros ámbitos. Pero el problema se agrava porque como la política aborrece el vacío, y quien ocupa el lugar de lo disruptivo, de la ruptura con lo institucional, es la derecha. Y por ese camino crece. Mientras la izquierda se aferra a las instituciones, los 5 sectores (agronegocio, iglesias, monopolio mediático, empresarios y banqueros) que dieron el golpe y están definiendo el rumbo de Brasil, pueden ampliar sus alianzas hacia los sectores militares y prescindir de las elecciones. Presionan para constituir un estado tutelado. Es la derecha quien demuestra vocación de ruptura. No hay elecciones válidas con el principal candidato preso, el camino debería ser la desobediencia civil, pero la izquierda en Brasil, aunque alcance a formular que es imposible una nueva conciliación, todavía continua con los vicios de la etapa anterior y con la política afectada, peca de un institucionalismo absurdo.

El desafío en esta segunda vuelta, y mas allá de ellas, es abortar ese embrión de fascismo antes que sea mas grave, y para eso es fundamental renovar las izquierdas. La izquierda en Brasil tiene estas características que hacen de la herramienta táctica, una cuestión estratégica en la disputa de posiciones dentro del aparato del estado. La izquierda institucional en los últimos tiempos creció negociando, evitando y conteniendo las revueltas. La derecha no es legalista, es disruptiva, se monta encima del caldo de cultivo de las revueltas. Lo hizo captando la indignación que desde el estallido de 2013 fue caldo de cultivo para la rebeldía conservadora. No es un loco Bolsonaro, es un producto de nuestra historia y de nuestro pueblo. Con características muy diferentes que en otros períodos, pero una vez mas el surgimiento de nuevas formas de fascismo es producto de nuestras frustraciones.

La cosa está muy fea, y no se va a resolver en las elecciones. En las izquierdas tenemos el desafío interno de vencer una política que construimos a-críticamente, corriendo de evento en evento, sin poder proyectar ni acumular en largo plazo una visión estratégica. Mientras tanto tenemos disputas insoslayables hacia afuera, en las que actuaremos con la mayor determinación en una unidad que no anule lo diverso. También tengo un interés especial en que en esta elección se pueda multiplicar a Mariele en muchas jóvenes, mujeres, negras, villeras, LGBTs que sean electas. Y en la segunda vuelta estaremos con mucha fuerza para vencer al fascismo apoyando la opción que enfrenta a la ultra-derecha. Pero sobretodo, el mayor compromiso es en el cotidiano para continuar mas allá de las elecciones en el combate a fascismo que buscará reproducirse sea cual fuere el resultado.

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