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Mundo :: 27/07/2005

El miedo

Antonio J. Torres - La Haine
Lo vimos en Madrid en marzo del 2004, lo estamos viendo desde el 7 de julio en Londres, y todo retransmitido en riguroso directo por los diferentes canales de televisión. Es lógico, da pánico imaginar que cualquier día mientras nos dirigimos a nuestros puestos de trabajo podamos morir sin saber ni cómo ni por qué...

Horroriza pensar que alguien cercano a nosotr@s pierda la vida en un tren o en un autobús, en esos medios de transportes que tantos de nosotr@s utilizamos para desplazarnos, siempre masificados. Gente trabajadora, como tú y como yo, sin responsabilidad política en nada, y con solo el cacareado "poder" de elegir cada cuatro años quien nos tiene que gobernar.

Pero no solo eso, localidades turísticas frecuentadas por turistas occidentales como la egipcia Sharm El Sheikh son blanco de brutales atentados. Como también lo fue Bali, Indonesia, en el 2002.

Pero, ¿a qué conduce este miedo?, y una pregunta mejor aún, ¿a quién beneficia el pánico?

Desde el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, los Estados occidentales viven en una constante sensación de vulnerabilidad ante salvajes atentados indiscriminados supuestamente protagonizados por una "organización de organizaciones" o "red de redes" terroristas globales de carácter integrista islámica, más conocida como Al Qaeda, cuyo supuesto propósito final común es destruir Occidente por su constante e histórica humillación hacia los países árabes-musulmanes.

Sin embargo, supuestos terroristas y Estados occidentales coinciden en algo fundamental: en que haya miedo. Unos porque supuestamente consiguen el pretendido objetivo de atemorizar al "infiel", sobre todo, en su propio país, y otros, los Estados occidentales, porque aprovechan el miedo para disipar cualquier contradicción que agudizada amenace con poner al descubierto la naturaleza criminal del modo de producción capitalista, con sus injustas relaciones sociales de producción, con su violento orden internacional en el que la riqueza de las tres personas más ricas del mundo es igual al presupuesto nacional de 48 países y en el que cada año mueren 3 millones de niñ@s por consumir agua contaminada (datos de la ONU), y, por supuesto, con su loca carrera por amasar beneficios a toda costa; por ello, y con el miedo como coartada se criminaliza la más mínima crítica, la disidencia al sistema, sea de la naturaleza que sea, se recortan derechos y libertades, y se homogeniza a la sociedad en torno a una serie de valores que justifican la opresión y la explotación, siempre en nombre, eso sí, de la "democracia" , la "libertad’, y la "civilización".

¿Esta coincidencia de intereses es casual o fruto de la connivencia a diferentes niveles entre ambas partes, en principio, supuestamente enfrentadas? No lo sabemos con claridad, el hecho es que esa coincidencia como tal existe.

Pero no todos los muertos son iguales, ni todas las muertes nos aterrorizan

Coincidiendo con toda esta histeria terrorista, con las matanzas de Londres y Egipto, los grandes medios de comunicación a penas si se han hecho eco de una auténtica masacre espantosa que se está produciendo en Níger. Según el Subsecretario para Asuntos Humanitarios de la ONU, Jean Egeland, en ese país del oeste africano 2,5 millones de seres humanos viven con menos de una comida al día, y 250 mil personas pueden morir de hambre. Egeland ha instado a los diferentes países donantes a hacer efectivas su contribución de 30 millones de dólares para ayudas de emergencia, en mayo pasado la ONU solicitó 16 millones de dólares pero aún no se ha recaudado ni 10 millones. Tanto Bush como Blair dijeron al mundo entero que se reunían en Escocia durante la cumbre del G-8 para dar soluciones a la pobreza y al hambre en el mundo, sin embargo, el caso concreto de Níger viene a desmentirlos con toda crudeza. La tragedia de Níger es, por lo menos, superable en sus expresiones más dramáticas, pero ya vemos que ni eso están dispuesto a hacer a tenor del dinero recaudado y de las actuaciones llevadas a cabo hasta ahora.

Esta auténtica masacre no conmueve ni aterroriza al público occidental, si acaso, le toca alguna fibra sensible y piensa que con algún acto voluntarista puede paliar algo esas situaciones. Pero Níger está lejos y no es un centro turístico habitual donde disfrutar de unas siempre merecidas vacaciones.

África es víctima de un brutal y silencioso genocidio, de una verdadera limpieza étnica. Está claro, solucionar, o por lo menos aliviar en algo el problema humanitario en Níger y en otros países africanos no es rentable ni arroja grandes beneficios, en cambio, invadir un país, destrozarlo, apoderarse de sus recursos petrolíferos, tomar ventaja sobre posibles competidores e imponer un gobierno títere sí lo es.

Que nadie se extrañe de que una de las zonas del planeta donde el integrismo islámico está encontrando más adepto es el continente africano, el caso de Nigeria o Sudán son muy significativos, que a nadie extrañe que la desesperación mezclada con altas dosis de fanatismo religioso convierta a estas personas en verdaderas bombas humanas dispuestas a estallar en el indiferente, egoísta y opulento Occidente.

El miedo difumina las contradicciones

Con estos atentados se produce un miedo irracional y paralizante, la reflexión y el análisis son imposibles en un ambiente histérico y paranoico donde lo más primario, la vida humana, está amenazada en cualquier momento y en cualquier lugar.

En momentos como estos, los ciudadanos buscan respuestas en sus gobernantes, exigen medidas de seguridad y protección. Es entonces cuando los gobiernos lanzan sus discursos tendentes a unir a la población en torno a una serie de "palabras-fuerza" como son "democracia" y "libertad’, y la apelación a los "valores de nuestra civilización", tal como hizo Tony Blair respecto a los atentados de Londres. De un plumazo, el resto de contradicciones que recorren la sociedad desaparecen, el trabajador precario de un McDonald’s, por ejemplo, queda unido indisolublemente a la empresa que lo explota en la defensa de la "democracia" y la "libertad’, las clases sociales y sus diferentes intereses no existen. Nadie se para a pensar de qué "democracia" ni de qué "libertad’ se está hablando. Las contradicciones entre Estados opresores y pueblos en lucha por su soberanía y libertad se trastocan, se manipulan y se criminalizan al relacionarse las luchas de estos pueblos con la larga mano de la fantasmagórica Al Qaeda.

La única contradicción que nos quieren hacer ver es entre civilizaciones, entre Oriente y Occidente, tal como argumenta el sociólogo norteamericano Samuel P. Huttington, todo un ídolo para el ex Presidente español Aznar y las FAES. Las cuestiones socioeconómicas desaparecen del análisis, así, por tanto, los Estados Unidos invadieron Irak porque este país era una amenaza para Occidente, y no porque, las multinacionales norteamericanas del petróleo estén interesadas en conseguir y explotar las fantásticas reservas petroleras de Irak, entre otros motivos e intereses.

Curiosamente, otra vez, Estados occidentales y supuestos terroristas islámicos coinciden en seguir las teorías del choque de civilizaciones occidental y oriental, como si el espíritu de las cruzadas medievales estuviese vivo siglos después.

El miedo criminaliza

Como vemos los Estados occidentales logran superar las diferentes contradicciones sociales y unir a la población presa del miedo. Así, los Estados señalan culpables, reales o no, y criminaliza la crítica a la homogeneidad social que pretende imponer. Surgen "listas negras de organizaciones terroristas" cuyo único delito, en muchos casos, es cuestionar el sistema establecido, ya sea de forma pacífica o violenta, pero de ninguna manera estas organizaciones tienen que ver con estas masacres indiscriminadas ni con el supuesto terrorismo islámico de Al Qaeda.

Los Estados, envueltos en sociedades histéricas, recortan libertades básicas, el más mínimo comportamiento "anormal" es susceptible de ser criminalizado. El brutal asesinato del trabajador inmigrante Jean Charles de Menezes a manos de fuerzas especiales de la policía británica así lo demuestra; el joven inmigrante de origen brasileño recibió 8 disparos, 7 de ellos en la cabeza, y todo por tener a juicio de sus asesinos un comportamiento "sospechoso". Por supuesto, Menezes no tenía ninguna relación con los atentados ni con sus autores. Mientras tanto, la sociedad inglesa y británica en general asumirán la muerte de este inocente como inevitable, como el lamentable precio a pagar por una "sociedad segura" libre de matanzas.

Pero sobre todo el miedo criminaliza una religión: el Islam, ya que bajo el concepto de "célula durmiente" cualquier musulmán puede ser, de hecho, un terrorista oculto dispuesto a actuar en cualquier momento. Surge la sospecha, la desconfianza, y con ella, el racismo y la xenofobia. Los terroristas implicados tanto en el 11-M como en el 7-J londinense no levantaban sospechas, a pesar de que en el caso del 11-M algunos estuviesen relacionados con actividades delictivas o fueran confidentes policiales, eran "células durmientes", por tanto, cualquier musulmán puede formar parte de una.

Contra el miedo al miedo

Lenin caracterizó al Estado moderno "como la organización especial de la violencia" (El estado y la revolución), es decir, como la institución por la que una clase social ejerce el poder y la opresión sobre otra. En la fase actual del capitalismo, esta función represiva de los Estados está más acentuada que nunca para garantizar el máximo de beneficios posibles a los grandes conglomerados industriales y financieros multinacionales frente a posibles peligros que pongan en riesgo fantásticos dividendos.

El recurso al miedo es antiguo, si hoy existe una supuesta amenaza global del no menos supuesto terrorismo islámico, ayer era la "amenaza comunista" y el temor a una guerra nuclear. Cambian las formas, las amenazas, pero lo que no cambia es la utilización del miedo como herramienta de dominación.

Ante esto, un gran aliado del miedo es la desinformación en unos casos y la manipulación informativa en otros, por tanto, la responsabilidad de los grandes medios de comunicación ligados de una forma o de otra a los Estados y a las multinacionales es clara, sin ellos, sin su accionar mediático, el miedo no se difundiría ni se socializaría. Los grandes medios de comunicación difunden a escala planetaria la paranoia terrorista.

La relevancia de la lucha ideológica es evidente en la actualidad siendo una de las armas principales la utilización de medios de comunicación con capacidad para llegar a amplias masas de la población y que difundan las verdaderas contradicciones que corroen las entrañas del mundo.

Antonio J. Torres, "Antón"

 

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