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Argentina :: 19/02/2024

El león ruge y la dama reflexiona

Daniel Campione
El régimen redobla sus apuestas tras su derrota parlamentaria y la principal figura de la oposición, la expresidenta Cristina Fernández, ha retomado la palabra pública entre prudencias y ambigüedades

La ofensiva continúa

A esta altura queda claro que el revés sufrido en el Congreso Nacional con la no aprobación de la llamada “ley ómnibus” ha sido respondido por el presidente Javier Milei con un aumento de la radicalidad de sus medidas y propuestas. Fue casi inmediata su reacción de represalia contra los gobernadores de provincias, en realidad en perjuicio directo de la población de esos territorios.

Los subsidios al transporte automotor de pasajeros primero y enseguida diversos fondos destinados al pago de los salarios docentes u otras inversiones educativas fueron el objeto de su furia y se produjo la interrupción de las transferencias con esos objetivos. Últimamente se proyecta la supresión de fideicomisos, otra forma de privar de fondos a las provincias y al mismo tiempo de dejar sin efecto políticas sociales, como el programa de vivienda PROCREAR. Lo que no implica santificar ese procedimiento de asignación de recursos.

Más allá de las retaliaciones por la “traición” de los opositores “amigos” se ciernen otros “castigos” a sectores que aparecen refractarios a la gestión de gobierno. Hacia allí va la suspensión de transferencias a las obras sociales sindicales, tratada aquí por Guillermo Cieza. Esto se suma a la interrupción de los aportes a los comedores populares, “recorte” con el que tienen un sesgo en común: La supresión de “intermediarios”, como forma de horadar el poder de organizaciones de trabajadores y pobres, tanto sindicatos como movimientos sociales.

Y disminuir la práctica y la valoración de la acción colectiva en cualquiera de sus formas. Que sólo queden Individuos aislados, inmersos en la “selva” del mercado. Todo lo demás sería “intermediación” indeseable, siempre sospechosa de encubrir un “robo”. O intervención indebida del Estado en lo que debe regir el mercado, como manifestó el presidente al inclinarse por no tomar ninguna decisión en la fijación de un incremento del salario mínimo.

En un ámbito de mayor alcance estratégico, el presidente retomó con toda la fuerza la perspectiva de la dolarización, previéndola para el corto plazo. Una entrevista en un canal de cable tuvo entre sus puntos salientes la defensa del abandono definitivo de la moneda nacional. Tomado como vía regia para terminar con la inflación y con el “robo” (otro más) de la emisión espuria que, en la visión económica del mandatario, constituye su única causa. Un avance dolarizador sería un “salto de calidad”, que privaría al país de política monetaria frente a los vientos huracanados de la economía mundial. Y tendría como uno de sus puntos de partida, un perjuicio enorme para el poder adquisitivo de los ingresos populares.

Otro avance de estos días, la perspectiva de algún tipo de alianza más formalizada con PRO, sea sólo parlamentaria o con un mayor nivel de integración en el gobierno, podría ser presentado como un signo de “apertura”. Pero en realidad no es tal, ya que entraña el abandono de la idea de colaboración con la totalidad de lo que fue “Juntos por el Cambio” (JxC) para dar paso a un entendimiento circunscripto a una fuerza que Mauricio Macri y Patricia Bullrich están contestes ya hace tiempo en impulsar cada vez más hacia la derecha. Y a llevar hacia una mayor convergencia con el ideario y las prácticas “libertarias”.

Un nuevo pacto con La Libertad Avanza (LLA) daría efectividad a la defunción de JxC y sería un posible avance en la reconfiguración “por derecha” de un sistema de partidos descompuesto hace tiempo.

La ex presidenta y sus toques de “sensatez”.

La que sí parece haber tomado cierto rumbo de “moderación” es Cristina Fernández de Kirchner. Al menos eso parece colegirse de ciertos pasajes del extenso documento titulado “Argentina en su tercera crisis de deuda”, con el que salió del silencio que mantenía desde el 10 de diciembre pasado. Siguen algunos brevísimos apuntes acerca de sus contenidos.

El escrito está centrado en el diagnóstico de que el país afronta un nuevo ataque en torno a una deuda impagable, a partir de lo cual enhebra una síntesis de los efectos destructivos de los ciclos de gobierno neoliberales desde 1976 y una defensa de los gobiernos del lapso 2003-2015. Se le suma la caracterización del flamante gobierno, con el señalamiento de sus postulados ultraliberales, de un modo que lo acerca a las experiencias anteriores al mismo tiempo que señala la fuerza disruptiva inédita del proceso en curso, que lo separaría de los precedentes.

Asimismo se ocupa de la refutación de tesis caras a la actual gestión, como el enfoque de la inflación como puro efecto de la emisión monetaria y de todas las consecuencias que se sacan de allí, propuesta dolarizadora incluida.

Hasta allí una crítica a la cuál pueden señalársele falencias, inexactitudes y elusión de responsabilidades propias, sin dejar de condecir con una línea de análisis ya característico en CFK.

Es al llegar a la sección de “conclusiones” que aparecen algunos apuntes muy controversiales. Toma un sesgo que parece conciliador hacia ciertos enfoques impulsados desde posiciones neoliberales. Bajo la cobertura de un tono de autocrítica, se deslizan concesiones al pensamiento tradicional de la derecha.

Así por ejemplo llama a discutir “un plan de actualización laboral”. Quien fuera dos veces presidenta no puede desconocer que estos comentarios son hechos en medio de una persistente ofensiva por suprimir o restringir derechos de los trabajadores, que ha tenido un salto hacia adelante en las disposiciones del DNU 70/2023, hoy judicializado en su sección laboral. Sin ninguna referencia a la política del gobierno, estimula a revisar el “sistema legal” y a actualizar los convenios colectivos de trabajo.

Quizás lo más chocante en este campo es una advertencia acerca de la necesidad de que los derechos tengan un correlato de obligaciones a cumplir, sin las cuales constituiría un privilegio.

Allí puede esconderse una convergencia con la mirada, preconizada por los libertarios, de que ciertos “derechos adquiridos” constituyen en realidad prebendas injustificadas. Al mismo tiempo, no aparece la menor apostilla acerca de que la “actualización laboral” debería en todo caso incluir el combate efectivo contra la precarización (que no es resultado de las normas laborales vigentes, se agravaría si éstas no existieran) y las malas condiciones de trabajo extendidas y crecientes.

En materia de inseguridad se exhorta a abandonar el “consignismo”. Y con ese pretexto se pone al señalamiento de la desigualdad social como generadora de marginación y conductas que desembocan en el delito en el mismo umbral que la promoción del “gatillo fácil”, como si fueran dos “errores” parangonables, debiéndose tomar distancia de ambos. Parece una enormidad. En ese parágrafo no hay referencias a las grandes complicidades con el crimen organizado que vienen de intereses capitalistas ni a los gigantescos negocios a los que el enfoque represivo de la “inseguridad” da lugar.

Hay también una muy breve observación sobre educación, en forma de un llamado a engarzar la defensa de la educación pública con la pregunta acerca de por qué se da el éxodo de parte significativa del alumnado hacia la escuela privada. Interrogante sin duda pertinente, lo que resulta algo extraño es que no vaya acompañado de observaciones críticas sobre el estado actual de la educación. Así como está planteado, deja la sensación de un implícito señalamiento a las medidas de fuerza de los trabajadores docentes como causal del debilitamiento del sistema educativo.

En otro breve parágrafo, acerca del sistema de salud, se marcan factores de crisis y se lamentan los padecimientos de médicos y pacientes. Eso sin una palabra de referencia a los abusos que cometen los mercaderes de la salud en sus múltiples ramas, desde laboratorios y clínicas privadas a las compañías de medicina prepaga. Todos beneficiarios de enormes ganancias que convierten un bien indispensable en un rubro más de explotación capitalista. De nuevo, esbozo telegráfico de diagnóstico y soluciones, compatibles con el discurso y las propuestas del establishment.

Hay además un párrafo “amigable” con la inversión privada en empresas hoy estatales, incluida su cotización en bolsa. Una apertura a las privatizaciones.

Otra afirmación saliente, se sitúa en el campo del análisis político-institucional: “La situación del país y la responsabilidad de quienes han sido elegidos para gobernar y legislar van a requerir la construcción de un sistema de acuerdo parlamentario.” Queda en la ambigüedad quiénes serían los integrantes del acuerdo propuesto. ¿Se apunta a la búsqueda de consensos con quiénes mantuvieron una actitud de colaboración con las reformas regresivas del gobierno y ahora son tildados de “traidores” por éste? ¿O incluye la perspectiva de arribar incluso a algún nivel de coincidencias con el actual oficialismo? Queda en pie la duda al respecto, lo evidente es que se buscan aliados entre los partidarios del neoliberalismo.

La autocrítica fundamental no se formula o se la hace de modo muy reticente. Es la de que el auge del “libertarianismo” ha sido en parte un producto del mísero fracaso del último cuatrienio peronista, carente de toda decisión en la defensa de cualquier interés contradictorio al del gran empresariado y desinteresado en la práctica de la defensa del ingreso y el nivel de vida populares. El empobrecimiento acentuado y generalizado, es sabido, fue una de las fuentes de la extendida convicción de que “no se podía estar peor”. Y del creciente descreimiento hacia una retórica de Estado protector y derechos en crecimiento que sufrió una indetenible pérdida de verosimilitud.

Entre audacias y prudencias

Las observaciones que formulamos más arriba acerca de las últimas acciones del gobierno y sus aliados y de las palabras de la lideresa del peronismo opositor, insinúan el contraste entre una derecha que se radicaliza casi sin pausa y un “progresismo” que se modera día tras día.

Este último parece preocupado cada vez más por sacudirse las máculas de “estatista” o “populista”. Y pone el mayor acento en que ejecuta una partitura afín con la que prefieren los oídos del gran capital. Y por lo tanto confiable en términos de los grandes intereses. Atrás quedarían los tiempos de audacias como la reestatización de las AFJPs o ampliaciones de derechos de los trabajadores.

Parece un instrumental pobre a la hora de ofrecer una alternativa eficaz a la propuesta del gobierno de Milei de “romper todo” a favor del dominio completo de la vida social por el gran capital, sin interferencias económicas, políticas, sociales ni culturales.

La bancarrota del espíritu concesivo de la gestión anterior ha contribuido a llevar a LLA al gobierno. Todo indica que el peronismo espera que un fiasco “libertario” los deposite de nuevo en el control del aparato del Estado. Quizás sin otra perspectiva que la de proseguir desde allí el reciclado de la crisis. Acompañada con un inconfesado consentimiento al empobrecimiento continuado de las mayorías populares y la reprimarización dependiente y extractivista de la economía. Con algún toque de “actualización” que le dé una apariencia más digerible al refrito.

Lo que aparece claro es que el gobierno de LLA tiene un rumbo, que apuesta a acelerar y profundizar. Puede para ello conseguir mayor sustento institucional al consolidar alianzas sin cejar en nada en su proyecto. O lanzarse hacia adelante desde la fragilidad de sus apoyos en las instituciones representativas. Con confianza en el respaldo todavía vigente de sus votantes y en el franco beneplácito que su propuesta ultraliberal genera, al menos por ahora, en vastos sectores del capital local y trasnacional.

También debería ser evidente a esta altura que una propuesta coherente de defensa de trabajadores y pobres frente al experimento en curso no provendrá de la conducción del peronismo. Ésta se halla enfrascada en evaluar conveniencias, en la búsqueda de retomar la conducción del aparato del Estado, con la acumulación de poder como finalidad central. Los padecimientos populares parecen generarle menos conmoción que la privación del manejo de los recursos del Estado nacional. Inquietudes en todo caso subordinadas a la necesidad de hacerse “presentable” a los ojos de los poderes fácticos.

Es hora de buscar nuevos caminos, respuestas desde abajo frente a la profundidad de la crisis y a la magnitud de las amenazas.

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